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  La primavera estaba acabando y por lo tanto, otras cosas también. Ya se acercaba el otoño y las hojas de tonalidades rojas, amarillas y anaranjadas que caían de los árboles se veían con más frecuencia en las calles adoquinadas de la ciudad, donde, de igual manera, era común apreciar volantes con imágenes de Queen pegados en las paredes y en los postes de luz.
  En algunas ocasiones, los fanáticos los arrancaban y se los llevaban a casa, en otras, la masa pasaba por al lado de ellos o los pisaba sin querer cuando andaban merodeando por las veredas.
  El último concierto en el Hyde Park daría de qué hablar, absolutamente.
  La prensa se encontraba expectante del siguiente paso de la banda a pesar de haber cubierto la semana anterior su paso por Edimburgo y Cardiff.
  Mas el panorama se creía igual de monótono que una pintura vista miles de veces en el mismo cuadro en el exacto lugar. Tal como la que reposaba en la pared del fondo del escritorio de John Reid.
  —Sí, la grabación del disco estaba prevista de ser detenida por unos dos o tres días exclusivamente, pero una gira no es de tan corto plazo, Jim. Pensé que lo tenían en cuenta —intentaba justificarse éste, reduciéndole la importancia al tiempo que la pequeña gira consumió—. De todas formas, el lunes vuelven al estudio para continuar grabando, por si eso es lo que les preocupa. Paul irá con ellos para asegurarse de que así sea.
  —Oí que hablaste con Richard Branson antes de todo esto. Siento que solamente están entreteniendo al Reino Unido.
  —Tal vez estás en lo correcto, solo estamos entreteniendo al Reino Unido, dándoles lo que quieren por primera vez. No importa cómo le llame a esto la gente, pero están llenando estadios, Jim —pausó—. Branson tenía un buen punto; este país no parecía simpatizar demasiado con Queen, pero después del concierto de mañana de seguro ya tendremos al público satisfecho. Espero que hayas entendido esta decisión.
  —Comprendo que solamente es una semana la que perdieron, pero no me pareció la mejor idea hacerlo cuando están en plena grabación del nuevo álbum.
  —La discográfica está enterada. Si existe cualquier desacuerdo en la marcha, me lo dirán a mi. Si pasa a problemas mayores, contactaré contigo.
  —Si tú lo dices —lo escuchó decir entre dientes—. Solo espero que tengas en cuenta que la banda está abarcando la mayor cantidad de conciertos posibles y, por como van, no falta mucho para que quieran irse en otra más grande ésta vez.
  —Lo supuse —levantó su vista hasta el abogado, regresándola a su escritorio, empezando a guardar sus cosas—. A la que ellos graban, yo planeo la gira de mi otro cliente. Viene llegando de una así que por el resto del año, aparentemente estoy desocupado. Ocuparé el tiempo. La discográfica no pedirá noticias nuevas sino hasta en unos dos meses más.
  Arreglar las mangas de su traje lo mantenía ocupado, mas cuando acabó no encontró mejor cosa que hacer que pasear por las paredes de la oficina, encontrándose tempranamente con el reloj que marcó la llegada de las seis de la tarde.
  —Pero ya llegará el momento de preocuparse por las giras y demás —se desplazó cada vez más cerca de la puerta—. Yo ya me voy. Los chicos están por llegar al parque para la prueba de sonido y tengo que checar si es que todo anda en orden. ¿Quieres venir o prefieres que sea tu gran sorpresa del día de mañana?
  Jim sonrió.
  —Te acompaño.

[Hyde Park, Londres, Inglaterra. – Segunda semana de septiembre, sábado, diez de la noche].

  La organización del concierto ya le parecía tediosa: la renombrada prueba de sonido que tantas veces tuvieron que hacer por pequeñas fallas de conexión en los sistemas, les consumió varias horas. Pero no solo eso aportaba a su aburrimiento, sino que también el hecho de que tenían todo un parque por aprovechar y eran obligados a estar presentes en un solo lugar del mismo por culpa de la prensa y otras compañías que tampoco le contentaban la estadía.
  Para distraerse presenciaba los juegos de luces desde su lugar, siguiendo el haz de luz  que la exagerada cantidad de reflectores formaba en el cielo nocturno, alumbrando de paso el manto de oscuridad que cubría los árboles del parque, haciéndolo lucir un poco menos misterioso cuando la luz le llegaba.
  Bajó su vista, ahora manteniéndola exclusivamente en Brian, en conjunto que recapitulaba las respuestas vagas que el nombrado le daba a sus preguntas y las teorías que tenía del por qué de ellas.
  Todo se le juntaba en forma progresiva, sin embargo, parecía no poder descifrar la incógnita, parecía ignorar las pistas que tenía.
  El tiempo para desenmascarar la verdad se consumía rápido, tal como el cigarrillo que  ardía entre sus dedos. Al final no le quedaría más opción que sacar otro y dilatar el proceso hasta acabar con la caja, al igual que con sus recursos.
  Analizó desde todos los puntos de vista que creía posibles, mas no hallaba una forma de mejorar el asunto y nadie más que Brian sabía que pasaba dentro de su mente.
  Pero se estaba hartando de poco a poco y perdería el interés en saberlo antes de darse cuenta.
  Irónicamente, cuando llegara ese momento, él ganaría y May perdería con una ventaja que éste mismo le entregaría.
  Exhaló todo el humo, tirando el cigarro al suelo y aplastándolo con el zapato, poniéndole atención de vuelta a la conversación que Freddie y el mánager tenían.
  —Cuando terminen éste disco, ven a hablarme de otra gira, ¿quieres? —John dejó ir una risa—. Creo que precisan leer lo que dice la prensa —estampó con suavidad contra el pecho de Mercury el periódico que sostenía—. No les haría daño pisar el freno un poco —dio dos palmadas en la espalda de con quién charló, retirándose.
  El cantante desdobló el diario, leyendo en voz alta las letras grandes del titular que en esta ocasión se les ocurrió a los periodistas ociosos, como los llamaban ellos.
  —"El concierto gratuito de Queen: ¿estará la agrupación buscando únicamente aprobación del público?" Oh —emitió, poniendo de lado el objeto porque ya se molestó—. Que abarcamos mucho, que muy poco, que somos unos flojos. Si no es esto, es esto otro. ¿Cuándo mierda nos ganaremos a la prensa? ¡O incluso a los que trabajan con nosotros! Basta con ver a John para decir que todos están en nuestra contra. Antes me avivaba tanto lo que yo decía en un principio. ¿Gira? ¡Claro! ¿Programa de televisión? ¡Ya te habías tardado en decirlo! —Mercury recreó varias de las pláticas que el representante y él fueron partícipes, sentándose en uno de los amplificadores, admirando las hectáreas a las que el escenario daba vista.
  Roger imitó su acción.
  —John sigue diciéndonos que no hagamos ninguna entrevista sin decirle a él primero y estoy seguro de que eso es lo que nos detiene de simpatizar con ellos —observó a Taylor agarrar los papeles, hojeándolos, jugando con las puntas de las hojas en vez de leerlas—. De todas maneras, la prensa está hablando de nosotros, inevitablemente nos están dando fama que no les pedimos de forma directa. Prefiero que hablen a que no nos conozcan.
  —Oh, cariño, ¡no me interesaría que hablaran si fuera algo bueno! Pero están diciendo tantas mierdas que no son verdad que, ugh, ¡me enoja!
—Nunca se cansarán —oyó a Paul sumándose a la charla.
— ¿Que esto no debería ser controlado por Reid? ¿Qué hace diciéndonos que leamos las revistas y los periódicos cuando tendría que estar amainando todo esto, mandándonos a entrevistas para contradecir todo lo que aseguran?
  —Tal vez está esperando a que se amaine el asunto. No siempre es bueno presentarse cuando están los rumores recién apareciendo.
—Si esperamos más nos moriremos, Paul. John está fuera de su órbita, ¿huh? Ahora que le seguimos el juego, Justo decide centrarse más en sus otros clientes y ya mismo es cuando más lo necesitamos presente.
—Sí, Roger tiene razón. Si no fuera porque esos clientes me caen bien, hace buen rato que hubiera alegado... —La mueca que mostró no transmitía nada de conformidad.
—Podrían hacer un esfuerzo por entenderle, al menos... No hace mucho que John viene llegando de una gira y ustedes mañana terminan una. Concuerdo con él, tienen que esperar un poco. Están abarcando demasiado y eso a la larga los agotará.
  Dentro de un rato, el bajista se presentó ante ellos, confirmándoles que ya todo estaba en orden y que su presencia no era requerida sino que nada más para el día siguiente.
  La banda agradeció de antemano la ayuda del personal para el concierto mañana, después, caminaron en dirección a los estacionamientos con discreción, evitando encontrarse con los reporteros y los fotógrafos que expectantes de toparse con los músicos, los esperaban en una de las salidas del parque, no precipitando que ellos tomarían otro camino a casa.
  Al menos aún tenían la oportunidad de irse en sus propios automóviles y no requerir de coches blindados con conductores cuya paga podría alimentar a medio país.
  Era entretenido preguntarse por qué su pareja y él habían venido en coche si su hogar quedaba tan cerca de parque, soñando con una caminata con su novio tomados de la mano, recordando que era imposible.
  Roger se sentó de copiloto, dándose cuenta de que por primera vez se le había quedado en la memoria algo que Paul dijo, eso de que se agotarían.
  Arrancaron.
  Agotarse: esa palabra que se negaba a hacerse familiar a sus oídos, esa de la que había comenzado a ser testigo día a día, de la que parecía ser víctima.
  Todos daban la impresión de estar haciendo algo importante, de estar avanzando, pero Roger se sentía estancado.
  Freddie se casaría el próximo año con Mary y John se mudaba de casa de sus padres junto a Verónica porque estaba embarazada.
  Se le había quedado grabada la alegría que John demostraba cuando Frederick, Brian y él discutían sobre si los consejos que le daban al próximo papá del grupo servían o no, encontrándolo irónico ya que ninguno era experto en el tema, y cuando Mercury les advertía que debían ir bien vestidos a su día especial.
  Ahora intentaba buscar algún punto de su situación que fuera totalmente débil, algo que en algún momento los bajara de ese sentimiento emocionante y divertido de montaña rusa.
  Pero estuvo frente de sus ojos y no lo vio.
  No vio cuando John intentaba responder sin que se escuchara rastro de su complicación en su voz por imaginar lo que sus padres le dirían por haber dejado embarazada a Verónica antes de siquiera casarse, indagando en silencio una forma de llevar a cabo la ceremonia antes de que la prensa llegara a él y revelara lo que sucedía.
  No vio cuando Freddie sonreía, anhelando por un poco más de tiempo, pidiendo una pausa para entender cómo pasó tan rápido.
  No supo que él tenía claro que nunca hubo forma de evitarlo, que no existe forma de detener el plazo de algo que se terminó hace tanto, de algo inexistente a los ojos forasteros que intentaban comprender.
  Miró el semáforo en amarillo, luego con atención el nombre de la calle en que se encontraban y allí se pronunció por encima del silencio que existía dentro del automóvil en donde Brian y él se encontraban, pidiéndole que lo llevara a casa, a su casa.
  Recibió una mirada que sí bien fue dejada a su interpretación, era claro lo que decía.
  —Llegarás tarde mañana —el castaño lo observó directo a los ojos. La luz roja del semáforo iluminaba el lado derecho de su rostro—, ¿pero supongo que eso no te interesa?
  —Te dije que mañana a primera hora irían a ver la casa porque la estoy intentando vender, pero supongo que eso tampoco te interesa —se encogió de hombros.
  Y esa fue la única conversación que tuvieron todo el viaje, incluso hasta mañana.
  La despedida fue un beso, solamente en la mejilla que ni siquiera alcanzó la altura de los labios, como esos que se le daban a un conocido después de un reencuentro sorpresivo.
  Cuando estuvo frente de su antigua casa, la oscura edificación con su sombra sobre él parecía consumirlo, no precisamente invitándolo de forma grata a entrar.
  Subió las escalinatas de la entrada, poniendo la llave en la ranura y sacándole el pestillo, reprimiéndose de volverse hacia el coche, dándose cuenta de que no debería haberse adelantado en decirle aquella mentira.
  Mañana no vendría nadie a esa casa.

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