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[Kansas City, Missouri - Estados Unidos. Diciembre de 1978]

En lo que el ascensor completaba su viaje, decidió leer del papel el único indicio que lo llevó a donde estaba: Ambien CR. "¿Ambien?" Él permaneció en silencio, escuchando únicamente cómo las puertas del ascensor se abrían. Se demoró en salir. Creía que si hablaba o incluso se movía, su concentración se interrumpiría y el recuerdo desaparecería.
De repente, hubo algo en su mente y todo hizo sentido en ese momento.

« ¿Ambien o Ambien CR?
CR
¿Qué es el am...? ¿Am...?
Pastillas, pues. ¿Qué más?
Sí sé que son pastillas, Bri. La pregunta era: ¿para qué sirven?»

Todo calzaba, estuvo frente a sus ojos todo el tiempo. Y Jim se lo advirtió.

«Pasas borracho todo el día. ¿Cómo esperas acordarte de algo?»

«Puede que no sea al mismo nivel que al de Elton, pero Brian está envuelto en lo mismo. Un día lo encontré en su cuarto y de verdad estaba mal.»

« ¿Por qué nadie está preocupado de Brian? »

Escuchó las advertencias superpuestas unas a otras, también cómo hacían eco en su mente. "¿Por qué no escuché a Jim desde el principio?"

«Si Roger dice que Bri está bien, entonces lo está.»

«Es que no entiendo por qué no confías en alguien que ve el comportamiento de Bri casi cada minuto de cada día. Aparte, no hay una razón por la que Rog nos mentiría.»

"¿Por qué le sigo creyendo a Fred?"

«Sé que Roger cuida de Brian porque lo ama.»

"¿Qué pasa en realidad con ellos dos?"

  El círculo del que separaron a todos ocurría todos los días, no necesariamente en secreto, pero lo suficientemente oculto para no alarmar a los demás.
  La camisa de Roger se deslizó sobre sus hombros, a la altura de los codos. Se detuvo, jadeando con cansancio, luego se la quitó. La arrojó al suelo y puso las piernas temblorosas de Brian sobre sus hombros, agarrándolo luego de la cintura para seguir embistiéndolo. Ignoró que trató de agarrarse de su antebrazo, y sonrió cuando escuchó su nombre escapar de los labios de Brian entre gemidos y suspiros.
  May jadeó débilmente, frunció de forma ligera el ceño, y puso los ojos en blanco para después cerrarlos. Echó la cabeza hacia atrás. Cuando Roger bajó a su cuello para morderlo, hizo todo lo posible por rodearlo con sus brazos, pero no tenía ni un poco de fuerza en estos. Roger tomó sus manos, entrelazó sus dedos con los suyos, las mantuvo aprisionadas contra el colchón y continuó cogiéndolo al mismo ritmo por un rato.
  Taylor besó los labios de May, dándole una embestida profunda, fuerte y lenta, viendo a Brian reprimir sus jadeos y gemidos.
  —Gime —May negó, lo que lo empujó a seguir haciéndolo de esa manera para provocarlo. Se agachó hasta su oído—. Gime, mierda —ordenó.
  Se movió lentamente durante unos minutos, jadeando en el oído de Brian, haciendo que gimiera finalmente. Apartó las piernas de él de los hombros, poniéndolas contra su pecho. Lo masturbó a la vez que seguía moviéndose, metiéndole unos cuantos dedos a la boca, sonriendo ladino cuando los chupó. Acarició su mejilla, bajando por su mandíbula hasta su cuello, ahorcándolo suavemente, sintiendo su pulso acelerado.
  —Más fuerte —pidió Brian cuando le sacó los dedos de la boca.
  Se veía tan tierno en ese estado somnoliento que rió por lo bajo, aunque luego paró de moverse y lo agarró de las mejillas.
  —Abre —ordenó con voz demandante. Lo observó abriendo la boca. Escupió directamente adentro, riéndose seductivamente cuando vio que lo tragaba. Se separó de él con un beso, susurrándole después—. Sucio de mierda —sostuvo su sonrisa y lo ahorcó fuerte.
  Siguió embistiéndolo y esa sensación de placer aumentó gradualmente, lo que le hizo respirar y gemir con Brian. Se peinó el cabello para atrás, cerrando los ojos, ahorcándolo más fuerte aún cuando sintió un espasmo en las caderas, dando un movimiento pélvico irregular. Volvió a ponerse las piernas de Brian en los hombros, follándolo más rápido hasta que sintió contracciones en su propio ano. Apretó los dientes y bajó la cabeza. Le dio la vuelta tan rápido como pudo, luego lo volvió a poner cuatro, metiéndole de nuevo su pene y lo nalgueó hasta que se le puso el trasero rojo. Lo escuchó quejarse.
  Brian se aferró con poca fuerza de las sábanas, llevándose las manos al trasero, separándose los glúteos, volteando hacia Roger a la vez que lo hacía. Frunció el ceño, jadeando al mismo tiempo que Taylor. Gimió en contra de la almohada, sintiendo las manos de Roger encima de las suyas y cómo lo apegaba más a él.
  —Me vendré adentro —escuchó los susurros de Taylor en su oído, los cuales venían acompañados de gemidos.
  — ¿Adentro? —Preguntó aturdido, moviendo las caderas sin voluntad cuando el pene de Roger golpeó su punto G. Cerró los ojos con fuerza, levantando la cabeza en conjunto que Taylor lo ahorcaba.
—Sí, y todo se quedará ahí.
  Hizo una mueca que desbordaba de placer y gimió en voz alta.
  Roger respiraba dificultosamente al ponerse encima de Brian de nuevo y acomodarlo para seguir embistiéndolo. Lo mordió mientras se movía.
  —Dime cuánto quieres que me venga —murmuró con voz rasposa, moviéndose más fuerte y rápido cuando recibió de respuesta balbuceos. Se afirmó del colchón, poniendo presión con su mano libre abajo de ambos ángulos de la mandíbula de May, encontrándose sus ojos, cuyos párpados se abrían y cerraban lentamente—. Dime que lo necesitas.
  —Lo necesito.
— ¿Cuánto? —hablaba agitado. Su aliento chocaba contra el de Brian.
—Mucho.
  Sujetó su muslo con fuerza. El sonido de sus testículos golpeando el trasero de May se volvió regular. Brian se agarró de su espalda y lo rasguñó.
  —Más fuerte —pidió con necesidad, jadeando cuando May cumplió su pedido.
  —Más rápido, más... —Demandó Brian por su parte.
  May se aferró con fuerza de Taylor, gimoteando, tirándolo de su cabello cuando sintió que el pene de este latía al eyacular.
  Roger gimió varias veces contra los labios de Brian, mirándolo directamente mientras lo hacía. Jadeó y escondió su rostro en el cuello de May, quien se quejó mientras que él se movió un par de veces más para que todo el semen quedara adentro.
  —Joder —maldijo en su oído, quedándose así unos momentos.
  Sacó su pene del ano de Brian, provocando que cayeran unas gotas de semen encima del pene de este último. Lamió su cuello, le dejó un chupón y después marcó con besos el camino que siguió hasta la entrepierna de Brian. Cogió su pene y empezó a chuparlo.
  —Rog, amor... Quiero dormir —se quejó Brian con un tono cansado. Intentó apartarle la cabeza, dándole un manotazo sin querer.
—Después dormimos. Ahora olvídate de todo y concéntrate en venirte.
  Intentó continuar, sin embargo, escuchó golpes en la puerta.
  —Tocan la puerta —avisó Brian entre gemidos.
  Al principio lo ignoró, pero luego se detuvo al escuchar que persistía. Se cubrió con lo que encontró y maldijo entre dientes mientras caminaba hacia la entrada. Abrió la puerta, agarrando una bocanada de aire mientras respondía.
  —Ah, Deacy. Hola. ¿Qué pasa?
—Quiero hablar con Brian.
—Está durmiendo.
— ¿Lo viste tomar algo antes de dormirse? ¿Cada cuánto duerme?
— ¿Por qué me preguntas eso? —Rió un poco al ver lo complicado que John estaba: parecía personaje de película encontrando aquel tesoro que hace tanto buscaba, y que para llevárselo a casa, debía dar su vida.
—Brian se ha estado drogando con tranquilizantes —John apreció la sonrisa juguetona de Roger desaparecer gradualmente. Sacó el papel y lo mostró. Observó con cuidado, leyendo lo único que estaba escrito en letras pequeñas: "Ambien"—. Ha gastado dinero de las regalías y alguien más lo ha estado encubriendo. Pienso que ha sido...
— ¿Drogándose? Él no lo haría —lo interrumpió—. Me ha comentado que incluso le da un poco de miedo. Y ya lo conoces, Brian no cambia de opinión fácilmente en cuanto a temas serios. Debe ser de Fred, porque mío no es. Tanto que no quería echar a Reid... Ha de ser por algo, ¿no?
—Brian también estaba de su lado.
—No, solo estuvo indeciso. Luego razonó y ya ves cómo marcha todo. En cambio Freddie —chasqueó la lengua, levantando las cejas—, él sigue queriendo que vuelva. Aparte, con que Prenter y Reid se disculparon, puede hasta haber un complot. ¿Te imaginas eso? No podemos dejar que nada le pase a Freddie.
—Sí, pero...
—Escucha, ya que eso no es de ninguno de los tres, sería correcto que fueras donde Fred. No pierdes nada con preguntarle. Vuelve luego y cuéntame, ¿sí? Adiós —cerró la puerta aunque escuchó otro "pero" de parte de John.
  Regresó a la alcoba, se desvistió rápidamente, se sentó sobre Brian y lo besó apasionadamente, a lo cual este le correspondió como pudo.
  — ¿Quién...? ¿Quién era, amor?
—Eso no importa ahora... —Sonrió, deslizando sus manos con lentitud hasta el pene de Brian, explorándole todo el torso, bajando la cabeza a la misma velocidad. Siguió con el oral, envolviéndolo con su lengua el pene, metiéndoselo cada vez más adentro de la boca. Cuidó de no atragantarse.
  Brian eventualmente le desordenó el cabello de tanto que se lo revolvió. Puso su mano sobre la nuca de Roger y suspiró, comenzando a mover las caderas involuntariamente, sentándose contra el respaldo de la cama. Retorció los pies y se hizo cada vez más difícil respirar sin agitarse. El efecto de los tranquilizantes ya estaba pasando, junto a eso, las punzadas de dolor ocasionadas por la heroína se hacían presentes, aunque el orgasmo retrasó la sensación. Se quejó y gimió fuerte, tirando del cabello de Roger con fuerza, bajando la cabeza para mirar cómo Taylor recibía su semen en la boca. Su pecho se movía de arriba a abajo con rapidez.
Roger escupió de vuelta el semen encima del pene de Brian, luego, lo besó en la mejilla y en toda la cara.
  —Qué buen chico —sonrió, revolviéndole el cabello y acostándose a su lado. Se taparon con la manta y se acurrucó con él, acariciándole el pecho, intentando calmarlo.
— ¿Quién era el que había venido?
—Deacy. Sigue con eso de las cuentas y que faltaba dinero... Le dije que eran de Fred y se fue. Es tan fácil de convencer.
— ¿Te habló de algo en específico?
—Unos tranquilizantes... Pero de esos ni ocupamos, así que tienen que ser de alguien más. No te preocupes.
  Observó a Brian sentándose con dificultad en la cama. Lo besó en los labios.
  — ¿Algo anda mal? —Intentó hacer que se recostara de nuevo, pero no lo logró.
—Pueden asociar todo y descubrir que fuimos nosotros. Van a llamar a la policía y nos van a quitar todo. Nos podrían incluso detener.
  —Brian, no exageres.
—Bueno, igualmente algo sucederá si saben lo que en realidad pasó, ¿no? Ya no quiero más problemas. Hay que ir a quitarle a Deacy esa cuenta.
  Deacon estaba en el piso de arriba, caminando hacia el final del pasillo. "Obviamente, esto es de Brian... Aunque, Roger tiene razón por un lado: puede que sea de Fred. Todavía quiere que Reid regrese. No puedo ignorar eso, pero tampoco estas cuentas. A este punto, creo que es posible que todos estén involucrados. Quiero decir, nunca me dijeron nada. ¿Por qué esperaría que me contaran algo así?" Llegó a la conclusión al final del camino, cuando estuvo fuera de la habitación de Mercury. Golpeó la puerta y Frederick abrió, pero intentó cerrar de inmediato.
  —No, Freddie —lo intentó detener, pero de todas formas quedó afuera de nuevo. Arrugó las cejas, resoplando complicado. Procedió a hablar en voz alta, cuidando de mantenerla clara y lejos de lo quebradizo—. Solo pienso que es injusto, ¿sabes? —Sorbió con la nariz, resoplando, desesperado de no llorar—. ¡Lo único que he estado intentando es ayudar! ¡Si te enteraras de lo que sucede, no estarías así de tranquilo!
  Frederick estaba inclinado detrás de la puerta. Miró a Paul levantarse de su asiento y ponerle la mano en el hombro.
  —Saldré un rato.
— ¿Justo ahora? No, no puedes. Está John afuera esperándome. ¿Qué voy a hacer si...?
—Todavía quieres que regrese John, así que tendrás que hacer las paces con Deacy te guste o no, al menos así tendrás a alguien más que esté contigo. Aparte... ¿Para qué estar enojado con él si no te hace daño nada de lo que está haciendo? Has que funcione. Siempre lo logras —besó su mejilla y abrió la puerta, saludando a John.
  Lo hizo pasar y se encerró con él. El silencio se volvió incómodo hasta que escuchó hablar a Deacon.
  — ¿Por qué me ignoras?
  Los ojos llorosos de John hicieron que quisiera abrazarlo y disculparse. "¿Crees que con eso lograrás algo? ¿Piensas que le empezarás a gustar de un momento a otro si te disculpas?"
  — ¿Por qué me empezaste a odiar de la nada?
—No te odio...
—Entonces, ¿por qué me dejaste de hablar por casi un mes?
— ¿Te conformarás si te digo que no tiene para nada que ver contigo?
—Explícame la razón al menos.
—Deacy, tenemos cosas que hacer. No tengo tiempo para esto.
  John suspiró, rindiéndose a resignarse.
  —No, tienes razón. No lo hay. Así que hagámoslo a tu manera: rápido. Alguien ha estado robando nuestro dinero. Fueron más de tres mil libras, y aparte, hubo una persona más que lo ha encubierto. Fue alguien de nosotros cuatro —miró a John sacar un papel y entregárselo en la mano—. ¿Esas cuentas no son tuyas, Freddie?
—No.
— ¿Seguro? Porque desde lejos se ve que buscas que vuelva Reid para que te ayude a seguir haciendo esto.
— ¿Desde cuándo tienes una conspiración en contra mía?
  John, a punto de responder, se detuvo con los golpes en la puerta que escuchó. Frederick volteó extrañado hacia la entrada, y antes de ir a abrir, le dedicó una mirada que decía «no te muevas de donde estás, o lo lamentarás.»
Chasqueó la lengua, e hizo un mohín con la boca, mostrando que se encontraba aburrido. Una vez vio a Brian y Roger entrar, su expresión cambió.
  —Perfecto, toda la familia reunida —escuchó a Mercury celebrar con sarcasmo mientras cerraba la puerta.
—Brian, necesito preguntarte... —Fue hacia a él, deteniéndose cuando Roger amagó ponerse entremedio de ellos para que no se acercara más. Arqueó una ceja.
—Verán, Deacy anda confundido —fue interrumpido por Frederick—. Dice que uno de nosotros se ha estado robando parte del dinero que ganamos, y eso no tiene sentido. Tenemos un acuerdo desde el principio.
—Lo que más me sorprende es que tienes la audacia de echarnos la culpa. Mejor olvida esos cálculos y pídele a Jim que empiece a escribir una demanda —Roger le arrancó la hoja de las manos—. Y si tienes más preguntas, háblale directamente a Reid. Ahora que se disculparon, no tendrá problema en decirte que él fue el que robó todo ese dinero, después de todo, por algo lo echaste, ¿no?
  Frederick soltó una carcajada enojada.
  — ¿Nos robó y no me contaste? ¿Y así tienes la cara de venirme a llorar porque supuestamente te ignoro y ya no te hablo? Y yo todo este tiempo queriendo que volviera... ¡¿Algo más que deba saber así no sigo pareciendo un payaso?!
—El dinero John se lo llevaba para comprarle tranquilizantes a Brian.
  Frederick rápidamente volvió la cabeza hacia May, quien permanecía inmóvil ante la acusación.
  — ¿Siguen sin creerme? Roger, tú mismo dijiste que andaba borracho la gran parte del tiempo. ¿Cómo esperas que crea que está bien si te contradices de esa manera?
—A veces exagero, pero si no me crees en eso, es tu problema. Aparte, esa cuenta es de tranquilizantes, es decir, drogas. Y ya conversamos de eso, Deacy.
— ¿Ya habían hablado de esto y yo no lo sabía? —Dijo Mercury indignado.
  —Tan solo tómate el tiempo de leer, Roger —tomó el papel entre sus manos y le enseñó—. Entre finales del año pasado y principios de este, fueron comprados no solo tranquilizantes si no que también heroína y cocaína.
  Roger volteó en dirección a Brian.
  — ¿Finales del año pasado y principios de este? Para ese entonces me dijiste que le habías dejado de hablar.
—Eso no es mío. Solo recuerden las fiestas que hacíamos: comprábamos de eso entre todos. Yo ya no le hablaba a John para ese entonces.
—Claro. ¿Qué dirás después? ¿Que no lo conoces? ¿Todas esas veces que estabas al teléfono cuando estábamos en el estudio, era él?
—No.
—Oh, entonces Christine.
  Al mirar directamente a los ojos de Brian, supo que acertó en su sospecha. Sintió que su pecho se apretaba con fuerza y ​​el dolor aumentaba para después irse a su garganta.
  —Eres un mentiroso. Todo lo que haces es mentir —giró hacia los demás, buscando algún tipo de amparo, pero todo lo que hacían ellos era ser espectadores—. ¡Y ustedes nunca hacen nada!
—Sí, descarga tu ira en nosotros —dijo Frederick.
  —Hablan como si no se la merecieran. Dejen de aparentar. ¡Sean sinceros de una vez por todas!
  — ¿Cuándo yo no he sido sincero?
—Pregúntale a los periodistas, quizás ellos te puedan decir algo.
—Son personas totalmente desconocidas. No tienen por qué saber qué hacemos y qué no. Puede no importarte a ti, porque por supuesto, te encanta ser el foco de atención desde el principio...
— ¿Y qué? ¿Te pone celoso que pueda ser tan abierto y sincero?
—Roger, ya cállate. Estás siendo molesto.
— ¿Qué tanto tienes que ocultar, eh? ¿Las drogas o las parejas por montón? Qué pudoroso que eres. Con esto me quedó claro que no sirves para esto.
— ¡Pues perdón por no comportarme como una estrella de rock cualquiera!
—Oh, lo siento. No recordaba que fueras el santo del grupo. ¡Todos lo hacemos, Freddie! No creas que no te he visto con Nevada, en las fiestas drogado o gastando tu dinero en cosas totalmente innecesarias. Somos todos iguales, así que no te creas mejor que nosotros, porque no lo eres.
  —Ahora todos somos adictos, por supuesto —dijo John poniendo los ojos en blanco, tomando asiento.
—Claro que lo somos. Después de todo, así podemos tocar mes por mes la misma puta set list, ¿no? Y aún así, nadie quiere desaparecer por un rato y descansar.
—Eso es lo único que te interesa —habló Brian entre dientes.
— ¿Y tú? Tú... Todo lo que te interesa es Christine, dormir y quedarte en la cama. ¡¿Con qué tipo de rarito estoy de novio, eh?! ¿Ese mismo que eras cuando adolescente? O peor aún...
—Al menos no soy un rarito deprimido como lo es Deacy.
  Frederick y Roger se giraron hacia John, quien inmediatamente les devolvió la mirada.
  —Deacy —Mercury habló lastimosamente.
  Deacon se acomodó de una manera en que parecía estar esperando el próximo ataque de May.
  —Todos tenemos algo que contar, por lo que veo. Así que anda, Brian, dile a Roger.
  Taylor miró a May y esperó a que hablara.
  — ¡Dile que lo engañas con Christine!
  —Hijo de puta —Brian se levantó de su asiento de inmediato, dirigiéndose hacia Deacon listo para pelear, pero Frederick lo detuvo, agarrándolo del brazo. Hizo una mueca de dolor.
  — ¿Quién más sabía? —Roger tanteaba sus ojos entre sus compañeros. La mirada que le daban Mercury y Deacon hizo quedar la situación clara—. ¿Todos? —Intentó seguir hablando, pero la impresión no se lo permitió. Salieron ruidos sin sentido de su boca. Se peinó el pelo con la mano, resoplando entrecortado, y arrugado las cejas—. ¿Me ven la cara de tonto o qué? ¡¿Se creen superiores por hacerme algo así?! ¡Mírense, por favor! Tú no eres más que un niñito jugando a ser importante, tú un intento de una persona decidida y atrevida, y tú un drogadicto que se mete de todo lo que encuentra. Y sí, las cuentas que encontraron son de Brian.
  En el silencio que hubo, soltó un quejido.
  Se precipitó a la salida antes de empezar a llorar, y salió rápido al ascensor. Escuchaba los latidos de su corazón sonar fuerte en sus oídos, tanto que cuando Brian trató de defenderse, no lo escuchó. Intentó huir de sus pasos que lo perseguían, pero desafortunadamente entró en el ascensor junto a él, empujándolo cada vez que intentaba acercarse. Entre forcejeos entraron a su habitación.
  —Amor...
—Déjame —dijo gimoteando, intentando soltarse otra vez. Agarró su chaqueta y cuando estuvo por alcanzar el pomo de la puerta, Brian lo detuvo de nuevo. Permaneció agarrado de la mano con él por unos segundos antes de sorber la nariz y limpiarse los ojos con la antemano.
—Roger, por favor —la manera en que May se lo rogaba lo hizo mantenerse atento a sus ojos: apologéticos ante todo, exasperados, intentando de persuadirlo con un amor que no sabía de dónde venía.
  Se soltó y logró escapar, pero Brian lo persiguió de nuevo. "Este hijo de puta es incansable."
  Esta vez pudo encerrarse en el ascensor completamente solo. Primero marcó un piso arriba, luego bajó al lobby. Ignoró por completo al guardia de la puerta y salió, quedándose parado afuera del hotel.
  La nieve caía sobre su cabello, igual que esa vez que pasó la navidad con Brian en ese pueblo de Francia: cuando caminaban en la noche por las calles adoquinadas, y se besaban cada vez que sabían que estaban solos.
  Atrapó uno con su mano. Mirarlo derretirse le recordaba a la ocasión en que espiaba por la ventana en conjunto que se vestía, y que al voltear, se encontró a May observándolo desde la cama, a lo que respondió con subirse a la misma y besarlo en los labios repetidas veces. Todavía se acordaba de cómo se sentía sonreír porque Brian dejaba todo lo que hacía solo para besarlo.
  "Quizás sólo se sentía culpable y por eso me trataba así de bien... ¿Qué habrá estado pensando en realidad?"
  Ese año nuevo en el que sostuvo a Robert entre sus brazos, y Brian solo sonrió al expresarle su deseo de ser padre, ¿qué habrá estado pensando en realidad?
  "Supongo que en Christine. Allí ya debe haber empezado a ir todo más en serio con ella. ¿Pero cómo es eso posible?"
  Siguió caminando, pensando en lo decaído y apenado que se sintió esa noche en que tantos sentimientos dispararon directo contra él. Pero en ese instante que Brian lo acercó y lo besó cuando estaban en la verja del río, mirando los fuegos artificiales que iluminaban el cielo detrás de Tower Bridge y finalmente tuvieron una fecha concreta para la boda, se le hizo inevitable olvidarse de todos esos sentimientos dolorosos.
  Se revolvió el cabello. Todavía creía sentir los cariños que Brian le daba, y estar acostado encima de él, escuchando los latidos del corazón de May y la respuesta de éste a que le dijo lo especial que era y lo que realmente significaba para él.
  «Sí, creo que lo es.» Fue lo único que May respondió.
"¿Por qué acepté esa respuesta tan...? ¿Tan vacía?" Suspiró pesadamente, evitando sollozar con que se le pasaba por la mente cada regalo, caricia, abrazo y beso que Brian le dio. Esos que le hicieron olvidar cómo era una vivir hambriento por amor.
  Pero si estaban juntos, quemaban todo. ¿Por qué? No lo sabía. Sólo veía que se consumían igual de rápido como cigarrillos.
  "Mataría por un cigarro."
  Sin embargo, no sabía que en su paquete ya quedaban los últimos cigarrillos. ¿Cuánto tiempo se tardaría en terminarse una cajetilla que ni siquiera estaba llena? Quizás todo acabaría ese mismo día, y aún así, no verían problema en continuar.
  Miró al cielo y se cruzó de brazos. Afortunadamente para él, cada vez que avanzaba en su caminata, parecía haber menos gente que iba a donde él.
  Respiraba con tanta dificultad, pero ¿a quién le importaba ello? Si incluso cuando la gente pasaba, no lo reconocían.
  "Obviamente, todos están en sus propios asuntos. Qué poca casualidad que sea así en la banda también. Tanto que dicen que somos familia y esas mierdas..." Sorbió con su nariz. "Eso es una mentira. Lo único que saben hacer es mentir. ¿Por qué les creí? ¿Por qué nadie me lo dijo?"
  Pasó mucho tiempo caminando dondequiera que la acera lo llevara. De hecho, perdió el rumbo durante el resto del día.
  Metió las manos en los bolsillos y miró la tienda llena de televisores. Ya eran las siete en punto y a esa hora se abrían las puertas de la sala de cine y la gente pudo salir.
  Aura tomó a Milán del brazo y apoyó la cabeza sobre su hombro. Bostezó, mirando a Nevada y Eleanor, quienes salieron del cine bailando.
  Se dio la vuelta y leyó las letras en negrita del letrero que decían que esa semana daban las últimas funciones de la película "Grease."
  —La película estuvo buena. Me gustan los musicales —opinó Eleanor.
—Estas son las últimas funciones —señaló Poxy—. Les dije que teníamos que venir a verla cuanto antes.
—Ni loca me perdería de ver a John Travolta en una pantalla grande. Sólo mírenlo —Nevada caminó hasta el póster que colgaba de la pared. Apegó su rostro a él y dibujó figuras con el dedo encima del rostro de Travolta—. Es guapísimo, ¡y una lástima que no sea de algún grupo! Así podría conocerlo y casarme con él —fingió lloriquear.
—Debe haber una manera de llegar a él, tranquila. Averiguaremos, lo verás y podrás besarlo al menos. Pero ahora volvamos al hotel, que ya va siendo hora de irnos.
  Las cuatro caminaron tomadas del brazo hasta la esquina. Tenían que pasar unas cuadras más para llegar al hotel, donde Red Dog las estaba esperando para partir al estadio.
Se detuvieron en la intersección.
Aura miró a su alrededor, viendo a niños jugando, grupos de adolescentes paseando en bicicleta o que reían en conjunto, y a gente paseando en la calle.
Cuando veía escenas similares, se sentía devuelta en Detroit, devolviéndose de su escuela a su casa, donde su madre la esperaba para almorzar. Se sobresaltó por el ruido frenético de una bocina y la voz de un hombre gritándoles cochinadas.
Volvió a sus amigas, quienes no mostraron ningún tipo de incomodidad, al igual que las personas.
"¿Por qué dijo eso ese tipo? ¿Por qué nadie hace nada?"

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