CAPITULO 16 - Parte 3: EXAMEN MÁGICO

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Al despertar, vio a Mina dormida sobre la cama, apoyando la cabeza sobre sus propios brazos cruzados. Owain sonrió al verla y al darse cuenta, se sintió estúpido. Pero no podía evitar sentirse feliz al verla a ella nada más despertar. Parecía calmada y serena.

Owain se incorporó un poco y le quitó un mechón de pelo que le tapaba media cara. Luego, le acarició el cabello y ella se movió levemente, haciendo que Owain volviera a tumbarse rápidamente.

Abrió los ojos y al verle despierto, se levantó apresuradamente.

—Buenos días —le dijo él sonriente.

—Eso debería de decirlo yo —respondió ella sin saber qué postura adoptar—. Llevas dormido desde ayer por la mañana.

—¿Tanto he dormido?

—Y no creas que estaba aquí porque... estuviera preocupada o algo —tartamudeó con nerviosismo—... es que mañana es el examen práctico y... en fin, necesito a mi compañero.

—Ah —contestó él con cierta decepción—, claro. No te preocupes. Mañana estaré al cien por cien.

—Bien.

—¿Qué me ha pasado?

—Una hemorragia nasal severa producida por sobreesfuerzo mental —explicó la doctora O'Connor, que entraba en ese momento por la puerta.

—¿Sobreesfuerzo mental?

—No el tuyo, sino el de tu compañero Lance —aclaró ella sujetando una jeringuilla.

—¿Y por qué lo sufrió él también si el origen se dio en otra persona? —preguntó Mina tan confundida como él.

—'Vinculo mental empático'. Dos magos pueden sufrir la misma situación si sufren este tipo de conexión, ya sea para bien o para mal. Lo extraño —dijo ella haciendo una pausa—, es que solo ocurre entre dos magos mentales. Y que yo sepa tu eres un mago elemental de fuego. Es algo que no había visto nunca, ni siquiera en libros.

—¿Es eso malo? ¿Deberíamos preocuparnos? Quiero decir —se corrigió Mina—, él, ¿se debería de preocupar?

—No necesariamente. Quizás está despertando su magia secundaria y sea de tipo mental. Ahora si me disculpas —dijo Soley agarrando a Mina de los hombros y dirigiéndola a la puerta—. Debo hacerle un análisis de sangre y luego tengo que ir a buscar a Lance. Debe descansar si quiere mañana participar en el examen.

Shiro agarró el manillar de la puerta de la sala contigua de la enfermería y al entrar vio a Sirsa, sentada en una silla junto a la cama de Lance, que permanecía dormido en la cama con una mascarilla de oxígeno y conectado a una vía que le otorgaba algún tipo de medicina.

—¿Cómo está?

Sirsa no se giró.

—Estable, gracias a los dioses.

—No has salido de aquí desde ayer, incluso cuando tus padres han estado aquí. Deberías descansar.

—No. Necesito estar aquí.

Durante unos segundos, lo único que se escuchaba era la fuerte respiración de Lance a través de la mascarilla.

—¿Sabes por qué hay tan pocos magos mentales? —preguntó ella, y el silencio de Shiro le sirvió como respuesta negativa—. Porque suelen acabar sufriendo enfermedades cerebrales, como la esquizofrenia, la locura o la 'Cerebraxia', que es una enfermedad exclusiva de ellos. Su propia magia les va matando poco a poco si es muy fuerte.

Sirsa se giró con los ojos llorosos.

—Mi padre dice que es muy posible que tenga la 'Cerebraxia'.

Shiro se acercó y la estrechó entre los brazos aun estando sentada en la silla. Mientras la abrazaba, apoyando su barbilla en la coronilla de Sirsa, miraba a Lance.

—Creo que tienes razón —dijo ella separándose—. Voy a tomarme un descanso. Voy a la cafetería a por un refresco, ¿quieres algo?

—No, gracias. Acabo de tomarme un café.

—¿Te puedes quedar aquí mientras voy a...?

Shiro no necesitó que acabara la pregunta para responder:

—Claro.

Sirsa salió de la habitación secándose las lágrimas y Shiro agarró la silla y se sentó, colocando los codos sobre sus piernas y apoyando la barbilla entre los dedos de ambas manos entrelazados.

—Eh —dijo una débil voz.

Shiro levantó la mirada y pudo ver la sonrisa de Lance tras la mascarilla.

—Lo siento mucho, comecocos —contestó Shiro con cierta pena.

—¿Por qué?

—Yo te pedí que me ayudaras con tu magia en el examen para chivarme las preguntas y por eso...

—Eh —advirtió Lance cogiéndole la mano que había apoyado en la cama con fuerza—. Lo hice porque quise, no porque me lo pidieras.

Shiro sonrió y tras un breve silencio, se dio cuenta de que su mano seguía en contacto con la de él. Lance deslizó suavemente su dedo por el dorso de la mano y Shiro se estremeció.

La puerta se abrió y Shiro quitó la mano de golpe para llevársela a la nuca. Se levantó bruscamente de la silla, la tiró de espaldas y se dirigió a la puerta.

—Lance, has despertado —dijo Sirsa dejando el refresco sobre la mesa para ir corriendo a abrazarlo.

Marco Alessio, que venía con ella, miró despectivamente a Shiro al cruzarse con él y Shiro aligeró el paso para salir de allí.

Ni se inmutaba por el ruido de ratas, la humedad o la oscuridad. Ya estaba acostumbrado. Fue andando hasta llegar al refugio de los repudiados, dio unos golpecitos en la madera como si estuviera tocando a la puerta y se introdujo en él.

Allí estaban los niños que se quedaron, Eva y Jadel. Todos detuvieron su mirada en el misterioso hombre que acababa de entrar en su casa, acompañado de otro más joven que permanecía en las sombras.

—Eva, te he estado buscando.

—Hares... —murmuró ella atónita—, estás libre.

—Así es, pero por lo que veo, tú no. ¿Qué haces en esta pocilga? Una estrella como tú debería estar en la cúspide de la sociedad.

—Perdona —intervino Jadel levantándose dispuesto a echar a aquel hombre de su 'casa' —, pero este es ahora nuestro hogar. No hay sitio para nosotros allí arri...

Cuando la palma de su mano estaba a punto de tocar la chaqueta de Hares, el otro chico salió de las sombras, le agarró el brazo y con una llave de artes marciales le inmovilizó.

—Tranquilo, Aizen. Todo está bien.

Eva, por su parte, no podía apartar la mirada del que fue su gran amor. Los recuerdos le invadían y sentía que con él todo podría volver a ser como antes. Así que se levantó, se acercó a él y éste le besó la mano con elegancia.

Aizen soltó a Jadel, que se llevaba la mano al brazo lastimado, y junto con Hares y Eva, abandonaron las alcantarillas.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora