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Quedándose literalmente en su escritorio desde la madrugada hasta la noche, él trabajaba aprobando cuatro días de documentos acumulados. Gwendal von Voltaire, se para inestablemente de su asiento.

Trabajaba tan duro que ni siquiera se detuvo para almorzar, así que aunque su cabeza da vueltas llena de números y documento, se moría de hambre. Con la intención de servir un poco de alcohol en una buena taza de té caliente, se dirige hasta el lugar en que estaba la tetera frente a la chimenea.

Tiene que marcharse del castillo a la mañana siguiente. Es por eso que se ha exigido tanto.

El Maou casi asesinado ha desaparecido, y el consejero real Lord von Christ ha entrado en pánico de nuevo. Hizo un gran escándalo sobre convertirse en un aventurero o algo así y se fue, dejando desatendido todo el papeleo pendiente en el castillo. Ya que es una persona que termina su trabajo con una terrorífica resignación, Gwendal es llamado cada vez que algo así ocurre.

—...Honestamente, ¿cuál es el punto de tener un consejero real?

Desde su punto de vista, el intento de asesinato en sí mismo había sido una farsa. Sus dos hermanos menores estaban allí. El rey no hubiera sido asesinado de una forma tan tonta.

Por otro lado, si te involucras con ese niño, nueve de cada diez veces termina siendo una situación indecente. Inconscientemente toca su muñeca derecha. Todavía hay una cicatriz de la ocasión en que fue encadenado a Draco. Ya está completamente curada, pero cuando hace frio como hoy, a veces el hueso cruje.

—Tal vez debería sumergirme en una terma...

—¿Estás invitándome a ir a las termas?

Al hablarle La Cazadora Roja, aparecida de la nada, el hijo mayor casi salta de la sorpresa. Abriendo la puerta que definitivamente había cerrado con llave, von Karbelnikoff Anissina se acerca a él dando zancadas.

—N-No te estaba invitando.

—Qué desafortunado. Ya sea que me invites o no, he decidido hace poco que haría un viaje por mi cuenta.

—¿Vas... de viaje?

Gwendal se queda sin palabras por un momento, observando casi directamente su ardiente cabello rojo atado.

—Así es, por mi cuenta... Ya lo he decidido. No hay nada más desagradable que el té que un hombre ha hecho... Y el maryoku de los hombres de este país es demasiado débil. ¡Tiene que haber algún lugar en este mundo en el que alguien con un maryoku incluso más grande que el de los mazokus este esperando conocerme!

Buen viaje fuera de Shin Makoku.

—Pero de todos modos, ¿por qué no contratas una secretaria en este castillo? La eficiencia de tu trabajo no mejorará de otra forma. Si gustas, puedo prestarte la Secretaria N°1 a base de maryoku que inventé, la Srta. Voluptuosa.

Por favor no. Esa cosa solo hace poses sensuales y no te trae ni un solo contrato. Y más allá de eso, no hay nada "voluptuoso" en ella. Nada en absoluto. Y además, la razón por la que la secretaria está fingiendo estar enferma para escapar del trabajo es que Anissina ha estado merodeando la oficina.

Ella sirve té en una taza blanca de porcelana. El humo se alza entre los dos.

—Dijiste que los hombres de este país tienen un maryoku débil, ¿no es así?

—Sí, eso dije. ¿Tienes alguna objeción?

—¿...Has puesto a prueba a alguien que no sea tu hermano mayor, Günter o yo?

—No.

Con una expresión en su rostro que dice: "¿por qué preguntarías algo así?", la Magicalista Loca le entrega a su amigo de la infancia el té.

Rey Demonio (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora