CAPITULO 12 - Parte 5: BAJO TIERRA

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Owain retrocedía por el túnel a reducida velocidad debido a la herida de su pierna. A veces incluso se la tenía que agarrar para poder avanzar. Otras, se apoyaba sobre la pared para ir agarrándose a las piedras sin tener que reducir demasiado a la fuerza de sus piernas. Todo el subsuelo había comenzado a temblar, acompañado de unos cada vez más fuertes y seguidos gruñidos, que hacían que cayeran del techo pequeñas rocas y arenilla.

Owain se detuvo un momento, se apoyó contra la pared y se deslizó por ella hasta sentarse en el suelo. Se quitó la camiseta, rasgó la tela con los dientes, rodeó su pierna con el nuevo trozo de tela y apretó fuerte. El quejido tuvo como consecuencia la respuesta de una larva que se encontraba por la zona, que se acercaba. Owain esperó hasta que estuviera lo suficientemente cerca y después la incineró con una llama. Comenzaba a tener algo de control sobre el fuego, lo notaba.

Se volvió a levantar y continuó hasta el lugar donde la perdió. Lo reconoció enseguida por la cantidad de cadáveres de larva que había por allí. Así que, buscando un poco con la función linterna de la pulsera, la encontró atascada entre dos rocas. Como no salía de allí con fuerza bruta, recurrió a la magia. Agarró una de las piedras y comenzó a quemarla con llamas. Al principio parecía no surtir efecto y lo único que parecía estar consiguiendo era teñirla de color naranja, pero al poco tiempo el tamaño de la roca se redujo hasta el punto de poder sacar la espada de allí. Un chorro de arena cayó sobre su cabeza y fue entonces cuando se percató de lo peligrosa que era la situación: si no se daba prisa, acabaría enterrado. Comenzó a correr casi a pata coja con la espada en mano.

Por el camino, oyó uno de los gruñidos más cerca de lo normal y de una pared salió un monstruo alargado y se introdujo en la pared de enfrente, cortando el paso de Owain con su propio cuerpo de color tierra. Decidió entonces buscar otro camino y se dirigió hacia el único otro lugar donde sabía que había otro agujero para salir, aunque no sabía el cómo. Mientras corría por los túneles podía sentir que la aberración recorría el interior de la tierra que le rodeaba. Ese monstruo era el que fabricaba esos anchos túneles bajo tierra y las larvas eran sus hijas. El matarlas la había enfurecido.

Continuó el camino sabiendo que iba en el sentido correcto al ver los cadáveres que él y Piers habían ido matando. Hasta que llegó al inicio, donde cayó. Tocó la pared como si el hacerlo fuera a abrir algún tipo de salida secreta, pero nada más lejos de la realidad. Al darse la vuelta pudo oír a la bestia acercarse más y más. Esta vez no sonaba como un eco, sino como algo cercano. Y cuando pensaba que se convertiría en pasto de gusano, una mujer apareció volando.

Tenía multitud de alas etéreas a su espalda de color violeta azulado. La poca tela que le cubría la piel era del blanco más puro. Su cara reflejaba la paz más tranquila, con los ojos cerrados y los labios rectos. Llevaba una diadema plateada en la cabeza y sus piernas se diluían en el viento, sin forma. Hizo un gesto con la mano y un viento fuerte pero firme comenzó a rodear a Owain hasta elevarlo hacia arriba.

Finalmente, con la ayuda de la extraña mujer consiguió alcanzar el lugar del que cayó. Ahí fuera, le esperaban todos. Tanto los niños y Piers, como Tharja y Mina. Ésta última se encontraba rodeada por un circulo de luz con extraños símbolos.

—Gracias, Sylph —dijo ella mirando a la salvadora de Owain.

Sylph se acercó volando a Mina, le dio un dulce beso en la mejilla y se desvaneció en el aire acompañada de una refulgente luz.

—Gracias, Sylph —repitió Owain mirando boquiabierto a Mina.

Los temblores se hicieron aún más fuerte. La aberración comenzó a subir hacia la superficie y todos lo notaron perfectamente por los extraños movimientos de la tierra. Piers agarró con un brazo el de Owain y con el otro su pierna, lo cargó sobre sus hombros como si fuese un saco de patatas, y salieron corriendo del túnel hasta sentir la luz natural del sol sobre sus pieles teñidas de arena y barro.

Pese a haber salido del túnel, podían seguir sintiendo como la aberración subterránea seguía circulando debajo de ellos. Piers soltó a Owain y colocó sus manos sobre la tierra. Un gran surco alargado se dibujó en el terreno, la tierra se agrietó y de ella surgió el cuerpo de un gran gusano, retorciéndose sobre sí mismo sin control. El extremo de su cuerpo, que se zarandeaba por la zona, hubiera golpeado a los niños si no hubiera sido por el muro de viento que Tharja levantó.

—Es más grande de lo que pensaba —murmuró Piers—, si lo llego a saber, la dejo ahí abajo.

La gran lombriz con aspecto de sierpe consiguió estabilizarse y la mitad superior de su cuerpo se elevó, quedando al menos cuatro metros por encima de Piers, que era el más alto. La aberración abrió la boca y la hilera de dientes no se limitaba a las partes inferiores y superiores de la boca, sino también a los laterales. Los ojos apenas eran visibles, si es que tenía, y la cabeza era abultada y tenía como una especie de 'capucha' similar al de las cobras, decorada con puntiagudas terminaciones.

Todos los niños comenzaron a correr en dirección al grupo de familiares que había a unos cuantos metros, que corrian hacia sus respectivos hijos para sacarlos de allí. La madre de Tharja cogió a Oliver en brazos y gritó el nombre de su hija, que animaba a Devi a irse con Oliver y su madre.

El monstruo se abalanzó sobre ellos, detenido nuevamente a duras penas por el muro de viento de Tharja, que retrocedía agotada. Owain cogió la Oblivion y la lanzó con fuerza a la boca. El gusano se la tragó como si fuera una espina de pescado.

—Oblivion, no me falles —susurró Owain.

Se agarró el antebrazo derecho fuertemente con su mano izquierda y comenzó a acumular magia.

—Te toca defenderme ahora —le dijo a Piers.

—No te acostumbres.

Piers tocó de nuevo la tierra, luego apretó el puño y la golpeó con él, provocando una grieta en el suelo que se extendía hasta la superficie que ocupaba la aberración, que perdía el equilibrio y se desmoronaba sobre sí misma. Tras recuperarse, se deslizó en esta ocasión por el suelo tan rápido que no le dio tiempo a Piers a canalizar magia a través de la tierra, cuando ya estaba frente a ellos. Owain abrió de golpe el puño, al mismo tiempo que se liberaba fuego de sus ojos y de su cuerpo. El mismo fuego que abrasó al gusano desde el interior, canalizado en la Oblivion que se había tragado hacía unos minutos. Las llamas salían de la boca del gusano, que caía derribado sobre el suelo, a escasos centímetros de Piers.

La muchedumbre aplaudía como si acabaran de asistir a algún tipo de evento. Los padres y madres abrazaban y besaban a cada uno de los niños. La profesora se disculpaba con todos ellos. Tharja se acercó y Oliver, su madre y ella se abrazaron. Piers se levantó, apartándose de la abominación, se acercó a Mina y la besó en los labios sin previo aviso.

Mina estaba sorprendida y permanecía quieta, mientras que Owain sentía una punzada en el pecho sin saber por qué. ¿Eran celos? ¿Realmente le gustaba Mina como dijo Rinka?

Devi se acercó a Owain para proponerle curarle la pierna, pero estaba tan cansada que sus ojos apenas permanecían abiertos. No solo les había curado a ellos, sino también a la mayoría de niños que presentaban algún tipo de herida.

—No te preocupes, estoy bien.

—No lo pareces, tienes mala cara.

No estaba bien. Era cierto. Pero el pinchazo del pecho era más molesto que la propia herida ensangrentada de la pierna. Aunque Devi le seguía hablando, él no apartaba la mirada de Mina, que había separado sus labios de los de Piers. Ahora solo se abrazaban.

El Sello de CainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora