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  Taylor lo miró sorprendido por lo que acababa de decir, pensaba que no era justo que ahora que estaban todos, Freddie tomara la radical decisión de irse a casa.
  — ¿Te vas ahora que por fin llegué? Y me dices a mí irresponsable... —dijo a regañadientes lo último.
  —Es que me sacas de mis casillas. ¡¿Cómo no te das cuenta de la atención que requiere la banda?! Oh, cierto, ¡no lo sabes porque siempre te vas en medio de todo! —Hizo exagerados movimientos con sus manos— La gente por fin nos está tomando en cuenta, Roger, y ahora no es un buen momento para arruinarlo.
  —Hablas como si ya lo hubiera arruinado antes.
  — ¿Y acaso no? —notó el impacto que sus palabras causaron en el otro artista participante de la pelea.
  El último nombrado, caminando hacia a él, le atacó de otra forma.
  — ¿No que te ibas? —miró desafiante al pelinegro, quien estaba cada vez más enojado—. Mary debe estar esperándote.
  — ¿Podrían dejar de gritarse y resolverlo como personas civilizadas? —preguntó Brian.
  —Pregúntaselo a la reina-del-drama-Freddie
  — ¡No estoy siendo dramático! Es cierto que cada vez que intentamos terminar la canción y necesitamos de la disposición de los cuatro ¡no podemos hacerlo porque faltas tú! —el pianista se giró bruscamente al decir esto último, dándose cuenta que Taylor imitaba sus acciones y palabras a sus espaldas—. No te atrevas a imitarme, que el que va a salir mal de esto vas a ser tú.
  —Perro que ladra no muerde, o en este caso: gato que maúlla no rasguña, Mercury —respondió acercándose a quien desafiaba.
  La situación empeoró, ambos habían empezado a empujarse. Si no hubiese sido por la intromisión de Brian y John, quienes los separaron, aquello habría terminado peor de lo que acabó.
  —Pedazo de brutos —dijo entre dientes el bajista a la vez que aplicaba más presión en los brazos de Freddie para que no escapara de su agarre y terminara por golpear al enfadado baterista con el que sostenía su pelea—. ¡Con golpes no resolverán nada!
  —Ni gato y perro son tan agresivos como ustedes —retuvo a Roger aún más fuerte. Se le hacía fácil.
  — ¡Mierda, Brian, suéltame!
  — ¡Sí, suéltalo! Solo así veré si sus golpes son tan fuertes como alardea que son —habló el vocalista provocando que el rubio intentara patear su estómago, cosa que no logró por el agarre que el más alto ejercía sobre él.
  —John tiene razón, si se golpean las cosas solo empeorarán —Brian habló en volumen alto. Cada vez presionaba más a Roger contra sí, recibiendo canillazos y codazos en consecuencia—. Hagan las paces como las personas maduras que supuestamente son y volvamos a trabajar, por el amor de Dios.
  — ¿«Volvamos»? ¡Eso me suena a muchas personas, Brian! —Alegó Freddie— Mi parte está lista y ¿sabes de qué tengo el derecho? —una vez ya estaba más calmado, logró zafarse de John—. De irme, no como tú  —miró fijamente a Roger mientras ponía sus manos en sus propias caderas, reprochándole esto último que había dicho. El pianista hizo a un lado a John, agarró sus cosas y sin mirar atrás, abrió la puerta, quedándose en medio de esta— Chao, chao, amores. Espero que la rubia haga algo que no sea causar problemas —salió de allí.
  Roger, soltándose de Brian por fin, caminó lo más rápido que pudo hasta la puerta y recargándose en el umbral de la misma, le gritó al persa lo siguiente mientras veía como este se iba del lugar sin dedicarle mirada alguna.
  — ¡Deberías estar agradeciéndome, Farrokh! —El rubio señaló al mencionado, desafiándolo una vez más— ¡Si Tim no se hubiera ido y Brian no me hubiera convencido, tú no estarías aquí!
  El atacado con el insulto, caminó hacia la salida del edificio, levantando los dedos de en medio de sus manos y gritando «que te jodan», se despidió de su querido amigo.
  — ¡Pues a ti también! —Gritó eufórico Roger.
  A los pocos segundos, con la respiración agitada, volteó, mirando esta vez a John.
  —Si tanto extrañas a Tim, entonces dile que vuelva a ser el bajista, ¿no? —dejó sus manos caer sobre sus pantalones, causando que sonaran.
  El baterista se dio cuenta de lo que había dicho ya demasiado tarde como para enmendarlo.
  —No, no, no me refería a eso, John. E-Es solo que... —suspiró y después maldijo— Joder, sabes que esto no es contigo.
  —Lo sé pero ¿sabes?, no me molesta —interceptó sus ojos con los del baterista quien mostrando una mínima chispa de esperanza a través de ellos no se veía venir las palabras que completaban la frase de Deacon—, solo me decepciona.
  Al oír por completo lo que el bajista tenía que decir, en un intento desesperado de buscar soporte llegó hasta los ojos avellana de May, pero no lo encontró. Sabiendo que perdió, salió de la habitación y cerró la puerta bruscamente, causándole un pequeño sobresalto a sus dos compañeros que aún estaban presentes.
  Cuando a la cabina finalmente retornó el silencio y la paz, Brian suspiró para luego tornar su atención hacia John, quien estaba ahora con la mirada gacha, afligido por la situación.
  — ¿Todo bien? —el guitarrista intentó indagar en la mente del otro mientras ponía su mano derecha en uno de los hombros del bajista.
  —¿Te haz dado cuenta?, siempre que el nombre de Tim surge en una conversación llegamos a este punto. Ya parece ser un tabú hablar de él.
Analizando lo que el menor le había dicho, el de cabello ondulado se quedó en silencio unos segundos para después responder.
  —Un tabú —rió un poco.
—Incluso se asemeja a hablar de política en la mesa con tus abuelos en día de reunión familiar —comparó—. Esto ya me parece un poco raro.
—Oh, no lo es tanto... creo que ya te diste cuenta de que Roger en cuanto a ese tema sigue siendo un poco —hizo una pausa, buscando una palabra que le acomodara para no sonar tan duro— sensible. Y con los temas que uno es sensible pues las reacciones pueden ser un tanto exageradas.
  —Lo tengo claro, ¿pero tan exageradas son como para causar peleas de esta magnitud? No lo sé, me intriga desde hace ya un rato la situación y me hace sentir una culpa ligera el pensar que no me incumbe meterme.
—Pues tu argumento es bastante válido, pero claro que te incumbe, digo, eres de la banda además... eres parte de su círculo de amigos.
—Pero no por el mismo tiempo que lo han sido tu o Fred —caminó hacia su instrumento y miró el mismo en silencio: se sentía un tanto acorralado, intentaba no meterse tanto en los problemas entre sus compañeros porque sentía que el nivel de confianza que tenía con los demás aún no llegaba a un grado considerable al menos para él. Se sentía como el niño nuevo en un salón donde los estudiantes se conocían casi desde siempre—. No lo sé... ¿crees que nos tengamos que separar a causa de las peleas? —preguntó con una notable preocupación mientras miraba al contrario, esperando un no como respuesta. En vez de, recibió una encogida de hombros acompañada del diálogo siguiente.
  —Prefiero estar preparado para lo que venga.
El tic-tac del reloj anunció pronto que ya habían pasado un un rededor de treinta minutos en los cuales John y Brian hablaron del tema, intentando indagar en el mismo, tratando de resolver la incógnita que hace mucho estaba allí. En un momento, Deacon detuvo la conversación y cambió de tema.
  — ¿Crees que se haya ido?
