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Me estaba muriendo.
Quería irme de una vez, parar de escuchar, de sentir, pero todas esas pastillas saliendo, las mangueras entrando en mí, las voces, el ruido de la sirena, no me permitían tener la paz que quería. Necesitaba descansar y no me dejaban.
¿Habrá sido eso mismo lo que pensaba Elton cuando se encerró en su habitación y decidió suicidarse? ¿Qué habrá sido lo último que se le pasó por la mente a Nancy cuando estaba desangrándose en el suelo de ese baño de hotel? Quizás nada, quizás todo. Nunca lo sabría, pero al menos tenía claro que desde hace mucho tiempo sentía que algo se preparaba en mi interior, y yo andaba por ahí haciendo una cosa y sintiendo otra. Dios, todo estaba aquí adentro.
¿Por qué me afectaba tanto que no me creyera? ¿Acaso soy bueno ocultando cómo me siento, o él eligió creer lo que yo trataba de aparentar? Pero las preguntas en ese momento ya no importaban. Al final, tenía que suceder. Era la única forma de que me escuchara y me creyera.
¿O no? Todas esas veces que me encontró tirado en la cama, a una dosis de irme al hospital, ¿no le alertaron de nada?
Era un sentimiento terrible pensar en que lo notó y prefirió hacer nada, que nunca le importé. Era una sensación angustiante, nauseabunda pero que me inhibía de todo, igual que la de la sobredosis. Era tan contradictorio que me drogué para sentirme bien pero en cambio me sentí tan mal que sabía que me iba a morir, y una vez asimilé eso me dio miedo, pero aún así no quería seguir viviendo.
Después de todo, ¿quién lloraría por mí el día siguiente? ¿Personas a las cuales ni siquiera conocí en toda mi vida, pero ellas sí a mí?
Vi blanco. ¿Qué estaba pensando? ¿Por qué creía que alguien se preocuparía por mí?
Si no llegaba a ver el amanecer, no iba a ser difícil ver que yo en realidad no era feliz, no después de descubrir que ya pasado un tiempo nadie lloraría; pasaría a la historia como uno más de los cuantos que se suicidaron por el vacío existencial que no pudieron llenar.
Roger me había mentido. No pertenezco a ningún lado, ni siquiera al que él me proclamaba que sí.
Me traicionó, pero era lo justo.

[Hospital de Kansas, Kansas City, Missouri – Estados Unidos. Diciembre de 1978]

—Con los argumentos del artículo de la decimocuarta enmienda de la constitución de Estados Unidos y el doce de la declaración de los derechos humanos, estamos en el derecho de demandar al hospital si es que algo de esto se llega a saber. Afortunadamente para ellos, el personal fue lo increíblemente discreto, incluso al llegar a buscarlos al hotel. Moví algunos conciertos y cancelé todas las ruedas de prensas. Tendrán tres días libres. Lo más probable es que se formen rumores, pero quiero que solo los dejen hablar. Nadie niegue ni confirme nada. Ni siquiera hablen con la prensa. ¿Entendido? Espero que comprendan por qué les dejo esta tarea a ustedes.
—Es un tanto obvio —replicó Mercury, cruzándose de brazos.
Jim miró a Frederick y John: ellos hacían lo mismo de vez en cuando, pero generalmente evitaban hacerlo.
Por último giró a Paul, apreciando que él suspiraba, fruncía ligeramente el ceño y apretaba los labios.
— ¿Hay algo que deseen compartir?
—Sí. Paul y yo nos quedaremos aquí en el hospital, ustedes ocúpense de regresar con Brian al hotel.
Con resignación, apartó su vista de Mercury cuando éste se fue caminando a lo largo del pasillo junto a Prenter. Aunque volvió la vista a Deacon cuando escuchó que iba tras de Frederick con intenciones de detenerlo.
— ¿Estás enojado?
—Por supuesto que lo estoy.
—Podríamos haber evitado todo esto si me hubieras escuchado antes.
— ¿Y acaso ahora me estás culpando de esto? Literalmente Jim y tú lo sabían, o al menos sospechaban. ¿Qué les costaba, no lo sé, irrumpir en la pieza de los chicos y detenerlos de una vez?
—Comprendo, en este caso conversarlo no era la solución. Deberíamos haber actuado de manera distinta y con antelación, pero ahora no sirve de nada que te enojes o te lamentes. Fue un error.
—Un error que le está costando la vida a dos de mis mejores amigos, Deacy —Frederick se detuvo. John hizo lo mismo—. ¿Crees que no siento culpa también? Sé que debería haberte escuchado, sé que no tenía por qué evitarte. Pero no tienes que repetirme que si algo les sucede, será por culpa mía. Tampoco me digas que no sirve de nada enfadarme o lamentarme, que eso ya lo sé.
Miró a Frederick y optó a mantenerse callado para prevenir que la discusión se agrandara. Observó las paredes, el piso, las calcomanías que indicaban salidas de emergencia y nombres de habitaciones... Todo excepto a Mercury.
—Hazme caso y ayuda. Devuélvete al hotel con Brian y asegura que no le pase nada más.
Asintió y se detuvo, manteniendo los ojos fijos en Mercury mientras que éste seguía su rumbo y se alejaba. Se regresó a donde Jim y notó que él estaba hablando con Timothy.
— ¿Está todo en orden con Freddie? —Preguntó Staffell mientras lo rodeaba por encima de los hombros con el brazo.
—Más o menos. Dice que está irritado por lo que sucedió, aún así, creo que en realidad se siente muy preocupado. Y tú, ¿cómo estás?
—Sobrepasado, preocupado... —Timothy agarró aire profundamente—. Pero al menos Brian está bien.
—Sí, incluso el hospital dice que está listo para irse. Nos vamos con él para vigilarlo el resto de la noche. Fred se ofreció a quedarse aquí para lo de Rog... ¿Lo acompañarás?
—Sí, por supuesto.
—Le diremos al auto que pase por ustedes luego.
La conversación acabó en el momento en que vieron a una enfermera traer a Brian con ellos. Después de que ella diera algunas instrucciones y sugerencias al grupo, los dejó.
—Ah, Brian —dijo aliviado Timothy, dándole un abrazo a May sin pensarlo dos veces. Staffell suspiró en contra del pecho de este, recibiendo el abrazo de vuelta—. Deacy y Jim te acompañarán de vuelta al hotel. Yo los alcanzaré más tarde... Ve a dormir. Mañana hablaremos.
May asintió y fue al estacionamiento con Deacon y Beach. Miró hacia el cielo: todavía era de noche. Sintió que John lo agarraba del brazo y lo acompañaba al auto.
Jim los veía desde atrás.
"¿Cómo dejan ir a casa a una persona que hace no más de unas horas tuvo una sobredosis? Me parece una barbaridad tan insensible..." Pensó Jim, cruzándose de brazos a la vez que veía al par subirse al coche. Él entró de los últimos y a penas empezaron a avanzar, Brian se apoyó en Deacon y cerró los ojos.
Nadie habló en todo el camino, a lo que May únicamente prestó atención cuando le dijeron que habían llegado al hotel.
En el ascensor, John le tomó atención al número abajo del que marcó: era el piso en que se encontraba el cuarto de las chicas. Inmediatamente pensó en Eleanor. "¿Cómo estará? ¿Iré a verla? No, mañana sería mejor. Ya deben estar durmiendo."
Se bajaron y fueron a la habitación de Brian: él no podía darse el trabajo de pensar nada más que en descansar, lo cual se demostró cuando se recostó en la cama y cayó dormido instantáneamente.
John lo miró fijamente durante unos minutos, luego le quitó los zapatos y lo cubrió con una manta. Bajó la mirada al piso, encontrándose con algunas pastillas que en seguida botó en el baño. Se llevó los objetos que consideró peligrosos y entró en la sala de estar, donde Jim lo estaba esperando.
—Ya está dormido —avisó, dejando las cosas que tenía en las manos escondidas en los cajones de los muebles de la cocina. Se apoyó en el lavaplatos, sin dirigirle la mirada a Jim.
—Espero que al menos recupere el sueño que perdió.
—Ajá.
El número de la habitación de ellas quedó intacto en su mente.
"¿Y si todavía están despiertas?" Cuando la pregunta invadió sus pensamientos, lo que le quedó por hacer fue resoplar, palmear suave el armario dos veces y meter las manos en los bolsillos del pantalón para disuadir las ganas de ir. "No, olvídalo. Lo voy a dejar así. Roger es el que debería ir, no yo."
—Vuelvo en unos momentos. Iré a ver si Verónica ya está dormida. Cuando partimos al hospital parecía en verdad preocupada y... Eso no puede ser bueno para el embarazo.
—Sería bueno que en realidad fueras a verla a ella —paró de caminar y volteó a él—. Tantas cosas han pasado en estas últimas horas, John. Ya viste qué sucede cuando uno no es sincero. ¿Por qué no mejor dejas de ver a Aura y haces como si nada pasó?
—No es así de simple.
—Es más simple que contarle a Verónica. Aparte, tú y Aura, no son nada —agachó la mirada—. No son nada, ¿verdad...?
—No, no somos.
—Entonces es más fácil aún. No debes darle ninguna explicación para alejarte de ella. Aparte, se ve feliz con André.
— ¿Tú crees? —Arrugó el ceño y esperó unos segundos sin hablar.
—Solo hazlo, por favor. No necesitan más problemas.
Respiró hondo y se despidió.
Salió directamente a donde Milán, Eleanor, Nevada y Aura.
"No debería." Vaciló antes de golpear en la puerta. Eventualmente lo hizo igual, aunque cada vez que la tocaba sentía un poco más de culpa llenar su cuerpo.
Aura fue quien atendió.
—Hola.
—Hola —ella sonrió, manteniendo la puerta entreabierta, asomando únicamente la cabeza por la apertura—. ¿Vienes a ver a Ele?
—Sí. Quería saber cómo se encontraba.
—Está durmiendo. Quedó un tanto... Eh, rara luego de eso. No fue bonito lo que vio.
—No, para nada.
—Pero está bien. Son gajes del oficio —rió incómoda, suspirando al final.
— ¿Estabas durmiendo?
—No, vengo llegando de la fiesta. No me enteré hasta ahora de lo que sucedió, si hubiera sabido antes...
—Oh, no, no —interrumpió—. Está bien. No tienes nada que ver en ello, digo, no envolvía a nadie más que a nosotros, entonces...
—Sí, lo capto —Aura rió suave—. Lo lamento tanto, igualmente. Debe ser difícil ver a tus amigos así.
—Lo es, de hecho. Pero siento que en algún momento pasaría. Que sucediera en este instante y que hayan encontrado a los chicos a tiempo simplemente fue suerte. Quizás ahora con todo esto al fin podamos resolver los problemas que teníamos.
—Cierto —Aura lo miró directamente a los ojos, acción que lo envolvió aún más en la conversación—. ¿Y tú estás bien?
—Sí... ¿Por qué no lo estaría?
—Luces agotado, no voy a mentirte —apoyó la cabeza en la puerta—. Y con lo que ha pasado, es lo mínimo que puedo preguntar.
Se apoyó contra el marco de la puerta en conjunto que la miraba.
—Qué considerada eres. Siempre pensando en los demás.
—Se me ha pegado de ti —sonrió.
Los labios de Aura aún tenían algo de labial rojo.
"Ya, qué más da." Entró, asegurándose de cerrar de inmediato.
—Detente —dijo John.
— ¿Qué?
—No nos hemos visto en días y cada que me miras así, yo... —Suspiró.
—Ey, está Verónica. Tú mismo la trajiste, no puedes quejarte ahora.
— ¿Qué? ¿Andas celosa? Eso es tan impropio de ti.
—No lo estoy.
Miró la mesa y allí estaba el cenicero lleno de colillas. "Parece que lo de fumar va en serio." Pensó y la agarró por la cintura, apegándola a él. Ella no hizo más que quedarse quieta.
—Te extraño. ¿Tú no me extrañas? —Preguntó Deacon—. Ese cenicero lleno habla por sí solo. Nunca fumabas cuando estábamos juntos.
"¿Es esta una estrategia barata para hacer que yo ceda?" Aura miró hacia otro lado, aunque pronto se encontró con los ojos de John. Estaban tan cerca ya.
— ¿Tú en serio lo haces? —Respondió.
Los ojos y la voz de John reflejaban de alguna manera lo genuinas que eran sus palabras.
Sintió la mano de Deacon en su mejilla. "¿O está diciendo la verdad?" Se preguntó, acercándose más. "Le ha mentido a Verónica, y eso que ella es su esposa. ¿Por qué no me mentiría a mí?"
John la besó, a lo que correspondió. Se separaron. Estaba decidida a parar, sin embargo la sonrisa que John le dio provocó besarlo de nuevo.
"Por favor, que no sea una mentira."
Cortaron el beso.
—Les comenté a los chicos que ya no seguiré en la banda.
— ¿Te irás ahora mismo?
—No, terminaré esta gira y ya no volveré.
—Ya no nos veremos, ¿entonces? —Sonaba decepcionada.
—No será tan fácil hacer excusas para verte, tampoco será fácil pasar desapercibidos. La prensa continuará siguiéndome incluso si me desligo del grupo.
—Ah... —Ella suspiró.
"No, está bien. Está bien. Tiene que irse, así dejaré de sentirme confundida... No va a pasar nada entre nosotros, así que ¿de qué sirve?" Pensaba Aura permitiendo que un silencio pasara.
—No llevaré a Verónica a la manga de Europa, al menos no hasta que pasemos por Inglaterra... —La miró—. Ven conmigo.
—Quieres una despedida —Aura susurró en sus labios.
—No me voy a ir sin una.
En vez de seguir respondiendo, ella lo besó.
Ambas partes finalmente cedieron a cada uno de los besos.
John salió atontado de la pieza y recibió otro beso más, pero en la mejilla. Se despidió con la mano y luego regresó a la habitación de Brian. "Mientras nadie lo sepa, estaré bien. Solo necesito guardar un secreto." Abrió la puerta y descubrió que la Beach yacía en el sofá, ya durmiendo.
"Jim tiene razón, no necesitamos más problemas. Y si por alguna razón la prensa se entera, llegará a Verónica y no puedo permitir que ella lo sepa. Joder, ¿por qué sigo haciendo esto? ¿Que no me basta con ver cómo terminaron Brian y Roger por una infidelidad?"

CigarettesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora