Tal como un perro, Roger sacaba su cabeza por una de las ventanas polarizadas que, desde dentro, reflejaban apagadamente lo que las cinco cuadras del Times Square tenían que contar. El viento peinaba a golpes su pelo, las luces lo teñían de un arcoíris completo por cada manzana que pasaban y sus ojos reparaban en cada atracción que reconocía. El atardecer acababa, sin embargo, lo luminoso de la avenida lo volvía algo difícil de notar con el brillo de la colorida publicidad que la empapelaba. Era un escenario luminosamente vivo, emocionante, Nueva York en todo su esplendor, escuchaba que la ciudad le hablaba, que le decía que se quedara allí para siempre.
Entre tanta luz, la roja del semáforo resaltó. Al detenerse el coche, metió su cabeza de vuelta adentro del mismo, sin embargo continuaba mirando por la ventana que ahora subía hasta cerrarse por completo. Observó a Brian por lo bajo, fijándose de golpe en la espuma efervescente que salió de la boca de la botella de champán que abrió Reid.
—No todos los días agotarán boletos en Madison Square Garden. ¿Por qué no quitan las caras largas y se concentran en celebrar? –John le facilitó una copa, llena en su totalidad, tanto que poco le faltaba para desbordarse.
La agarró del tallo, tomando a penas un sorbo en comparación a lo que May. Él, acabó con la bebida de solo un trago, pidiendo inmediato que le sirvieran más, así que Roger le pasó la suya.
Poco después, en el recinto del concierto, atravesaron a gran velocidad el aparcamiento, en donde por suerte no había reporteros. Lo que escucharon fueron los gritos de un grupo de chicas. Se rieron de lo que decían.
El automóvil se detuvo al interior. Salieron y fueron al vestidor, saludando en el camino a varias personas. Al llegar, dejaron sus pertenencias y pasaron los últimos momentos antes del concierto ahí.
—Sé que estarán tus padres y que es un día especial y un lugar bastante grande. Pero John estaba en lo correcto, podemos concentrarnos en lo positivo del momento y disfrutarlo lo más que podamos. Así que, no te prives de sentirte nervioso, eso te hará mucho peor. Déjalo aflorar, que salga, ¿entiendes? Una vez lo aceptes podrás controlarlo, créeme —las comisuras de sus labios se elevaron, igual sus pómulos. Se removió de la silla y dio palmadas en el hombro de Brian—. Cuando regrese, si gustas puedo acompañarte a fuera para que tomes aire o algo...
—Veré.
—Estarás bien. Sólo piensa en cosas bonitas, eso siempre me ayuda.
Ambos se dedicaron una sonrisa antes de que Deacon empezara a cruzar entre la gente reunida en ese espacio. Cuando lo vio alejarse y, finalmente, salir del lugar, desvió hasta a su derecha, topándose con las miradas de reojo que Roger le daba en intervalos a la que conversaba con alguien de los trabajadores. Le dio la espalda después de notar a Taylor cortar la charla y dirigirse a su lugar, evitando disimuladamente el contacto visual aún cuando se encontraban sentados uno consiguiente al otro.
Reparó en las manos del baterista, apreciando las heridas en ellas. Buscó en su bolso los parches que traía y los empezó a poner en los lugares que su pareja precisara. Intentó controlar lo tembloroso de sus propias manos, pero perdía el control de sus nervios con pensar en sus padres, se descosían esas costuras que lo mantenían equilibrado, algo venía, no sabía qué, quién, cuándo, pero lo alcanzaría y le haría daño. Miles de pensamientos bombardeaban su cabeza a la vez, le hablaban, lo agitaban.
Quería saber cómo arreglarlo pero no podía siquiera podía reconocer dónde estaba.
Una vez acabó, se levantó sin decir nada, intentando alcanzar la salida caminando rápido por entre la gente, parando a mitad de camino por intervención de Paul.
Los dos se sonrieron el uno al otro antes de que Deacon comenzara a caminar junto a la gente que salía del camerino. Cuando lo vio alejarse y finalmente abandonar el lugar, giró a la derecha y miró de reojo a Roger quien imitó la acción.
Taylor charlaba con alguien del personal, mas una vez que la persona cortó la charla, se dirigió a la posición de May. Evitaron disimuladamente el contacto visual directo, incluso cuando se encontraban sentados uno consiguiente al otro.
Brian resopló pesadamente, pasando sus manos por su cara y quedándose cabizbajo, reparando en las manos del baterista, admirando las heridas que tenían en varios puntos.
—Olvidé los parches en mi maleta —le dijo Roger.
Buscó en su bolso los parches que traía, esos que llevaba a cada concierto pensando en Taylor. Comenzó a ponerlos donde su pareja lo necesitaba, concentrándose completamente en sus manos. Los parches cubrían tan bien las heridas de Roger, tanto que llegaba a ponerse celoso.
Miró a sus ojos, desesperándose por hallar calma en ese celeste tranquilo, pero la rabia se construía más rápido y lo consumía. Quería saber cómo solucionarlo, pero ni siquiera reconocía dónde estaba.
Trató de controlar el temblor de sus manos, pero las preguntas que tenía sobre sus padres lograron hacerle perder la capacidad de controlar sus nervios, cruzó hasta el pánico. Las brechas que lo mantenían equilibrado se estaban desintegrando justo cuando algo venía por él, algo peligroso. No sabía qué, quién, cuándo, pero lo haría, lo alcanzaría y lo lastimaría. Miles de pensamientos bombardeaban su cabeza a la vez, le hablaban, lo agitaban.
Soltó las manos de Roger, se puso de pie sin decir nada, tratando de pasar a la gente rápidamente, intentando alcanzar la salida caminando rápido por entre la gente, parando a mitad de camino por intervención de Paul.