  —Lo más probable es que sí —miró a John— .¿Quieres irte a casa?
  El otro asintió mientras se removía de su lugar.
  —Espero no te moleste — John empezó a arreglar sus cosas una vez estuvo seguro de que May no tenía objeción contra su decisión y cuando estaba por terminar, le preguntó— ¿Qué hay de ti?
  —Bueno, yo... —pensó por unos minutos— debo ver si tengo suerte con lo de mi solo. Además, veré si puedo arreglar el otro tema.
  —Suerte, para ambas cosas —chocaron sus manos, haciendo un tipo de coreografía con las mismas; era algo como un saludo secreto. Cuando John finalmente estaba listo, abrió la puerta—. Hasta mañana —salió, desapareciendo de la instancia.
Cuando llegó fuera caminó por la vereda y pasó por el estacionamiento sin mirar aquel lugar, por lo que no se dio cuenta de que lo observaban a pesar del constante humo que había acumulado en solo un sitio del mismo.
Finalmente los ojos azules que le miraban fueron a varar su foco al suelo, en donde había una buena cantidad de colillas aplastadas.
Tirando el cigarrillo al suelo, lo aplastó con su pie y se sentó en el capote de su auto liberando el humo que tenía en su boca.
—Veinte —murmuró recostándose sin cuidado en el parabrisas. Estornudó y abotonó su camisa dejando solamente dos botones sin abrochar, cogiendo después de esto la cajetilla de cigarros y el encendedor. Prendió uno y le dio una calada. Tosió, sin embargo cuando se recuperó volvió a fumar.
No pasaron más de diez minutos cuando May puso un pie fuera del estudio y observó hacia el estacionamiento, viendo de inmediato a su compañero. Aspiró el aire helado y cruzándose de brazos caminó hasta donde estaba el rubio, sin embargo, este último al oír que pasos se acercaban en su dirección observó de inmediato quién era.
El guitarrista se detuvo a medio andar, hablando cuando creyó estar preparado para hacerlo.
  — ¿Puedo?
Taylor arqueó una de sus cejas observando con sospecha al mayor. Atrajo una pierna hacia su pecho y recargó su brazo en la misma.
  —No sé, ¿puedes? —respondió sarcásticamente. Notó la expresión de desagrado de su amigo— Como quieras.
Quitó la cajetilla de cigarros y el encendedor de donde su compañero se sentaría. May se acomodó junto con el baterista, adoptando la misma posición en que había encontrado al contrario: recostado en el parabrisas. Observó el cielo nocturno, no había ninguna estrella.
Cuando el objeto que estaba en la boca del más bajo completó su ciclo de utilidad, este mismo lo tiró al piso y lo dejó morir allí.
—Uno equivale a cinco días menos de vida ¿lo sabías, Rog?
—Calcula veintidós multiplicado por cinco entonces —sacó otro, lo encendió y volvió a fumar. El contrario respondió después de unos segundos.
—Ciento diez.
—Me parece un precio justo.
Se quedaron en silencio por un rato, en el que Brian observó con detenimiento el perfil del rubio. "Dios, cuanto has cambiado", pensó despegando su mirada del rostro de Roger.
Tomó aire y le preguntó finalmente.
  — ¿Qué sucede contigo?
—Creo que sería más fácil preguntar qué es lo que no.
  —No quieres hablar del tema, ¿cierto?
  —No —inhaló del cigarro y exhaló, dejando salir humo—, con nadie.
  Se formó otro silencio de nuevo, Brian lo rompió.
  —Esto te está matando.
Roger se giró bruscamente hacia él, se vio contra la espada y la pared debido a la acotación realizada por el mayor. Debió responder de todas formas, no de la manera más inteligente pero quizás lo suficientemente astuta para distraer al otro de su foco.
  —A ti también, Brian —pestañeó un par de veces—. A todos —rió, aunque apagadamente.
—Y eso te gusta.
