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  —Juega un rato con tú tío Freddie.
  —No me digas así, me hace sentir viejo —el niño venía corriendo en dirección a Mercury, quien lo tomó en brazos y lo sentó en su regazo—. Qué grande está.
  —Papá dice que sigo estando pequeño.
  —Tu papá dice muchas cosas, Robert —Frederick hizo reír a John.
  Robert empezó a removerse para que Mercury lo soltara, y cuando pasó esto, se fue corriendo a jugar al patio con esas piernas regordetas que tanto enternecían a Frederick verlas.
  Mercury suspiró.
  —Me conseguiré otro gato.
  — ¿Otro más?
  —Hay espacio para muchos mininos en la nueva casa que compraré.
  —La de Múnich, ¿verdad?
  —Sí. Igual, no me desharé de la casa de aquí en Londres, los precios de las propiedades están subiendo, puedo arrendarla y sacarle partido. Aparte, vendré a visitarte de vez en cuando y necesitaré un lugar dónde quedarme.
  —Puedes quedarte aquí, no hay problema. Aún así, el arriendo es una buena idea —Deacon movió la cabeza de arriba a abajo, corroborando así.
  Frederick se reclinó en el sillón, quejándose.
  — ¿En qué momento pasamos de hablar de instrumentos a hablar de arriendos? Esto comprueba lo viejos que nos estamos poniendo...—Caminó al espejo, tocándose las mejillas—. Mírame, ¡me empiezo a ver cómo el tío soltero adinerado que ves en cada reunión familiar! Necesito un suero que me revitalice y me mantenga jóven.
  —La gira tal vez haga eso por ti.
  —Si es que ciertas personas no se ponen de acuerdo para sacarme de quicio... ¡Ay, me saldrán canas verdes de tanto que me tiran de allá para acá! —John reía—. Te ríes porque sabes que es cierto.
  —No hay de otra que reírse.
  —Mh, tienes razón. Pero no puedo parar de pensar en qué pasará una vez la gira termine. No creo que los chicos estén dispuestos a volver a pasar por ese enredo de conseguirnos bajista —se detuvo y fijó la mirada en la mesa de café—. Es mejor dejar las preocupaciones para el momento en que los problemas sucedan, ¿no?
  —Es bueno prepararse para que no te tomen desprevenido, sin embargo, ponerse ansioso por algo que no ha pasado aún... Eso sí es malo.
  —Sí, lo comprendo... —Se acomodó en su puesto—. Deacy, con eso de que te apartábamos...
  "Por favor, no pidas que me quede de nuevo."
  — ¿Por qué lo sentías? —Completó Mercury.
  Volteó hacia Frederick.
  —Ni siquiera confiamos el uno en el otro. Y sé que no soy la persona más adecuada para decirlo -habló entre dientes, y luego continuó, manteniendo un volumen normal-, pero ¿por qué no podía haber transparencia al menos entre nosotros?
  Mercury frunció los labios. "Espero que esto nos lleve a alguna parte, o al menos lo haga considerar quedarse," y con aquella frase instalada en su mente, convencido gracias a esta, tuvo el ánimo de formular la siguiente pregunta.
  — ¿Desde cuándo piensas que así?
  —Desde el principio.
  — ¿Y eso es por lo que decidiste irte?
  — ¿Crees que no es suficiente?
  —No, no. Para nada, lamento si sonó de esa forma...
  Interceptó a John a los ojos: la expresión en los de Deacon mostraban que no tenía intención de cambiar de opinión.
  "¿Esa cara que haces es una señal de que ya no hay solución, por más que lo intente? Si te irás igualmente, quizás... ¿Es hora de admitir mis sentimientos frente a ti?" Se acercó a John cada vez más, y él no mostró signos de preocupación ante ello. "No volverás, lo decidiste. Así que no tengo nada que perder."
Y ahora que tenía más cerca que nunca a Deacon, el sonido familiar de las bocinas de los autos llegó desde el exterior, alejándolos.
Frederick recuperó la compostura.
  —Paul llegó —se paró junto a la ventana y separó ligeramente las cortinas, espiando por esa pequeña separación que quedó—. Sí, exactamente... —Regresó para buscar su chaqueta y al mismo tiempo, John recogió las llaves—.  ¿Y qué hay de Bri y Rog?
  —Con Brian voy por buen camino. Me pidió disculpas por lo que hizo, pero con Roger hasta hablar es difícil... Ah, sinceramente quiero terminar con esto en conjunto que la manga de Europa. Si sigo después, se me complicaría. Como comprenderás, no los veré tan seguido...
  Una idea apartó la bruma en la mente de Mercury, guiándolo por el camino de la respuesta, iluminándolo como el faro a la noche tormentosa. "Si atraso el que te disculpes con ellos, te quedarás más tiempo. ¡Es incluso mucho más fácil que enviarlos a terapia! Qué buenas ideas tengo."
  —Sí, entiendo. Pero ya lo sabes, esos procesos llevan tiempo... Así que recomiendo que tengas paciencia, recuerda que no hay apuro alguno.
  Ambos se dirigieron a la salida.
  John le abrió la puerta, se apartó para que Frederick saliera, y aguardó en el descanso de la pequeña escalera de la entrada para despedirse.
  —Despídete de Verónica de mi parte, de los niños también. Ay, volví a hablar como viejo —arrugó la nariz. Deacon sonrió y consiguiente rió por corto tiempo—. Adiós, Deacy.
—Adiós, Freddie.
  "Esta era mi oportunidad. ¿La tendré de nuevo? ¿Esto me está diciendo que será mejor permanecer en silencio? Obviamente, cuando se dé cuenta de que cuando me confiese, las cosas no volverán a ser las mismas." La corta caminata hasta el auto se alargó pensando en eso y sentarse en el asiento de atrás cortó esa pequeña secuencia a cámara lenta por la que solo él pasó.
  — ¿Cómo estuvo tu cita de juegos? —Preguntó Paul.
  A través de la ventana podía ver cerrándose la entrada de la casa de John. El coche empezó a rodar, apartándolo cada vez más de ese panorama, por lo que volvió en dirección a Prenter.
  — ¿Cita de juegos? —Dejó ir una risa que duró poco—. Estuvo bien. Hablamos, comimos, nos reímos un rato... Igual que antes.
  —Qué bueno que estés encontrando el balance con ellos de nuevo.
  —Sí.
  Frederick miraba como un cachorro castigado a la casa de John, y Paul decidió apartar la mirada en el momento en que supo que Mercury no le seguiría la conversación. "Te he visto así antes..."

CigarettesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora