Sus ojos se abrieron lentamente para visualizar la lámpara de la mesita de noche. La bombilla, rodeada por una tela naranja, estaba apagada. Pero aun así, podía ver que la habitación estaba iluminada. «¿Ya es de día?», se preguntó. Apartó la sábana blanca de un movimiento seco de mano y puso los pies descalzos sobre una alfombra. Al entrar en contacto el pie con algo sólido, recordó que seguía herido, aunque el dolor era mucho menos fuerte que ayer. Se levantó y buscó su ropa, se vistió y salió fuera.
—Por fin has despertado —dijo Tharja, que tenía a Oliver entre sus brazos estrujándolo en un fuerte abrazo.
—¿Dónde están todos? —preguntó él apoyándose sobre el respaldo del sofá.
—Han salido a ver el pueblo. No es muy grande, pero la gente es muy amable y el puerto es precioso. Deberías ir a verlo también, porque nos iremos en breve. Nos han llamado de la academia mientras dormías. Un jet estará aquí en una hora más o menos. Toma. —Tharja le dio una tostada de pan de corteza gruesa huntado en mantequilla que ya había sido derretida por el calor—. Llévate esto por el camino.
Owain agarró el trozo de pan, se lo llevó a la boca y salió de la casa de Tharja. Las calles de Espligar estaban muy concurridas, con gran cantidad de gente paseando y multitud de puestos de venta callejeros ofreciendo todo tipo de productos. A Owain le llamó la atención unos dulces con crema colocados sobre unas bandejas de un material que imitaban la plata. El trozo de pan que Tharja le había dado no había sido suficiente para saciar el hambre. Pero cuando fue a pagar, el pastelero se negó a dárselo porque no aceptaba un método de pago tan moderno.
—En monedas —dijo el hombre.
Owain se miró los bolsillos, pero no tenía nada. Tenía una fortuna que le sobraba, pero todo estaba almacenado de manera virtual y casi nunca llevaba nada encima. Eran pocos los lugares en los que se seguía pagando con monedas y billetes.
La mano de Piers sujetaba una moneda y se la ofrecía al pastelero, que la aceptó de buen grado y le entregaba a Owain el ansiado dulce.
—Gracias.
—No hay de qué —respondió Piers con brusquedad—. ¿Me acompañas a dar un paseo por el muelle? Me gustaría hablarte de una cosa.
—Claro —dijo Owain sorprendido.
Tablas de madera unidas con cuerdas se continuaban unas a otras a varios centímetros del nivel del mar. Las vistas de la gran masa de agua, que refulgía con fuerza por los rayos de sol que incidían sobre el líquido transparente, eran preciosas. Piers y él caminaban en silencio durante un largo rato, oyendo exclusivamente el relajante sonido del mar y el lejano barullo del puerto.
—¿De qué querías...
—Le he pedido salir a Mina —interrumpió Piers—. Ha dicho que sí.
—Oh. —De nuevo ese pinchazo—, enhorabuena. Me alegro por los dos.
—No, no lo haces —repuso Piers—. Pero me agrada tu respuesta igualmente. De todas formas —continuó—, no era eso de lo que quería hablarte. Quería preguntarte qué es lo que llevas en el pecho y por qué cambió de color de repente al igual que tus ojos. Y no me digas que es un tatuaje. No existe ese tipo de tinta.
—¿Qué quieres que te diga? —preguntó Owain sintiéndose indefenso como un animal acorralado.
—La verdad.
—La verdad es que no lo sé. Solo sé que la tengo desde el día que murieron mis padres y que limita mi magia en gran medida.
—Estás maldito —murmuró—. No diré nada, pero aléjate de Mina.
—No puedo alejarme de ella, somos un dúo, ¿recuerdas?
—Ya sabes a lo que me refiero. A no ser que quieras que todo el mundo se entere de que llevas una maldición en el pecho —dijo Piers señalando su propio pecho.
—Y pensar que todo el mundo dice que eres súper amable...
Piers ignoró esa provocación y se dio media vuelta para salir del muelle. Pero antes, le dijo algo a Owain sin mirarle:
—Ah, me debes una moneda.
Al final, el vuelo se retrasó un poco y acabaron comiendo todos en casa de Tharja. Su madre había hecho una sopa de pescado que, pese a su dudoso olor, estaba realmente bueno y todos alabaron las dotes culinarias de la madre de Tharja. Al poco después de acabar de comer, llegó el jet y volvieron a El Jardín, tras presenciar la tierna despedida de Tharja y su familia.
Durante el viaje de vuelta, Devi recordaba los 'mejores' momentos de la misión, aunque solo Tharja le hacía caso. Owain estaba distraído mirando cómo Mina y Piers se cogían de la mano y hablaban en un tono inaudible.
Al detenerse el jet, Owain apenas pudo esperar a que la puerta se terminara de abrir y saltó al suelo, sintiendo una punzada de dolor por la herida de la pierna. Necesitaba irse de ese empalagoso lugar, se dirigió al ascensor y, sin esperar al resto, subió a la superficie para volver a la vida normal de la academia. Al abrirse las puertas del ascensor vio que un grupo de personas reunidas en la recepción cuchicheaban. La intriga le pudo y se acercó a ver qué ocurría.
—¿Qué ocurre aquí? —preguntó con una sonrisa esperando oír algún tipo de cotilleo.
—¿No te has enterado todavía? —contestó una chica—. Pensaba que, al ser su amigo, ya lo sabrías. Shiro ha desaparecido.
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El Sello de Cain
Science FictionEn un mundo en el que la magia ha sido recientemente liberada de la opresión, Owain Harvey, el único superviviente de su familia que porta una maldición en su pecho, ingresa en El Jardín, la academia de magos de Y'thaka. Él, junto a otros alumnos de...