—Oh, claro que no —frunció el ceño—. Todos están enojados conmigo, es como ser el centro del huracán...
—Es curioso que digas eso—continuó observando el cielo, aunque no hubiera nada en el más que un manto azul marino que cubría todo rastro de estrella— ya que en el centro del huracán todo está tranquilo, lo que está al rededor suya está en caos... curiosamente ese mismo caos fue creado por el centro, el que está más calmado como ya dije.
— ¿Insinúas que esto es mi culpa? —el otro rió suavemente de pronto— Debí saberlo, después de todo, estás de lado de Freddie.
—No estoy de lado de nadie —negó con su cabeza a la vez que reía— y eso lo sabes.
— ¿Entonces, qué tratas de lograr con esta charla de madrugada?, no estás llegando a ningún lado, te aviso...
—Sé que hay algo que nos estás ocultando. Te conozco.
  —No, no me conoces —enérgico, se levantó de su asiento, tirando su cigarro al piso y aplastándolo—. Ni tampoco estoy ocultando algo.
  — ¿Por qué te pones a la defensiva entonces?
— ¿Acaso debo explicarte todo? —volteó hacia él, interceptando sus ojos con el guitarrista y apoyando sus manos en el capote del auto, recargándose de esta forma en el mismo.
—...No en realidad, pero no me molestaría que lo hicieras.
Roger chasqueó su lengua y haciendo un ademán con su cabeza indicó que May debía salir de donde estaba sentado.
  —Sal de encima.
Brian hizo lo que el otro le pidió y antes de volver a entrar al edificio, le habló mientras se alejaba del estacionamiento caminando de frontis a este.
  —Tienes razón en una cosa, Rog: no, no te conozco. Ya no.
Taylor observó por última vez el avellana en los ojos de Brian primero un tanto consternado, después, recordando lo enfadado que estaba con todos, abrió la puerta de su auto y se encerró en el mismo.
Aún más enfadado que antes, encendió la máquina a la vez que observaba como su compañero se alejaba y amenazando con echar a andar el auto, pisó el acelerador mientras aún estaba puesto el freno de mano.
Cuando vio desaparecer al mayor apagó el coche y descansó su cabeza en el volante ejerciendo la acción de quitar las llaves de donde estaban puestas, arrojándolas contra el asiento de copiloto, causando un sonido que anunció que ese lugar ya estaba ocupado por otro objeto; eran sus baquetas. Recordó que en el apuro de salir, las había dejado allí y olvidó tomarlas para ir con ellas al estudio.
Sacó un cigarro de su cajetilla y lo encendió, inhalando del mismo y calmándose gracias a esto.
Elevó su mirada y luego se observó en el espejo retrovisor, examinándose: vio a un joven chico quien apenas había empezado su época veinteañera, con cabello rubio, labios finos y cansados ojos azules.
Se reconocía, sabía que él era Roger Meddows Taylor, pero ya no se sentía como tal.
Exhaló, liberando el humo.
Se preguntó cómo es que había llegado hasta ahí, pero evadió responderse a sí mismo cuando se dio cuenta de que para replicar debía indagar en su pasado. Pero otra pregunta surgió: ¿dónde estaba el joven quien emocionado se sentaba detrás de la batería y tocaba con todas sus ansias?, últimamente no lo veía, sabía que estaba desorientado y que las decisiones que tomaba no eran las mejores.
Supo finalmente que esos últimos días había estado cegado de forma brutal.
Dirigió su mirada por última vez a las baquetas, después a sus propios ojos en el espejo y finalmente decidirse a volver al estudio. Agarró las varillas, salió del auto a paso rápido.
Al llegar a este, abrió la puerta y vio como su amigo se estaba preparando para marcharse. Arrepentido de lo que había dicho y de lo que no, lo observó por unos segundos y finalmente le habló.
  —Supongo que tú también te irás ¿cierto, Brian?

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