—Tus padres ya llegaron. Están en la entrada de servicio esperándote, podrías ir y... —Paul se apartó para permitirle pasar y, un tanto desconcertado, quedó con las palabras en la punta de la lengua al ver que el músico se retiró de la conversación de inmediato. Fue a instalarse a la banca cercana al tocador de Freddie—. Quedan treinta minutos para que salgan, ¿estás listo ya?
—Sí, listo. ¿Les avistaste a los chicos también?
—Topé con Brian aquí en la entrada pero andaba con prisa. Parece que fue a recibir a sus papás —divisó a John viniendo a su dirección, éste se sumó a la charla.
— ¿Cuánto tiempo es que nos queda?
—Treinta minutos —respondió.
El vestidor se comenzó a descongestionar cada vez más a causa de que la gente empezaba a irse a tomar sus lugares para ayudar a la banda que abriría el show. Podían oírse fácilmente ahora.
— ¿Y es eso todo lo que venías a decirnos? Puedes irte si es así —se pronunció el rubio, malhumorado.
—No seas tan pesado con Paul, tesoro.
—Hm —el asistente dejó escapar unas risitas—, pero Roger está en lo correcto, solo tenía que avisarles cuánto tiempo les quedaba, así que me voy. Oh, también quería desearles buena suerte.
—No la necesitamos —volvió a responder Roger.
—Ay, cariño, eres tan considerado.
Prenter prefirió escuchar los halagos de Mercury e intercambiar risitas con él, ignorando por completo las muecas de confusión que los otros presentes esbozaban frente a la inusual situación y el nivel de confianza que presenciaban entre el dúo.
—Me voy. Tengo que checar que todo quede en orden para su presentación después de que los teloneros hagan su show. Presentan en diez minutos. ¿No quieren ir a verlos?
—Oh, claro. ¿Quieres, Deacy?
—Vamos. ¿Roger?
Desde su asiento, miró con cierto sentido de superioridad, pasar a algunos de los integrantes de la bandas de apertura por la puerta. No mucho más tarde, pasó un grupo de mujeres jóvenes sin prisa. Bajó la vista, quedándose hipnotizado con el movimiento de las caderas de las jovencitas al caminar, ese que movía de un lado a otro los pases al backstage que colgaban de las hebillas de sus pantalones cortos. Los mismos pases que permitían acceso total. Ellas se dieron la vuelta. Cuando lo saludaron, sus labios carmesí se curvaron. Se rieron cuando vieron que Roger se fijaba en sus shorts.
Apartó la mirada y tiró encima del tocador sus cosas sin importarle dónde fueran a parar. Se paró, dirigiéndose al perchero, encontrando la chaqueta en la que estaba el pase de Brian. ¿Dónde estaría? ¿Con sus padres, perdido por ahí? Lo que tenía claro era que no podía haber ido muy lejos. Se la puso, arremangándose las mangas.
Paul dijo que estaría esperando al resto detrás del escenario y se fue.
—Saldré —se dirigió sin mucho interés hacia sus compañeros.
— ¿Que no quieres estar aquí cuando tus yernos lleguen? ¡Tienes que decir hola al menos, tesoro!
—Y ver si tienes la aprobación de los progenitores —escuchó a Deacon bromear.
—Sí —chasqueó la lengua—, no.
Se mezcló entre los empleados y las demás personas que salían y entraban de la sala hasta perderse por completo de la vista de sus amigos.
—Si yo fuera la madre de Brian, tampoco querría que mi hijo estuviera con un tipo así.
Freddie y John se rieron estrepitosamente a la vez que caminaban a la salida. Sus carcajadas se oyeron por el laberinto de pasillos del estadio, el mismo por el que Reid caminaba, haciendo oídos sordos a los fuertes murmullos de la masa que esperaba a por que las luces bajaran. El acceso de servicio se veía más cerca cada vez. Empujó con sus manos la palanca de la puerta, abriéndola.
En el otro lado descubrió a May, y pensando que había irrumpido en su soledad, cerró la puerta con cuidado tras de sí. Mas Brian no tenía idea de la presencia de John porque miraba fijo y atentamente el suelo con cosas totalmente ajenas al concierto en mente. "Gris, café y azul. Gris, café y azul. Gris, café y azul..." Repetía, agarrando bocanadas de aire y soltándolas lento.
Los tacos de sus zapatos sonaban en dirección a Brian.
—Tus padres están esperándote en los vestidores —May giró de golpe hacia a él. La expresión de alivio que éste soltó le aclaró que se encontraba agradecido de que no fuera otra persona quien lo encontró—. Deberías ir a saludarlos, no queda mucho para que salgan a tocar ustedes.
—Diles que luego del concierto hablaré con ellos. No me siento muy bien ahora —Brian metió la mano dentro de su camisa y sobó su pecho.
—Como quieras —sacó el encendedor y un cigarrillo, encendiéndolo—. ¿Has estado bien?
Al guitarrista, el olor a humo de cigarro le llegó rápido a la nariz, por lo que mantuvo la distancia. Respondió.
—Es hora de subir. Subir la dosis.
—No prometo nada esta vez. Haré lo que esté a mi alcance.
—Bien sabes que puedo despedirte si no lo consigues, ¿cierto?
—Esas amenazas las esperaba de Roger. Te sorprendería verlo objetivamente. Se han invertido los papeles —John rió. Lo miró de pies a cabeza—. En fin, puedes hacer lo que quieras, pero es innecesario ser agresivo.
La puerta se abrió de nuevo, ahora dando paso a Taylor. El par guardó silencio como si la vida se les fuera en ello, a lo que Roger trató de descifrar lo que hablaban, porque creía firmemente que tenía algo que ver con él. Lo callados que se encontraban aportaba al crecimiento de sus sospechas.
Un silencio incómodo prevaleció en el espacio, volviéndose peor cuando vieron al baterista mostrar una amplia sonrisa que no inspiraba mucha tranquilidad.
—Los teloneros ya están tocando —anunció.
—Y eso significa que quedan veinte minutos para su presentación, así que, ¿por qué no entramos?
—No te preocupes, estamos bien. Ve si lo deseas, nadie te obliga a quedarte si no te seguimos —dijo Roger en tono alegre.
—Directo —murmuró John, poniéndose el cigarro entre los labios—. Los veo adentro.
En el momento en que John los dejó, Brian respiró hondo, sonrió, miró a Roger con atención, lo abrazó con suavidad y apoyó la barbilla en la cabeza de Taylor. Lo abrazó con fuerza y lo besó gentil y etéreo, como acariciando sus labios. Cortó el beso con intenciones de hablar, de explicarse en lo que sentía, pero Roger le hizo retenerse y mantener sus ojos cerrados. Sintió su aliento cerca de su cuello, luego sus labios en el mismo lugar, y finalmente sus dedos alcanzando la mano que descansaba en lo bajo de la espalda de Taylor. Éste, la tomó para entrelazar sus dedos con los suyos. Se quedaron unos momentos en esa posición. Roger acarició la mejilla de Brian y le besó la frente y los labios otra vez.
«Creé todo este mundo para ti porque veo que aquí perteneces».
May abrazó por la espalda baja a Taylor, escondió su cabeza en su hombro, y mirando hacia el suelo por encima del mismo.
— ¿Es mi lugar estar contigo?
— ¿Dudas de eso?
—Tengo miedo de empezar a hacerlo.
«Pero tú eres distinto, ¿cierto? ¿Me seguirías si decido desaparecer de un día para otro?»
"Tienes que hacerlo".
—Estás aquí por una razón, Brian. Y es que no encajas en otro lugar que no sea este —aseguró Roger.
Caminó junto a Taylor por el pasillo hasta que regresó al camerino y el ambiente que había en el lugar, aclaraba que ya todos estaban listos para salir a tocar. En los tocadores, sus padres charlaban con Freddie y Deacy con un grupo de chicas que probablemente los acompañarían en el próximo viaje. Roger y él se miraron por última vez antes de emprender marcha en dirección a Mercury, quien al verlos se retiró de la conversación, permitiendo que May recibiera el primer abrazo de reencuentro de parte de Ruth. Casi no hubo demora en corresponderlo.
La mujer habló con alegría.
— ¡Oh, hace tanto que no te veía! —Ruth se separó del abrazo, admirando a su hijo—. ¿Cómo has estado? ¿Qué tal va todo?
—Hola. Uh, bien, bastante bien.
Le dio besos en la mejilla. Brian sonrió por inercia y saludó a su padre con un abrazo después.
Roger permaneció parado ahí junto a Brian porque prometió que lo haría, quejándose en sus pensamientos cuando la mamá de su novio pronunció su nombre. Ya esperaba que nombrara lo cambiado que estaba o lo mucho que creció.
— ¡Vaya, pero si es Roger! Has cambiado tanto. Hasta te veo más risueño.
—Sí, ¿cierto? —Sostuvo su sonrisa incluso cuando tuvo que darse un apretón de manos con Harold—. Es que su hijo me coge cada que puede —murmuró bajo y rápido, riéndose alto después.
— ¿Que Brian qué?
—Que bromea cada que puede, viera cómo se desenvuelve aquí en las giras. ¡Es hilarante!, no nos deja tranquilos. Si es que está él aquí no nos aburriremos, de seguro... Ya vuelvo, iré a buscar mis baquetas —se retiró por fin de la plática.
—De lo último que nos enteramos fue que te fuiste a vivir a Mayfair —mencionó el padre de Brian
—Sí, no han pasado muchas cosas desde entonces... ¿Por qué no han llamado?
—Lo lamentamos, creímos que estabas lo suficientemente ocupado como para no poder responder llamadas.
—Ah. Entiendo... —Sus ojos se posaron únicamente en Roger y éste, devolviéndole la mirada, hizo muecas graciosas. Esbozó una sonrisa.
— ¿En verdad no tienes nada más que contar?
—Quizás podría después del concierto. Sería bueno ir saliendo de aquí ya, los teloneros están por acabar. Síganme, los llevaré a un lugar en que puedan ver bien.
La banda de apertura tocó la última nota de una de sus canciones, el cuarteto se dio un abrazo, se animó, se rió con palabras y gritos sin sentido y liberó la tensión en consecuencia. Con la voz del público, fuerte y animada, anunciaron que estaban listos para comenzar el verdadero espectáculo.
El grupo contrario le deseó suerte a Queen en su presentación. Entre tantas personas yendo y viniendo, Roger pudo apartar a Brian hacia un espacio poco visible y discreto entre las bambalinas y el escenario. La oscuridad del estadio los envolvió. Otros no podían ver lo cerca que hablan, e incluso cuando se besan de vez en cuando.
—Yo haré lo que más pueda para que brilles en todos esos solos tuyos que pones en todas las canciones que puedes —Roger rió por las cosquillas que los besos en el cuello le provocaban—. Verás lo bien que te saldrá.
—Te amo.
—Yo más.
Esta vez besó en la frente del guitarrista, caminó con él al escenario y entraron a la par bajo los reflectores que alumbraban la parte escénica. Se sentó y golpeó fuerte los tambores. Comenzó la noche. Sus ojos brillaban, se llenaban de felicidad cuando las luces apuntaban a la multitud revuelta y a las gradas llenas al mismo tiempo. Los pasos y los aplausos, como había imaginado, hicieron que su corazón latiera más rápido, calentaron su pecho y lo hicieron mezclarse con esa sensación que extrañaba últimamente, que lo impulsaba a tocar con todas sus fuerzas canción tras canción.
El espectáculo avanzó y durante su transcurso se le fue inevitable fijarse en lo animado que Brian estaba tocando, mucho más que de lo habitual; jugueteaba con Freddie, John y hasta con él tanto como se le fuera posible. May y él se miraron tantas veces que creyó transportarse a esa primera vez que tocaron juntos, la primera vez que esa corriente exploró un cuerpo que no era solo el suyo, cuando descubrió que eso era lo que los unía.
En lo que respecta al cantante, Frederick recurrió repetidamente a Paul en busca de su mirada, notando que sonreía cada que revoloteaba por el escenario mientras cantaba. Las canciones que una vez tuvo escritas en papel ahora los admiradores las entonaban al pie de la letra.
Verlo ponía a Prenter nostálgico. En tan poco tiempo, lo lejos que Freddie llegó, le devolvía a la mente la manera en la que Mercury hablaba tan emocionado de los planes y los sueños que tenía, esos que en ese mismo instante se estaban cumpliendo.
Frederick echó un vistazo por las bambalinas en un momento y vio a Paul sonriéndole con orgullo. Al lado de Prenter las cajas con el nombre de su banda, las letras impresas en spray blanco y esténcil le recordaron el día en que fueron marcadas por primera vez, también uno mucho antes, ese día en la universidad, en la sala de pintura colmada de ese olor a pintura fresca que siempre le gustó, en que ignoraba la clase y dibujaba.
Caminó hasta el final del escenario, admirando a la multitud, alcanzando a ver los letreros de los fans que recreaban como podían un logo que ya no ocupaba un lugar únicamente en esa libreta suya, cuyas hojas amarillentas estaban manchadas con grafito.
Dio la vuelta, regresando sobre sus pasos. Ya no podía ver a Paul. Frunció el ceño, pero volvió a permitirse guiar por la música unos segundos después.
El asistente marchó a lo largo de la línea fluorescente por el camino hacia la rampa que conducía al corredor del backstage ahora casi vacío. Apresuró su ritmo en consecuencia de alcanzar a quien seguía. El giro del oponente para llegar al destino intensificó su curiosidad, pero solo se decepcionó al verle ingresar al vestidor. Originalmente planeaba seguir persiguiéndolo, pero cuando el hombre se encerró dentro de la sala, se vio obligado a pensar en una idea mejor, pero no la encontró, simplemente abrió la puerta. John ni siquiera volteó a pesar de saber de su presencia. Se asomó por la figura de Reid, viéndolo revolver la bolsa del músico que había quedado en el banco del tocador.
El sonido del bolso volviendo a cerrarse inició la conversación.
—Supongo que ahora quieres una explicación —recién ahora fue el momento en que John se dignó a observarlo—. ¿Tanto quieres saberlo?
—No te molestes —Paul cerró y se acercó al contrario—, creo que ya tengo una idea de lo que pasa.
—Sí, es una larga historia.
Guardaron silencio no por mucho rato. El momento se salvó de ser incómodo por la música que se oía a lo lejos. Paul trataba de alcanzar el bolso pero John se interponía.
—Pero aún así la quieres oír completa.
—Hago mi trabajo como asistente.
—Si el asistente sabe de cosas importantes es por mera coincidencia.
—En realidad, ¿qué te ha pasado? Ah, ya lo tengo, se te subieron los humos a la cabeza.
—Tenemos diferentes funciones desde el principio. Siempre he dejado eso en claro.
—No es que sea un tema de funciones distintas. Menosprecias mi trabajo, mi posición, igual que la de todos los demás y me alarma porque antes no era así, John. Soy crucial igual que tú. Esta situación eres tú justificando tus acciones en tu poder, en tu trabajo, en tu lugar. ¡Te refugias en algo sin sentido o en que lo haces por la banda! ¡En que lo haces por tus clientes! ¡Hablas de ello como si fuera algo que no pudieras controlar!
—Huh, nunca pensé que estuvieras tan desesperado por un ascenso.
— ¿Por un ascenso?
—Esa es la situación, el ascenso. Y claro, tú creyéndote mucho más importante de lo que en realidad eres y eso es lo que te hace ver como que mi ego subió o no sé, esas ocurrencias tuyas. Pero no vengas a exigirme que te diga cosas que no son de tu incumbencia.
—No pido nada más que un trato acorde a lo que soy. Si hay algo malo ocurriendo debo estar al tanto para poder hacer bien mi trabajo.
—Haces lo que dices que yo. Me dejas un poco confundido —John arqueó una de sus cejas—. Paul —resopló—, el hecho de que estés saliendo con el líder de la banda no significa mucho. Si es que pides trato especial, del único que puedes recibirlo es de Freddie.
—No soy nada de él. Solo soy parte de esto.
—Y deberías estar agradecido de serlo —habló en una forma autoritaria—. No falta mucho para que alguien salga del esquema. Después de todo, el show está terminando —se dirigió a la salida, abriéndola. Ahora más gente se encontraba recurriendo los corredores—. Gózalo desde aquí ahora que puedes.
John salió, justo a tiempo para ver a un gran grupo de personas escoltando a la banda de regreso a los camerinos. La primera noche en el Madison Square Garden terminó con una calurosa despedida que los acompañó en su totalidad en el viaje de vuelta al hotel. En aquella ocasión, la fiesta posterior al espectáculo se llevó a cabo en una gran sala del edificio en donde algunos conversaban a la melodía que los trabajadores entonaban en las guitarras bajo el olor a cigarrillo y cerveza que eran típicos del ambiente. La junta era mucho más tranquila que de costumbre, aunque, a pesar de ello, los asistentes se divertían de igual forma.
El grupo de mujeres que charlaba con Deacon antes en el concierto, logró colarse en la reunión y continuar hablando con tres de los músicos en los sillones que estaban disponibles.
—Entonces entraron con la otra banda. ¿Es que son sus novias?
—No —se rió Nevada, continuando con responder la pregunta de Roger—. A ellos los conocimos en Delaware, cuando estaban en una gira por el país y estuvimos con ellos por seis meses, hasta que terminó. Volvimos a acompañarlos cuando supimos que vendrían a abrir aquí en Nueva York. Es una pena que sólo abrirán hasta mañana.
—Lo lamentamos, pero ya tenemos a otras bandas contratadas desde mucho antes —dijo con un tono triste Freddie.
— ¿Eso quiere decir que ya no los volveremos a ver? ¡No es justo!, la estaba pasando tan bien —la menor de las tres chicas se quejó con una voz infantil, soltando una risa coqueta a las cosquillas que le empezó a hacer Deacon.
—No te sientas mal —musitó John, abrazándola, descansando su barbilla en el hombro de Aura—, podemos resolverlo, ¿no? –Roger y Freddie concordaron—. Tenemos espacio en el avión para unas cuantas personas más. Son solo tres después de todo...
— ¿Están diciendo que iremos con ustedes? —Consultó emocionada Eleanor.
—Claro. Mañana después del concierto váyanse con nosotros al aeropuerto.
Eleanor, Aura y Nevada mostraron felicidad con la noticia y les agradecieron a los músicos. Continuaron charlando un rato más hasta que Roger y John se retiraron a sus habitaciones, a pesar de que la fiesta no se encontraba ni cerca de concluir. Se fueron todo el camino hasta el piso trece, bromeando y riéndose fuerte hasta que se toparon con Eleanor. Ahí es cuando los caminos del cuarteto se separaron. Taylor se detuvo a medio camino y se quedó en el pasillo para hablar con la mujer, empezando él a hacerlo.
—Hola —echó su cuerpo en una de las paredes en conjunto de que metió sus manos a los bolsillos de los jeans—. ¿No que te ibas a quedar un rato más en la fiesta?
—El plan era ese, pero Nevada se fue con tu amigo.
— ¿Cuál?
—Freddie, obvio.
—Ah, seguro, Freddie...
—Es una pena que Brian no haya ido a la fiesta. La hubiéramos pasado tan bien juntos.
— ¿Ustedes dos solamente?
—Vaya propuesta —la muchacha sonrió viendo que Roger apartaba la mirada y aguantaba una risa—. Estaba en el lobby haciendo una llamada.
—Creí que estaría en su habitación.
— ¿No es mucho de fiestas?
—Al principio no lo era, ahora en cambio...
—Oh, entiendo. Nos pasa a todos.
Taylor reparó en el rostro de Eleanor, consiguiente, la observó de arriba hasta abajo, pasando por cada textura de la ropa suya. Estaba bien vestida y su ropa se veía cara, algo totalmente obsoleto a la ocasión.
—Es una agradable sorpresa verte por aquí, pero algo curioso, igual.
—Nada que ver —denegó ella, sosteniendo una sonrisa que iba de oreja a oreja—. Nos quedamos en el mismo piso, o al menos el número de la llave que me dieron dice que por aquí debe estar. 1300.
—Qué extraño. Pensé que la otra banda se quedaba en el piso de abajo.
La expresión en el rostro de Eleanor aclaró la realidad de la situación.
—Oh, así que eso hacías en recepción con tus amigas. Cambiarse de habitación —volvió a hablar Roger y chasqueó su lengua, riéndose suavemente—. Chicas listas.
Recorrió con sus ojos la figura de la chica por última vez antes de ver detrás de ella el ascensor abriéndose y de éste bajando Brian. Sus ojos se toparon en disimulo.
— ¿Me acompañas a mi cuarto? —Cuchicheó Eleanor.
— ¿Te vas a dormir tan temprano? No pensé que te portaras así de bien —bromeó, haciéndola reír—. Iré luego —murmuró, permaneciendo sin palabras ante el beso de despedida que Eleanor dejó en su mejilla.
Brian caminó hacia el lado contrario en que la mujer se marchó. Llegó a su habitación, exhalando fuerte cuando vio que en la manilla había un colgador de puerta puesto del lado que decía que no molestaran. Tenía claro que John estaba haciendo cualquier otra cosa menos dormir. Escuchó la voz de Taylor acercándose cada vez más.
—Deacy está ocupado.
—Así veo.
—Te estuve esperando todo el rato en la fiesta. Pensé que irías. ¿Dónde estabas? —El rubio ladeó la cabeza, acercándose más al castaño.
—Con mis padres, cenando.
El silencio del corredor los acompañó, y dándose cuenta de que así era, hablaron en susurros.
—Lamento responderte así, es solo que aún estoy un tanto sobrepasado con todo esto —al ver la mueca que puso Roger continuó de inmediato—. No lo malinterpretes, salió bien, mejor de lo que esperaba. Es... Me tomó por sorpresa.
—Con tus padres cenando, entonces. ¿Y qué era lo que hacías en recepción, llamando?
— ¿De verdad debo explicarlo?
— ¿Es que no quieres hacerlo?
—No quieres escucharme, de todas formas. Así que no importa.
— ¡Claro que interesa! Estoy intentando comunicarme contigo —dijo con un tono que indicaba indignación por el comportamiento de Brian.
—No, tú no... No haces eso.
— ¿No lo hago? ¡Al menos trato!
—Yo también lo intento.
—Hablar de ti solamente, no es intentarlo —habló burlesco.
—Bueno, ¿quieres hablar sobre ti? Hagámoslo. ¿Quién era esa chica?
—Oh, ¡ya sabes de esas! Una de mis múltiples novias, claro. De esas con las que follo todas las noches —dijo de manera exagerada. Se rió al ver que Brian se tomó en serio su jugarreta. Lucía dolido—. Pero qué blando.
May metió las llaves y abrió la puerta de la pieza sin importarle que Deacon estuviera adentro con alguien más.
—Mejor vete a la mierda.
— ¡No te preocupes, eso mismo haré! Ahora voy a regresar a la fiesta con mis miles de novias porque algo como esto no me va a arruinar la noche.
Brian cerró la puerta con fuerza contra el umbral, luego suspiró profundamente, escuchándolo continuar quejándose del otro lado hasta que se fue. Las luces dentro de la pieza se encontraban apagadas. Se volvió a la derecha y descubrió que John y una chica se cubrían rápidamente con las sábanas de la cama. Estaba perplejo, sin palabras de la misma manera.
—Joder, Brian, ¿no sabes leer? —Oyó a Deacon alegar, avergonzado.
—Perdón, es que..., era la única pieza de la que tenía llaves.
— ¿No puedes irte donde tus papás, al menos? ¿O donde John?
May se retuvo de responder, manteniéndose silente ante las preguntas. Apartó sus ojos de la pareja y prefirió centrar su atención en el ventanal detrás de él, que revelaba una bonita vista panorámica nocturna de la ciudad de Manhattan.
— ¿Y por qué no se nos une? —Decía Aura con una voz que implicaba necesidad.
—Nnnah. La novia que tiene está un poco loca. Si lo descubre, lo mata.
—Pero qué aburrida la novia que tiene.
John siguió la silueta de Brian con la mirada hasta que no pudo volver a hacerlo. Por supuesto, quería continuar, pero no era común en May irrumpir en situaciones sin motivo. Animó a Aura a vestirse y marcharse, y le prometió que la alcanzaría en su habitación en un tiempo. Se despidieron con un beso. La oyó felicitar a Brian por lo bien que tocó esa noche, y luego cruzar la salida y dejarlos solos. John se puso una bata y fue a buscar a su compañero. Ambos se quedaron un rato en el balcón, escuchando los diferentes ruidos de la metrópoli.
Pasó una ambulancia y el sonido de su sirena fue claro e inconfundible. Brian observó la lejana vereda e intentó divisar la luz roja y azul del automóvil entre las de los otros coches que pasaban por la avenida. Se notaba con tanta prisa. ¿Quién iría allí?
— ¿Es una noche bonita, cierto?
—El concierto estuvo bien. Los problemas empezaron después... Siento haberte interrumpido, de verdad. Tú nunca nos interrumpes. A ninguno de nosotros.
—No, está bien —rió—. ¿Necesitabas estar lejos de Rog, no? Estaban peleando muy feo...
—Ha sido así estos días... —su voz se empezó a quebrar, sus labios a temblar y la primera lágrima cayó al vacío, viajando hasta el pavimento con gran velocidad—. Ya no quiere estar más conmigo.
Una línea se marcó entre sus cejas mientras abrazó a John y lloró desconsoladamente entre sus brazos.
Deacon correspondió, acariciando la espalda de Brian y dándole palmadas suaves con la meta de calmarlo y darle consuelo.
—No sé qué hago mal para que estemos así —dijo May entre sollozos.
Al final se soltaron, sentándose en la cama en la que dormía Brian, continuando con la conversación cuando éste pudo controlar un poco más su llanto.
—Les dije a mis papás que soy gay y fue un desastre. ¿Conoces esas ocasiones en las que la gente no te dice nada, así que hay silencio y ahí es cuando sabes que la cagaste? ¿Cuando finalmente sabes que están decepcionados de ti?
—Claro que lo hago.
— ¿Cómo? ¿Por qué?
—A menudo... no conoces a personas con depresión. Uhm, enfermedades mentales que ni siquiera son culpa de ellos... Y cuando les dices, no sé, piensan que estás loco, discapacitado o algo así. Te tratan como si fueras de cristal. O se alejan.
— ¿Tienes...? —John asintió haciendo contacto visual—. Pero no pareces...
— ¿Depresivo?
Brian se frotó el cuello con las manos y bajó la cabeza, incapaz de seguir mirando a su amigo. John dejó escapar una risita por lo bajo.
—Lo siento, no quería que...
—No, no te preocupes. La mayoría de la gente no entiende o no sabe que hay múltiples lados de la depresión y que hay distintas formas de vivirla o de demostrarla... Y creo que eso es algo que debemos ir aprendiendo.
—Sí, entiendo. Pero me sorprendió que me dijeras algo así, no se me pasó por la mente. ¿Por qué me lo estás contando?
—Estoy siendo honesto después de un largo tiempo de lanzar pistas o indirectas que no me ayudaban en esto. Y me ha agradado ser así. Honesto.
—Sí, es bueno serlo.
La charla se detuvo ahí por no más de unos minutos. John retomó.
—Sé que para ti debe ser extraño que me abra, para mí también lo es. Pero he estado yendo a terapia y eso me hizo darme cuenta de que tengo que decirles a las personas en las que más confío cómo me siento y por qué estoy pasando exactamente para que estén cuidándome cuando yo no puedo solo.
—Entonces, ¿confías más en mí? ¿Qué pasa con Freddie y Roger?
—Confío en ellos y se los diré cuando llegue el momento. De hecho, siento que son una especie de hermanos para mí. Pero sí, pensé en un momento que tal vez solo están para mí si hay diversión y juegos y no para las cosas reales como estas. Me di cuenta de que no es nada de eso.
—Tienes razón. Nos preocupamos por ti.
—Sí, lo he visto mucho últimamente. Pero, ¿quién se preocupa de todos ustedes?
— ¿Qué quieres decir con eso?
—Que si te preocupas por ti mismo. ¿Estás bien, Brian?
—Lo estoy. No hay necesidad de preocuparse. Es que me han confundido todas las cosas que Roger me dice, las que yo pienso, las que piensan mis padres... Y así podría seguir y seguir —Brian se rió, limpiándose las mejillas de las lágrimas que seguían cayendo. A pesar de que ya no sollozaba, el llanto todavía no cesaba.
—Solamente confundido, entonces —John secó las lágrimas de su compañero—. Necesitas descansar. Ha sido un día tan agotador.
—No tengo ganas.
—Lo que necesitas no siempre es lo que quieres —se paró, poniéndose sus zapatos, dirigiéndose al teléfono—. Pediré que te traigan algo para beber. Un té o hierbas para que te relajes. Me quedaré aquí el resto de la noche, contigo, así si necesitas algo me dices y ya.
—No tienes por qué hacer esto.
—Somos amigos, Brian, casi familia. Tenemos que estar el uno para el otro o sino nadie más lo estará.
John se puso al teléfono con la recepción. Brian reparó en Deacon por unos momentos más y luego contuvo el llanto que todavía quería salir. No le gustaba llorar en frente de otros.
La llamada terminó y su amigo regresó a sentarse a su lado.
—Bri, tú no... ¿No le dirás lo que viste a nadie, verdad?
—No, no, es... Eso es algo netamente tuyo. No puedo intervenir si no me incumbe. Aún así ¿puedo preguntarte algo?
—Anda.
— ¿Es que ya no quieres a Verónica?
—...No, claro que la quiero aún. La amo. Pero es difícil. Es que todo pasó tan rápido, ¿me entiendes? Un hijo, una casa, el matrimonio. Sí, soy una persona terrible, tal vez, pero Aura, Nevada, Eleanor, son gente pasajera. En cambio, con Verónica todo es distinto, la sigo queriendo a mi lado porque ella está ahí sin importar qué.
— ¿Crees que Roger siente eso mismo pero conmigo?
Deacon hizo una pausa.
—Deberías ir y preguntarle.
Aunque su apariencia seguía siendo la misma, ahora lo veía desde una perspectiva diferente. Las cosas que hacía, sentía y los últimos acontecimientos en la vida de John, evidenciaban el por qué había cambiado tanto; por el fallecimiento repentino de su padre, el nacimiento de su hijo y también, por el matrimonio.
El momento que John dijo «lo que necesitas no es siempre lo que quieres» quedó en su mente el resto de la noche, inclusive hasta cuando tuvieron tanto sueño para seguir charlando que se fueron a dormir. Temprano en la madrugada, escuchó todos los sonidos tan fuertes que se despertó inquieto. Todos los esfuerzos que hizo para caer dormido fueron en vano.
No halló nada mejor que levantarse de la cama. Le dolieron los talones tan pronto como pisó el suelo y todo su cuerpo se sintió cansado y fatigado, lo que hizo que quisiera regresar a recostarse, pero se negó. Cruzó por el ventanal, miró hacia abajo de nuevo y respiró el aire fresco que corría por la noche. Qué tentador que era. Volvió al interior, esta vez a la sala de estar a por su bolso. Abriéndolo y hurgueteando un poco, encontró lo que buscaba. Los tenía en sus manos: un día sin ellos y se había derrumbado por completo. Se cercioró de que John siguiera durmiendo y aprovechándose de la situación, abrió la caja, se los metió en la boca y finalmente se los tragó. Regresó a la cama, calmado ahora de verdad.
Cerró los ojos y volvió a tener esos pensamientos sobre Roger, como esos días en que se despertaba y se dormía pensando en él, porque no sabía dónde estaba. La incertidumbre del principio había regresado más fuerte que nunca, ahora agravada, empeorada por saber que esta vez, estaba en su poder resolver los problemas que él mismo causó. Todo esto obviamente era su culpa, y se durmió asumiéndolo.
Para el mediodía, Freddie se despertó con Nevada al lado. Acobijó mejor el cuerpo desnudo de la muchacha, se puso su bata de seda, entró en la espaciosa sala de estar y admiró toda la ciudad estadounidense. Su habitación, además de ser la más grande junto con la de Reid, incluía una pared de vidrio que daba directamente al río Hudson. Vio a varios limpiadores y personal de servicio en la estancia, y a Paul, quien acababa de ordenar una gran cantidad de comida.
—Buenos días —saludó Prenter.
—Buenos días... —Picoteó de las uvas verdes que sacó de un plato—. ¿Roger no volvió?
—No, parece que se fue a dormir a la habitación de Deacy.
— ¿Y Brian?
—Lo último que supe fue que cenó con sus padres en el restaurante de acá abajo —los empleados se retiraron dentro de poco. Mercury se sentó a su lado—. ¿Qué es lo que exactamente pasó ayer en la noche?
—No sé, fue un día muy raro. Fuimos a la fiesta pero Brian ni se molestó en mencionarnos lo que a ti te contó y como nos aburrimos de esperarlo, nos marchamos —a la que hablaba, Mercury agarraba para comer todo en lo que ponía el ojo—. Deacy se emborrachó muy poco y luego se fue con Rog a su habitación y creo que también con Aura. Eleanor desapareció y Nevada se vino aquí conmigo. ¿Alguna otra pregunta?
—No —rió suave.
—Bueno, entonces es mi turno, supongo... ¿Qué pasó anoche contigo? Es que estaba mirándote en el concierto y desapareciste, así en un pestañeo.
—Agh, es que John, desde que sucedió lo del contrato de Christine se ha vuelto un creído y actúa raro y se lo dije, fue por eso que se enojó. Pero sí, él tenía razón, me estoy metiendo en cosas que no me incumben.
— ¿Por qué carajos crees en algo así?
—Porque soy un asistente, nada más. Debería limitarme a lo mío.
—Bueno, debo admitir que tienes uno que otro privilegio, pero no es un secreto que él por su parte igualmente...
—Sí. Pero Fred, yo no quitaría mis ojos de él.
—Quiere que le tengas miedo para sentirse importante. No le sigas el juego.
—Piensa que estamos saliendo.
Mercury lo miró vacilante y se detuvo. Ahora era más allá de una simple discusión o un desacuerdo. Si lo pensaba bien, las razones que Paul exponía parecían ser las suficientes como para desconfiar de John.
—Ahora, ese es un vuelco —dijo ligeramente atónito—. Pero nos ha dado tantas oportunidades. Literalmente no estaríamos aquí sin él.
—A pesar de que sea así, que mantengan distancia no es una mala idea, ¿no crees?
—Sí, es una buena idea —habló no del todo convencido—. Estaremos atentos.
Un golpe en la puerta puso fin a la conversación. Paul fue a abrirla y encontró que Roger esperaba detrás, con su ropa desaliñada, su cabello mal peinado y unas ojeras que hacían parecer que para dormir no tuvo tiempo. Taylor se confundió viendo que Prenter lo recibió.
— ¿...Está Freddie? —Preguntó bostezando y con voz cansada.
—Sí, ¿quieres...?
— ¿Puedo dormir acá esta noche? —Interrumpió, pasando y comiendo de varias de las bandejas.
—No creo, tesoro. Intercambiamos compañeros de cuarto, je, je... ¡Pero podrías dormir con John!, como han estado yendo a las fiestas juntos supongo que algo de confianza deben de haber construido, ¿correcto? —Su compañero mostraba sus pómulos levantados en una sonrisa alegre.
—Jódete.
—Sí, tú igual.
Roger puso los ojos en blanco y se dirigió directamente a la habitación de Reid. Se quedó afuera, golpeando hasta que John atendió y quedaron frente a frente.
—Tenemos un día más aquí, no seas hijo de puta y déjame dormir aquí. En el sillón o en la cama de Paul, no sé.
— ¿Con quién te peleaste? —Carcajeó Reid.
—Esa mierda no te importa. El punto es que no quiero volver a dormir en el pasillo.
— ¿Dormiste en el pasillo?
—Sólo déjame dormir en algo que tenga colchón.
—Huh, bueno... Anda a buscar tus cosas.
Taylor caminó a la habitación de en frente pidiendo que Brian no estuviera despierto. Entró, hallando a Deacon recién saliendo de la ducha.
—Qué bueno que llegaste. ¿Dónde fuiste anoche?
—Regresé a la fiesta y dormí en la pieza de John al final. Como sea, vengo a buscar mis cosas. Puedes dormir aquí hoy, no me importa.
—Bueno.
Bajo la mirada de Deacon, levantó su mochila y su maleta, se asomó por sobre su hombro y comprobó cómo lo miraba. John tenía los brazos cruzados y una mano en la mejilla.
— ¿Qué? —Dijo frunciendo el ceño.
— ¿Es necesario que te lleves todas tus cosas? Estás al frente de nosotros, puedes venir a buscar lo que necesites cuando quieras.
Tiró las cosas en el sofá y caminó unos pasos hasta que se enfrentó a Deacon, quien lo miró directamente a los ojos de manera seria y dio un paso atrás, frunciendo el ceño. Roger puso sus dos manos en su cintura y se dio cuenta de que Brian estaba durmiendo en una cama. Cerró la entrada para asegurarse de que May no estuviera escuchando.
— ¿Qué fue lo que te dijo Brian? —No recibió réplica alguna—. No te fíes de los berrinches y los lloriqueos que hace.
— ¿Entonces no crees en nada de lo que te dice?
—Solo está siendo dramático, como siempre.
—No puedes decir algo así...
—Escucha, las cosas con sus padres están bien, a él le gusta tocar, estar de gira. Intenté conversar con él y él no quiso. Así que mi trabajo aquí está hecho.
—No, no lo está. Tienes que quedarte aquí, con él. Entenderlo, Roger, ofrecerle tu ayuda.
—Él no quiere mi ayuda. ¿Crees que no lo intenté? Lo hice una y otra vez pero no aceptó, incluso cuando parecía que más lo necesitaba. ¿Sabes qué hizo? Me dijo que lo dejara en paz, que no ayudaba estando a su lado. Así que le hice caso.
—Siempre desafiabas a cualquiera que te impusiera reglas o que te dijera qué hacer. ¿Por qué de pronto obedeces sin siquiera cuestionar lo que te dice que hagas?
—Porque me di por vencido. Por eso —tomó su equipaje mientras seguía hablando—. Esto no te llevará a ninguna parte, John, porque su actitud no ayuda —salió de la habitación lo más rápido posible y John se quedó junto a la puerta mirándolo.
—Él te necesita, Roger.
— ¿Sí?, ¡pues que lo diga! —Exclamó—. ¡Te deseo la mejor de las suertes! ¡Devuélvemelo cuando esté normalizado!
Deacon cerró la puerta de golpe, dejando a su compañero en el corredor. No podía creer que Roger no haría nada frente a la situación de su propio novio. Contuvo la respiración y murmuró para sí mismo.
—Insensible de mierda.[...]
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Cigarettes
FanfictionSiendo casi ya la mitad de la década de los setenta, la banda en auge de fama, Queen, empieza su dominio sobre el rock y otros géneros musicales, comenzando a ser gracias a esto los integrantes de ésta, conocidos artistas en la industria musical. A...