CAPITULO 15 - Parte 2: LIBERADO

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Bajaron las escaleras y accedieron al nivel inferior. Las luces se atenuaban y daban al lugar un aspecto tétrico. Pronto comenzaron a pasar junto a las celdas comunes, donde podían ver a los prisioneros, aquellos que habían cometido crímenes lo suficientemente graves como para estar en el nivel inferior. Rápidamente, Jero les advirtió de la cercanía de otro guarda, que se paseaba por aquellas celdas.

En esta ocasión, no había ningún lugar para esconderse puesto que era un pasillo poco iluminado con celdas a los laterales. Los cuatro miraban en todas direcciones buscando la inspiración para una idea, pero fue en vano. Tan solo pudieron taparse aún más las caras con las capuchas de las chaquetas.

—¿Quiénes sois vosotros? —exclamó el guarda al ver a cuatro sospechosos junto a las celdas.

No contestaron. El guarda sacó una pistola y les apuntó. «Es un carente, al menos» pensó Owain. Aun así, el peligro de una pistola era igual o aún más que el de un mago poderoso.

—Baja eso, amigo —dijo Shiro andando hacia él.

—¡Atrás! O disparo.

Ahora el guarda apuntaba exclusivamente a Shiro, que seguía acercándose a él cada vez más rápido. Tras otra amenaza, el guarda apretó el gatillo y la bala voló hasta tocar la piel de Shiro. Avanzó de una zancada los tres o cuatro metros que le separaban del guarda mientras recibía una serie de balazos, y le arrebató la pistola con agresividad, para luego golpearlo en el estómago. Lo agarró mientras iba cayendo despacio y lo dejó con cuidado en la pared.

—Eso ha estado cerca —dijo Owain.

—Tenemos un problema. Jero me está diciendo que los guardas de arriba han comenzado a moverse todos a la vez. Han debido de escuchar los disparos o algo.

—Hay que hacerlo rápido —dijo Rinka con preocupación.

Los prisioneros comenzaron a agitarse y pedían una y otra vez que les ayudasen a salir de allí. Pero ellos los ignoraron y se adentraron aún más en la prisión.

—¿Cómo de peligroso tiene que ser tu amigo para que los hayan separado de la sala grande con celdas del nivel superior y estar separado al mismo tiempo de los del nivel inferior? —preguntó Shiro.

—Él solo es peligroso en mala compañía —aclaró Rinka algo ofendida.

—Jero me está advirtiendo del movimiento de una persona extremadamente fuerte —intervino Lance—. Se está acercando por detrás.

—Debe de ser Gladio Giorca —dijo Owain—. Es uno de los cuatro Generales de Altiva. A veces se encarga de custodiar la prisión.

—¿Y ahora lo mencionas? —preguntó alterado Shiro.

—Suele encargarse de asuntos administrativos. Pocas veces se pasa por la prisión.

Posponiendo el peligro que suponía la presencia de aquel nombre para más tarde, decidieron continuar con el plan previsto y llegaron a la sala donde Jero había localizado a Aizen. Para solo tener una celda, era bastante amplia, aunque oscura. Iluminada apenas con unas antorchas en las paredes como antiguamente.

—¿Aizen? —preguntó Rinka en dirección a la celda del fondo.

—¿Rinka? ¿Qué haces aquí?

—Está aquí —interrumpió Lance.

Todos se giraron hacia la entrada. Bajo el arco de piedra se mantenía un hombre alto y robusto, sujetando en su hombro una barra metálica que acababa en hacha, decorada con toques dorados que refulgían en la oscuridad.

—Tenéis unas pelotas muy grandes por haber venido hasta aquí —djio Gladio—. Y ovarios —añadió al ver la figura femenina de Rinka—. ¿Habéis venido a por ese prisionero? ¿También sois magos oscuros y por eso queréis liberar a vuestro colega?

—No todos los magos oscuros son malas personas —contestó Rinka—. Este chico es inocente. Solo está siendo manipulado por otros magos. No merece ser ejecutado por ello.

—Ah... El amor. Cuantos problemas trae a la juventud. Os ciega y no os deja ver la realidad.

Owain miró a Rinka, pero ésta continuaba con la vista fija en Gladio.

—Los magos oscuros son malvados por naturaleza —continuó él—. No tienen otra salida. Es mejor si están muertos o encerrados como animales. Así que perdonadme, pero no os puedo dejar sacarle de aquí.

Gladio blandió el hacha y fue a por Rinka la primera. Shiro se interpuso en su camino y colocó los brazos en cruz para bloquear el hachazo. Pero del mismo impacto, Shiro salió volando hasta estrellar con la pared.

Un guarda apareció tras Gladio y le dijo algo que Owain no pudo entender, pues estaba distraído por la brutalidad del golpe que acababa de recibir su amigo.

—No te preocupes, vuelve arriba y asegúrate de que no salgan de aquí. Yo me encargo del resto —le dijo al guarda, que se fue al momento.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Lance.

—No pienso quedarme aquí encerrado —respondió Owain, que desenvainó la Oblivion.

Rinka se dirigió rápidamente hacia la celda de Aizen para liberarle. Gladio golpeó el suelo con el hacha y creó un surco en la tierra que se extendía hasta la posición de Rinka, separándole de la celda.

—Rinka, vete de aquí —le dijo Aizen—. No podéis contra él.

Trozos de tierra creados por el surco se elevaron y se arremolinaron alrededor del hacha de Gladio, que se posicionaba ahora ante Owain y Lance.

—Magia de tierra —murmuró Lance.

Gladio golpeó con el extenso mango metálico el suelo como si de un bastón se tratase y las rocas se dirigieron con violencia hacia ellos. Lance colocó sus manos abiertas frente a las rocas y se detuvieron a escasos centímetros de él, suspendidas en el aire, temblorosas.

—Es... muy fuerte —dijo Lance con esfuerzo.

Owain encendió la Oblivion y se dispuso a atacar, avanzando hacia él. Pero Gladio hizo un gesto con dos de sus dedos y las rocas que había detenido Lance se precipitaron hacia Owain por la espalda. Si no fuera por el aviso de Lance, Owain habría sido golpeado con fuerza en la cabeza por aquellas rocas. Las esquivó al tirarse al suelo y dar una voltereta lateral. Rápidamente creó una llama en su mano y la lanzó al General, que ahora se había cubierto por las rocas que danzaban a su alrededor en forma de protección.

Con otro leve movimiento de hacha, las rocas se volvieron a poner en movimiento y Owain estaba listo para esquivarlas una vez más, pero lo ignoraron y se dirigieron hacia Rinka, que se acercaba de nuevo a la celda. Shiro se interpuso de nuevo y recibió la avalancha de rocas, haciéndole retroceder un poco pero sin recibir apenas daño.

—Tienes que destruir ese mecanismo —le dijo Aizen—. El de detrás de ti.

Rinka miró a su espalda y vio una especie de cristal redondo que se suspendía sobre un aparato electrónico que emitía rayos que bañaban dicho cristal.

—Pero ten cuidado —añadió Aizen—. Los magos no podemos tocarlo, o nos freirá.

—¿Entonces cómo quieres que lo destruya? —preguntó Rinka.

—Prueba con algo a distancia. A balazos o algo así.

—No tenemos pistolas aquí.

—Tengo una idea —agregó Lance.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora