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  [Dos de la tarde. Residencia Taylor – Reino Unido, Inglaterra. Finales de 1974]

  Roger se despertó repentinamente debido al sonido chirriante del timbre de la puerta principal de su hogar.
  Ya aburrido de este ruido, se levantó con dificultad de su cama y cuando finalmente lo hizo, miró el reloj; eran las dos de la tarde.
  Suspiró pesadamente, se puso una pollera que había encontrado tirada por allí y salió de su habitación, yendo hacia las escaleras y bajándolas. ¿Quién podría estar con tanta necesidad de ser atendido esperando detrás de esa puerta? Abrió la puerta de mal humor, aunque cambió de parecer al ver a la persona tras de esta.
  —Por fin me abres —Brian miró a Roger, quien no se molestó en saludar—. ¿Es broma que recién despiertas?
   —Lo que parece broma es que te sorprendas de esto... —el rubio se hizo a un lado para dejar entrar a su amigo, quien pasó de inmediato musitando «permiso» en voz baja— En mi defensa, mi despertador se echó a perder.
  —Yo te enseñé esa excusa, no sirve que la uses conmigo —le dijo May mientras reía, cambiando de tema consiguiente. Puso sus manos en sus propias caderas, mirándolo en forma de reprenda—. Tenemos ensayo en una hora, por si no te acordabas.
  —Pues no, no me acordaba... —se rascó la cabeza mirando al más alto. Al menos con su despiste le sacó una sonrisa, lo que lo alivió.
  —Es por eso que vine antes. Ahora, tú ve a arreglarte —el otro hizo una mueca en señal de protesta—. Oh, no te cuesta nada. Si quieres, mientras lo haces yo te haré el desayuno... ¿almuerzo? No importa, solo no te demores mucho.
  Roger tornó sus ojos para finalmente asentir y subir las escaleras hacia su habitación. Una vez en ella, abrió su armario, sacó algo de ropa, y después de esto, se dirigió al baño. Cuando llegó al ya nombrado, se despojó de sus prendas y entró a la bañera.
  Mientras, en la cocina, el castaño buscaba ingredientes para utilizar en el desayuno que le haría a su compañero, sin embargo, tan solo encontró cajas de pizza y vasos de comida china que ya había sido consumida. Después de una tercera hojeada al refrigerador, halló unos huevos, los cuales podía acompañar con el tocino que había resultado encontrar anteriormente.
  Se le iba a hacer difícil cocinar eso, pero lo soportaría.
  Después de preparar la comida, aprovechó de limpiar un poco el fregadero antes de que llegara quien esperaba.
  Cuando el rubio terminó de ducharse, cerró la llave, salió y secó su cuerpo. Poniéndose la ropa anteriormente elegida, bajó con el pelo mojado y fue a la cocina, donde vio a Brian barriendo. Sonrió tiernamente al verlo.
  — ¿Cuánto cobras por tus servicios de ama de llaves? —el recién llegado se sentó en la mesa, tomando el tenedor para comenzar a comer. El guitarrista terminó de barrer la basura y la amontonó toda en un espacio. Lo miró después.
  —Cincuenta libras.
  — ¿Qué? ¡Eso es un robo!
  —Considerando lo desordenada que está tu casa, no lo es. —Brian siguió limpiando y, al dar la última barrida, se sentó en una silla frente a él para acompañarlo mientras comía.
Se apoyó en su mano, viendo cómo su acompañante devoraba el huevo con ansias, al parecer no había comido bien desde hace bastante rato ya— ¿Sabe bien el embrión cocinado de lo que pudo ser un lindo pollito?
  —Oye, estoy comiendo, gracias...
  El contrario se rió por la reacción del rubio, quien lo miraba arqueando una ceja. Continuó pero no sin antes tragar lo que tenía en su boca.
  —¿Sabes? si no fuese por ti seguiría durmiendo, por consecuencia, hubiera llegado tarde nuevamente y Freddie se habría enojado otra vez —el ojiazul rió tomando otro trozo de su desayuno para devorarlo nuevamente, el ruloso tan solo lo miraba—. Así que, gracias.
  —En realidad, presentí que te ibas a quedar dormido y por eso vine. Tú no te habrías despertado a esta hora solo ni por si acaso.
  Quien comía, miró al mayor sonriendo mientras terminaba el tocino, riendo por momentos junto a Brian.
  La conversación continuó y en intervalos, la dupla se miraba disimuladamente el uno al otro hasta que el menor terminó de comer.
  El dueño de casa, llevó el plato sucio al fregadero, para luego voltear hacia su amigo, quien estaba dirigiéndose a la escalera buscando su habitación.
  —Oye, si vas a subir al menos dime qué es lo que vas a hacer —Roger siguió a paso apresurado al ruloso—. Aquí, idiota —el ojiazul volteó a May, quien se había pasado ya dos habitaciones más a la derecha.
  Él entró sin ningún cuidado a la habitación del contrario, viendo montañas de ropa acumulada, basura bajo la cama y esta misma, deshecha.
  — ¿Hace cuanto se supone que fue la última vez que ordenaste tu habitación, o más bien tu casa? —el de ojos avellana inspeccionó los montones de ropa, hasta un sostén había tirado en los mismos, pero no lo tomó en cuenta.
  —Qué se yo. Mi trabajo es ser músico, no ama de llaves.
  — ¿Me darías veinte libras por ordenar tu habitación?
  — ¡Já! ¿Crees que tengo dinero?
  —Tengo mis necesidades.
  —Bueno, yo igual. Aaah... debí haberle hecho caso a mi tía e irme a Estados Unidos con ella, por lo menos comería bien todos los días —lo miró—. Diez libras por ordenar y yo te ayudo.
  —Quince.
  —Está bien...
  El chico empezó a recoger las cosas tiradas en el piso de la habitación de Taylor, el segundo nombrado hizo lo mismo, empezando así a ordenar. Al final, cuando terminaron, sacaron una mochila en donde meterían todo lo que Roger necesitaría para quedarse en la casa de John los cuatro días que sucedían a este.
  — ¿Qué se supone que llevas tú? —el más bajo preguntó. Dentro tenía solo su pijama y su cepillo de dientes, no sabía qué más meter.
  —Pues lo que se lleva a una pijamada. ¿Que acaso nunca has ido a una?
  El rubio se quedó callado, mientras tomaba unas cuantas prendas y las metía en su mochila, Brian solo lo miró sorprendido.
  — ¿En serio nunca has ido a una? ¿Solo una? —el otro le devolvió la mirada, riendo por la pregunta.
  —Pues no, eso es cosa de niñitas.
  — ¡Con más razón deberías haber ido a alguna! —Roger, aún riendo, lanzó un calcetín apestoso a la cara del ruloso. Este, esquivó el misil lanzado por el rubio y, luego, siguió riendo— Bueno, ya que no has ido a ninguna, lleva lo que yo llevaba cuando me quedaba en tu casa cuando éramos pequeños.
  —No puedo llevar todo mi closet... —dijo en forma de broma, sacándole una risa al más alto, se miraron por unos segundos, para luego seguir en lo suyo.
  May se acercó a paso lento a Taylor, apoyándose en una mesa cerca de él.
  Observó detenidamente el rostro del rubio ahora que lo tenía cerca, y este, notando la mirada de Brian sobre él, volteó lentamente y elevó su dedo índice, encaminándolo hacia a uno de los orificios de su nariz. Al llegar a este, fingió hurgárselo, sacándole de esta forma delicadas risas al guitarrista. Al escuchar éstas, Roger detuvo la acción y observó el rostro sonriente de Brian, dándose cuenta de que nunca antes le había escuchado reírse así. Esbozó una sonrisa, sus ojos se iluminaron con un brillo peculiar: el baterista se sintió notoriamente bien al experimentar la sensación que le dieron esas risas. Mientras terminaba de cerrar su mochila notó que este aún mantenía su mirada en él.
  — ¿Ya acabaste?
  —Sí, me pongo este mismo bóxer los cuatro días —con este comentario rompió la curiosa tensión que se estaba formando.
  —Roger, sabes que te quiero... pero a veces me das asco —le dijo riendo.

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