Después de esas dos semanas, volví.
Navidad la pasamos juntos, desenvolviendo un par de regalos que una vez solo soñamos con tener, mirando por las ventanas de la sala de estar la nieve acumulada del día anterior, como cuando éramos niños. Ese recuerdo de nuestra primera navidad juntos siempre que puedo lo reproduzco con melancolía.
Tal como la nieve que caía y se quedaba en mi cabello, lo hizo el confeti y serpentina en el día de año nuevo. Dejamos a Deacy beber de más para reírnos un rato de cómo bailaba con la música de la radio, riéndonos aún más cuando se puso una canción nuestra y preguntó que quién la tocaba.
Esa madrugada después de la fiesta me fui caminando junto con Brian a casa, apreciando el cielo, mirándolo cuando entrelazó sus dedos con los míos, riéndose e intentando calentar mis manos cuando se dio cuenta de lo frías que estaban. Fue la primera y única vez que pudimos tomarnos de la mano en la calle.
Con el paso de los días no hubo más que besos, paseos de media noche en su auto, bailes en la sala de estar a las dos de la madrugada, intentos fallidos de cocinar platos refinados, y una que otra sesión improvisada de astronomía en el balcón de nuestra recámara, muertos de frío, pero juntos, muy pocas veces conversando, varias ignorando el olor del cigarro que estaba entre dos de mis dedos que al final apagaba para besarlo, comúnmente acabando acurrucado en su pecho, quedándome dormido al son de sus latidos, despertando siempre a su lado, buscando una forma de tenerlo aún más cerca de lo que ya lo tenía.
Luego de esas discusiones todo parecía bien, de hecho. Congeniábamos con la misma fluidez de cuando éramos un cercano par de amigos que estaba en la universidad, incluso más. Quedó claro que eso que pasó antes se quedó en el olvido como un acontecimiento de poca importancia, como debía ser.
Ahora se aseguraba de sonreírme siempre, besarme cada que cabía una oportunidad, reírse de la mayoría de las cosas, incluso hablaba más de lo que antes. Era enérgico, amoroso, su buen ánimo se te contagiaba rápido y fácil.
Recuerdo que no toqué ni un solo cigarrillo en todos esos días.
—Era Fred. Llamó para regañarnos —me dijo Brian mientras volvía a sentarse en el sillón, mirando mis manos que inquietas jugaban con las baquetas. Suspiró, apartando la vista, agarrando su cámara y examinándola—. Deberíamos haber ido.
—Es solo una junta, amor —reí, intentando calmarlo.
—En la que estaba el personal que nos acompañará en la gira, los patrocinadores y obvio que John, Paul, Bob y Roy... ¿No creerías tú que es un tanto sospechoso que los dos faltásemos?
—Relájate, Brian. Mientras Deacy y Freddie estén para cubrirnos no hay mucho de lo que preocuparse —caminé a él y lo besé hartas veces en su cuello a la vez que le quitaba de las manos su cámara, escuchándole reír. Me senté en su regazo—. ¿Me vas a decir ahora que preferías estar allá a que aquí conmigo? —Lo abracé—. ¡Aquí estamos calientitos y sin que nadie nos moleste!
—Claro que prefiero estar aquí contigo, bebé, pero ahora que Fred me contó todo lo que hablaron siento que es, no sé, bastante importante ser responsables con nuestra parte del trabajo. Mencionó que nos iremos el trece de éste mes.
—En unos días más, solamente.
— ¿Poco tiempo, no es así?
—Algo —me besó, haciéndome sonreír. Tomó mi mano, la misma que tenía el dedo que contaba con el anillo.
Miré arriba, hasta su cara, encontrándome con su mirada que evitó la mía, concentrándose solamente en la sortija.
—A pesar de que han sido meses, no pides respuesta, ¿por qué? —No me dio tiempo para responder—. Se ha pospuesto tanto, joder. Todo por mi culpa.
No entendía por qué tenía tanta prisa, le urgía hacerlo, como que él corría completamente a contrarreloj.
Hablaba de manera tan seria que me llegaba a asustar.
—Estás siendo tan paciente y bueno conmigo y eso no lo merezco... Créeme que no.PARTE IV
[Old Windsor Estate – Londres, Inglaterra. Diez de la noche, enero de 1977]
La fiesta lucía comprometedora a primera vista; la música se escuchaba desde la cuadra anterior, la lista de invitados era larguísima, la fila del valet igual. No sería una sorpresa que a los días, en algún periódico o revista se leyera alguna loca historia que pasó entre las paredes de una de las propiedades del joven artista Elton John.
En la espera, John y Roger miraban a la bonita y bien cuidada fachada de la mansión, boquiabiertos. Las hojas de los árboles estaban podados con figuras varias, las ventanas casi incontables y las celebridades que entraban en la casa los sorprendían más y más.
—El álbum se está vendiendo bien, todo lo de la gira está estipulado y lo único que les queda es hacer las maletas, así que no vi nada de malo en que asistieran a la fiesta de hoy. Si es que se están quejando por lo exclusivo de las invitaciones piénsenlo por un minuto, Elton no invita a cualquiera.
—Freddie y Brian son los únicos que se están quejando —Deacon se despegó de la ventana, sentándose bien y comiendo dulces que estaban en una pequeña repisa del automóvil—. Por mi lado no podría haber traído a Verónica ni aunque quisiera, tenía que trabajar mañana. Y Fred... ¿no que Mary tiene que trabajar mañana igual?
—En realidad, sí. Aún así...
El auto comenzó a moverse.
—Denle esta noche una última probada a la libertad —bromeó y reparó en la mano de Brian, viendo la sortija con pedrería cuyo brillo recordaba de otra parte—, que cuando vuelvan ya no la tendrán.
Entraron por la parte trasera, resultando inmersos de inmediato en el ambiente agitado y movido de celebración. La música sonaba fuerte, personas que ni conocían los saludaban, otras pasaban por las multitudes repartiendo tragos, algunas mujeres trataban de detenerlos y quedarse conversando con ellos, mismo era el caso de algunos hombres.
Caminaron hasta el patio en donde todo se encontraba más tranquilo.
Roger iba de los últimos por elegir agarrar una de las bebidas de las bandejas que traían los empleados, corriendo hasta al grupo tan rápido como pudo para que no avanzaran más, ya que estaban detenidos a medio camino, formando una media luna al rededor de no-tenía-claro-qué.
Los alcanzó y apartó a Paul del camino para meterse como pudo, viendo al anfitrión de la fiesta saludando a sus amigos y de imprevisto a él. Era como una bola disco; su blazer de satín azul y sus aplicaciones de lentejuelas relucían con las luces del patio. El par de anteojos combinaba con su atuendo y sus zapatos tenían unos tacones muy altos, haciendo que se preguntara cómo es que no se doblaba los pies al caminar. Todo tenía aplicaciones de brillantes.
— ¡Quería una estar en un ambiente así junto con todos ustedes desde hace tanto! Hablar a través de un intermediario se volvió tan aburrido, verlos solamente en conciertos y ese tipo de cosas igual —se detuvo en Brian—. Justo contigo quería hablar.
— ¿Yo?
—Tantas preguntas en tan poco tiempo, ¡Dios, tan rápido que van estos hombres! Tengo un buen rato para explicar porque supongo que se van a quedar hasta tarde, ¿no?
—Uhm, sí, eso tenemos planeado...
— ¿Ven? —Sonrió, agarrando del brazo a Brian—. Síganme, vamos a sentarnos o algo, así no estamos en la pasada. John nos irá a buscar algo para beber a todos —volteó hacia el manager, entregándole su copa vacía, sugiriendo que la fuera a rellenar, cambiando su tono cuando le habló—, ¿cierto?
John arqueó una de sus cejas, resoplando.
—Cierto —sonrió, retirándose al acabar de hablar.
—Nos alcanzará dentro de poco así que no hay nada de malo en que avancemos. ¡En marcha!
Los guió hasta un hoyo de conversación con un bonito sillón largo de cuero blanco, una mesita de centro con picadillos, una alfombra roja mediana con diseños de moda, y un piso de madera beige que resaltaba a pesar de estar cubierto en su mayoría por el tapete carmesí. La zona era algo como la atracción principal del patio; tenía un techo que la cubría y luces que la iluminaban, estaba rodeada por árboles y algunas bañeras para aves que parecían mas bien pequeñas fuentes.
Todos tomaron asiento, dispuestos a empezar a charlar, mirando a los meseros que limpiaron la mesa de centro y pusieron bandejas y distintos bocadillos a disposición del grupo.
— ¿Desde cuándo que son tan buenos amigos, eh? ¿De dónde o qué? —Preguntaba Roger a Brian, a quien tenía a su lado.
—Créeme que estoy preguntándome lo mismo que tú —sacó una copa de champaña, tomando y luego echándose para el lado de su pareja—. ¿No te pusiste celoso, cierto? —May le susurró al oído, soltando una risita.
Rodó sus ojos.
Frederick empezó a hablar.
—Juré ver a unos tipos que hacían mierdas locas con el fuego y con antorchas y mierdas así, incluso contorsionistas y, oh —observó por el espacio del medio de los arbustos, divisando una banda a lo lejos—, ¡hasta una banda en vivo con su propia pista de baile! Sí que sabes sacarle provecho a todo el espacio que tienes, tesoro. ¡Esta fiesta está genial! —Felicitó Freddie a su amigo—. No paran de llegar invitados. ¿Éste día tiene algo de especial que estás celebrando a lo grande?
—Todos los días son especiales, es solo que hacemos que el mundo lo sepa cuando pensamos que es importante... —Elton movió su copa en círculos pequeños, haciéndole espacio a John para que se sentara a su lado—. Pero a diferencia de mí, ¡ustedes sí tienen algo por lo que celebrar! Felicitaciones por lo de su nuevo álbum y por la gira que se les viene, espero les vaya genial. Hasta les haré un brindis, ¿eh, se animan? —Levantó su copa, los presentes lo acompañaron en el primer brindis de la noche.
Todos chocaron sus copas, el ruido se mezcló con la música disco que tocaba la banda.
— ¡Tenemos que ir a bailar esa canción, vamos! —Freddie se llevó a John e intentó con Roger, pero éste se negó. Insistió a que se sumara—. ¿Por qué no te animas y te mueves un poquito?
Taylor se dirigió exclusivamente a él murmurándole y recargó su voz en la última palabra de su oración.
—Uno: no bailo. Dos: ¿crees que dejaré a Paul y a Elton sentados al lado de Brian, solos?
—Oh, no tienes de qué preocuparte, tesoro. ¡Paul, ven con nosotros! —Agarró de igual forma a Taylor y a Prenter, dejando en soledad al trío.
Pero a Elton no le bastaba con aquello, necesitaba total privacidad y Reid le privaba ese privilegio. Puso su copa vacía en la bandeja que uno de los meseros recogía y se fijó en las miradas que él se daba con su pareja; efervescentes, candentes, casi desnudándose con ella.
Normalmente asustaría con un grito al trabajador y luego se encerraría en su recámara a tirar cosas a la mierda, rompiéndolas, consumiéndose en ira, pero hoy solamente alzó su voz con un tono alegre.
—John, lindo, ¿por qué no vas a entretenerte con otra cosa mientras tanto?
—Bueno, no hay muchas opciones...
—Pero si hay tantas cosas con las que normalmente te entretienes —rió alegremente, poniendo su mano en el muslo del de cabello corto—, como el mesero, por ejemplo —murmuró entre dientes, harto de lo mismo, dolido, pero mostrándose aún feliz. Dio palmadas suaves en el lugar en que reposaba su mano, animándolo.
John guardó silencio, burlándose de él sutilmente con muecas, tomando su vaso y yéndose.
Brian prefirió ignorar la escena que presenció de una forma u otra al sentir la tensión que se veía clara entre la dupla, incómodo por ella, desviando la mirada hasta que Reid desapareció de la estancia.
El colorín volteó a él con una sonrisa amplia en su rostro.
—John tenía cosas que hacer, je, je. ¡Hablemos mientras esperamos a que vuelva!
—Oh, está bien, ehm... ¿Siempre tienes puesto ese escenario?
—Sólo cuando hago fiestas, es decir, a menudo, sí, ji, ji —jugó con la chiquita sombrilla decorativa que tenía el nuevo trago que bebía—. Me turno entre mis casas cuando las planeo. Vengo llegando de Estados Unidos, así que ahora que estaba en Londres, aproveché de hacerla aquí. Hay una piscina al lado del escenario así que cuidado en ir para allá cuando estés borracho.
— ¿Te has caído allí acaso? —Retuvo una burla.
—Sí —rieron en conjunto—. Fue en una fiesta de día, frente a una gran cantidad de personas, hasta estaba mi mamá, pff —volvió a reír—. En su momento no fue tan divertido, eh, casi me ahogo... —decía un poco avergonzado ahora, no tan orgulloso de ello.
Evadía la mirada de Brian, recordando las sirenas de las ambulancias y el tacto desesperado de gente que ni conocía que intentaba meterlo en la camilla para que se lo llevaran a urgencias.
No contaba con que May tenía conocimiento de que un posible ahogo no fue el que casi le costó la vida; escuchó por allí que se drogó con variedad de pastillas hasta el punto de quedar en una sobredosis y se tiró a la piscina con intenciones de suicidarse.
A Brian pensarlo le causaba escalofríos, ¿qué tanto empuje tuvo que experimentar Elton para llegar a decidirse a hacer tal atrocidad?
Percibía una electricidad recorrer su espina vertebral, estremeciéndolo, imaginando con pavor qué vendría después de un intento exitoso de suicidio, angustiándose. Le daba terror siquiera que se le pasara por la mente. No lo haría ni de broma.
Puso su mano en el hombro del cantante y sobó allí, haciéndolo sonreír al menos.
— ¿No te acuerdas, cierto? —Habló el de lentes.
— ¿De qué?
—Esa noche de la fiesta en la villa de un tipo de la universidad. Ni siquiera iba allí pero con un amigo nos metimos en la fiesta y...
— ¿Universidad? —Tomó una pausa—. ¿Reginald, Reginald Dwight?
Vio el intento de distraer la atención de su rostro de parte del pelirrojo, asumiendo que era por vergüenza y un inminente rubor que apareció en todas sus mejillas.
—Bueno, sí, aunque ahora es Elton Hércules John, pero...
— ¡Dios santo! —Dio una mirada de sorpresa—. La ropa sí importa.
El dúo carcajeó con suavidad.
— ¡Claro que importa! De hecho, vine a pensar en ti hace dos años más o menos, cuando andaba de compras y vi un abrigo similar al que ocupabas esa noche. ¡Justo después apareces en televisión con una guitarra roja, tu pelo ondulado, una banda nueva y una canción que se convirtió en un éxito! Si es que estamos hablando de cambios, el que más ha cambiado eres tú, obvio.
Halagado, intentó no sonreír.
—Nah, no lo creo...
—Mh, digamos que los dos hemos cambiado, ¿te parece?
Asintió.
—No hay problema en eso... Oh, hace tiempo que no me ponía a pensar en esa fiesta —volvió a reír.
— ¿Estábamos sufriendo mal de amores, si no mal recuerdo? Los que nos gustaban no nos hacían caso entonces nos dedicamos a sentarnos en las escaleras de la casa y quejarnos sobre ello.
—Sí, pff. ¿Lograste algo con él esa noche o no? ¿Cómo era que se llamaba?
—Bernie, y no, para nada. Pero eso está bien, ahora estoy con un asombroso hombre de negocios que veo una vez al año que resulta ser mí manager y de paso el de ustedes.
— ¿Estás con John? ¿John es...?
—Sí, sí. Excelente decisión, si me preguntas.
— ¿Ah, sí?
—Si hacemos un estudio y ponemos el número cien como el nivel completo de seguridad sobre mi decisión —río por lo correcto que se expresaba—, digamos que un cincuenta, quizás hasta setenta. ¿Y tú, lograste algo? ¿Quién era? ¿Sigues intentándolo o viéndolo? ¿Era el baterista de tú banda anterior, no?
—Ajá, él...
— ¡Bri! —Vio aparecer de quien hablaban con varias chaquetas en mano, dejándolas en su regazo. Roger se quitó la suya y la dejó junto las otras—. Cuídalas —se retiró.
—No puede ser —Elton, boquiabierto, parpadeaba rápidamente con un brillo en sus ojos—, ¡¿es Roger Taylor?!
—El mismísimo.
— ¿Entonces los rumores dicen la verdad? ¿Están saliendo?
—Sí, desde hace dos años en realidad. En septiembre del año pasado nos comprometimos...
— ¡Por eso me miraba tan feo al principio! Creo que pensó que me estaba lanzado a ti y también coqueteándote, qué loco —se rió.
—Se pone celoso fácilmente. Es como un demonio de Tasmania que me llega al hombro y no alcanza las cosas altas.
—Qué tierna pareja hacen. ¡Estoy muy feliz de que al menos uno de nosotros lo logró! Oh, qué rápido está pasando todo.
— ¿Eso crees?
— ¡Al menos para mí! Piénsalo: no sé de ti desde hace nueve o incluso diez años y me quedé con la idea de que él y tú no eran pareja y... guau. No es en modo de ofensa ni nada, pero ¿Roger Taylor, el tipo que según la prensa sale con cada chica de Londres, es homosexual y está comprometido con el guitarrista de la banda? No digo que sea imposible, solo que no me lo imaginé. ¡Eres un suertudo! Felicidades por el compromiso.
—Muchas gracias.
—Antes de que la banda se vaya y empaque sus cosas, voy a tocarles una canción.
—No te molestes, estamos bien —hablaba alegre, grato de toda la amabilidad que recibía del de anteojos.
—No es ninguna molestia, Brian, es más, ese será un regalo de boda adelantado que les daré.
—De verdad eres muy generoso y modesto. Ya veo por qué te llevas bien con Fred.
—Opuestos se atraen, ah —Elton bromeó.
—Gracias otra vez, Elton, eso sí, espero que tengas presente que no puedes decir nada de lo que te conté, por favor. La gente no puede saber que salimos.
—Oh, claro, no te preocupes. Ya he pasado por ello, sé guardar el secreto. Igual, estate atento a cuando vaya a tocar. Que después de que termine, la fiesta se va a poner súper loca y ese no es un secreto —se comenzó a remover—. Igual, ni modo que nos quedemos aquí toda la noche, ¿no? Alcancemos a los demás.
—Seguro. ¿Pero no esperarás a John? Mencionaste que regresaría.
Elton subió sus cejas y miró a ambos lados sin voltear. Sonrió en incomodidad, transformándose ella gradualmente en tristeza, luego resignación, bordeando la ira con rapidez.
"Ese hijo de puta". Se habló en su cabeza, apretando sus dientes, resoplando.
—John, él... Él no va a volver.
Las horas pasaron y terminaron pasándolas junto con el resto.
El evento marchaba de maravilla; en el patio, los músicos que tocaban esa noche hacían un buen trabajo en mantener entretenidos a los invitados, quienes estando adentro o afuera, disfrutaban del cocktail, del baile, de las conversaciones que tenían con sus amigos u optaban a irse escaleras arriba junto con alguien en busca de privacidad.
Cuando la madrugada partió, la música de la banda se detuvo, recibiendo aplausos de los asistentes.
El anfitrión de la fiesta subió a la tarima en la que su banda se encontraba cuando acabaron de tocar la última canción de la noche.
—Holaa, ¿cómo lo están pasando? —Consultó el pelirrojo, deleitándose con que los invitados aclamaron, afirmando efectivamente que la estaban pasando bien. Sonaba claramente alcoholizado—. Sí, sé que estamos aquí para relajarnos, olvidarnos de toda la mierda y las situaciones jodidas del día a día... ¡Pero son mis súbditos y yo su rey, y es el deber del gobernante darle al pueblo una buena estadía en sus tierras! Les quería dar una pequeña sorpresa a todos ustedes, mis queridos invitados. Esta sobretodo va dirigida a unos amigos que consolidaron su asunto hace ya unos cuantos meses. Les tocaré algo, una lenta para descansar un poco antes de... Bueno, ya saben y para que se diviertan invitando a bailar a sus parejas, amiguitas o amiguitos. Si no les gusta pueden joderse o entrar, allá pueden tener sexo en el segundo piso o seguir bailando, ustedes eligen.
La mayoría de la gente rió.
Elton se sentó en el piano del que disponía y acercando uno de los micrófonos a su posición, comenzó a tocar las notas que pertenecían a una de sus canciones. Las luces principales se apagaron, poniendo exclusivamente los reflectores azulinos, inundando de un pasivo azul la estancia.
—Ahora que las luces bajaron: chicos, chicas, pueden salir a la pista a bailar —anunció.
La mirada del guitarrista estaba puesta en el pianista, pero la despegó de ahí con lentitud, buscando por encima de la gente a Roger, pareciéndole que se desvaneció de la fiesta o que se mezcló entre la multitud.
Preguntó a sus amigos, enterándose de que ellos no sabían de él desde que fue a dejarle los abrigos. Freddie sugirió que tal vez se encontraba dentro, borracho en algún lado de la gran casa, probablemente. ¿Cuánto se iba a demorar en buscarlo en tan grande espacio, entre tantas habitaciones y tanta gente? Al final no le importó mucho.
De pretexto afirmó que iría al baño.
La planta baja de la mansión por más amplia que fuera resultó estando más llena de lo que estaba cuando llegaron.
En su recorrido recibió invitaciones a bailar, a beber, a conversar, mas evadió y rechazó cada una de ellas, esmerándose en hallar a su pareja. Encontró una puerta que al abrirla dio paso a uno de los baños, entrando en él, encerrándose, escuchando a lo lejos la música de fuera, preguntándose dónde podría estar Taylor.
Un lado suyo se preguntaba por qué continuaba buscándolo, después de todo, en ese tipo de fiestas siempre acababan separándose del grupo, mas usualmente lo hacían juntos o con otra persona, no de manera individual, pero el otro lado hacía memoria, indagaba en las horas anteriores, en las conversaciones, en si se perdió de algún indicio, sacando nada importante excepto la imagen reciente de Elton recomendando que si les aburría la canción que tocaría, se fueran al segundo piso.
Todo indicaba que debía ir allá aunque pensara que no lo encontraría en esa planta, así que se hizo el animo de salir y subió las escaleras caminando por la alfombra que daba la impresión cubría desde el principio hasta el final del pasillo.
Se saltó algunas puertas con la intención de alcanzar la que más le llamaba la atención, la del final, que por lo grande que era, asumió que detrás de ella vería la habitación del dueño de casa.
Agarró el pomo, soltándolo a penas lo hizo, viendo a John salir, mirándolo desconcertado porque se detuvo en seco.
— ¿A quién buscas? —Le preguntó Reid, acomodando su camisa dentro del pantalón.
Brian se mantuvo callado.
John cerró la puerta detrás de él, quedándose en su lugar, interponiéndose entre el guitarrista y la entrada.
—Si te sirve, vi a Roger fumando en el estacionamiento hace un rato. Esa fue la última vez que lo vi.
May se confundía más a medida que la situación avanzaba, incluso aumentó ese sentimiento con lo que acababa de oír. ¿Fumando? Roger había dejado de fumar desde un par de semanas ya.
— ¿Em, gracias por el dato? Pero estoy buscando el... baño.
—Oh, ¿en serio? —Murmuró, caminando a otra puerta cerca, abriéndola—. Qué bueno que nos encontramos, tenía que hablar contigo.
— ¿De qué?
— ¿En realidad quieres que te diga?
—Mientras quieras decirme entonces mi respuesta es sí.
Encendió la luz de la habitación, revelando una bonita y amplia recámara con vista a las hectáreas de árboles de la propiedad.
Hizo una seña con la cabeza al artista, invitándolo a pasar, encerrándose junto a él una vez lo tuvo dentro. Tomó asiento en uno de los sillones de la pieza.
— ¿Qué tal la charla con Elton, eh?
—Bien.
—Seguro —asintió, descansando sus pies en la mesita pequeña en la que vio esparcidos restos de polvo blanco—. Elegiste bien.
El castaño arrugó el ceño.
—Se embriagará tanto que no recordará ni una mierda de lo que le contaste —pasó un dedo por encima de lo poco que quedaba de cocaína, mirándolo de cerca, frotándolo contra otro para limpiarlo—. Dale unas horas y vendrá a vaciar el botiquín.
"¿El qué?"
Brian giró su vista a la gran repisa de la pared, la con puertas de vidrio y decoraciones de madera, esa misma que tenía dentro infinidad de cajas, envases de pastillas, jeringas, bolsitas con aún más droga adentro.
Se alarmó incontrolablemente, imposibilitándose de disimular.
— ¿A qué quieres llegar, John?
—Tan lejos como se permitan llegar, Brian.
Tomó asiento a los pies de la cama, no muy seguro de lo que escucharía a su representante decir.
—Cada uno tan sumido en sus asuntos, ¿qué pasa? ¿Será lo que creo?; Freddie lidia con David, John con irse pronto de su hogar y Roger... Se pone tan nervioso cuando te ve así, se desespera, se escapa de ti y viceversa, aún así te ruega que no le hagas lo que los demás, que no lo dejes solo. Sé lo que te pasa —observó con detenimiento su persona—. Puede no gustarte el escenario en el que estamos, pero no queda opción —John pausó—. Los únicos que quedamos somos nosotros, Brian. Nos tenemos el uno al otro.
Vio recién un rayo de esperanza después de tanto tiempo. Alguien le ofrecía ayuda y no tuvo que hacer un gran escándalo para recibirla.
—Es comprensible que dejes tu salud como algo que no es de incumbencia de otros, pero firmaste un contrato e indica que vele por el bienestar de mis clientes.
John se levantó y alcanzó la cómoda que estaba consiguiente a él, sacando del primer cajón un papel doblado, extendiéndoselo al músico.
— ¿También por la seguridad, John? —Brian alzó la mirada, conteniendo sus dedos de agarrar lo que le ofrecían.
—Creí que leíste antes de firmar.
—Te agradezco esto, pero en realidad yo ya estoy...
—Lo entenderé si no quieres tomarlos sin ir al médico antes. Se viene una gira, necesitamos que estés bien, habrá mucha agitación y estrés, no quiero que corras riesgos.
Tomó la receta, abriéndola, leyendo que estaba prescrita a Elton, preguntándose si sería correcto llevarse sin consultar algo de su pertenencia.
Sí, tenía a John para escudarse, ¿pero hasta cuándo le duraría su protección? ¿Qué tan efectiva era? ¿Gozaría de inmunidad a cero costo?
Tenía que estar bien y demostrarlo, no podía darse el lujo de echarlo a perder todo por su actitud frente al tema. Se convenció de que la idea era la correcta.
El silencio que reinó dejó al par escuchando la música y las risotadas de abajo: se notaba que la fiesta seguía movida, entretenida, pero esa realidad se alejaba de la recámara en la que estaban.
Los pasos amortiguados de John terminaron junto a la puerta y el ruido que hizo esta al abrirse atrajo su mirada.
El manager aguardaba junto a ella.
—Llámame cuando sepas qué harás.
May asintió, poniendo en su regazo la prescripción médica.
Reid dió un paso en falso, observando por sobre su hombro al guitarrista que seguía cabizbajo en su lugar.
—Zafiro por sus ojos, ¿no? —sostuvo el silencio por segundos—. Vaya romántico eres... —bajó sus dedos uno a uno para chocarlo contra el umbral. Paró de mirarle—. Felicidades por el compromiso.
El que fuera tan específico lo hacía preguntarse qué tanto era lo que John sabía.
Las conversaciones que tuvo con Elton se revolvían en su cabeza, tantas cosas fueron las que hablaron y lo sintió tan abierto hacia a él, con tanta confianza.
«¿Imaginaste alguna vez cuánta gente te miraría desde abajo de un escenario? Son miles, millones. Algunos te ven como modelo a seguir, otros como material de primicia, otros te odian. Hacen que te preguntes qué es lo que quieres obtener ahora que lo tienes todo; ¿qué más quiero? ¿Otro premio, un lugar más en los charts?
El camino del estrellato es tan vacío, claro, nunca estás solo, pero cada que avanzas te pierdes más. No me malinterpretes, no soy un malagradecido, tampoco inocente o incrédulo, siempre tuve presente que el precio de la fama era alto.
Hay días en que me pongo a pensar en todos los problemas que me ahorraría si nada de esto estuviera pasando. Otros pienso en qué haría, en que si todo sería mucho más aburrido o me sentiría completo de igual forma.
Pero cuando piso el escenario todo se borra, es como magia. Los gritos de la gente diciendo mi nombre y cantando mis canciones hacen que todo valga la pena.
¿Tú también sientes lo mismo, Brian?»
La pregunta se mantuvo resonando en su mente hasta el día siguiente, siguiéndolo mientras manejaba, cuando cruzaba la puerta de la farmacia y de vuelta a casa.
No salió del coche de inmediato, sino que se quedó revisando las cajas y envases que traía. El cansancio de una noche en vela no ayudaba a la toma de decisiones, pero cansado o no, asumió que que era verdad: los demás no estaban en posición de proteger esa serenidad que construyeron con tanto esfuerzo.
Ojeó la sortija por poco. Pensaba que sería una buena opción comentarlo con Roger, sin embargo, recordó la manera en que reaccionó cuando intentó hablar de él del tema y las ganas se le quitaron.
Se quedó solo como siempre.
Leyó qué efectos colaterales tendría, arrepintiéndose de antemano, mas era eso o volvían a los problemas del principio y ahora no podían, no estaban en las condiciones.
Entró, cogió el teléfono, marcó, levantó la vista y trató de ver desde la entrada si la puerta de la habitación estaba abierta. Asumió que Roger todavía estaba durmiendo al verla igual que cuando salió.
—John, hola. ¿Tienes tiempo o interrumpo?
—Tengo tiempo... ¿Entonces?
—Ya las tengo.
—Es bueno que hayas llamado para decirme... —Agarró aire—. ¿Te dijo ya?
— ¿...Quién?
—Roger. Su carrera de solista.
— ¿Solista? Debe ser una broma —rió, esperando que fuera así. La falta de réplica de parte del otro indicó que no—. ¿É-Él mencionó algo?
—Veo que no te diste cuenta de que intentó lanzar un par de canciones aparte del álbum como singles. No serían de la banda.
—No, esas iban en el disco...
—Si no mal recuerdo, le contó a Freddie y a John en la mitad o en las últimas semanas en que grababan el álbum.
— ¿Le dijo a los chicos?
—Pensé que lo sabías.
Miró arriba de la escalera, en el descanso del segundo piso divisando a Taylor recargado en el barandal de la subida.
—Te corto —bajó el auricular.
Mantuvieron un poco el contacto visual, notando al rubio más cansado de lo que debería.
— ¿Hicimos algo anoche, Brian?
—No, uh, te desmayaste ayer porque creo que bebiste mucho... Te busqué por largo rato hasta que te encontré sentado en las escaleras.
— ¿Esas —hizo énfasis— escaleras?
—Las que están en el pasillo principal, sí.
—Maravilloso... —cuchicheó Roger con tono irónico, resoplando.
— ¿Estás bien?
—Un poco cansado y mareado. Um, bebí mucho eh... Estoy dolorido hasta...
El retiro del baterista hacia el baño fue repentino y veloz, tanto que no alcanzó a terminar de hablar por comenzar a vomitar en el retrete. Recibió ayuda de Brian en menos de lo que pensó, aunque éste no pudo hacer más que tomarle el cabello para que no le molestara.
Al acabar regresó a la cama y reposó ahí.
— ¿Dónde estabas ayer en la noche?
—Contigo —afirmó, respirando con suavidad para amainar las náuseas.
—Al menos la primera mitad de la noche fue así.
— ¿No? Yo... —intentó hacer memoria—. Olvídalo, no recuerdo una mierda de lo que pasó anoche.
— ¿No?
—Lo último que hice fue hablar con Reid.
— ¿Adentro de la casa? —Asintió—. ¿Llegaste al segundo piso, de casualidad?
—No lo sé.
— ¿Sobre qué?
Lo miró de reojo y se alzó de hombros. Se sentó en su lugar y se quitó su chaqueta, dándose cuenta de que continuaba con la ropa de la noche anterior.
— ¿Podría ser algo de, no sé, tú carrera? ¿Tu carrera de solista? —Si bien no estaba en sus cinco sentidos aún, la pregunta lo confundió demasiado como de igual forma lo dejó atónito—. ¿Cuándo ibas a decirme?
Giró a él con confianza de que la pregunta era parte de un tipo de broma, así que rió primero, arrugando el ceño poco después.
— ¿Podemos hablar luego? Me duele un poco la cabeza.
—No me dijiste.
—Brian...
— ¿Le contaste a los demás, hasta a John y no a mí? ¿Hay algo dentro de tus planes que no pueda saber, acaso?
—Brian–
— ¿Por qué?
—Brian, sí te dije —el castaño lucía como que no lo aceptaba—, te olvidaste.
—No, no me dijiste...
—Lo hice. Cuando tú... estabas en la cama acostado, haciendo nada —rebobinó a esos días irritado, demostrando cada vez que hablaba una rabia que se desembocaba por revivir la actitud y acciones del mayor—. Te mencioné a lo largo de estos meses que necesito, no lo sé, una nueva meta.
— ¿Esto tiene que ver con la banda? ¿O conmigo?
—No, es sobre mí. Sobre algunas cosas que funcionarán mejor si yo...
— ¿Te vas de la banda?
— ¡Nadie ha dicho nada de dejar la banda!
—Suena como eso —a Roger lo único que le quedaba por hacer era reírse ya que no encontraba otra forma de controlar su enojo—. No me entiendas mal, pero siento que es un poco...
— ¿Qué? ¿Un poco qué? ¿Tonto, estúpido, imposible?
—No te pongas así.
—Bien, está bien —se levantó—. No es siquiera tu decisión, después de todo.
—Sí lo es.
— ¿Lo es?
—Soy parte de la banda y de paso tu prometido, entonces...
— ¡Eso ni siquiera hace sentido! Y por última vez esto no tiene que ver con nadie más que conmigo, no con la banda, no con lo nuestro, Brian. Soy yo, ¿entiendes?, ¡yo! Todo lo que he hecho últimamente ha sido preocuparme por ti, solo por ti. Que un día me quieres aquí, que el otro no. ¡¿Pero qué hay de mí?! ¿Te has puesto a pensar en todo lo que me has dicho? ¿En lo que me estás haciendo siquiera? ¡¿Qué pasa con Christine, eh?! ¡Los periodistas cenan día a día con todo el contenido que les das y yo no te he dicho ni una mierda, Brian! ¿Por qué? Porque yo no te puedo reprochar ni la más mínima cosa porque si no, te enojas. Porque querías estar solo y yo como buen novio que soy, te hago caso en todo. Pero adivina, el día que te digo que me voy para cumplir con lo que tú me pides, me dices que no lo haga y me follas para que me quede. Porque claro, con eso no iré a ninguna parte —decía sarcástico.
— ¿Y acaso no es así?
— ¿Qué importa todo eso? ¿Por qué me tienes que importar tú? Esto se trata de mí ahora y no lo entiendes porque todo debe ser sobre ti, ¿cierto? Tú estás mal, tú necesitas espacio, tú necesitas ayuda, tú necesitas que te escuche. ¿Y yo? ¿Qué hay de mí? ¿A qué le tienes tanto miedo que haga? ¿Por qué no quieres que lo haga? Ya sé. Debe ser que tienes la misma idea y temes que te robe el reflector.
— ¿Tú? No lo creo —lo miró, asombrado por lo que le dijo—. Si te sientes así, entonces perdón por malgastar tu tiempo.
Roger salió de ahí, maldiciéndolo en voz baja, dejando otra vez a Brian en soledad, pensando.
Para May parecía ser verdad lo que especuló: sí era un gasto innecesario de tiempo. Oyó la puerta del baño cerrarse de un portazo, así que bajó las escaleras y volvió a marcar el teléfono, esta vez a un número distinto.
Sonrió cuando el tono terminó y la voz de la persona del otro lado de la línea se pronunció.
—Christine.[...]
IM ON
((((TEARS))))
OK OK SÍ, ESTA CORTO EL CAPÍTULO PERO
👁👄👁
AlsoCreo que esto es algo importante!1!1!1!!1!1
Anyways
Los cabros se pelean a cada rato, oh. Im done.
RECUERDEN QUE SIEMPRE EDITO DESPUÉS DE SUBIR EL CAPÍTULO✨✨✨✨
ESO
XAOOOO
-Ella
ESTÁS LEYENDO
Cigarettes
ФанфикSiendo casi ya la mitad de la década de los setenta, la banda en auge de fama, Queen, empieza su dominio sobre el rock y otros géneros musicales, comenzando a ser gracias a esto los integrantes de ésta, conocidos artistas en la industria musical. A...