Sentado en el borde de la cama del hotel, las manos de Shiro le agarraban con firmeza, estirando la piel y haciendo que la quemadura le doliese aún más, mientras le daba vueltas con la otra mano a una tira de vendas que envolvía la carne chamuscada.
—Aw —se quejó.
—Eres un bruto —dijo Tharja mientras se acercaba y le quitaba las manos a Shiro de las vendas—, seguiré yo.
—Eres un quejica —soltó con una risita burlona—. Te lo dejo a ti, empollona. Yo voy a ducharme —añadió al quitarse la camiseta que estaba húmeda aún por el contacto con el bañador mojado—. Esta noche salimos, ¿no?
—¿Crees que está la cosa como para salir de fiesta? —contestó ella levantando la mano de Owain.
—Él es fuerte. Eso no es nada para el gran Owain Harvey.
—¿No decías que era un quejica? —preguntó él arqueando una ceja.
—¿Quién ha dicho eso?
—Anda, ve a ducharte —le dijo Owain tras tirarle un cojín con la mano buena.
Shiro agarró el cojín al vuelo, lo soltó de nuevo sobre la cama y se metió por la puerta del baño de la habitación. Puso música con su móvil y en seguida comenzó a escucharse la caída del agua sobre el plato de ducha.
—¿Qué crees que era ese látigo? —preguntó Tharja curiosa—, es obvio que no era algo normal.
—No tengo la menor idea. Pero no sabes el dolor que me causó el simple hecho de tocarlo. No solo me ardía la mano, también el cerebro. Incluso —continuó pensativo—, diría que me quemaba mi propia magia interna...
—Qué extraño... Le preguntaré al maestro Elderwood cuando regresemos. Es interesante. —Owain soltó una fugaz carcajada—. ¿Qué? —preguntó ella sorprendida.
—Siempre estás pensando en ese tipo de cosas: la magia, lo extraño, lo desconocido...
—No sé... —respondió ella encogiéndose de hombros mientras continuaba vendándole la quemadura—. Simplemente me gusta. Cada uno tenéis vuestros hobbies: a Mina le encantan los animales, Shiro se pasa el día ligando con chicas, Rinka adora una buena pelea, a Piers le gusta...
—Mina —interrumpió él—. ¿Ibas a decir eso, verdad?
Tharja sonrió—. Es muy evidente, ¿no?
—Es muy pesado.
—¿Y por qué te molesta tanto? —Tharja terminó con el vendaje y le soltó la mano—. ¿Sabes? Piers no es el único evidente. Y no me refiero solo a ti, sino a ella también. Mina es mi mejor amiga, la adoro, y quiero lo mejor para ella. Y aunque Piers la trata fenomenal y es un cacho de pan con ella... no está enamorada. Pero si lo está de ti, igual que tú de ella.
Owain intentó hablar, pero cuando sus labios se movieron, fueron sellados por el dedo índice de Tharja.
—Y no me digas que me equivoco, porque eso nunca pasa. —Le retiró el dedo—. Mientras ella se refugia en otra persona, tú huyes aterrado. Sois unos cobardes.
Tharja se levantó de golpe y se dirigió a la puerta de la habitación aparentemente molesta. Cuando abrió la puerta, allí estaba Vito. Se echó hacia un lado junto al marco de la puerta y la dejó pasar.
—¿Qué le has hecho? —preguntó él señalando hacia atrás.
Owain negó con la cabeza y Vito se acercó y se sentó delante de él. Le señaló la mano vendada y dijo:
—¿Qué tal está?
—¿Qué quieres Vito? —contestó él con cansancio.
—Vaya —respondió abriendo mucho los ojos, sorprendido por la respuesta seca recibida—. Supongo que me lo merezco por lo del día que nos conocimos. Lo siento, estaba cabreado y lo pagué contigo, supongo.
—Perdonado.
—Vale. Verás... voy a ir al grano porque estas cosas no se me dan bien. Quiero pedirte consejo sobre algo. —Owain frunció el ceño—. Me gusta una chica. Es Sirsa.
La puerta del baño se abrió de golpe y un húmedo Shiro se asomó ocultándose la parte inferior del cuerpo con una toalla blanca.
—¿¡Te gusta Sirsa!? —exclamó sorprendido y sonriente—. No te pega nada.
—Dilo más alto, hay un señor en la séptima planta que creo que no te ha escuchado bien. Ahora vuelve ahí dentro, es una conversación privada.
Shiro cerró la puerta desde dentro del baño, no sin antes soltar un «qué fuerte», que molestó a Vito.
—¿Y por qué me pides consejo a mí? —preguntó Owain para reconducir el tema.
—Bueno, tú te has ligado a la chica más popular y guapa de toda la academia. Algo habrás hecho.
—Pues no. De hecho, soy horrible en ese tema. Pero si me preguntas, te diré que no seas tonto y no huyas de ella, díselo o en cualquier momento encontrará a otra persona.
—Mmm... —murmuró meditando—. Sí, supongo que haré eso. Muchas gracias.
Al mismo tiempo que Vito salía de la habitación, Shiro lo hacía de nuevo del baño, mientras se abrochaba una camisa de color azul marino lisa. El vapor salía del baño y se extendía por la habitación como una nube.
—¿Por qué todo el mundo me habla de lo sentimental? —preguntó Owain señalando la puerta—. Odio ese tema.
—Igual algún día yo también te hago una consulta —respondió su amigo entre risas—. ¿Tienes cita para la semana que viene?
—Ni se te ocurra.
—Vístete ya, que vamos a llegar tarde. ¿Podrás o necesitas que te eche una mano? —dijo zarandeando su propia mano en el aire a modo de burla.
Owain volvió a coger el cojín y se lo tiró, acompañado de unas risas.
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El Sello de Cain
FantascienzaEn un mundo en el que la magia ha sido recientemente liberada de la opresión, Owain Harvey, el único superviviente de su familia que porta una maldición en su pecho, ingresa en El Jardín, la academia de magos de Y'thaka. Él, junto a otros alumnos de...