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[Estudios Mountain – Montreux, Suiza. Finales de agosto de 1978]

  El estudio Mountain en Montreux tenía varias salas de grabacion, y la que Queen alquilaba, era una de las más amplias, todo lo contrario de las en que grababan sus álbumes y canciones originalmente.
  La mesa de mezcla era grande y la sala de grabación también. Todos los artilugios que usaron para hacer melodías locas que los medios definitivamente odiarán, cabían en ese lugar.
  Cada miembro tenía un rincón para sus instrumentos: la batería de Roger estaba en el medio, arriba de una tarima alta, la mayoría de las guitarras de Brian estaban en el estante de la pared izquierda, excepto la "Red Special". Y el piano y la pandereta de Freddie, cerca de la esquina donde John tenía sus bajos, guitarras, y otros.
  La cabina de control contaba con sillones, decoraciones a la moda, aire acondicionado, plantas, y más. Pero, sin duda lo más atractivo de ella era un gran equipo de grabación de múltiples canales, muy adecuado para el trabajo de la banda.
  La sala quedaba dentro del edificio del casino, así que a veces, durante los descansos, se colaban en el casino durante unas horas y luego regresaban al trabajo.
  Estaban en pleno descanso cuando, curiosamente, la grabadora repetía una y otra vez la misma canción.
  Roger se aseguró de quedarse con todas las copias de las llaves y de cerrar la puerta con seguro al quedarse a pasar un rato a solas con Brian ahí dentro. Se habían peleado a gritos hace unos días, tanto que dejaron la habitación que residían con varias cosas rotas, situación que obligó a la banda a abandonar el hotel en que se quedaban. Pero entre caricias y besos de parte de Taylor, el enojo fue pasando, mucho más cuando llegaron detrás del espacio entre la tarima de su batería y la pared.
  Estaba desnudo completamente, recostado en el suelo, con las piernas en los hombros de May, extasiado por las estocadas que éste le daba, aferrándose a su ropa y temblando. También jadeaba y gemía fuerte, porque sabía que afuera, nadie podía escuchar nada.
  El calor que había dentro solo aumentó con que se encerraron.
  Miró la cara sudorosa de Brian, le besó los labios y los mordió a la vez que le desabrochaba la camisa, lográndolo solo hasta medio hacer antes de cortar el beso para soltar un gemido que venía acompañado de una expresión en su rostro que transmitía un fuerte disfrute. Echó la cabeza para atrás y la devolvió hacia adelante a los segundos, bajó las piernas y le rodeó la espalda con ellas. Deslizó la camisa de May hacia abajo, agarrándose de la piel de su espalda, rasguñándolo. Maldijo entre gemidos, calentándose más con oír los jadeos y gruñidos de Brian al oído, mientras que seguía recibiendo duras embestidas.
  —Eres tan jodidamente molesto —escuchó decir a May agitado. Gimió con las mordidas fuertes que recibió en el cuello, que al parecer eran para sacarse la rabia que aún le quedaba de la pelea—. Pero, mierda, me haces sentir tan bien... Te amo.
  Sonrió enternecido y lo besó sin poder resistirse más.
Se separó al sentir que el castaño se detuvo y se sentó, viendo a Brian cambiar de posición, sentándose con la espalda contra la tarima, quitándose finalmente la camisa y tirándola sobre la pila de ropa que había en la esquina del espacio. Gateó hasta él, agachándose a su entrepierna para chuparle el pene, sacándole un suspiro. Se lo quitó de la boca y le habló como lo haría con un cachorro que esperaba a ser premiado
  —No es justo que solamente yo esté desnudo, Bri... —Comenzó a bajarle los pantalones mientras que lo miraba con ojos inocentes—. Quítate los pantalones.
  Con la orden que le dió, su tono cambió drásticamente a uno demandante.
  — ¿Crees que por haberme follado solo una vez ya puedes darme órdenes?
  —Con lo suave que andas hoy, pues creo que sí... Anda, quítatelos —insistió, agarrándolo de los pantalones para quitárselos.
  De repente, May tomó a Roger de la barbilla, haciendo que lo mirara. Hizo a Taylor darle la espalda y sentarse en su regazo para volver a entrar, y cuando lo hizo, se quitó el cinturón, lo sostuvo en la mano y apoyó el pecho contra la espalda del otro.
  —Si no te los quitas, no seguiré.
  —Entonces no sigas, yo haré todo. Y como elegiste que fuera así, no podrás moverte. Si te mueves voy a parar —puso las muñecas de Taylor juntas, amarrándolas con el cinturón. Lo apretó aún más y Roger lo miró por encima del hombro, escapándosele una sonrisa traviesa—. Ah, te gusta eso... —Le besó la espalda hasta llegar al hombro, mordiéndolo—. Algún día voy a amarrarte a la cama para que dejes de moverte tanto cuando lo hacemos. De pies, de piernas, de manos...
Roger comenzó a fantasear con aquella escena, con lo indefenso que se sentiría bajo el tacto de Brian y con cómo le permitiría abusar de la sensibilidad de cada uno de sus puntos débiles, tanto que quedaría con las piernas temblando, sin poder hacer nada más que venirse las veces que Brian lo demandara.
  Pero también soñaba con hacerle todo tipo de cosas a May, desde jalarle el cabello, hasta poner su mano alrededor de su cuello para ahorcarlo. También hasta dejarlo en un estado en que solo le pudiera rogar que parara.
  —No harías eso —dijo provocativamente, queriendo que Brian perdiera cada pizca de gentileza que le quedaba y que hiciera lo que quisiera con él ahí mismo.
  —Tendrás que esperar para averiguarlo.
  Suspiró por lo lento que era el ritmo con el que Brian retomó las estocadas y jadeó por lo desesperantes que eran los ligeros golpes que daba la cabeza del pene de May contra su punto G.
En busca de más, aceptó los dedos de Brian en la boca y los lamió como si saboreara su dulce favorito.
Se quejó cuando de repente las embestidas fueron más rápidas e intentó mantener los brazos arriba, balbuceando el nombre de Brian cuando éste le lamió y mordió los pezones, volviéndolos a endurecer.
  May apartó la mano de la boca de Roger, tocó la piel del camino hasta la entrepierna de Taylor con las yemas de los dedos y al llegar ahí, le tomó el pene y lo masturbó rápido. Se rió por lo tanto que Roger se esmeraba en mantenerse quieto y por como se movían sus piernas si de repente se detenía y lo hacía apoyarse en las rodillas para no caerse.
Sabía que debía detenerse cuando lo vio temblar, pero el fuerte y cálido placer que hizo que su corazón latiera más rápido regresó a él. Apoyó la frente en la espalda de Roger, luego gimió y se apartó.
  —Móntame —demandó, susurrando.
Reposó los brazos en la tarima, arrugando las cejas y abriendo la boca ligeramente cuando Taylor empezó a dar pequeños saltos con su pene dentro suya, cumpliendo la orden que le dio. Lo agarró por las caderas y miró su espalda ir de arriba a abajo, aprovechándose de estar cerca para morderle el hombro y luego el cuello. Volvió a masturbarlo, apegándose a él y levantándole los brazos, metiéndose por debajo de ellos y lamiéndole los pezones escuchándolo jadear repetidamente, sintiendo el pecho de Roger moverse rápido de adelante hacia atrás y por último el semen tibio en sus manos.
Entonces fue que Taylor respiró con dificultad, quejándose luego, ya que Brian lo continuaba masturbando. Bajó los brazos, exhalando en alivio cuando May dejó de masturbarlo, alegándole con la mirada al ver que le agarraba los muslos, lo abría de piernas y se las ponía contra el pecho.
  —B-Bri...
  —Los niños buenos aguantan y no se quejan —el habla de Brian era rasposa y ronca. Sus resoplos le chocaban en la oreja—. No estás siendo un buen niño.
  Negó sumiso, mirándolo mientras que intentaba calmarse para poder mantenerse a la par de Brian.
  — ¿Qué me miras así? ¿Quieres un beso? —Le asintió en forma de respuesta—. Discúlpate primero.
—Lo lamento. No volveré a quejarme —dijo aturdido todavía.
Recibió un beso y lo correspondió rápidamente, retorciendo los pies cuando May volvió a embestirlo, separándose y suspirando por escuchar los sutiles ruidos que comenzaron a abandonar los labios de Brian. Los besos en la mandíbula que May le dio, quedaron obsoletos ante lo que significaba sentirlo eyaculando dentro suyo.
Brian salió, rozando su pene en contra del ano de Roger sintiendo que se contraía y que al parar de contraerse, salía un poco de semen, cayéndole primero en la base del pene y después un poco al alfombrado.
Taylor tomó asiento al lado de May y se acurrucó junto a él durante el tiempo en que éste le desamarró el cinturón de las muñecas y se lo sacó. Después, vio que se empezaba a vestir.
  — ¿No te quedarás un rato aquí conmigo, amor? Vamos —frotó su mejilla contra una de las de Brian—, no hay prisa.
  —Hay que salir antes de que regresen —hablaba cansado Brian, cerrándose el cierre de los pantalones y poniéndose la camisa. Besó los labios de Roger y se levantó—. Iré al baño.
  Al Brian salir, la canción que tanto se repetía se cortó por fin.
  Taylor hizo un mohín con la boca y se vistió también, yendo hasta la cabina y encontrándose con que Freddie, John y Paul venían recién llegando.
  Deacon y Prenter se dispersaron en la cabina.
  — ¿Y a ti qué te pasó? —Mercury parecía preocupado.
  —Nada especial. Toqué mientras no estaban, es todo.
  Freddie de pronto se fijó en todas las marcas en el cuello de Roger que éste intentaba cubrir. Sonrió para sí, reteniendo una risa, mirando al suelo y siguiendo con la conversación como si nada.
  — ¡Oh!, así que eras tú el que dejó cerrada la sala. Pasamos con John y Paul hace no mucho y estaba puesta la grabación. ¿Es que grabaste lo que te faltaba?
  —No —se retiró de inmediato.
  — ¿Creen que le haya pasado algo?
  —No, tesoro —le replicó a Deacon—. Él y sus cambios de humor, nada más... ¿Deberíamos ponernos a trabajar?
  Por otro lado, Taylor estaba en camino al baño, y cuando llegó, no se encontró con Brian. Después de terminar, se miró en el espejo, se ordenó el cabello y la ropa, y luego se fue de allí, viendo a May del otro lado del pasillo hablando por teléfono.
  Caminó hasta él, siguiendo con sus ojos las acciones apresuradas que hizo Brian para cortar la llamada. Lo miró serio hasta que May lo tomó de su rostro de imprevisto y lo besó. Sonrió, correspondiéndole, sintiendo sus brazos rodeándolo por la baja y cómo lo apegaron contra él. Escuchó los susurros de Brian en su oído.
  —Me dejaste con rasguños la espalda.
  —Yo tengo más marcas que tú. Deberías verlas hoy en la noche —se soltó, caminando de vuelta a la sala, deteniéndose por la nalgada que recibió.
  May se adelantó, alcanzó la puerta de la sala, abriéndola y le guiñó un ojo a Roger antes de entrar.
  Estaba atardeciendo cuando regresaron a su hospedaje, apodado "El Palacio De Patingham" por Roger, porque una gran cantidad de patos nadaban en el lago que rodeaba la cabaña.
  Sentado junto al lago, Brian observaba que, a lo lejos, los patos que flotaban en el río se juntaban y luego continuaban nadando en fila, yéndose fuera del alcance de su vista después.
  Entre los árboles de ese lugar, pudo ver las chimeneas de otras cabañas asomando. El atardecer dejaba un color amarillo y púrpura en el cielo que le llegaba directo a los ojos y los iluminaba, haciendo que el color café de ellos luciera vívido.
  Se volvió atrás y vio a Roger viniendo en su dirección, consiguiente sentándose a su lado, lo que hizo que ambos se quedaran viendo la puesta de sol.
  Aparentemente Taylor se dio una ducha como lo hizo él mismo hace unos minutos.
—La cena está lista, ¿no entrarás? —Mencionó Taylor.
Lo observó de cerca, sonrió con ojos amorosos, luego besó sus labios, apoyó la cabeza en el hombro de Roger y cerró los ojos, disfrutando de las caricias que éste le dio en el cabello. Brian pensó que podría quedarse dormido ahí mismo. Se sentía tan cansado, le dolía todo el cuerpo y la cabeza en especial.
—Qué cansado que estás —escuchó las risitas suaves de Taylor y negó con su cabeza lentamente ante lo que éste aseguró—. No te duermas, ¿sí? Yo ya vuelvo.
Se vio obligado a abrir los ojos de nuevo y volver a su posición original. Cuando escuchó los pasos de Roger alejarse, miró el río: cuanto más profunda era el agua, y cuanto menos pudiera ver el fondo, menos solo se sentía. ¿Qué tan profundo sería?
Empezó a meter su mano al agua con intención de averiguarlo, pero paró al escuchar a uno de sus amigos llamándolo desde la distancia. Sacudió su mano en el aire para quitar las gotas de agua y fue a donde John, viendo que con la ayuda del resto sacaba todo tipo de cosas para, al parecer, hacer un picnic allí.
— ¡Mira!, Rog nos dijo que no querías entrar de inmediato así que trajimos la cena aquí afuera para aprovechar de ver la puesta de sol también. ¡Estaremos mirando las estrellas cuando acabemos de comer! ¿No es eso bonito? —John caminó más cerca del lago y estiró en el suelo una manta, sentándose encima de ella.
Brian hizo lo mismo, mirando alrededor, agarrando aire y suspirando profundamente.
—Hace tiempo que no veía un paisaje tan lindo como este. Es una pena que esta sea la última vez.
—Oye, anímate. ¡No será la última! Te aseguro que vendremos a grabar otra vez a Suiza o si quieres, podemos venir de vacaciones todos juntos.
Se volvió hacia John, sonriendo y riendo. Lo miró un rato: aún seguía siendo igual de inocente. Le respondió, manteniendo la sonrisa en su rostro.
—Suena genial.
Pronto Freddie y Roger se les unieron. Cuando se escondió el sol completamente, los cuatro habían terminado de comer.
Se acostaron sobre la manta y vieron el cielo volverse púrpura y luego, volverse azul oscuro.
Brian ladeó un poco la cabeza para unirla con la de Roger, dándose cuenta de que Taylor miraba la estrella más luminosa entre todas. Mantuvo la vista en la misma dirección que él, y se acomodó para quedar lo más cerca posible del oído de Roger, justo para que solamente éste pudiera escuchar lo que iba a decir, y susurró.
—Amor, ¿ves esa? ¿La que brilla más? —Taylor asintió sonriente, aún con la mirada en el cielo—. Es tuya de ahora en adelante. Te la regalo.
De repente la mirada de Roger se posó en la de él, y todo fue tan fugaz que sus sentidos se bloquearon cuando se besaron. Solo pudo sentir mariposas en el estómago, por lo que al separarse sonrió, conteniendo la respiración por poco y riendo, dejando que su frente estuviera unida con la de Taylor.
—Si pudiera traértela, lo haría —le dijo.
—Joder —Roger se tapó la cara para que no lo viera sonrojado. Se rió—, no seas así de cursi.
Sus manos fueron apartadas de la cara por Brian y en ese instante se perdió en sus ojos y lo volvió a besar. Sin embargo, aunque la amorosa mirada de May le provocaba sentimientos inexplicables, no podía dejar de lado ese sentimiento que le provocaba el no recibir ninguna noticia de la boda, por más que lo intentara. Su cumpleaños había pasado, y la noche con la que Brian le hizo fantasear, terminó pasándola solo, en la cama doble de una fría habitación de hotel, sin compañía.
Le causaba aún más sospechas el pensar que algo que May propuso que hicieran, ahora fuera un tema olvidado una vez más por él. Pero se tranquilizó al recordar que Brian hoy accedió a hacerlo con él, así que sonrió.
Freddie y John comenzaron a emitir sonidos de besos, lo que lo distrajo.
— ¡Muah, muah, Brian, bésame! —Deacon se rió cuando a quien le hacía burla comenzó a hacerle cosquillas. Pidió piedad, pero en el fondo sabía que no se le sería concebida.
—Muy lindo lo que le dijiste, Bri —Mercury se pronunció, después detuvo la pelea entre los menores—. ¡Santo Dios, compórtense, monos salvajes! Estamos en un momento de relajación, respeten —golpeó las cabezas de Roger y John, separándolos y haciéndolos volver a su lugar.
Regresaron al pacífico silencio del vasto espacio rodeado de pinos y arbustos.
Roger apoyó la cabeza en el pecho de Brian, levantó la cabeza y estiró ligeramente el cuello para poder llegar a sus labios y así besarlo, pero primero le depositó algunos besos en la mejilla y bajó la barbilla, provocándole una sonrisa a May, finalmente intercambiando varios besos con él.
Recibió un beso en la frente y cariños suaves en la cabeza.
— ¿Harían todo esto de nuevo si supieran que terminaríamos de esta forma?
Oyó a Deacon tomar la palabra, así que le respondió.
— ¿Cómo? ¿Homosexuales y famosos? Sí.
Escuchó la risa de los otros, especialmente la risa de Brian, resonando en su pecho. El latido del corazón del otro lo calmaba cada vez más y lo invitaba a dormir. Cerró los ojos y cuando las caricias pasaron a su cuello, se sintió incluso más relajado.
Freddie habló.
—Haría algunas cosas de otra manera, claro. Pero, ¿no creen que saber qué es lo que sucederá, arruinaría la experiencia? Piénsenlo. Cuando nos anunciaran que tocaríamos en Top Of The Pops, o cuando una canción nuestra estuvo en los charts por primera vez, no nos asombraríamos. Todo se volvería aburrido y predecible.
—Que las cosas se vuelvan predecibles y repetitivas es horrible —opinó Taylor.
— ¿Y alguna vez soñaron con ser lo que ahora somos?
—Obvio, todas las noches —replicó Freddie de vuelta.
El grupo carcajeó en conjunto de nuevo.
—Aún siento que nos falta un largo camino por recorrer para llegar a las metas que teníamos, pero...
—Claro que nos falta —John interrumpió a Freddie—. ¡Pero con cada día que avanza estamos más cerca de conseguirlo! Así que, hay que preocuparnos de mantenernos juntos y unidos como los amigos que somos. Nada de peleas —miró a Freddie, después a Brian y a Roger—. ¡Ustedes sobretodo! No más peleas.
— ¿Cómo es que me podría enojar con mi Brimi?
—No haré nada para que así no peleemos.
— ¿Ves que no es tan difícil de intentar, bebé?
Escuchó el ruido de los besos y las risas coquetas entre sus compañeros, haciendo una mueca de disgusto.
—Puaj —Mercury sacó la lengua.
— ¡Dejen el amor y todo lo demás para cuando estén en el cuarto! Arruinan el ambiente para nosotros los solteros.
—Soltero, claro —se percató en escuchar a Roger—. ¿Por qué no vamos adentro? Ya está haciendo mucho frío.
La banda estuvo de acuerdo con Taylor y se retiraron en conjunto de vuelta a la cabaña.
Freddie fue a la habitación que compartía con Deacon y comenzó a sacar sus pertenencias para darse un baño de burbujas. Luego, sacó la ropa que tenía planeada usar esa noche y se la puso encima, simulando así el cómo se le vería. Era un par de jeans y una camiseta estampada de figuras distintas.
John entró.
— ¿Qué opinas? —Giró hacia Deacon.
— ¿Vas a salir?
— ¡Sí! Paul pasará a buscarme para que vayamos a un antro en el centro de la ciudad. Volveremos en la madrugada probablemente, pero nos llevará el conductor y el tipo de seguridad andará la mayor parte del tiempo con nosotros, así que no tienes de qué preocuparte.
—Te vas a ver bien, pero no creo que sea una buena idea. Mañana tenemos que trabajar y...
—Oh, Deacy, todo va a estar bien —tiró las prendas de ropa en la cama y fue a prender la luz del baño.
—Te pones irritable si no duermes más de seis horas, Fred.
—Oh, ya soportan a Roger. ¡Podrán lidiar conmigo! —Cerró la puerta.
— ¿Puedes callarte, Freddie? —Le exclamó Taylor desde la cocina.
John lo escuchó empezar a cantar mientras que daba el agua. Rió por lo bajo, sosteniendo una sonrisa y rodando los ojos.
—Ocuparé el teléfono —anunció a sus compañeros.
Roger asintió y caminó a donde Brian, mirando su perfil mientras que él lavaba los platos y los vasos.
—Freddie cada día viene con una cosa nueva —observó por el pasillo y vio que Deacon cerró la puerta de la habitación. Susurró—. Ahora va con Paul de arriba para abajo... ¿Estarán juntos?
—No pienso que ese sea el caso —se percató de que May negaba y sonreía, informándole de esa forma que le parecía un tanto imposible su especulación.
—Brian, Freddie es bisexual.
— ¿Y? Tú también lo eres y no andas coqueteando con todo el mundo por eso.
— ¡Mi caso es distinto porque yo estoy comprometido y en una relación hace tres años! —Sonrió, besándolo y haciéndolo reír—. Tres años. Eres mi tiempo récord. En cambio, Freddie está soltero y rodeado de personas que harían lo que fuera por ser algo suyo.
—No lo sé. Freddie sigue lidiando con el tema de Mary.
  — ¿Metiéndose con groupies que conocemos en las giras? Vaya manera de lidiar con una ruptura.
  —Cada uno tiene su forma. Yo pienso que solo son amigos. No porque ambos puedan gustarse significa que vayan a estar juntos, porque uno no sale con las personas que no le gustan.
—Como digas. Mientras Paul se mantenga ocupado y no esté cerca tuya, entonces me parece suficiente.
—Eres un celoso —escuchó a Brian riéndose en conjunto de responderle.
—Me enseñaron desde pequeño que debo cuidar lo que es mío —lo tomó de las caderas y lo volteó, rodeándolo por encima de los hombros con los brazos, haciéndolo encorvarse—. ¿Que tú no te pondrías celoso si es que me vieras con alguien que quisiera, no sé, robarme un besito? ¿De esos que sólo te doy a ti? Sé que eres más celoso de lo que yo.
—Solo un poco.
— ¡Mucho! —Lo besó por poco rato, bajando su mirada al cuello de Brian, viéndolo con hartas mordidas, recordando en consecuencia lo que hicieron en el estudio. Levantó la cabeza, haciendo contacto visual con él—. Amor, voy a preguntarte algo. Pero tienes que responderme con la verdad y no ponerte mañoso después, ¿sí?
—Claro.
—Después de que fui al baño en el estudio te vi en el pasillo hablando por teléfono. ¿Con quién hablabas?
—Con John.
— ¿Reid?
—Sí.
— ¿Por qué le sigues hablando? Ya te dije que no me gusta que hablemos de John, menos que lo llames. No entiendo qué es lo que tanto hablas con él, si ya ni siquiera es nuestro representante —arqueó una ceja y rió sin ganas de hacerlo realmente.
—Deberías dejar de preocuparte por cosas que no están pasando —Brian se mantenía calmado, tanto que hasta dejó escapar una risa suave.
  El tono con el que empezó a hablar Taylor, uno lastimoso, le empezó a causar problemas en continuar disimulando.
  — ¿Que no están pasando? Le estás hablando, entonces una de las cosas que pienso que suceden, sí lo hacen —notó la expresión decaída y triste que de pronto Roger mostró en el rostro.
  Se separaron, fueron al sofá, se sentaron y guardaron silencio, siendo aquí que Brian miró a Roger y vio lo triste que lucía. Hace tiempo que no lo veía así. Intentó remediarlo con darle besos y caricias en el rostro, llamando su atención así.
— ¿Qué pasa, ángel? —Le dijo, viendo sus ojos llorosos, secándole las pocas lágrimas que salieron de ellos—. No, no llores...
Taylor, a pesar de sentirse abatido, le respondió.
— ¿Recuerdas cuando estábamos en Southampton, el año pasado? Esa noche de la fiesta. Bajé y en los pasillos me encontré con Reid y nos detuvimos a hablar. La conversación empezó bien, pero después me preguntó qué tenía en contra suya y yo le dije que al principio yo pensé... —Roger sonrió, chasqueó la lengua y suspiró entrecortado—. De verdad pensé que quería ayudarme a llegar donde yo quería estar porque vió mi talento, ¿entiendes? Y de repente me dijo que sin una cara bonita no soy nada. Y mierda, sí, tiene razón, no lo soy —su voz se empezó a romper y las lágrimas a abandonar sus ojos—. ¡Pero eso no le quita lo hijo de puta!
Gritó, se puso de pie rápidamente, pateó la mesa de centro, la dio vuelta y rompió los adornos de vidrio que estaban puestos encima de ella. La pateó de nuevo a la vez que maldecía, siguió con agarrar una de las sillas y la tiró. No escuchó las tantas veces que Brian llamó a su nombre sino hasta que éste lo contuvo.
Pataleó para soltarse, pero al final estalló en llanto y se acurrucó entre los brazos de Brian para llorar, aferrándose de la ropa de May, oliendo esa fragancia a pino que tanto le gustaba que usara.
May acarició el cabello de Roger y lo sintió temblar en sus brazos.
—Está bien. Calma.
A pesar de decirle aquello, por dentro él también ardía en rabia. ¿Cómo se atrevía Reid a tratar así a Roger?
Por otro lado, John vio a Freddie regresar del pasillo a la habitación. Se miraron el uno al otro, sugiriendo que Freddie confirmó que Taylor había perdido la cabeza, como habían especulado.
  Mercury volvió a entrar al baño, por lo que John siguió conversando por el teléfono.
  —Terminé con todos los cálculos, pero aún así siguen sin calzarme varias cosas. ¡Ah, sí! Sería genial que me ayudaras. Ya que no puedo mandarte lo que tengo hecho, si puedes buscar información en los documentos que te dejó John, te lo agradecería. Debe haber algo en ellos, estoy seguro —Mercury salió del cuarto de baño ya vestido, modelando frente a él, pidiéndole una segunda opinión. Le enseñó su pulgar arriba, diciéndole que era una buena elección a la vez que escuchaba a Jim hablarle. Respondió después—. Sí, creo que sería buena idea que cuando volvamos de grabar nos juntáramos tú y yo un día para hablar de todo aquello. Nos hablamos mañana, buenas noches —colgó y volvió hacia a Freddie—. Te ves bien.
  — ¡Gracias!
  — ¿Estaba todo en orden con Roger y Brian?
  —Uh, supongo. Parece que pelearon o algo parecido..., pero era curioso. Se estaban abrazando —Mercury se dio la vuelta y luego empezó a buscar unas cosas dentro de los cajones de la cómoda—. ¿De qué hablabas con Jim?
  —Uh, ciertos temas que tienen que ver con John. Aún tiene que pasarnos algunos documentos entonces...
  —Ya me imagino. Deacy, tesoro, ¿tú no...? ¿No crees que John pueda volver, verdad?
Deacon permaneció en silencio solo por unos segundos.
  —No, Fred. Y es definitivo.
  —Sí, veo que es así —se cruzó de brazos y se apoyó contra la cómoda, mirándolo—. Pero aún no entiendo por qué no nos cuentas qué fue exactamente lo que sucedió.
  —Ya te expliqué. Quiso renunciar y su contrato acabó justo a tiempo.
  — ¿Y por qué le gritabas que estaba despedido? —Esperó a por su respuesta, pero al ver que se rehusaba a dársela, se metió las llaves al bolsillo de la chaqueta y cerró el cierre de ésta. La tensión que había era grande y aumentaba aún más si es que se acercaban. Abrió la puerta—. De seguro dormiré con Paul esta noche, así que no me esperen despiertos.
  —Oh... Que te vaya bien.
  —Buenas noches —se retiró, llegando rápido a la sala de estar, ignorando por completo el desorden y la situación en la que estaban envueltos Taylor y May—. Chaito.
  —Adiós —Brian fue el único de los dos que se despidió.
  Freddie se fue y John se quedó un rato, así que ya no quedaba mucho que hacer.
  Brian dejó a Roger en la habitación que compartían, acostado en la cama y descansando. Después de que lavó los platos y ordenó el desorden de vidrios rotos causado por el otro, regresó a ver cómo estaba Taylor. Se acostó con él debajo de las sábanas, abrazándolo por detrás ya que en un principio se negaba a acurrucarse con él, sin embargo, no tardó en ceder y terminar llorando contra su pecho, desparramando algunas lágrimas en su camiseta del pijama.
  Le acarició el pelo, luego le besó la cabeza y lo observó cuando la levantó.
  Roger tosió y sorbió la nariz.
  — ¿Le dejarás de hablar, verdad, Brian?
  La respiración entrecortada y la pena que el tono con el que hablaba le transmitía, eran algo que no quería ver nunca más. Era la manera de Roger de decir que estaba dolido, que se sentía triste y su única salida era él. Y sabía que era así, sabía que era su deber hacer que cualquier cosa que lo vulnerara desapareciera para siempre, y si Reid era el factor que lo impedía hacerlo, entonces tenía que hacer lo que fuera necesario para eliminarlo.
  —Nunca más le hablaré.
  La sonrisa que le dio Roger fue suficiente. Le tomó la cara con ambas manos, le secó las lágrimas y lo besó.
  —Eres mucho más de lo que crees que eres —aseguró.
  —No s-sabes ni lo que estás diciendo —Taylor rió por los besos que Brian le dió en todo el rostro. Soltó una risita pequeña y le sonrió después.
  —Te ves tan lindo cuando sonríes.
  Intercambiaron miradas y al final, besos. Suaves, dulces y lentos, que se sintieron como caricias en los labios.
  —Te amo —dijo Roger sin pensar—. ¿Tú también a mí?
  —Si supieras todo lo que hago porque te amo.
  Se acurrucó con él, volviendo a besarlo.
  Cuando Deacon regresó, ambos ya se quedaron dormidos abrazados debajo de las sábanas. Se olvidaron de apagar la lámpara sobre la mesilla de noche porque estaban agotados por todo el cansancio que comenzó ese día.
  John les apagó la luz, cerró la puerta, volvió a su habitación, se fue a la cama y, moviéndose de un lado a otro, se preguntó si seria lo correcto contarle a Freddie, Brian y Roger, las cosas que estaban sucediendo.
  "Después de todo, merecen saberlo, ¿no es así?", pensó. Como Freddie fue la única persona que pidió una explicación, y que parecía estar interesada en el tema, supo que no era necesario contárselo a los demás.
  Se recostó sobre su lado izquierdo, mirando lo frío y lo vacío que se veía el espacio que Mercury hubiese ocupado esa noche si no fuera porque salió con Paul. Tuvo una ráfaga de sentimientos al comprender que en esa ocasión dormiría solo, sentimientos que le incomodaba confrontar así de la nada. Se sentía extraño no estar acompañado por la noche.
  Lamentó quedarse dormido con el pensamiento de que Mercury estaba enojado con él.
  Pasó la medianoche.
  El reloj estaba iluminado por la luz que se metía por entre las cortinas. Aún así, veía demasiado borroso para saber la hora exacta.
  Se apartó de Brian, lo miró fijamente un rato y lo besó en los labios suavemente para no despertarlo. No había dormido esa noche. Se levantó de la cama, se puso algo para cubrirse del frío exterior, luego caminó hasta la orilla del río y se sentó en una roca.
  Miró hacia el cielo, recordando una de esas tantas noches en que cuando era niño, su madre lo acostaba antes, lo arropaba y le daba un beso de buenas noches a pesar de que él se quejaba de lo temprano que lo mandaban a dormir. También cuando comenzó a dormirse tarde pero a costo de tener el rostro adolorido, y de levantarse a la mañana siguiente con una mancha de color verde y morada que salía en el lugar que le dolía y lo acompañaba el resto del mes. De esas noches, cuando él y Claire tenían que dormir en la misma habitación, y él se salía por la ventana al techo de su casa para mirar las estrellas hasta el amanecer porque Brian le había comentado que desde su techo tenía una buena vista. O igualmente cuando se quedaba dormido, escuchando a lo lejos las atareadas e intensas conversaciones entre sus padres, las cuales, cuando cumplió los doce años, aprendió a tapar con el sonido de los tambores y platillos de su batería.
  Todo lo que recordaba lo escribió en el papel con líneas de su cuaderno.
  Escuchó el sonido de una rama rompiéndose e inmediatamente se volvió hacia la dirección del origen del sonido. Cuando vio una sombra acercándose a él, su corazón comenzó a acelerarse cada vez más y se sorprendió, sin poder moverse, sin poder gritar por lo atónito que estaba, dando un salto pequeño cuando vio al misterioso ser caerse cerca de las orillas del río. Salió de su transe con que escuchó un quejido de dolor siendo emitido por la figura que ahora se intentaba levantar a duras penas.
  Dejó sus pertenencias sobre la roca, se acercó al cuerpo tirado en el suelo, agarró un palo y empezó a picarlo con éste hasta que se volcó.
  —Fred, eres tú —suspiró con alivio, calmándose por fin los latidos de su corazón—. Me asustaste.
  — ¿Roger?
  —Sí —lo agarró de un brazo y lo ayudó a levantarse. Puso el brazo de Mercury al rededor de sus propios hombros, caminando hasta la roca, sentándolo ahí. Hizo una expresión de disgusto, apartando la mirada y agarrando aire lejos del perímetro de Frederick. Aún así se sentó a su lado—. Apestas a lo que sea que hayas tomado y de nota que estás más borracho que la mierda. ¿Dónde está Paul? Él debió de haberte acompañado hasta aquí.
  —Lo perdí en la disco. Regresé sin él —Mercury pronunciaba pobremente. Se rió—. ¿Dónde crees que estará ahora? Yo pienso que en la tierra de Oz, con los gatos de Glinda, o navegando los siete mares de Rhye —hizo señas con sus manos mientras miraba a los ojos a Roger, dándole énfasis a lo que le contaba. Reposó la cabeza en uno de los hombros de Taylor, bajando los párpados a pestañeos lentos—. ¿No deberías estar...? —Bostezó—. ¿Estar durmiendo con Brian?
  —Intenté.
  —Siempre intentas e intentas... ¿Es que logras algo alguna vez?
  —Vaya. Qué pesado.
  —Necesitaba sacarlo de mi sistema. ¿Qué era lo que hacías aquí?
  —Escribía.
  — ¿Una carta de amor para Bri? Qué tierno —separó su cabeza, mirándolo con los ojos entrecerrados—. Cuando los vi por primera vez supe que algo pasaba, es que eran muy obvios. No sabes cuánto me gustaría tener una relación como la suya, tan bonita y perfecta, aunque claro, igual se sacan la mierda a veces cuando pelean, pero esos son detalles mínimos. ¡Ay, no puedo esperar a su boda! —Exclamó a los cuatro vientos.
  —Sí, yo tampoco.
  Miró la expresión del rostro de Taylor y le dio un golpe más menos fuerte en el brazo, llamando de inmediato su atención con él. Se disculpó al notar que se le había pasado la mano.
  —Mira, sé que no invitaron ni a Deacy ni a mí a su boda, pero no hay razón para sentirse mal por no hacerlo. No te voy a mentir, me enojé al principio, pero...
  —No —interrumpió Roger—. Brian ni ha mencionado la boda.
  — ¿Y era por eso que estaban como, raros hoy en la tarde? Tenían varias cosas tiradas en el suelo y algunas decoraciones se rompieron —mencionó algo incómodo y  expectante a que la respuesta fuese esa que él pensaba—. Vamos a tener que pagar eso —se echó en la roca, cerrando los ojos.
  —No, ustedes no se molesten en pagar nada. Después de todo, fui yo el que hizo eso..
  —Entonces si no se pelaron, ¿por qué...? —Taylor se acostó consiguiente suya. Se recostó sobre su lado izquierdo, quedándose frente a frente con su amigo—. ¿Qué pasó?
  Supuso que tenía que leer las líneas que estaban claramente escritas en desorden, encontradas en la página abierta ante él, así que tomó el cuaderno de Roger en su mano.

CigarettesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora