[002]

521 71 9
                                    

  Se escuchó la puerta abrirse, y luego, las llaves siendo dejadas en el recipiente habilitado para las mismas. Apenas Freddie cerró la puerta, una estampida de pequeños gatitos llegó a dónde él se encontraba parado, dándole la bienvenida a su hogar.
  —Llegas más tarde de lo normal —habló su pareja. La voz de la chica se escuchaba en la distancia, ya que esta se encontraba preparándose en otra habitación para irse a trabajar.
  —Lo siento, amor. Fue Roger —hizo una pausa, y entre suspiros continuó— otra vez. Se marchó diciendo que iba a regresar. No le dije nada porque pensé que no iba a hacer de nuevo eso de irse sin volver luego de lo que le dije la última vez, pero... al parecer me equivoqué —Fred suspiró pesadamente, buscando consuelo acariciando a uno de sus preciados gatos, el mismo se deslizó de los cariños de uno de sus dueños.
  —Por lo que me has contado de su comportamiento en estos últimos días, veo que se ha convertido en algo frecuente —cuando llegó donde su novio, lo saludó cariñosamente. Venía con la pequeña Delilah en brazos.
  —Eso era porque antes —Mercury cargó su voz en la última palabra, tocando cariñosamente a la gata que su chica tenía en brazos. Delilah ronroneaba al sentir los dedos de su dueño acariciarle su cabeza tiernamente— Roger no era un flojo irresponsable. Por lo que hemos visto últimamente, sus metas personales están muy desordenadas. Si es que llega a estar toda la noche en el estudio, no hace nada más que dejar su parte grabada, sin importarle si necesita hacerla otra vez.
  —Quizá tiene cosas que hacer —rebatió Austin titubeante.
  Resultó siendo increpada por su novio.
  — ¿Cosas que hacer? ¡Por favor, Mary, es Roger! Sabemos claramente que nunca tiene cosas que hacer. Él mismo lo dice, ¡hasta lo presume!
  —Amor, calma, todos tenemos cosas de las que no hablamos con nadie, pero que en algún momento, salen a la luz. Es cosa de esperar... Deja que el tiempo haga lo suyo —Mary puso su mano derecha en la mejilla de su pareja, y luego lo besó en los labios para concluir el tema—. Y ya no te alteres más, que asustas a los gatos.
  Dijo sonriendo a la vez que dejó suavemente a Delilah en el piso.
  Freddie respiró hondo y dejó la frustración de lado. Después de todo, había llegado a su casa a descansar, no a preocuparse de un baterista irresponsable que desaparecía a mitad de las sesiones de grabación. Tomó la mano de Mary, y haciendo funcionar el tocadiscos, bailó con ella alrededor de sus gatitos, mientras los mismos miraban como sus dueños danzaban.
  —Fred, voy tarde a trabajar —rió relajada.
  —Vamos, solo unos minutos. Nunca llegas atrasada. Has una excepción solo por hoy, ¿quieres?
  Austin dejó caer su cabeza en el hombro del contrario y se dejó llevar por la situación. Casi balbuceado, habló;
  —A pesar de lo cansado que estás, aún tienes energías para bailar. Me sorprende, señor Mercury.
  —Me gusta cómo suena «señor Mercury», lo hace ver... formal —dijo orgulloso mientras vio la sonrisa de su pareja, luego, cambió el tema—. ¿Sabes? Aún tengo energías para llegar a la cama y hacer algo que ambos queramos... —le susurró Freddie, causándole una risa a su amada.
  — ¡Amor, no seas tonto! —la rubia se separó del abrazo para mirar a su hombre a los ojos, y darle un beso entre las risas que el momento había ocasionado.
  — ¡Pero si estaba hablando de que nos fuéramos a dormir! Me parece injusto que una princesa como tú deba mantenerse en pie a estas horas de la mañana.
  La chica levantó la mirada y, al percatarse de que su novio aún mantenía la mirada fija en ella, le brindó un largo beso, el cual terminó con un "te amo" suavemente musitado. Al terminar, se despidieron de la forma más tierna posible, y cuando la mujer se fue, Fred finalmente se dirigió a la habitación de ambos a descansar de la difícil noche que habían tenido sus amigos y él.

  [Residencia Taylor – Londres, Inglaterra. Cinco de la tarde]

  Después de que varias horas pasaron de esa agitada noche, Roger despertó bruscamente al sentir el teléfono sonar. Sin moverse de la posición en la que estaba, lanzó su almohada contra lo que sonaba para hacer callar a la máquina, sin embargo, no lo logró. Al final, terminó por levantarse y cansadamente, al igual que de mala gana, responder a la llamada.
  —... ¿Hola? —el rubio miró la hora en el reloj colgado en su habitación, eran ya las cinco de la tarde. Despertarse a esa hora ya estaba siendo pan de cada día para él y sus amigos.
  —Fred, ¡por fin contestas!
  Por desgracia, Roger bostezó y no alcanzó a escuchar a quién buscaba la persona en el otro lado de la línea. La última nombrada continuó su diálogo.
  —Hola, ¿qué tal todo por allá? ¿Ya tienen la canción lista?
  —Este... ¿quién habla exactamente? —Roger aún mantenía un aire cansado, todavía no despertaba por completo, tenía sueño, y hasta un poco ebrio se encontraba.
  —Vamos, deja de bromear, apenas nos vimos ayer en la tarde para conversar sobre el álbum. ¿Tan mala memoria tienes? Tú mismo programaste la llamada para el día de hoy.
  — ¿Quién demonios eres? ¿Y cómo sabes que estamos produciendo... eso... ese single si aún no hemos anunciado nada? ¿Estás intentando chantajearme? —Roger alzó la voz ya alterado por la situación. Hasta él se dio cuenta de lo agresivo que estaba siendo, pero no quería ceder ante aquel razonamiento, parecería bipolar —aunque sabía que ya lo era—.
Continuó firme y con la misma actitud que antes.
  —Soy yo, Roy. ¿Estás drogado o algo parecido que no me reconoces?
  — ¿Eso te interesa? Mira hijo de puta, si estás buscando chantajearme para sacar alguna... ganancia de esto, no te lo recomiendo, porque lo vas a pagar caro.
  — ¿Seguro que no estás borracho? —Roy ya empezaba a molestarse por cómo actuaba el receptor de la llamada, pero soportó el comportamiento del artista al pensar que podría estar ebrio o drogado —opciones las cuales nunca descartaba—.
  —¿Qué te importa? ¡Vete al carajo y no vuelvas a llamar!
  Roger colgó el teléfono orgulloso de lo que acababa de hacer, sin embargo, fue lo peor que pudo haber hecho en cualquier momento de su vida.
  Mientras tanto, Roy estaba extrañado mirando el teléfono en su oficina.
  —Hasta que finalmente pasó —suspiró Roy rogando por paciencia—, el pobrecito cayó en las drogas.
  Luego de meditar unos momentos sobre lo que había acabado de suceder, el hombre, por el citófono del teléfono que tenía, llamó a su asistente pidiendo el número de teléfono de los integrantes de la banda y en cuanto esta llegó, le entregó lo solicitado.
  Le dio las gracias y finalmente llamó a quien necesitaba.

  [Residencia May – Inglaterra, cinco y media de la tarde.]

Brian había despertado hace un par de horas.
En ese mismo instante venía saliendo de una ducha reconfortante y reparadora. Al entrar en su habitación, escuchó el teléfono sonar y respondió la llamada que se estaba efectuando.
  — ¿Sí? Ah, ¡Roy! Sé que estamos con una semana de retraso y tal pero...
  —Brian —lo interrumpió—, ¡por fin alguien que no está drogado y sí responde!
  — ¿Qué? Sí..., sí... espera, ¿de qué hablas?
  —Olvídalo, olvídalo —resopló algo agotado.
  —Sonaste como Frankenstein cuando recién vio a su monstruo con vida —admitió el guitarrista mientras soltaba una risita.
  —Entiéndeme, trabajé todo el día de ayer por lograr lo que les contaré y...
  —A-Ah, ¿es algo malo?
  —No, no, todo lo contrario —lo tranquilizó—, les traigo las buenas nuevas.

CigarettesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora