Cigarettes

[092]

En los días que sucedieron, la incógnita siguió presente, sobre todo al encontrarse con la mirada de Roger que parecía decir: "¿y cuándo lo voy a dejar de ver?" A pesar de la clara posición de Taylor ante el tema, cada que pasaba por el lado del teléfono se acordaba de la disyuntiva y dudaba de si hacerlo o no. Aún así, no era el único que miraba el aparato con ansias de llamar a un número que tenía memorizado a la perfección y que incluso podría marcar de ojos vendados.
"¿Hablabas en serio al decir que no volverás? No sería tan terrible, creo que las otras vendrán igualmente, pero... Será extraño sin Aura." John caminaba por el pasillo hacia la cocina. "No necesito preocuparme. Ella pasaba la mitad de su tiempo con André y otras personas, no es como si hayamos sido los dos solamente... ¿Por qué quiere estar con él tanto? André es un representante de una banda que nadie conoce, en cambio yo..."
Sin hacer caso del reflejo amarillo del teléfono en el suelo, Deacon abrió el frigorífico y apoyó el brazo en la puerta. "Si alguien me oyera decir esto, pensará que la fama se me ha subido a la cabeza. Y no es así, el problema en verdad es que yo... Creo que yo de Aura estoy..."
—Se nos agotó la comida —anunció, cerrando la nevera—. Hagamos una lista y que el chofer vaya a comprar.
  —No veo una razón para que no vayamos nosotros mismos. Me refiero a todos juntos.
  —Si Jim nos lo permite...
  — ¡Miami! —Como si fuera un niño llamando a su padre para acusar a su hermano que rompió algún objeto de máximo valor, Frederick, al pararse en la entrada del cuarto de Beach, habló—. ¡Iré con Deacy a hacer las compras!
  —Jamás pensé escucharte decir eso...
—Ha pasado un mes, no puedo sobrevivir más encerrado en este complejo. Encerrarse tanto tiempo tampoco es saludable.
—Sí, tienes un punto —guardó el periódico que leía—. Solo saca a Brian y Roger de sus cuevas e iremos.
  — ¡Psh, por supuesto! El trabajo duro siempre dándoselo a la cara del grupo —se quejó a la vez que se retiraba a donde May—. Hola.
  —Hola.
  —Iremos a hacer las compras, tienes que estar listo en unos cinco minutos más o menos.
  — ¿Hay opción de no ir?
  —No —Mercury puso sus manos en sus caderas, sonriendo de lado a lado esperando una reacción que le diera el pie para marcharse, así como también energías para completar el verdadero desafío: lograr charlar con Roger. Pero Brian asintió y no hizo nada más. Ante ello, resopló cansado—. Eso tendrá que bastar —murmuró con la misma energía. Se dirigió donde Roger, abrió la puerta, dejándola levemente abierta, y habló hacia adentro por el delgado espacio—. Vamos a salir.
  —Que se diviertan.
  —De hecho debes ir. Te quiero listo en cinco minutos más.
  — ¿Quién te crees para mandarme, eh?
  —Ay, sólo alístate, Roger —rodó los ojos y se marchó.
Las manos de Brian arreglaban la solapa de su chaqueta de cuero negro al mismo tiempo que escuchaba la caminata enojada de Frederick.
"Supongo que la charla con Rog no salió bien." Se sentó en el tocador, apoyó la cara en la mano y se miró en el reflejo.

«Mi papá la golpeaba, Brian. Y a mí también.»

No tenía capacidad de olvidar la vergüenza en el rostro de Roger y lo colorados que se hallaban sus cachetes. Verlo así ciertamente lo sorprendió, aunque en el momento dio lo mejor de él para mantener la postura y sacarle las preocupaciones a través de abrazos que deseaba desde lo más profundo de sí que transmitieran esa preocupación genuina por Taylor que a pesar de todo, no perdió.
"¿Esos abrazos no resolvieron nada? ¿Al igual que dormir juntos o que me contara sobre su padre?" Podría ser sí, podría ser que no, pero pensar en lo profundo de la conversación y la sensación de estar juntos en la misma cama ese día, no lo ayudaban a decidirse en qué creer de la situación. Mas dentro de pocos segundos quedó claro. "Soy un estúpido, está claro que no." Se apartó del tocador. "Y ¿para qué me contó eso si no era con la intención de sentarse a hablar para perdonarme? ¿En verdad creyó lo que le dije? Parecía que sí. Lucía tranquilo después de escucharme."