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  Ardía en celos. Y me dolió, ¿sabes? Me dolió que me lo dabas todo hasta que apareció de nuevo ella. Realmente me mató tenerla cerca.
  Y vino él y me ayudó siendo solo mi amigo. Me daba más de lo que tú y éramos solo amigos. ¿Por qué no podías aprender de eso en vez de ponerte celoso?
  Únicamente te pedía tu cariño y atención. ¿Era eso mucho?
  Busqué una solución hasta que la encontré, pero tuve que abrir la caja de Pandora. Hallé esas emociones fuertes; dolor, placer, ira, lujuria, celos. Lo que siempre supe fue que de alguna manera me mantenían encandilado, atado a ti.
  Nunca entendí si por gusto o inercia era esclavo de ellas. Esa sensación constante y de adrenalina de caer fácilmente y no poder levantarte nunca... Es la única forma de vivir que vale la pena. Lo comprendiste cuando te volviste como yo: adicto a vivir en extremos. Esto es lo que nos exigimos cada vez más, y te diste cuenta de esto, así que intentas controlarte y quieres volver a ser tú mismo, porque sé que no te gusta ser como yo. ¿Quizás nunca te agradé o nunca me amaste? ¿Siempre permanecí como ese niño al que le tenías sentimientos encontrados?
  ¿Qué pasa con ser como yo? Quizás no lo creas, pero yo soy alguien que ama en verdad, que se entrega completamente si sé que va en serio. Solo quiero amarte y acercarme.
  Creer que en algún momento te irás me hace estar asustado. Porque me diste esos momentos de paz, tan tranquilos y felices. Los hiciste mil veces más adictos que a los demás.
  Esos besos, los cariños y tú voz amorosa pidiéndome que me controlara con cada pequeña cosa fue lo único que me hizo preguntarme si vale la pena terminar una cajetilla de cigarrillos.
  ¿Cómo encuentras la paz en alguien que no es tranquilo?
  Me hiciste adicto a lo que nunca tuve: la tranquilidad. Pero era todo tan contradictorio... Buscando paz, encontraba caos.
  Supongo que nunca la encontraré, ¿no?

[Berre-Les-Alpes, Francia – Julio de 1978]

  —No sé qué decirte.
  —No, no quiero escuchar nada. Solo tratarás de justificarte. Así que, no te preocupes...
  —Si lo intentara, no serías la persona adecuada para juzgarme.
  —Sé lo que está haciendo aquí. Yo sé lo que hiciste. El contrato.
  — ¿Que habrías hecho en mi lugar? ¿Qué le habrías dicho a alguien que te está pidiendo trabajo y tú puedes dárselo?
  John no dijo nada. Solo arrugó las cejas, tratando de asimilar cada parte de lo que escuchaba.
  —Fue tú idea contratarla... Tenía razón, tener a Reid aquí no era una buena idea.
  —Estás buscando la mínima falla para justificarte. Mejor acepta que nunca te agradó e hiciste este escándalo para sacarlo.
  —Son otras mis razones.
  — ¡Tus razones son las razones de la banda! ¿Qué es algo que puedas esconder de nosotros que no sea tan importante para no decirnos pero sí para despedir a una persona?
  —A ti no te importa la banda, Brian. ¡Es una excusa! —Jadeó, complicado—. Ya entiendo a Roger... Por fin entiendo por qué pelean tanto. El problema no es Christine, ni él —pausó, aproximándose a la puerta, manteniéndose ahí y agarrando el pomo—. Eres tú.
  Él intentó abrir la puerta, y lo hubiera logrado si no fuese porque estaba con llave. Echó un vistazo a los muebles al lado de la entrada, buscando las llaves.
  Dirigió los ojos hacia Brian en el momento que escuchó el sonido titilando de ellas.
  May las agitaba en el aire. Paró y se las metió en el bolsillo.
  —Si supieras... —Murmuró, alzando la voz luego—. ¿Cómo está Verónica? ¿Está tomando el embarazo bien? ¿La llamas? ¿Sabe que te estás besando con una pelirroja? Supongo que no. Eres tan bueno guardando secretos. Ni la prensa se ha dado cuenta. Pero ha sido pura suerte. ¿Quieres que ella lo sepa o no?
  — ¿Me estás amenazando? ¿Después de que compartí tanto contigo y de que me preocupé por ti?
  —Parece que no me escuchaste. ¿Quieres que ella sepa o no? —Calló por segundos en los que ladeó la cabeza, apreciando el nerviosismo que se escapaba de los ojos de Deacon—. La decisión es tuya.

[Nueva York, Estados Unidos – Noviembre de 1978]

  Presionó la colilla del cigarrillo en el cenicero, carraspeando.
  —Tu chaqueta —la miró dejarla a los pies de la cama.
  Asintió y se sentó en el colchón. Se apoyó en las almohadas.
  — ¿Te has puesto a pensar lo afortunada que eres? Tienes la oportunidad de viajar por el mundo, estar donde todos quieren estar, por un precio tan bajo o por ninguno. Y aún así, prefieres ser la segunda opción... Mujeres —chasqueó la lengua—, ¿quién las entiende?
  —No soy la segunda opción en absoluto.
  —Que no quieras serlo no significa que no lo seas.
  Aura sonrió y se sentó cerca a la chaqueta.
  —Eso fue algo duro, ¿no crees?
  —Bueno, disculpa si lo sentiste así, bebé. Pero la verdad duele —decía mientras encendía otro cigarrillo.
  —Estás hablando como si todo esto va en serio. Quiero decir... Es completamente diferente —quedó sin hablar por poco—. John no ha hecho nada... —La sonrisa abajo de los ojos serios de André provocaron que riera otra vez y fuera hasta él—. Solo ponerte celoso.
  Sucumbió a los besos y sonrió ampliamente. Cuando se separó, reposó la cabeza en el pecho de André, siguiendo con los ojos su propio dedo que dibujaba números al azar en el mismo lugar que descansaba.
  —Si regresas llorando aquí, no dudes que voy a consolarte.
  Ella levantó la cabeza como sugirió André, quien quedó satisfecho con ver que esa mirada desinteresada en los ojos de Aura desaparecía al ver la joya que le enseñaba.
  —Escuché que estabas buscando uno. Adelante, tómalo. Es completamente tuyo.
  Aura tomó el anillo y lo puso en su dedo índice, besó la mejilla de André y se removió.
  — ¿Solo eso?
  —Ey, puedo hacer más luego.
  —Vuelve esta noche.
  —Lo haré.
  Tan pronto como salió de la habitación y se subió al ascensor, el silencio hizo que las dudas resonaran en su mente.
  "¿Entiende lo que estoy diciendo? Espero que sí". Suspiró y movió la cabeza hacia atrás.
  «Ya sabemos que estás celoso de él, Deacy». Todavía recordaba la subestimación de John de lo que dijo Milán hace unos días. Eso la tenía más confundida.
  "¿Por qué estaría celoso? No hay ninguna razón, pero Mila está en lo correcto, sí se le nota. No quiero hacerme ilusiones. Por favor que cuando regrese, John no esté así".
  «Creo que el verdadero problema es que piensas que te cuenta todo con una doble intención. También que le das muchas vueltas a todo. Si tanto te molesta, conversa con él. Nada malo puede pasar. Es solo una charla. Sé directa de una vez y saldrás de este enredo».
  Hizo un puchero y chasqueó la lengua, tratando de ignorar la idea de que había una conversación que tenía pendiente con John.
  "Esto es tan fácil para alguien como ellas. Le dirían que se fuera al carajo y terminaría todo. Pero ¿y si algo le pasara a John porque lo deje de lado? ¿Qué sucedería si por su depresión él...?"
  Golpeteó sus uñas contra la baranda de metal en el elevador, borrando de su cabeza la palabra que contemplaba gracias al ruido.
  "Rayos. ¿Por qué no fue Milán la que se encontró con el problema? Ya lo tendría resuelto... ¿Por qué yo? Si solo busco divertirme. Parece que soy una persona de mala suerte". Suspiró pesadamente. "Ellas tienen que estarse divirtiendo tanto ahora".
  Esa despreocupación con la que soñaba, sobraba en el cuarto de Nevada, Milán y Eleanor. La conversación que mantenían era ligera, el tema variado, pero principalmente los precios exagerados que paga Queen por los lujos de los viajes y la estadía.
  Las mujeres se encargaron de hacer sentir en casa al invitado, quien ahora se cubría con los abrigos y los gorros de piel que le prestaron.
  —Cuántos animalitos mataron para esto —acariciaba con los dedos el pelaje—. Me siento como un millonario rodeado de celebridades.
  —Qué vista tan dramática.
  —Humilde, habrás querido decir —respondió Nevada a Eleanor—. Es genial poder tomar un descanso y ver un poco de humildad entre todos estos grandes egos de aquí.
  —Y personalidades excéntricas, je, je. Quiero decir, Queen está llena de cada rareza.
  —Sí, totalmente. Y cada uno tiene una mejor respuesta que el anterior cuando están discutiendo. Solo son cuatro chicos, pero hay tanta variedad...
  Cuando Milán escuchó un golpe en la puerta, se acercó y la abrió.
  — ¡Justo a tiempo! Mira, todavía no se han presentado formalmente. Ella es Aura.
  —Llegando para ser la nueva Milán Poxy de la década.
  —Eso es halagador, Neva —Aura fue a saludar.
  Poxy escuchó su nombre venir desde el pasillo antes de incluso poder cerrar.
  Roger pasó a toda prisa.
  — ¡Tenemos otro invitado! Uno guapo.
  —No me quedaré por mucho tiempo. Vine aquí por...
  — ¡Venga! ¡Quédate!
  Eleanor comenzó a hacer parafernalias y todas los demás la siguieron.
  Roger le sonrió desde la puerta y rió suavemente, moviendo el dedo de lado a lado.
  —Lo siento mucho, pero esta vez no. Tenemos que hacer algo importante.
  —Qué aburrido que andas.
  El sonido del programa en la televisión ambientó la salida de los dos hombres. El pestillo sonó asegurado.
  El presentador continuó hablando y Aura cambió de canal. Ella y Milán discutieron de cuál programa poner a la par que Nevada se acomodaba en el sillón. Esta finalmente habló.
  —Es tan sexi.
  — ¿Cuál de los dos?
  Se rieron juntas de lo que dijo Eleanor.
  Roger mientras tanto, daba vueltas en círculo para matar el tiempo de espera a que llegara el elevador. Siendo ese momento en que se percató que lo observaban de lejos y con atención.
  Le devolvió la mirada al otro con una sonrisa de confusión.
  — ¿Qué?
  —Me sorprendió que me fueras a buscar así de la nada... ¿Qué es lo importante que tenemos que hacer?
  —Escucha, no quiero que pienses que la razón de traerte fue esto. De donde lo veo, sería más cómodo arreglar esos temas pendientes que quedaron... Has estado aquí un par de días, pero no has hablado con nadie más que ellas y yo. ¿Te importaría hablar con los chicos?
  —Mientras que ellos estén dispuestos, no tengo problema —sonrió a la vez que se metió las manos a los bolsillos y se recargó en la pared—. Ha pasado harto tiempo y ahora es el momento adecuado para hacerlo.
  Llegó el ascensor y entraron.
  Roger presionó el botón del piso.
  —Mi habitación —anunció y escuchó a la otra persona emitir un quejido con inseguridad, por lo que lo miró al instante.
  El hombre habló entre carcajadas pequeñas.
  — ¿Debemos empezar desde ahí?
  Se las correspondió.
  —Estarás bien. Ha estado relajado últimamente. Nada le molesta.
  —Entonces, has estado haciendo bien tu trabajo.
  Taylor solo sonrió y le dio un empujón suave, el cual el castaño le devolvió. Entraron juntos al ascensor y pronto este se llenó de risas, las mismas que faltaban en el dormitorio en que Brian esperaba al regreso de Roger, despierto y desorientado.
  «Debes estar levantado cuando vuelva. ¿Qué es lo difícil de eso?»
  "Sí, ¿qué es tan difícil de eso?" Intentó apoyarse en sus manos para poder sentarse al menos, pero su fuerza parecía haberse drenado. Si no podía con su propio peso, menos lograría la tarea tan sencilla que Roger le pedía.
  "Soy terrible en esto. En todo". Cerró los ojos con la esperanza de volver a dormirse, pero las molestias le iban del pecho a la cabeza y lo hacían sentirse inmensamente incómodo, impidiendo que pudiera descansar.
  Le empezó a doler más la cabeza. Necesitaba tanto dormir.
  Esos últimos años su cuerpo se contradecía tanto; la mente le corría a mil por hora. Los pensamientos no paraban de generarse, pero su cuerpo no respondía ni por casualidad.
  Todavía seguía acostado a pesar de que se repetía lo mal que todo se tornaría si no se paraba.
  "Vamos a pelear y va a ser por mi culpa otra vez. Mierda, ¿por qué hago todo mal?"  Su aliento golpeó su brazo y solo pudo ver la puerta del baño. Cuando escuchó que se abría la puerta y las voces de los que entraban, trató de pararse. No le resultó.
  Roger miró a su alrededor.
  —Espera ahí —dijo, apuntando a los sillones de la sala de estar. Mantuvo la sonrisa hasta entrar en el dormitorio. Cerró detrás de él—. Brian, oye —susurró, sentándose a su lado, agachándose para besarlo. Rió suave al sentir que May se movía un poco para recibir los besos—. Amor, te dije que tenías que estar levantado para cuando regresara. ¿Ves que nunca haces lo que te pido?
  Brian abrió los ojos y miró a Roger lo mejor que pudo. Esa no era la manera en que esperaba que Taylor  le hablara, pero ciertamente era mucho mejor que la que se imaginó.
  —Más tarde. Estoy cansado.
  —Ya búscate otra excusa —musitó—. Tiene que ser ahora. Es importante —le acarició la mejilla—. No quieres que me enoje, ¿verdad?
  Con los sentidos aturdidos y desorientados, respiró hondo, enseñó los cinco dedos de una mano y suspiró profundo.
  —Cinco minutos.
  Roger resopló.
  —Siempre es lo mismo.
  Agarró la mano de Taylor con intención de detenerlo, o al menos lo intentó. Él ya estaba lejos.
  Después de un gran esfuerzo, pudo sentarse en el borde del colchón. Abrió los ojos solo porque le ardía mantenerlos cerrados.
  Se acercó a la mesita de noche, agarró el frasco de pastillas y se miró por la boca de la botella. Solo quedaba una.
  Las echó en su boca, luego se los tragó con ayuda de un vaso con restos de agua.
  Escuchaba las risas desde el otro lado de la puerta. Aún así entró. Las carcajadas de toda la habitación se detuvieron de golpe.
  "Se detuvieron por mí." Cuando no pudo deshacerse de las miradas de los dos, todo lo que pudo hacer fue sonreír.
  —Se quedará con nosotros hoy en la noche —se adelantó en decir Roger. Acto seguido se dirigió a su invitado—. Hay dos cuartos extra.
  "Las chicas estaban en lo correcto. Estos tipos sí gastan mucho..." Se le vino a la mente, pero volvió de inmediato en dirección al que lo llamaba.
  —Tim, es bueno verte.
  —Igualmente. Espero que podamos charlar esta vez, ¿eh?
  —Por supuesto.
  —Genial —mantuvo su sonrisa a pesar de notar a Brian algo incómodo. Volvió hacia Roger—. Es bastante grande aquí, en verdad.
  —Rog eligió la habitación.
  —No que yo recuerde, Bri —Taylor negó con la cabeza, riéndose otra vez pero en conjunto de Timothy—. De todos modos, voy a ir a la habitación de Freddie. Quería hablarme... —Se paró, revolviendo el cabello de Brian—. No causen ningún problema. Adiós.
  Los chirridos y ruidos que se producían al cerrar la puerta empezaron un silencio que se volvió incómodo al cabo de unos segundos.
  Se miraron el uno al otro, girando la cabeza bruscamente al lado contrario cuando notaron que estaban haciendo esto al mismo tiempo.
  Brian decidió hablar.
  —Entonces, días libres por tu trabajo.
  — ¡Oh sí! Ahora soy una abejita ocupada. Aunque no me quejo. Tengo una casa cerca de la playa. Es agradable llegar y...
  — ¿Que te reciba tu pareja?
  —Tengo un perro, ¿cuenta? —Rieron. Timothy se acomodó en el sillón—. No, pero lo intenté cuando llegué aquí. Después de fallar un par de veces, finalmente me concentré en alcanzar mis metas y aclarar mi mente. Darme tiempo para mí. ¿Y tú? ¿Qué has estado haciendo?
  Roger estaba ansioso por participar en esa conversación.
  "Mierda, pueden estar matándose ahora mismo y no lo sabría. ¿Debería regresar?", se dijo cuando dudó de que si era lo correcto irrumpir y quedarse. Apartó su mano del pomo. "No, no. Los dejo solos. Igual alguno me dirá qué pasó, ¿no? Sí. Sigue caminando, vamos". Miró cómo sus pies avanzaban y creyó tener una inmensa fuerza que le permitía caminar. Elevó la mirada.
  "Espero que al menos puedan llegar a un acuerdo".
  —Mi sexto sentido me lo decía: "¡investiga el libro de Roger, Freddie! ¡Hazlo!" Y la única vez que le hago caso omiso, resulta que aparece él. Claro que la T y la S era Tim Staffell. Es que soy Sherlock —hablaba por sí solo Freddie, volviendo de pronto a Paul, quien leía una revista sin tomarle mucha atención—. ¿Me estás escuchando?
  —Sí.
  — ¿Y por qué no dices nada?
  —Cada que he intentado decir algo me haces callar o no me dejas terminar.
  —Pues, lo siento tanto —dijo sarcástico, suspirando luego—. Estoy alterado.
  —Lo sé.
  —Bueno, compréndeme al menos. ¿Cómo crees que me siento después de ver que todo se armaba frente a mis narices y lo ignoré? Las llamadas, el libro, las peleas, las indirectas que eran tan directas... ¡No las tomé en cuenta porque no quise!
  —Si lo hubieras notado antes, ¿qué habrías hecho? ¿Conversar con Roger para que se sacara esa idea de la cabeza? Eso es imposible, Fred. De hecho, sus ganas de traerlo hubieran aumentado si Rog sabía que no querías que Tim estuviera aquí. Le encanta llevarte la contraria. A todos.
  —Ya no es así.
  — ¿Y de qué te preocupas, entonces?
  "¿Y si me reemplazan con él? No, no. Los chicos no pueden, y mucho menos Roger. Porque él ha cambiado, ¿no es así? O como Tim está aquí, ¿volverá a como era antes? Diablos, ese maldito plan que tiene Roger... ¡Por supuesto! Todo esto es parte del plan. Si Tim está con nosotros, Brian se pondrá celoso y echará a Christine. Eso significará que John y Aura... ¡Hay tanto qué considerar!"
  Dejó escapar un quejido en voz alta. Entonces, recibió la expresión confusa de Paul. No se molestó en mirarlo y siguió con sus pensamientos.
  "Aunque es posible que como André anda con Aura a menudo ahora, Deacy ya se haya aburrido. Pero ¿y si no? Verónica se enterará y... ¡Oh, pobrecilla! Cuando está con Deacy, se ve muy feliz. ¿Cómo puedo hacer que John y Aura queden separados sin Christine?" Observó el techo. "Eso es. Tengo que echar a Tim".
  — ¿Vas a seguir mirándome raro o vas a decir algo?
  — ¡Ay, entiéndeme, cariño! Ya te lo dije: estoy sobrepasado... Oh, lo único que me mantiene cuerdo es hablar con Mary.
  "Hablar con Mary. ¿Estoy de adorno acaso?" Paul permaneció callado y miró a otra parte para que Mercury no se percatara de su mueca de enojo, la cual pasó gradualmente a ser una de tristeza.
  "Nada de lo que he hecho ha servido. ¿Y por qué me besa? ¿Por qué me trata así? ¿Qué soy para él?" Pensó mientras ignoraba lo que Frederick decía.
  —Mary, huh. Así que ya resolvieron lo que tenían pendiente... —Interrumpió, viendo a Mercury seguir con ese tema.
  —Lo hicimos hace un buen rato ya. De hecho, necesito que vayas a buscarla mañana al aeropuerto. Llegará en el jet.
  —Y... ¿No me contaste?
  — ¿No? Estaba seguro que lo hice... Oh, tesoro. Lamento darte esta responsabilidad de un minuto a otro, pero al final es tú trabajo.
  "No, idiota. No me contaste que volviste a ser mejor amigo con Mary. ¡Qué oportuno! Justo cuando empiezas a alejarte de todos ella vuelve. Es perfecto". Resopló, siguiendo a Freddie con la mirada cuando este fue a abrir la puerta.
  Taylor entró.
  —Gran momento para llegar. Paul estaba saliendo —indicó Freddie, mirando a Prenter, el cual aguardó sentado unos segundos, tanteando sus ojos entre Roger y él.
  Paul dejó la revista en la mesa de café, se levantó y se fue.
  — ¿En serio estaba saliendo?
  —Oh, el que debería hacerte preguntas soy yo. ¿Qué hace Tim aquí?
  —Solo quería ver cómo nos iba.
  —Las revistas dicen mucho. ¿No le bastó con eso? ¡Todo esto significa que has estado conversando con él desde un tiempo!
  —Ey, estoy progresando con el plan. Celebra conmigo, compremos algo —se sentó en el sillón y tomó el menú, revisándolo—. ¿Champaña? Oh, verdad que no tienen. Podemos escoger algún postre.
  Frederick le arrancó el menú de las manos.
  —Cariño, intento ayudarte. Así que no te enojes, ¿sí? La situación no puede seguir así. Sé que intentas hacer que Bri se olvide de Christine, incluso que la eche. ¿Pero traer a Tim para hacer esto...? A este paso Brian se va a aburrir y te va a dejar.
  Frederick jaló del gatillo de un arma que destruía a Roger en un segundo.
  "No, Brian no me va a dejar". En su rostro se podía ver lo poco que entendía y lo mucho que se sentía traicionado. Toda la preocupación se empezó a hacer desesperación. Había caído otra vez por palabras que ni siquiera eran de alguien importante, si no que de un simple y supuesto amigo.
  De repente, vio otra amistad suya derrumbándose ante sus ojos. La sinceridad de Mercury podía oírse fácilmente.
  "No, no lo dices en serio... ¿Cambiaste repentinamente de opinión? No, no es verdad".
  — ¿Por qué cambias de opinión así?
  —Roger, Christine sigue aquí. Abre los ojos. No funcionó traer a Tim. Será mejor que...
  Frunció el ceño, sintiendo pena que se transformaba en ira, la cual le quemaba por dentro.
  — ¿Que se vaya? —Interrumpió—. Ya entiendo por qué cambiaste de lado tan rápido. Olvidé que aún lo odias porque le tienes miedo. Eso es. Siempre temiste que volviera, igual que Brian y Deacy. ¿Por qué cambiaste de lado así de rápido? ¿Por qué...? ¡¿Por qué siquiera pensé que querías ayudarme?! ¡Desde el principio no estuviste dispuesto a hacerlo! No sé qué te picó, pero olvídate de Christine, de todo eso que hablamos. Ya no quiero que hagas nada por mí, aunque, bueno, nunca lo hiciste. Estoy bien por mí mismo. No necesito la opinión de nadie porque sé que lo que estoy haciendo está bien porque está dando resultados.
  — ¡¿Cuáles resultados?!
  Roger no supo cómo rebatir aquella pregunta, así que se quejó en voz alta y con enojo.
  —No hay más remedio que dejar de intentarlo.
  —No, cállate.
  —Incluso si estoy tratando de ayudarte no lo comprenderás.
  — ¡Ya no quiero tu ayuda! Dios, qué desesperado estaba para confiar de este modo... Yo sé que aquí nadie nunca me ayuda.
  —Has lo que quieras.
  —Haré lo que quiera y eso será probarte que estás mal.
  Caminó con furia hasta la puerta.
  —Jódete —vociferó, saliendo y cerrando de un portazo. Resopló con enojo y miró hacia su derecha, viendo a Paul sentado en uno de los sillones de decoración del pasillo—. Tú también.
  —No descargues tu ira en mí, que yo sí te ayudo.
  —Ni sé por qué me quieres ayudar. De seguro para follarte a Brian —murmuró, evitando observarlo—. Vete a la mierda.
  —Estás haciendo una escena.
  — ¿Y qué te importa eso?
  Fue al ascensor y, tan pronto como entró, trató de encerrarse.
  "Sería una pena que Tim se fuera. Pasó muy poco aquí. Pero si él no ayuda en absoluto, entonces Freddie tiene razón..." Resopló enojado y pateó la pared.
"A su lado, todo se volvió realmente más agradable. Con Brian no peleamos, incluso se volvió más amable. ¿Por qué no entiende? Ojalá fuera un poco más como Brian y al menos se quedara callado".
  Entre las muchas preguntas planteadas al principio, una de ellas fue la situación de Brian y Timothy.
  "¿Cómo les estará yendo?" Si no se arreglaban o si bien May no echaba a Mullen, sería vergonzoso tener que hacer una excusa tan patética para pedirle a Staffell que se fuera.
  —Quiero decir —Timothy hizo una corta pausa y dejó el periódico en donde lo encontró— la prensa es muy dura con ustedes.
  —Siempre lo ha sido. Al principio fue bastante turbante. Digo, un día nadie nos tomaba en cuenta y el otro nos estaban llegando críticas de todos lados. Fue difícil, sí, pero pudimos hacerlo.
  —Al principio —titubeó en continuar—. Bien, escucha... Sé que casi arruiné todo tu plan de vida cuando me fui, pero...
  — ¿Pero?
  —Comenzaste a tratarme diferente de la nada. Me sentí mal. No me hizo bien, simplemente. Ni siquiera hubo una explicación.
  — ¿Tanto como para dejarnos solos?
  —Bueno, también las diferencias artísticas con Fred eran inmensas —soltó una risa—. Pero no me mal interpretes. No les tengo rencor ni nada por el estilo... Y sé que te seguí el juego por unos momentos, y lo siento. Por cualquier cosa que te molestó o dolió.
  —Nos pusiste en una situación con la que no me agradaría volver a lidiar. Y Roger...
   — ¿Roger?
  Brian miró a Timothy. El misterio en sus ojos y la sonrisa icónica de Staffell, nunca dejaron de despertar sospechas en él.
  —Ya veo, esto ha sido por Roger. Pero no te juzgo —aguardó a una reacción de May cuando lo captó mirándolo desconfiado—. Preocuparse por el bienestar del otro es parte del noviazgo.
  La tensión entre misterio y curiosidad finalmente se rompió.
  "Rog no quería contárselo a nadie. ¿Por qué le diría?" Una tristeza entró en su cuerpo, apoderándose de él. Después de unos segundos, sonrió, riéndose y llevándose la mano a la frente.
  —No, no lo sabes.
  —Me ha tomado por sorpresa —río de igual manera, fijándose en el anillo de Brian. Levantó una mano y movió su dedo anular, captando la atención de May—. Felicidades.
  —Oh.
  —Tranquilo, no diré nada. Solo quiero una cosa muy simple —ambos se miraron—. Una invitación a la boda.
  Rieron al mismo tiempo.
  —Bromeaba... Sé que será difícil, pero un "lo siento" no estaría mal. ¿Podrías hacerlo? No ahora, cuando estés listo. Sin presión.
  May siguió observándolo con desconfianza, pero era cierto. Staffell nunca había sido del tipo de persona que presionaba al resto para tener lo que quería o necesitaba. ¿Sería el momento de dejarlo ir?
  Roger se presentó en la entrada preparado para presencia el peor de los desastres. Su sorpresa fue grande cuando vio que el dúo seguía tan tranquilo como cuando se fue.
  Les sonrió a los dos y exhaló un suspiro de alivio.
  — ¿Cómo van?
  —Hicimos avances —replicó Brian, haciendo que la sonrisa de Roger se ampliara.
  —No. ¡¿En verdad?! ¡Eso es perfecto! No saben lo preocupado que estaba je, je...
  —No tendrás que estarlo más.
  — ¡Una sorpresa tras otra! Qué feliz que estoy... Eso fue más rápido de lo que esperaba —dejó ir una risa pequeña—. ¿Deberíamos empezar a prepararnos para el concierto, entonces?
  Las calles transitadas causaron un embotellamiento, en el cual, si hubieran permanecido por más tiempo, los hubiera hecho llegar tarde.
  Cuando llegó la banda, se vieron rodeados por los medios, por lo que sus invitados tuvieron que quedarse en otro vestidor hasta nuevo aviso. Red Dog los alcanzó en el momento en que ya podían regresar al camerino de Queen.
  Los reporteros, dispersos en esta zona, decidieron marcharse a trabajar con el equipo contrario, aunque sugirieron que regresarían pronto.
  Roger se sentó frente al espejo mientras el estilista sacaba sus utensilios para empezar a peinarlo.
  — ¿No lo puedes hacer solo? —Preguntó Timothy, sentándose a su lado en una posición cómoda y desordenada.
  —La última vez que hice algo por mi mismo en mi cabello, lo dejé verde.
  — ¿Quién te dio la idea de decolorarlo con cloro?
  —Yo mismo.
  —Estás loco —declaró la estilista, haciendo reír a ambos hombres.
  —Uno tiene que tener cuidado con lo que se hace, o preguntar simplemente... —Staffell volteó hacia el espejo, observando su rostro en distintos ángulos. Se tocó las mejillas—. No traje ninguna rasuradora.
  —Tengo algunas en el hotel. ¿Debes afeitarte?
  —Sí.
  —Ya veo.
  A través de la reflexión, pudo apreciar a Brian y Christine conversando. Bastó con mantener sus ojos sobre ellos para que May, al darse cuenta de que lo miraba, interrumpiera repentinamente la conversación y se sentara junto a él.
  — ¿No piensas que sería entretenido que te dejes crecer barba? Podrías hacerte un bigote —sugirió Roger a Timothy, haciéndolo carcajear.
  —Eso sería entretenido.
  —Te verías bien.
  El pecho de Brian se apretó con fuerza y ​​sintió punzadas en el corazón. Inhaló con dificultad, se miró en el espejo y luego se volvió hacia Roger.
   Todo lo que tenía que hacer era sonreír e intentar marcharse, pero Taylor lo detuvo. Ya sabía lo que diría Roger, le pediría que se quedara. Sin embargo no tenía fuerza ni para eso.
  —Roger, yo...
  —Se vería bien, ¿cierto? —Interrumpió Taylor.
  Hizo una pausa que esperó que nadie notara.
  —Totalmente —asintió. Se aclaró la garganta.
  Quería irse, pero no pudo hacerlo.
  —Llamé a Verónica ayer —escuchó decir a Deacon. Al parecer conversaba con Jim—. Llegará mañana, aunque sin Robert. Lo dejó con sus padres. Y sé que no nos queda mucho tiempo acá, pero me gustaría llevarla a una de esas cenas románticas y todo. Ha pasado un rato desde que nos tomamos tiempo para nosotros.
  —Siempre es bueno distraerse.
  "Qué descarado". Pero, ¿quién es él para juzgar?
  Las palabras de Deacon eran mentiras al oído de cualquiera, sin embargo, la gente presente las aceptaba como la verdad. A excepción de Frederick y Aura.
  Cada palabra en el discurso del buen esposo que quería tener unos días de descanso para pasarlos con su familia era tan predecible que Aura no se sorprendió cuando lo escuchó, pero conforme avanzaba era inevitable incomodarse.
  "Dios, y yo que pensaba que soportaba el tiempo que pasé con André, que era un buen amigo, que estaba conforme con nuestras reglas". Resopló con tristeza. "Milán sí que tenía razón. Está súper celoso. ¿Es necesario hacer esto? Si quería traerla, debería haberlo hecho desde un principio. Pero no debería quejarme. ¿Por qué tendría que hacerlo? No tengo que... No, ¿verdad? No". Dio una expresión que solo Brian pudo ver.
  May ladeó la cabeza y pareció mirarla con simpatía, parecía estar preguntando qué le pasaba, si estaba bien.
  Aura sonrió y se encogió de hombros, soltando una risita, levantándose con energía de su asiento.
  — ¿Me acompaña alguien al otro camerino?
  "Estamos en la misma situación". Pensó Brian, mirándola irse sola, distrayéndose por segundos de esa felicidad de Timothy y Roger.
"Quizás por eso es que a John le gusta estar con ella. Lo hace distraerse de todos sus problemas. ¿Cómo se sentirá eso?"
  Cuando no estaba limitado por sus propios pensamientos, incluso en el concierto, May se distrajo con Aura.
  Al contrario de Eleanor, Nevada o Milán, ella no estaba interesada en lo más mínimo en el concierto.
  Todo se veía tan irreal y difícil de hacer, lo que lo confundía acerca de sus acordes y la facilidad para tocar en el escenario. Al parecer todo lo hacía automáticamente.
  La olvidó por unos momentos cuando con una sonrisa Mercury se le acercó y tocaron juntos, o cuando posteriormente se movió junto a Deacon con energía.
  Y cuando miró a Taylor, todo cambió; antes de empezar con la siguiente canción, Roger abrió una botella de cerveza con la boca, escupió la tapa al suelo y luego de tomar un sorbo, la vertió en los tambores de su batería. Comenzó a tocar y cada vez que los golpeaba con las baquetas, le caían gotas de cerveza en el cuerpo. Siguió mojándose lo más posible e incluso se vertió una botella en la cabeza y el resto en el cuerpo. El líquido bronce recorría su pecho junto con el sudor.
  A Brian se le hacía difícil frecuentar tocar mientras lo observaba, tanto que pasó la mayoría del concierto cerca del puesto de Roger, intercambiando miradas.
  El evento terminó y rápidamente regresaron al vestidor.
  Abandonaron Madison Square lo antes posible para evitar la presión mediática de la prensa y asistir a la fiesta que se realizaría en el hotel esa noche.
  En el coche, Roger se volvió hacia la ventana que John estaba abriendo.
  —Deberías haberte dado una ducha. Apestas —le dijo Deacon.
  Puso una cara de disgusto y desinterés, acompañándola con rodar los ojos.
  Entraron por el estacionamiento y subieron por el ascensor, el que se detuvo en la planta inferior: el lobby estaba lleno de gente que venía a la fiesta que organizó Red Dog en la sala multifuncional esa noche. Prometieron ir allí primero y luego al club. Varia gente intentaría mezclarse para irse a festejar con ellos, así que fueron escoltados hasta el salón de eventos por la seguridad del edificio.
  Lo mismo de siempre: entran, los felicitan, se separan, empiezan a beber y al día siguiente esperan a que empiecen a circular rumores de esa noche. Pero era una rutina que parecía aburrirlo solo a él: el resto se veía tan contento.
  Cuando Aura, Milán, Nevada y Eleanor se convirtieron en el centro de atención bailando al ritmo de la canción que alguien tocaba con la guitarra, Roger caminó hasta la barra y se quedó allí, mirando la escena de la distancia.
  —Me agrada como es que llegan y la fiesta se vuelve más entretenida.
  Aunque todo aburrimiento se disipó cuando la voz de Timothy llegó a sus oídos.
  —Sí, también —respondió.
  Aura se sentó en el regazo de André, aunque después su mirada recayó en John. Ambas se unieron en un momento, fue cuando Aura se disculpó y salió a la zona de fumadores. El abrigo que usaba se movía de lado a lado, lo cual Deacon notaba desde la distancia en el pasillo.
  Para suerte de ella, la gente que estaba afuera venía entrando.
  Su aliento contra el aire helado del ambiente causaba vapor. Si seguía pensando, los problemas la ataban. Necesitaba distraerse. Hurgó en los bolsillos de su chaqueta, sacando la cajetilla de cigarros y poniéndose uno entre los labios. Descubrió que era terapéutico fumar.
  Oyó la puerta abriéndose, así que salió del camino y se puso en la pared, buscando en sus bolsillos un encendedor, deteniéndose en seco cuando escuchó la voz de John.
  —Entonces te uniste al club.
  Apartó la mirada, encendiendo el cigarro y dándole una calada.
  Deacon se puso frente a ella, quitándoselo de la boca. John lo sostuvo con dos de sus dedos y lo mantuvo entre los dos.
  — ¿Desde cuándo?
  —Me relaja, ¿sí? No tienes por qué meterte en esto...
  —Sonaste igual que Roger —rió con suavidad, botando el cigarro al suelo y aplastándolo con el pie.
  —Oye —Aura se quejó, metiendo las manos a los bolsillos, apoyándose en la pared. Hizo un mohín con la boca—, vas a tener que reemplazar eso.
  —No te hagas esto.
  Ella se mantuvo callada, haciendo esa expresión de berrinche infantil que a John le causaba ternura.
  —Quería pedirte las llaves de tu habitación. Iré a sacar mis cosas.
  — ¿Por qué?
  —Verónica viene mañana, ¿no?
  —Oh, cierto —asintió, observando el perfil de la chica.
  "No debí haberle dicho a Verónica que viniera". Chasqueó la lengua y suspiró.
  — ¿Por qué viene?
  —Quería pasar un tiempo con ella. Hacer actividades de pareja y... Así.
  "André estaba en lo correcto". Aura puso sus manos detrás de su espalda y giró la cabeza en dirección a John con lentitud.
  — ¿Es verdad que estás celoso?
  —No. ¿Por qué lo estaría? —Se demoró lo mínimo en responder. Parecía tener la respuesta preparada con antelación. Se tomó un tiempo para admirar el rostro de Aura. Se puso frente a ella—. ¿No me crees?
  —No– no tendría por qué no hacerlo. Después de todo no hay razón para que lo estés, ¿cierto? Somos amigos.
  "Aunque soy más bien la segunda opción. Pero ¿eso tendría que molestarme?" Empezó a retirarse cuando fue detenida por John, quien la tomó de la mano y la besó. Cuando se separaron, miraron los labios del uno y del otro.
  "¿Por qué me molesta que traiga a Verónica?"
  —Ven esta noche conmigo.
  Asintió sin pensarlo, agarrando más fuerte la mano de John, entrelazando sus dedos con los de él cuando Deacon hizo lo mismo.
  Hubo un largo intercambio de besos. Luego de este, ambos entraron de vuelta a la sala de eventos como si nada hubiese pasado.
  Staffell observaba atento a la chica, por lo que se percató de la situación.
  — ¿Viene con ustedes o con los otros?
  —Anda con John y a veces con André. Aunque últimamente no se han estado viendo mucho con Deacy —respondió Roger.
  —Comprendo...
  Taylor no pudo ignorar más los intentos de Brian de pasar desapercibido mientras lo miraba. Volteó en su dirección, uniendo sus ojos con los suyos brevemente y finalmente regresó a Timothy con una sonrisa amplia.
  —De verdad debería darme una ducha antes de irnos. O al menos bañarme en perfume.
  Ambos se rieron.
  —No te preocupes, te espero.
  Tragó la bebida restante en el vaso.
  En el vestíbulo, la gente seguía llegando. Firmó algunos autógrafos, luego miró hacia atrás y encontró a May. La multitud pareció desaparecer. En ese momento, quería correr a sus brazos y besarlo, pero era más divertido jugar con el deseo de Brian y el suyo propio, así que continuó en camino al ascensor,  apresurándose para subir en uno diferente al de May.
  La idea de que lo estuviera siguiendo en un pasillo lleno de gente lo mantuvo alerta. Sabía que cada movimiento que hacía él, Brian lo miraría, así que se movió con cautela y gracia.
  Lo consiguió, y cuando llegó a su habitación, se dirigió inmediatamente al dormitorio.
  Rebuscó en los bolsos y las maletas de Brian, tratando de encontrar alguna botella de píldoras que estuviera llena, pero todas se las acabaron.
  "¿Adderall?" Levantó las cejas y se detuvo a leer, aunque rápidamente abrió la botella, se metió dos pastillas en la boca y luego sacó el otro par. Se las tragó con agua del grifo del lavamanos del baño. Por alguna razón, cada hotel al que iban tenía agotadas todas sus bebidas alcohólicas.
  "Debí guardar esas cervezas del concierto". Prendió la ducha y empezó a desvestirse. La cerveza lo dejó completamente pegajoso.
  Envolvió una toalla alrededor de su cintura y se volvió hacia la puerta tan pronto como escuchó que se abría. El vapor comenzó a cubrirle la vista, pero estaba seguro de que era Brian quien lo miraba desde el umbral.
  —Está ocupado.
  May encogió los hombros, manteniéndose serio y calmo al cerrar la puerta. Se apoyó contra ella, se cruzó de brazos y lo miró de pies a cabeza, prosiguiendo con ojear el lavamanos, encontrándose dos pastillas que dejó de observar cuando Roger se acercó.
  Aprovechó de agarrarlo por la muñeca y lo apoyó contra el fregadero.
  Se miraron a través del espejo.
  — ¿Piensas que con esto me estás convenciendo de decirle a Christine que se vaya? Solo me estás haciendo enojar.
  —Ah, puedo provocarte más, bebé.
  —Te lo tomas todo como una broma. Estábamos tan bien. Pero tenías que arruinarlo.
  — ¿Arruinarlo? Esto está más divertido que nunca.
  May resopló aburrido.
  —Estoy harto de que seas tan infantil e inmaduro...
  —No me digas que soy inmaduro.
  —Bueno, ¿y cómo quieres que describa tu comportamiento? Porque claro, es totalmente maduro intentar sacarle celos a tu prometido —se separó, abriendo la puerta—. No puedo creer lo inseguro que eres en realidad.
  — ¿Inseguro yo? —Roger soltó una risa forzada—. Al menos yo no molesté a mi mejor amigo hasta que se fuera del país solo porque estaba celoso de que fuese cercano con el chico que me gustaba.
  —Tim no se marchó por culpa mía.
  —Todos sabemos que sí.
  —Eso ya quedó en el pasado, Roger.
  —Ahora es irrelevante, por supuesto. Pero cuando tú traías todo aquello devuelta, tenía que escucharte y comprenderte porque claro, yo tenía la culpa. No sé de qué exactamente, pero yo era el problema —el sonido del agua corriendo y chocando contra el suelo de la ducha se escuchó por unos momentos hasta que tomó la palabra de nuevo—. Espero que ahora que por fin dejaste de evadir hacer las paces con él, hayas visto que Tim nunca fue el problema. ¿Qué te hizo? Aparte de ponerte celoso.
  —Esa pregunta va mejor para ti. ¿Qué te hizo, eh? Que en cuanto llega dejas de alegar por ir a los conciertos, paras de pelear conmigo, no te sientes aburrido y no te quejas de la rutina.
  Roger agachó la mirada y se apoyó en el lavamanos.
  —No le querías contar a nadie, mas aparece él y le cuentas sobre nosotros. Es... Confuso.
  —Un tema es decirle a los medios y otro totalmente diferente es contarle a tus amigos. Debes parar de confundir las cosas, Brian —pausó—. Era siempre yo al que le tocaba sufrir y ahora que eres tú, te quejas. No te gusta cómo se siente, ¿cierto? Esos celos que te hacen querer llorar y gritar...
  —No estoy celoso. Estoy harto de que te comportes así.
  —Llámalo cómo quieras. Parte de ti igual está celoso de él. Cabe decir que no tanto como yo lo estoy de Christine. La verdad es que ella solo está aquí para sacarme celos, ¿no es así? Igual que Tim.
  — ¿No te da culpa usar a alguien que es tu amigo para tus propios propósitos?
  —Ambos estamos haciendo lo mismo. Tú mismo lo dijiste una vez, amor: no somos tan distintos después de todo. Aunque al menos no soy tan malo como tú. No te comparo con Tim. ¿O te gustaría que lo hiciera como tú me lo haces con Christine?
  Roger estaba dispuesto a seguir hablando, pero Brian fue a él y lo besó agresivamente. Inmediatamente correspondió, lo que impulsó a May a pasar los dedos arriba y abajo sobre la espalda de Taylor, acariciando centímetro por centímetro de ella con tanta suavidad que le causó escalofríos. Recorrió desde la nuca hasta llegar a su cabeza, cogió su cabello con sus manos y tiró de él, desatando su enfado finalmente cuando se percató de que Roger sonreía con perversión.
  Le manoseó el trasero y metió la lengua en su boca con tanta suavidad, de modo que cuando Taylor hizo lo mismo, se sintió como una caricia fugaz, que le hizo esperar a por más.
  Roger se separó con besos cortos, volviendo a los largos cuando Brian se lo propuso.
  May lo volteó en dirección al espejo, apegando su pecho con su espalda y desempañando el vidrio. Se encorvó y mordió cada parte de su cuello, escuchándolo jadear de dolor por la fuerza con la que lo hacía. Parecía esta vez sentir una ira que Roger no podría controlar solo con tener sexo con él.
  Metió sus dedos en la boca de Taylor, jalando de su cabello para que alzara la cabeza.
  —Tú eras el que no solo me comparaba a mí, sino que a todos con él. ¿Qué ganabas con eso? —Agarró con la mano las muñecas de Roger cuando lo sintió forcejear—. Quédate quieto, mierda.
  Siguió mordiéndolo y Taylor se apartó para quitarse los dedos de la boca.
  —Lo mío era completamente distinto. Yo solo lo extrañaba por la banda —jadeó otra vez, tratando de zafarse—. ¡Acepta que te estás cogiendo a Christine y termina con todo de una vez!
  Deslizó la toalla de Roger abajo, se ensalivó la palma de la mano, lo inclinó en contra al lavadero y se agachó ligeramente para agarrarle el pene y masturbarlo.
  Taylor suspiró y dejó la lucha a un lado por un momento.
  —Eso no tiene sentido. He pasado todo el tiempo contigo. Día y noche. En cambio tú... Tanto que alegabas que Christine me seguía donde yo fuera y ahora tú andas igual con Tim.
  —No me trates de echar la culpa. Todo esto empezó por tú culpa. Yo no estoy haciendo nada más que tratar de salvar nuestra relación.
  — ¿Lo haces?
  Movió su mano más rápido, en la forma favorita de Roger. Lo besó en el cuello, lo miró en el espejo y se mordió el labio inferior: obviamente Taylor se contenía de soltar algún ruido, aunque fuera solo un suspiro.
  —Solo mira que caliente estás. No lo haces por nosotros, lo haces por ti. Lo trajiste para que te follara. Como no podías convencerme a mí...
  —Tim no tiene ningún chance conmigo.
  —No necesariamente tiene que tenerlo.
  Marcó el camino desde el hombro de Roger hasta la zona lumbar con la lengua. El sabor a sudor y cerveza se le pegaba a la lengua. Y le gustaba.
  —Pero no se lo dejaré así de fácil —aseguró Brian.
  Se arrodilló frente al trasero de Roger, lo agarró por los glúteos, los separó y palpó el ano con la punta de su lengua. Después de sentirlo estremecerse en un escalofrío y escuchar que suspiró, repitió el proceso.
  Continuó por largo rato para seguir escuchando los jadeos de Taylor, luego se puso de pie y miró la cara de Roger mientras empujaba sus dedos hacia dentro de su ano. Primero los dobló, y cuando encontró su punto G, lo empezó a estimular tan lento que le resultaba dolorosamente molesto y provocaba que moviera sus caderas.
  —Estaban secos aún —se quejó Taylor.
  —Pero ¿esto querías, no? Por supuesto. Así que cállate y tómalo.
  Roger borró su expresión quejumbrosa y esbozó una mueca de placer que de seguro persistiría el resto de la noche.
  Cuando Brian siguió moviendo los dedos y se aproximó a su rostro para besarlo, lo volvió a masturbar. Después de separarse, agitó sus dedos más rápido.
  —Si te pudiera estar follando todo el día tú estarías dispuesto. Eres peor que una prostituta.
  Taylor asintió. Involuntariamente movía constantemente los pies de lugar, arrimándose más al lavamanos o a Brian. Sintió que su entrepierna se entumecía cada vez más, y sin intentar controlarse, jadeó con fuerza antes de gemir.
  —Mm, ahí es —los susurros de May venían acompañados con una risa seductora. Luego, disminuyó la velocidad, lo que provocó que Roger tuviera un pequeño espasmo y que se inclinara hacia adelante y se apoyara en la cerámica del lavamanos—. Eso es nuevo —comentó, volviendo a reírse. Le habló al oído—. Vas a correrte todas las veces que yo diga.
  Roger movió las caderas, buscando más fricción.
  —Qué buen niño eres cuando quieres —miró que Brian se sostuvo sonriente. Sintió que le puso la mano en un pezón y jugó con este hasta que se endureció—. Si fueras así de obediente a diario no tendríamos ningún problema.
  Estaba tan sumido en masturbarse que subir una de las piernas y apoyarla en el fregadero se sintió casi una obligación que su cuerpo pedía para aumentar el placer. Con el baño lleno de vapor, su piel se volvió aún más pegajosa, lo que causaba que la chaqueta de cuero de Brian se pegara a su piel, pero eso fue un asunto trivial.
  Se sobresaltó cuando May le tapó la boca con la mano.
  —Alguien entró —escuchó la voz penetrante y rasposa Brian, la que hacía sin intención en situaciones como esas—, pero no vamos a detenernos por eso.
  Levantó la vista por encima del hombro y lo vio sonriendo traviesamente, lo que acompañaba el movimiento de sus dedos que ahora se volvió fuerte e intenso.
  Frunció el ceño, suspiró y bajó la cabeza, mirándose el pene mientras se masturbaba.
  La lengua de Brian pasó por su cuello, por sus labios igual y le hizo chupones donde pudiera.
  Se agachó hasta tener el pecho contra el fregadero y May lo presionó para que se mantuviera ahí. Se rió entre jadeos de que Brian, aunque estuviera enfadado, lo cogería igual. Quería que lo usara tanto como fuera posible esa noche.
  — ¿Qué tomaste? —Preguntó, estimulándolo lento por intervalos y volviendo a la rapidez usual. Le destapó la boca, manteniendo la mano cerca del lugar.
  —Estaba... Estaba en tu bolso —lo oyó responder entre los jadeos.
  — ¿Tomando cosas sin pedirlas? Eso no se hace —metió sus dedos de nuevo a la boca de Roger—. Que esto te sirva para aprender que no te tienes que meter en mis cosas.
  Los apartó, agarró a Taylor del pelo de su nuca, obligándolo a que mantuviera su mirada en su reflejo. Seguía metiendo y sacando sus dedos, jugando en el proceso con el área sensible del punto G de Roger.
  Taylor se masturbaba todavía.
  —Mírate bien. Así de patético te ves cuando estás tan caliente que llegas a ser un desastre necesitado. Y me gusta. ¿Tienes idea de por qué? Porque sólo yo sé dejarte así —sonrió y gruñó enternecido—. Te vas a venir.
  —No, cállate —Roger negó con la cabeza, agarrándose del pantalón de Brian. Se apoyó en el pecho de él—. No voy a... —Se interrumpía por sus propios gemidos—. No lo haré.
  —No te preguntaba —lo agarró de las caderas, moviéndolo hasta el inodoro, abriendo la tapa de este. Volvió a meterle los dedos, retomando lo más rápido que pudo. Lo masturbó él esta vez.
  —Es muy pronto —Roger se quejó en tono infantil, deteniéndose de luchar contra la cálida ola de placer que recorría su vientre y se concentraba en su entrepierna, subiendo desde la base de su pene hasta la punta, provocando que algunas gotas de semen cayeran al agua.
  —Yo decido cuándo es pronto y cuándo no.
  Brian sólo tardó unos segundos en conseguir que Taylor se corriera, pero cuando la primera gota de semen cayó al agua del inodoro, se apresuró a detener la estimulación. Escuchó satisfecho el jadeo quejumbroso de Roger. Cuando se detuvieron, simplemente cerró el grifo de la ducha y lo escuchó suspirar.
  —Solo con los dedos, carajo —murmuró Roger a la vez que un sonrojo  le cubría todo el rostro. El temblor del orgasmo interrumpido persistió; la segunda de las píldoras comenzó a funcionar. Sus piernas no respondían bien. Terminó sentado en el borde del inodoro.
  Brian se acercó a él, recogió la toalla del suelo y se la entregó.
  —Pobre cosita. Tan poco que fue y quedaste temblando —dijo May con voz suave, agarrándolo de la mejilla y acariciándosela. Cambió de inmediato su tono a uno severo—. Vas a recibir más hasta que me saque todo este enojo. Y te va a gustar como la perra que eres.
  Roger asintió.
  Brian lo agarró de la mano y fue con él a la cama, empujándolo contra ella. Apagó la luz.
  Se puso encima de Taylor y lo besó varias veces, quitándose el cinturón. Le besó el cuello y bajó con su lengua desde su pecho hasta los muslos, haciéndole chupones y marcas al interior de estos, acercándose más a su entrepierna con cada que los hacía.
  Tomó el pene de Taylor. Su aliento chocó contra este antes de metérselo a la boca. Lo lamió de abajo hacia arriba, se detuvo y chupó lentamente la cabeza, saboreando el semen restante.
  Roger acarició con la punta de los pies la espalda de Brian a lo largo, dejando las piernas encima de ahí cuando May se metió el pene en la boca por completo. Lo agarró del cabello a la vez que la lengua de Brian envolvía su pene y su mano lo agitaba.
  May le escupió encima del pene, esparció la saliva y se centró en comenzar a hacerlo como más le gustaba, provocando que Taylor gimiera y moviera las caderas en contra de su suave lengua. Lo presionó del vientre contra el colchón.
  —Te mueves una vez más y te amarro.
  Continuó, sonriendo mientras las manos temblorosas de Roger intentaban agarrarse de su pelo.
  —Sí, sí. Joder —dijo Taylor entre jadeos y suspiros, moviendo sus pies en las sábanas, presionando la cabeza de Brian contra su pene incluso más—. Así —habló de manera tan necesitada cuando su mente le hizo pensar en que en algún momento podría cogerse a May por la boca y terminar ahí mismo.
  Brian se detuvo.
  —Qué desobediente, carajo —apretó los dientes y dijo, tratando de atar la mano de Roger con un cinturón. Sin embargo, antes de poder terminar, Taylor se puso encima de él y empezó a desvestirlo con fervor y desesperación.
  Roger besó a Brian, tratando a toda costa de distraerlo para así quitarle el cinturón de las manos.
  Deshizo el nudo de su corbata y se la quitó de inmediato. Continuó con la chaqueta y la camisa, besando su cuello cuando tuvo la oportunidad. Cuando volvieron a cambiar de posición, estaba abajo de vuelta: su lugar favorito para quitarle los pantalones.
  — ¿En serio pensabas que podrías lograr algo? —Brian lo colocó cerca del respaldo de la cama, amarrándole una mano con el cinturón y la otra con su corbata—. Me encantaron los besos, igualmente...
  —Suéltame. Voy a estar arriba esta noche —forcejeó mientras que él se le acercó para besarlo.
  —Eso quisieras —el pulgar de Brian pasó por su labio inferior, lo que hizo que lo besara otra vez—. Esa boquita pide a gritos que la tapen.
  Lo escuchó desabotonarse los pantalones. Quería recibir el pene de May en la boca tan mal, que la abrió previamente. En su lugar solo consiguió los dedos de Brian.
  Volvió la cabeza y negó con ella.
  —No quiero eso.
  —Son todo lo que hoy tendrás de mí dentro.
  —Pues no lo quiero.
  Brian lo agarró por las mejillas con una mano y le volteó la cabeza hacia a él con suavidad.
  Lo escuchó atentamente.
  —No te atrevas a hablarme así de nuevo.
  Sonrió con malicia y movió la cabeza para así soltarse, sin embargo, éste lo tomó de nuevo de la misma forma.
  —Recíbelos —ordenó.
  Los dedos de May entraron en su boca y todo lo que quedaba por hacer era seguir órdenes. Comenzó a chuparlos, pensando en que era el pene de Brian. Así logró que la erección que tenía, volviera a estar completamente dura.
  May sonrió con picardía, se mordió el labio inferior y luego se acercó a su oreja.
  — ¿Ves? No está mal... Toma otro más. Puedes hacerlo, bebé. Muy bien —sacó sus dedos y aprovechó para besarlo: primero jugando con la lengua de Roger afuera de su boca, luego adentro. Se alejó, lamió el cuello de Roger, metió tres dedos en él y los movió vigorosamente—. Dime cuánto me necesitas dentro.
  —Mucho.
  —No solo a mí, a cualquiera, ¿verdad? —Lo tomó por su cuello, ahorcándolo y acelerando el movimiento de los dedos. Sintió el pulso de Roger ir aún más rápido—. Eres tan tonto. Juras que Tim solo busca ser tu amigo. Date cuenta de una vez, Roger. Quiere cogerte.
  —Es lo mismo con Christine —Roger sonrió y gimió. Retorció los pies y arqueó la espalda—. Es... Es– ah...
  —Deshazte de Tim —escuchó a May gruñir en su oído. Después de eso, los dientes de Brian se clavaron tan fuerte en su piel que jadeó más fuerte que en otras ocasiones.
  —Tú de Christine —habló entre gemidos de dolor y placer. Como reflejo, bajó el brazo y liberó una de sus manos del respaldo. Aprovechó la oportunidad para sentarse encima de Brian y besarlo. Le mordió los labios varias veces, sin importarle que May dijera que le dolía—. Siempre quejándote. ¿Cuándo aprenderás a vivir con todo lo que te pasa?
  —Mira quién lo dice —la voz enojada de Brian en ese momento lo hizo irónicamente excitarse aún más. Lo brusco que se puso May, lo llevó a estar abajo suyo de nuevo, pero no se quejaba—. No sabes nada de cómo estoy. Nunca me preguntas nada. No te importo.
  —Anda donde la puta de Christine a contarle. Ella sí te escucha. ¡Dios, ella es perfecta! ¡A ella sí que la amas! ¡¿No?!
  — ¡Sólo te amo a ti, idiota! ¡No puedo amar a nadie más que a ti!
  Todo movimiento se detuvo de repente. Solo pudieron escuchar su aliento agitado y el sonido de Brian encendiendo la luz de la mesilla.
  — ¿Qué más tengo que hacer para que estés satisfecho? ¿Esto no es suficiente? ¿Qué tiene Tim que yo no?
  —Odio cuando te pones así.
  —Estoy preguntándote para arreglarnos en serio.
  —No, me estás preguntando para saber qué hacer para mantenerme tranquilo para que así deje de preguntar por cada cosa que haces y así poder seguir engañándome con Christine.  ¿Por qué eres así de malo conmigo? Ya no te gusto, ya no me amas.
  —Te amo incluso más que antes.
  — ¿Y por qué ya no me tratas igual? ¿Qué hice?
  —Roger, no eres tú.
  —No me vengas con eso de "no eres tú, soy yo". Hasta yo lo he usado. ¿Piensas que soy tonto, igual que lo cree Reid o cualquier otra persona? Tanto que juras que me conoces... Si en serio lo hicieras, hace tanto hubiéramos dejado de pelear —Roger apartó la mirada—. Al principio prometiste que me amarías solo a mí, pero no has hecho más que hacerme llorar.
  May lo desató de la mano que le faltaba, acarició su rostro y lo besó con ternura. Cuando sintió que Taylor se rindió y lo rodeó con sus brazos, cerró los ojos.
  Se besaron hasta que se les acabó el aire.
  —Perdón. Por todo.
  — ¿De verdad?
  —De verdad.
  Roger puso lentamente las manos sobre los pantalones de Brian y empezó a sacarlos junto al bóxer.
  May hizo una mueca de resignación, suspiró y finalmente se los quitó.
  Se recostó y Roger bajó hasta su entrepierna. Taylor lo miró desconcertado al descubrir que todavía no tenía una erección.
  —Pues parece que no lo sientes mucho.
  Suspiró con pizcas de vergüenza antes de que Roger empezara con el oral. Taylor tomó su pene con gentileza y envolvió su lengua en él. Sus manos tocaban partes certeras que le hacían sentir escalofríos por todo el cuerpo.
  Roger tardó en lograr que Brian finalmente estuviera erecto por completo, tanto que quedó con una ligera molestia en la mandíbula.
  Se sentó en su regazo, empujó el pene de May dentro y pronto comenzó a montarlo. No hubo lugar para la lentitud. El efecto de las pastillas lo golpeaba más fuerte que antes en ese momento, aparte la urgencia de acabar y de saborear ese orgasmo con el que tanto había estado soñando últimamente; uno tan intenso que lo dejara temblando y sin poder sentir el cuerpo, lo controlaba.
  Frunció el ceño y tomó las manos de Brian con fuerza. Estas se aferraban de sus caderas.
  Se inclinó para besarlo, pero permaneció en su pecho, dejándole ahora el trabajo a May, el cual se movió lento y con firmeza.
  Roger jadeaba y se quejaba cuando Brian trabajaba su punto G. Sus piernas tuvieron un espasmo y trató de separarse para apoyarse en el colchón y montarlo rápido para así venirse, pero fue detenido.
  —Quédate así —May habló de manera agitada. Le acarició el cabello mientras continuaba envistiéndolo. Suspiró y gimió.
  Pero por mucho que Roger quisiera permanecer en esa posición, no pudo contenerse de separarse y montarlo. Se movió rápida y urgentemente, incapaz de controlar los sonidos que salían de su boca. La estimulación fue perfecta, especialmente con Brian comenzando a masturbarlo.
  — ¿Vas a venirte?
  Asintió varias veces, nombrándolo en medio de gemidos, lo que lo hizo reír juguetonamente a Brian.
  Apretó los labios, saltando un poco, abriendo la boca y jadeando en voz alta. Se movió en un vaivén corto, eyaculando finalmente al cabo de unos segundos así.
  Se estremeció y sus piernas se apretaron un poco contra el torso de Brian. Se movió unas cuantas veces más para sentir más de esas contracciones que sentía en el ano cada que se corría. Suspiró con placer y alivio, dispuesto a seguir, sin embargo, Brian lo detuvo.
  —Déjalo así.
  Se negó a cumplir la petición de May, así que siguió con un oral hasta que pudo hacer que eyaculara en su boca. Sintió el sabor del semen en su lengua y cómo palpitaba el pene de Brian. Escuchó sus gemidos.
Mantuvo abierta su boca y sacó la lengua, enseñándole el semen deslizándose de ella, recibiendo un beso en que pudieron frotar sus lenguas.
  El hilo de saliva mezclada con semen que unía sus lenguas, se cortó una vez Brian y Roger se separaron por completo.
  Taylor se recostó. Quedarse tranquilo era todo un reto con el Adderall funcionando todavía, mucho más lo fue intentar dormir.
  Brian sentía estremecerse a Taylor aún abajo de las sábanas, pero lo ignoraba ya. Sabía que no podría calmarlo.
  "No entiendo por qué dilato esto. Pero es... Es difícil. Christine no ha hecho nada malo. ¿Por qué debo echarla? El que debería irme soy yo. Yo tengo la culpa. Roger tiene razón. Otra vez".
«Eres un mentiroso. A la gente no le gustan los mentirosos».
  Exhaló al acordarse de Taylor diciéndole eso. Su cuerpo le advertía que quería llorar, pero no había signos de que se aproximaba el llanto. Se mantuvo ahí, insensible al sentimiento.
  "A Rog le gusta estar con Tim porque lo escucha y lo entiende, ¿no es así? Si de verdad amo a Roger tengo que hacerlo. Voy a hacerlo". Cambió de posición, admirando la espalda de Taylor.
  Pestañeó cada vez más lento hasta que finalmente cayó dormido.
  Christine ya no estaría allí para el término de la semana.

[...]

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