EPILOGO

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Frente al espejo de la puerta del armario, el nudo de la corbata se resistía. Chascó la lengua fastidiado, deshizo completamente el nudo y de un tirón se quitó la corbata, para tirarla encima de la cama. Se quedó mirándose en el espejo durante un momento y la puerta de la habitación se abrió.

—Si no te das prisa, no vas a llegar.

Shiro se acercó a la cama, recogió la corbata y se colocó junto a Owain, lo giró para colocarlo de frente y le rodeó el cuello con ella para ponérsela.

—Ni siquiera sé si debería ir —contestó con evidente remordimiento.

—De hecho, creo que Piers se enfadaría aún más si no fueras a su funeral.

—Pero fue cul...

—Como termines esa frase —interrumpió—, te ahorco con la corbata. Venga ya tío. Fue la Inquisición, no tú. Ni ella.

—¿La has visto?

—No desde que llegamos. Lleva estos dos días encerrada en la habitación de Tharja. Ni siquiera Dalia, que adora las normas, le ha puesto pega alguna. Han aceptado el cambio de habitación como algo excepcional. Y... —buscó varias formas de decirlo delicadamente—, creo que va a pedir un cambio de pareja oficialmente.

—Si no lo hace ella, lo haré yo.

Shiro suspiró sin saber qué decir. Terminó de ponerle la corbata y se sentó en la cama para ponerse los zapatos.

—¿Dónde está Hawk? —preguntó Shiro al mirar la otra cama—. Ahora es tu nuevo compi.

—Ha salido ya. Dice que aún no se ha acostumbrado a las muletas y que tardará en llegar. No está acostumbrado a ir despacio.

—Bueno, al menos consiguieron salvarle el pie. Tendrías que haber visto el charco de sangre bajo su pie cuando lo encontré junto a aquel precipicio. Me asusté de verdad. —Shiro se sentó junto a él en el borde de la cama—. Ah, y Rinka despertó esta mañana. ¿Sabes qué fue lo primero que hizo después de contarle todo lo que había pasado?

—Se fue a entrenar —respondió Owain con seguridad—. Es su forma de desahogarse.

—La conoces bien.

—¿Y Sirsa?

—Bueno...

La puerta se abrió de nuevo. Owain pensó por un momento que podría ser Mina y el corazón le dio un vuelco. No sabría cómo actuar si fuera ella. Al fin y al cabo, ambos sentían que los dos eran culpables de lo sucedido. Zack Summers fue quien entró. Al igual que ellos, también iba completamente vestido de negro, preparado para asistir al funeral.

—Shiro, sal —dijo señalando la puerta por encima de su hombro—. Tengo que hablar con él.

—Es mi colega, me lo va a contar igual.

—Lárgate.

Shiro miró a Owain, que permanecía con la cabeza agachada, mirando al suelo. Se levantó y salió de la habitación.

—¿Sucedió todo tal y como se lo has contado a Kenzo?

—Tengo que irme. —Se levantó e intentó llegar hasta la puerta, pero Zack le bloqueaba el camino—. Llegaremos tarde.

—¿Fue así?

—Sí —contestó tan flojo que apenas se le oyó—. El de la Inquisición lo mató.

—No. Me refiero a lo de Mina. —Owain alzó la cabeza sin dar crédito—. ¿Su cuerpo cambió y aumentó su poder?

—Debes estar de coña —le dijo con desprecio—. Un compañero acaba de morir... tu alumno... ¡Y a ti solo te importa lo que le haya pasado a ella! —Owain empujaba a Zack consecutivas veces—. ¡Estás obsesionado con ella! ¡Todos los demás te importamos una mierda!

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora