CAPITULO 13 - Parte 7: EL CLAN DE LOS REPUDIADOS

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Al lomo de la bestia, una de las chicas que había visto antes. Parecía una princesa montando a su real mascota, con la piel tersa y el cabello castaño perfectamente peinado hacia atrás dejando visible una frente limpia de cualquier marca.

—¿Dónde están todos? —preguntó Mina.

Eva alzó el brazo con dificultad y señaló en una dirección, indicando el camino que habían tomado Owain y Shiro hace un momento.

—Adelante, no te detendré. Estoy cansada —murmuró ella tan bajito que Mina apenas pudo escucharla.

Mina le hizo caso sin pensárselo dos veces e indicó a Scarl que reanudara la marcha en aquella dirección. Pero cuando dio un par de zancadas, Eva sacó una de sus agujas y se la lanzó con increíble puntería al cuello de Mina. Scarl, que previó el peligro que corría su dueña, dio un fuerte salto y tiró a Mina de su lomo cayendo a las oscuras aguas residuales y recibiendo la aguja en su lugar.

Rápidamente Mina se levantó y acudió en ayuda de Scarl, que permanecía tumbado con medio rostro bajo el agua de poca profundidad. Scarl le dedicó una mirada de advertencia a su dueña y se desvaneció en unas brillantes luces que parecían luciérnagas en la noche más cerrada. Mina se giró con rabia hacia Eva, que se levantaba.

—Perdona, ¿He matado a tu gatito? —dijo ella con sarna—. No era mi intención. La aguja era para ti.

—No está muerto —respondió Mina entre dientes—. Gracias a los Dioses, los espíritus son inmortales. Pero aun así, ¡sufren!

Mina se lanzó hacia Eva y la tiró también al agua, donde ambas se revolcaban entre manotazos. Eva agarró a Mina del pelo y le apuntó con una de sus agujas a su cuello, de nuevo. Mina le mordió con fuerza en la muñeca antes de que la aguja tocara su piel y Eva la dejó caer al agua. La agarró de la misma muñeca y la obligó a dar una voltereta, cayendo de nuevo con fuerza sobre el agua.

—¡Me dijiste que mis amigos habían pasado por aquí! ¿Acaso era mentira solo para atacarme por la espalda como una rastrera? —exclamó Mina.

—No —respondió Eva—. Lo que dije era verdad.

—¿Entonces por qué te han dejado escapar?

—Les dije que no les haría nada, y así fue.

—¡A mí me dijiste lo mismo!

—¡Porque no mereces vivir! —gritó Eva con rabia y lágrimas en sus ojos—. ¿Por qué yo tengo que vivir aquí abajo escondida del mundo mientras las demás chicas pueden exhibir su belleza? ¡Es injusto! ¡Yo debería estar encima de un escenario rodeada de cámaras, no en esta pocilga!

Eva comenzó a rebuscar entre las aguas la aguja que hace un momento había soltado. Estaba nerviosa y no paraba de remover las aguas con fuerza y desesperación. Mina, por su parte, se calmó y hundió ambas manos en el agua, tocando el cercano fondo. Se concentró y creó un círculo mágico de luz bajo ella.

Eva encontró la aguja finalmente, rió y se la lanzó a Mina. Pero la aguja fue detenida por una masa de agua que brotaba con fuerza, para luego unificar toda ella en una forma de silueta humana. Una mujer surgió del agua. Mientras que sus orejas eran puntiagudas y tenían forma de aletas de pez, su piel azul estaba cubierta por escamas en algunas zonas y en los tobillos también tenía unas especie de aletas puntiagudas.

—Ondine, ocúpate de esta loca —dijo Mina.

Ondine no dijo nada, ni asintió o algo por el estilo. Su atención se centraba en las aguas residuales que le rodeaban, poniendo cara de asco al ver donde había sido invocada. Tras una mirada juzgadora a Mina, extendió los brazos durante unos segundos y luego chasqueó los dedos. Pero nada ocurrió.

—¡Hasta ese monstruo es bella! —exclamó Eva con rencor.

Eva no entendía la pasividad de ambas mujeres y decidió atacar, pero el sonido del agua la detuvo. Se giró y pudo comprobar cómo una gran masa de agua se acercaba ocupando la totalidad del canal. No tenía escapatoria, así que se limitó a formar una cruz con sus brazos delante de su cara y recibir el impacto del agua sin otra alternativa. Cuando el agua alcanzaba la situación de Mina, era absorbida por las manos de Ondine, de forma que mientras que delante de ella el agua se agitaba con fuerza, detrás parecía un remanso de paz.

Al poco tiempo, todo el agua se calmó y se filtró por la palma de las manos de Ondine, dejando visible junto a la pared una Eva magullada por la sacudida y sin conocimiento, tumbada boca abajo sobre el suelo de cemento.

Owain y Shiro continuaron avanzando a paso ligero hasta llegar a otra bifurcación, siendo solo posible continuar hacia el frente, puesto que la derecha era un espacio pequeño sin salida y la izquierda era una rampa que hacia fluir todo el agua residual por ella hasta el nivel inferior. Owain se asomó y vio una gran sala circular llena de agua verde que se filtraba por un pequeño espacio en los laterales.

—¿Ya se te ha pasado el efecto de la magia de Irina? —preguntó una silueta que salía de las sombras —¿Ella está bien?

—Jadel —dijo Shiro.

En las sombras, Owain pudo ver otras siluetas más pequeñas. «Deben de ser los niños», pensó.

—En cuanto te vi entrar en El Hogar de la mano de Irina, supe que serias un grano en el culo para nosotros —dijo Jadel—. No me equivoqué.

—Jadel, deja que los niños se vayan. Nosotros los llevaremos arriba.

—A estos niños les estamos dando un futuro. Un futuro que allí arriba no tendrán —dijo él señalando hacia la superficie.

—Entiendo perfectamente vuestra situación —intervino Owain—, pero no les estáis salvando. Solo les estáis tapando los ojos para que no vean la realidad. En lugar de retenerlos aquí —continuó—, deberías intentar luchar allí arriba, donde se está librando la verdadera batalla contra las injusticias. No aquí abajo.

—¡Tú qué sabrás! —exclamó Jadel—. Seguro que tu vida ha sido de color de rosa, arropado por mamá y papá. Yendo a una academia de magos para practicar tu magia libremente, sin miedo a represalias. Saliendo por la calle sin que te miren con asco. ¡Vosotros sois los que dais asco!

Jadel agarró su catana envuelta en vendas y atacó con ella a ambos, que se echaron cada uno hacia un lado para esquivarlo, de manera que Owain quedó al borde de la rampa. Jadel embistió contra él y ambos cayeron por ella, como si de un tobogán acuático se tratase, hasta aterrizar en la superficie circular cubierta de agua.

—¡Owain! —gritó Shiro, que saltó a la rampa para seguirlos.

Jadel se levantó rápidamente y comenzó a andar rodeando a Owain con la catana en alza. Shiro cayó y corrió lo suficientemente rápido para bloquear con su brazo la catana. Hizo retroceder a Jadel de una patada y ayudó a Owain a levantarse.

Shiro empezó a pestañear muy rápido para intentar ver con normalidad. Todo lo que veía se iba deformando. Podía escuchar a Owain preguntarle qué le pasaba, pero él veía una figura parecida a su amigo que le hablaba.

—Mi magia es la misma que la de Eva, a la que creo que ya habéis conocido —dijo Jadel—. Ambos canalizamos el veneno a través de algún objeto punzante.

Shiro se recuperó en cierta medida y se giró hacia él, ayudado por Owain.

—Pero supongo que tu dura piel es un problema para eso. Al no alcanzar tu sangre, el efecto es mínimo... —murmuró Jadel pensativo—. Pero, ¿qué me dices de ti?

Al ver cómo Jadel amenazaba a Owain, Shiro avanzó un paso y colocó el brazo extendido delante de Owain. Jadel relajó el cuerpo y bajó la catana como si se hubiese rendido. Luego, comenzó a andar hacia el fondo de la estancia, donde la pared no era metálica, como en el resto de las zonas, sino que había una especie de barrotes de hierro oxidados.

—Nergiebra, sal a jugar —dijo Jadel cortando los barrotes con su catana como si fuesen de plástico.

—¿Nergiebra? ¿Qué es Nergiebra? —preguntó Shiro nervioso.

Los barrotes cortados desprendían vapor, producidos por el veneno de la catana. Dos brillos amarillos se dibujaron en la oscuridad tras los barrotes, y una bestia salió de dentro, destrozando lo que quedaba de barrotes. Apareció como un toro embravecido y se abalanzó sobre Shiro y Owain.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora