Especial

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Pescando el desayuno.

Es mi primer día libre en mucho tiempo, y mientras yacía recostado en la cama, incapaz de levantarme tras dormir excesivamente, el aroma del té se infiltraba sutilmente en la estancia. Al abrir mis párpados, aún cargados por el sueño, una encantadora dama se presentaba ante mí, sosteniendo un desayuno.

—Aunque inusual para mí, la presencia de sirvientes humanos en lugar de elfos domésticos no deja de tener su encanto...

El saludo matutino de Lord von Christ Günter, mi tutor de cabellos plateados y ojos violetas, resonaba en la habitación mientras un desfile de extravagancias culinarias era servido en mi aposento del Castillo Pacto de Sangre.

Con asombro, observaba cómo una variedad de platillos se disponían ante mí: bebidas, sopas, carnes, cremas, lo que parecía ser pescado, sopas de verduras, estofados, panes, ensaladas, más sopas de diversos colores, quesos, frutas... Una verdadera sinfonía de sabores.

¡¿Por qué tanta sopa?!

—Esperen, por favor.

No hay necesidad de acumular tal banquete sobre la cama.

—No me encuentro indispuesto, puedo bajar al comedor.

—Oh no, Su Majestad, por favor quédese donde está. Su preciado cuerpo está reparándose para la ceremonia así que necesita descansar lo más posible.

—Es cierto, Draco. Te encuentras exhausto; no hay razón para que te esfuerces en levantarte solo para alimentarte.

Mi diálogo fue abruptamente interrumpido cuando, al girar la vista, Wolfram se encontraba alarmantemente cerca. Su belleza, disfrazada de joven rubio, me dejaba sin palabras. Sus ojos, del color de la esmeralda, parecían fascinados con el queso y el supuesto pescado. ¿Por qué este príncipe se encuentra en mi lecho matutino? ¿Acaso ha estado aquí todo el tiempo durante mi desvanecimiento de dos días?

No, no deseo contemplar tal posibilidad. Ni siquiera considerar la pregunta.

—No estoy tan fatigado como para requerir reposo absoluto.

—¿Qué dices? Has empleado un poder insólito que protegió a aquel niño, invocando una lluvia torrencial sobre una vasta extensión con una magia que apenas dominas. Es imposible que no te sientas agotado.

Ah, parece que él elige omitir aquel incidente durante el duelo. Como alguien que ha conocido la derrota en incontables ocasiones, comprendo profundamente esa sensación.

Al dirigir mi mirada hacia la puerta, noto a Conrad recibiendo una hoja de papel de una de las damas que traía la comida. Me pregunto si las cartas son entregadas personalmente, dado que no hay lechucería ni elfos domésticos en Shin Makoku. La guarda en su bolsillo con una sonrisa incómoda. La típica reacción de un hombre popular al recibir una carta amorosa.

—Antes que nada, Su Majestad —Günter comienza, observándome con sus dedos entrelazados bajo su barbilla, en actitud de oración—, por favor disfrute de su comida mientras descansa todo lo que puede.

—Por supuesto.

Ignorar la comida sería inaceptable, y no toleraría la humillación de ser alimentado a la fuerza. Sin alternativa, tomo el utensilio más cercano y degusto la sopa. Demasiado pesada para mi gusto.

Este festín, aunque apetitoso, resulta excesivo incluso para un glotón reconocido como Crabbe o Goyle. ¿No podría ser algo más ligero? Quizás algo de fruta, o...

—Tal vez algo como tocino y huevos con tostadas.

El semblante de Günter palidece al escuchar mi petición.

Rey Demonio (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora