CAPITULO 22 - Parte 3: EL SELLO

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En la pradera...

No solo el cuerpo se le había petrificado al ver aquella escena, su mente también se había bloqueado de alguna manera. Se quedó inmóvil, como si estuviese esperando que alguien introdujese un código para desbloquearle. Sin embargo, fue su propia voz en su cabeza lo que le hizo pestañear: «lo sabía». Eso era lo peor. Que lo sabía. Era totalmente consciente, en el fondo, de que Mina no le quería a él, sino que estaba enamorada del dichoso Owain. Pero verlo con sus propios ojos fue como un shock que le sacudía todo el cuerpo. Pero no dijo nada. Se dio la vuelta y comenzó a andar, y continuó haciéndolo cuando oyó la voz de Mina gritar:

—¡Espera, Piers!

Desenlazó sus dedos de los de Owain y se levantó repentinamente, dispuesta a seguirle para darle una explicación. La culpabilidad le invadía. Piers era buen chico, y siempre se había portado excelentemente bien con ella. No se merecía eso.

—Espera, déjame explicarte. —Piers se detuvo en seco y se giró hacia ella.

—Te escucho —contestó él cruzando los brazos. Pero al ver que pasaban los segundos y ella permanecía callada, continuó la marcha.

—Piers, ha sido culpa mía —intervino Owain.

—¡Claro que ha sido culpa tuya! —volvió a girarse. Esta vez andando de vuelta hacia Owain—. Dijiste que te alejarías de ella. ¡Me lo prometiste! Ambos sabemos que eres un peligro para todos y, por lo tanto, para ella.

Y mientras Owain buscaba algo coherente para decirlo, el aire se rajó. Como si el espacio hubiese sufrido un tajo, perfectamente visible. Scarl gruñó en esa dirección, colocándose en posición de ataque. Y al ver a Scarl de aquella manera, Mina retrocedió con discreción hacia atrás.

Un trozo de acero negro y afilado en forma de hoz salió de aquella brecha como si fuese una especie de portal. Luego, el brazo que la sujetaba, y finalmente un hombre salió de un salto, cayendo sobre las flores, de pie. Llevaba unas botas negras por las que se metía la tela, también negra, del pantalón. Arriba, solo llevaba un chaleco oscuro abierto, dejando su piel morena al aire libre. Tenía la cabeza rapada y un tatuaje en forma de calavera le ocupaba la totalidad de la cara, dando un aspecto siniestro. Su mano empuñaba el mango de una larga guadaña negra, decorada con un cristal morado cerca de la hoja.

—Vaya, vaya —dijo el hombre—. Vosotros debéis de ser los magos de los que me han informado. No esperábamos encontrar magos aquí, durante la misión, pero bueno, eso lo hace más divertido.

Sin esperar una señal de su dueña, Scarl se abalanzó sobre él con las garras por delante. El hombre dio un salto hacia atrás, volviendo a introducirse en la extraña brecha por la que había aparecido. Y Scarl derrapó por el campo. Tras Mina se abrió una nueva brecha y la mitad del cuerpo del hombre salió, con la guadaña en alto, dispuesto a segarle la cabeza a la invocadora. La hoja de la guadaña acabó clavada en un robusto muro de piedra que se había levantado tras la chica. Al oír la piedra siendo atravesada por el metal, Mina se apartó rápidamente asustada, dirigiéndose hacia sus compañeros. El mago de tierra la cogió del brazo y la colocó detrás de él.

Tras una risita de fastidio y terminar de salir de la brecha, cortó el aire e introdujo su guadaña por ahí, de manera que otra nueva brecha se abrió junto a Piers. Esta vez fue el empujón de Owain el que los apartó a él y Mina, dejándolo separado.

Sin apenas tiempo para entender lo que estaba pasando, una figura apareció por el rabillo de su ojo izquierdo. No había percibido ni oído nada. Su actual enemigo estaba enfrente, en su campo de visión. Por lo tanto, le resultaba imposible imaginar de qué se trataba. Lo único que llegó a diferenciar con claridad era la afilada punta de acero de una espada dirigiéndose hacia él. Su portador, no lo conseguía ver. Pero tampoco le importaba. En ese momento no le interesaba saber quién estaba blandiendo una espada contra él, sino como podría evitar una herida mortal teniendo en cuenta la velocidad a la que se movía el punzante objeto. Otra figura más apareció de la nada y placó a la primera, apartándolo de Owain, cayendo ambos al suelo y rodando y aplastando las bonitas flores. No fue hasta que se detuvieron cuando reconoció a Hawk, que parecía asfixiado. El rostro de la otra persona le era familiar. Sabía que estaba en algún lugar de su memoria, pero en ese momento no tenía la concentración necesaria para saber de qué le conocía.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora