CAPITULO 13 - Parte 2: EL CLAN DE LOS REPUDIADOS

62 3 0
                                    

Owain llamó a la puerta de la sala de profesores mientras el resto se escondían tras la esquina, con las cabezas asomadas. Abrió la puerta la profesora Ari, que llevaba la ropa deportiva de la academia empapada de sudor. «Acaba de venir de una clase», pensó. Ella le hizo un gesto con la mano para que pasara mientras se metía para adentro.

—No llegué tarde —le dijo ella a Zack, que se encontraba sentado en una mesa alargada con otros profesores, sujetando una taza de café caliente—. Tú llegaste muy temprano.

—Hombre, mi maldito alumno —exclamó Zack soltando la taza en la mesa y dirigiéndole una sonrisa cómplice.

El resto de profesores les miraba con asombro. Pero Owain le miraba con tensión, como si temiera que en cualquier momento desvelara el secreto de su marca.

—¿Cómo le hablas así a tu alumno? —preguntó Ari ofendida.

—Oye, tú hiciste que Rinka Steel sufriera una grave quemadura el primer día de clase. No creo que llamar maldito a un alumno sea tan grave. —Zack giraba sobre sí mismo en la silla con ruedas para estar frente a frente con Ari.

—Eso fue muy diferente —repuso ella señalándole acusatoriamente con el dedo.

—Hola —dijo Owain para llamar la atención.

—Perdona, Owain —dijo Zack girándose de nuevo hacia él.

Owain había dejado la puerta de la entrada de la sala de los profesores medio abierta. Lance se acercó sigilosamente y se pegó a la puerta mirando por el estrecho espacio que había entre el marco y la puerta, preparado para leer la mente de alguno de ellos en cualquier momento.

—Quería saber si era posible usar el sistema de rastreo para saber la ubicación de Shiro Monroe.

—Claro —dijo Zack sorprendiendo a Owain.

—Claro que no —corrigió Ari—. No han pasado las cuarenta y ocho horas. Lo siento, son las normas.

—Vamos, solo necesito que escribáis esa contraseña tan chunga en el ordenador y yo mismo lo busco, no tenéis que hacer apenas nada —suplicó Owain.

«Ojalá pudiera ayudarte, chico» leyó Lance en la mente de Ari. Cuando Lance quiso darse cuenta, se encontró directamente con la mirada de Zack, que le observaba fijamente por encima de la taza de café mientras sorbía. Lance se escondió rápidamente y unas palabras sonaron en su cabeza: «31091990». ¿Acababa de darle la contraseña voluntariamente? Lance memorizó rápidamente la serie de números que había escuchado en su mente. Al poco tiempo, Owain salió del despacho y cerró la puerta detrás de él. Todos salieron de su escondite y se acercaron a Lance y Owain.

—¿Y bien? ¿Has oído a Ari pensar la contraseña? —preguntó Owain.

—No —respondió Lance pensativo—, me la ha dado Zack.

—Genial —dijo Owain sin entender lo que había querido decir Lance—. Vamos a la sala del sistema.

La sala del sistema de operaciones era la misma en la que habían estado todos a la hora de subir de nivel. La que tenía un ordenador enorme con funciones que desconocían con un teclado expandido. Owain toqueteó un poco el ordenador y en seguida le pidió la clave, la cual introdujo Lance moviendo los dedos con agilidad por el teclado y la pantalla se iluminó de un color verde, confirmando el acceso. Owain y Lance chocaron las palmas de las manos y luego Owain escribió en el buscador el nombre de Shiro. En seguida un mapa de la ciudad se materializó holográficamente, con un punto de color intenso que parpadeaba.

—Está en pleno centro —dijo Owain extrañado—. Ahí lo hubiera visto cualquiera. Qué raro.

Owain sacó el escáner de su pulsera y copió los datos que mostraba el gran ordenador de la academia.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora