CAPÍTULO 3 - Parte 1: LA NATURALEZA DEL FUEGO

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El primer día real de academia empezó en el momento que abrió los ojos por la mañana. Siendo consciente de esto, se deshizo rápidamente de las sábanas que le aprisionaban y de un salto se puso en pie.

-Silencio, imbécil -dijo Vito, que aún seguía medio dormido, tapándose aún más con la sábana.

Por un momento se olvidó de que compartía habitación con alguien. Se sacó la camiseta del pijama, girado hacia el lado contrario a Vito de manera que no pudiera verle la marca, y se puso unos pantalones grises de tela vaquera, una camiseta blanca con el cuello de pico y unos tenis negros. En el armario también tenían el uniforme de la academia: unos vaqueros, una camisa negra con un bolsillo en el pecho con el siempre presente logo de la Academia en dorado, y una corbata de color azul. Aunque solo era obligatorio ponérselos en eventos especiales. Observó uno a uno los objetos que tenía para ver si necesitaría alguno de ellos durante las clases, pero lo único que pensó que era indispensable era su espada y, aunque las primeras clases eran únicamente teóricas, decidió llevársela por si acaso, enganchada a una correa negra que le rodeaba la cintura. Una vez todo preparado, salió impaciente por recibir su primera lección en la academia más prometedora del país.

Como no sabía a donde ir, ni donde se encontraban las clases ni nada. Decidió preguntar a Glenda, la recepcionista, así que se dirigió a recepción. La Academia estaba más vacía que ayer, aunque aún era temprano y la mayoría estarían cansados de la fiesta de anoche. Por el camino no encontró a ninguno de sus amigos.

-Buenos días Glenda, ¿Podría decirme donde se imparte la primera clase? Aún estoy algo perdido -dijo llevándose la mano a la nuca, avergonzado.

-Es normal, no te habrá dado tiempo aun a adaptarte. -Ella manejaba ágilmente la pantalla holográfica hasta que encontró la respuesta-. En la primera planta, aula número cinco. Primera clase: tipología mágica con Hermes Elderwood, dentro de diez minutos.

-Genial, gracias Glenda -Se despidió con la mano y se dirigió a la primera planta tomando las escaleras del hall de la entrada. Buscó el aula cinco en los mapas de los monitores y la encontró rápido y sin problemas. El aula era enorme, repleta de mesas y sillas para los alumnos, y cada mesa llevaba incorporada en la superficie una pantalla en la que cada alumno podía guardar la información que iban recabando en cada clase, como si de un ordenador se tratase. Owain buscó con la mirada un buen lugar donde sentarse, pero esa decisión ya había sido tomada con anterioridad sin consultarle.

Shiro y Tharja ya le habían guardado un sitio junto a ellos, y otro sitio libre para Mina, que aún no había llegado. No pudo evitar pensar si aún seguiría estando mala, afectada por los efectos a medio plazo del alcohol. Se sentó en el sitio que le habían guardado, junto a Shiro y vio que ni la mitad de los alumnos que estaban en la fiesta la noche anterior estaban allí en esa clase. Entonces comprendió que serían separados en diferentes clases debido al elevado número de alumnos. Sin embargo, echando un vistazo rápido al aula pudo encontrar todos los rostros que él conocía: Rinka sentada justo detrás de Shiro, que estaba a su lado, y al otro lado, Tharja. Vito y Sirsa dos filas más atrás. Lance, el cantante hermano de Sirsa también estaba en la segunda fila y Hawk, el chico de las duchas, estaba justo en la fila de adelante, no muy lejos de su compañera. Por último, el grandullón Piers y su pequeña compañera, detrás del asiento libre que correspondía a Mina.

El profesor Elderwood entró en el aula a las ocho en punto, ni un minuto más ni un minuto menos. El poco pelo que le quedaba era blanco como la nieve, portaba unas gafas redondas con una montura muy fina y, encima del uniforme del personal docente, llevaba una bata blanca, como la de los doctores de hospital, pulcra y perfectamente planchada. Soltó varios libros sobre la mesa y ajustándose las gafas, miró a los alumnos.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora