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La primera manga de la gira los llevó por toda Gran Bretaña y los regresó a Londres el veinticuatro de diciembre para pasar la Nochebuena con los fanáticos en lo que resultó ser, a pesar del helado clima de la ciudad, una acalorada noche dentro del Hammersmith Odeon.
La primera etapa se cerró con un brindis al final de la presentación, justo a media noche, cuando cinco mil personas y algunos trabajadores de la BBC estuvieron presentes.
Sucedió una semana a partir de ese día.
Volteó para ver la hora, eran veinte para las diez de la noche del jueves treinta y uno de diciembre; víspera de año nuevo. Debido a eso hoy la gente había salido temprano de sus trabajos, los niños estaban en sus casas por las vacaciones de término otoñal que les otorgaban sus escuelas y las tiendas ya estaban cerradas.
La mayoría estaba preparándose para pasar la noche con sus familias, amigos o pareja, y quienes conformaban Queen no eran la excepción. Elektra Records y Emi serían hoy los anfitriones de una exclusiva fiesta que ofrecerían para sus asociados, a la que claramente la banda había sido invitada. Toda la gente importante estaría allí esa noche, por lo que era ciertamente un evento que ninguno de los cuatro quería dejar pasar por alto.
Frederick salió del baño y caminó directo hasta la habitación a donde estaba su closet con el secador de pelo en mano. Encendió la luz al llegar a ella y dejó el aparato sobre una silla que había por ahí, abriendo el armario para sacar lo último que le agregaría al atuendo que usaría esa noche.
Volteó a ver el reloj con la chaqueta y pañuelo que había sacado en mano, dándose cuenta de que debía apresurarse: Brian pasaría a por Mary y por él a las diez con veinte.
—Mary, tesoro —elevó un poco la voz, llamándola— ¿estás lista?
—Casi —respondió en el mismo volumen—. Estoy terminando de maquillarme. ¿Y tú?
—Ni cerca —murmuró.
— ¿Ah?
—Casi, casi —rió, echándose desodorante y perfume, vistiéndose en cuanto pudo. Luchó un poco para ponerse los pantalones, demorándose por ello.
Mary lo encontró peleando con la prenda de ropa.
—Casi listo, ¿eh?
—Cabe decir que fueron dos casi —elevó la mirada desde sus pantalones hasta su novia. Sonrió—. Te ves muy linda... aunque algo graciosa con esas cosas en la cabeza —dijo, refiriéndose a los tubos que tenía puestos en el cabello.
Austin rió, ruborizada.
—Me los quitaré en un rato más. Si no alcanzo, lo haré en el auto. Ya sabes, Brian es muy puntual.
—Oh, sí... —dejó de hablar para concentrarse en ponerse su camisa—. Pero prefiero eso a que llegue cuando ya sea pasado de medianoche, nos dieron la opción de llegar más tarde pero no quiero perderme ni un minuto más de esa fiesta, ¡es el evento del siglo! ¡Creo que hasta habrá periodistas!, así que hay que ir presentables. Recuerda que la invitación decía que debíamos estar vestidos como para ir a una alfombra roja.
—Ah, código de vestimenta. Yo sabía que trabajar en esa tienda de ropa me serviría.
—Claro que sí, tesoro. En cualquier contexto sirve.
Pasado el rato, los gatos del cantante, quienes estaban merodeando por la ventana, empezaron a maullar, haciéndoles saber a sus dueños que su transporte había llegado. La chica, escuchando los ruidos que los animalillos hacían, separó las cortinas y miró hacia abajo a través de los vidrios, viendo el coche del guitarrista.
Le avisó a su pareja, bajando a los pocos minutos y subiéndose al auto en compañía de él. Saludaron al que manejaba, y con Mercury de copiloto y Mary en el asiento de atrás, partieron hasta la fiesta que en la azotea de un alto edificio en el centro de la capital estaba desarrollándose.
El ambiente era bastante agradable, un poco del humo de los cigarrillos se filtraba cada que alguien abría la puerta para salir a las terrazas o para entrar al espacio interior en donde se encontraba la mayoría de la gente.
Dentro había seis mesas, cada una con tres adornos de flores que combinaban con la sutil decoración que, lo que daba la impresión de ser una gran sala de estar, tenía. Apegada a una pared había una gran barra que sería libre toda aquella noche, en donde alguna que otra pareja o grupo se quedaban conversando mientras bebían un trago a elección, apartándose a veces de mala gana del camino de algún mesero bien vestido para que ni una sola gota de las bebidas que llevaban en sus bandejas se derramara sobre la brillante tela de satín de los vestidos de las damas, quienes relucían bajo la constante iluminación de las luces, casi de la misma forma en que lo hacían los accesorios de los varones.
Los que trabajaban esa noche iban de un lado a otro, u ofreciendo lo que tenían en la charola que tenían o bien entrando a la cocina para darle las últimas pizcas de sal a las variadas delicatesen que el coctel de esa noche ofrecería.
No había mucho más que hacer por ahora, la gente estaba esperando la llegada de las doce y quizás de algunos de sus amigos que también estaban invitados, como era el caso de John y Roger, que estaban en las terrazas conversando. El primer nombrado había ido con Verónica, lo que empujó a Taylor a hacer algo parecido a tomar el papel de la tercera rueda. Lo único que lo mantenía parado tranquilo en su lugar era el hecho de que si se iba de allí estaría solo y las largas caladas que le daba a su cigarro que tenía entre dos dedos de la misma mano que sostenían un vaso mediano de vodka. Sintió que transcurrió un siglo desde la última vez que fumó.
Recargó sus codos en la mesita que estaban ocupando, fue allí cuando le tocaron el hombro.
—Deja ya el vicio, Rog —le dijeron en tono de broma, aunque ni por casualidad le hizo gracia.
Volteó, descubriendo a su representante con la obvia compañía del ayudante. Al parecer estaban recién llegados. Elevó sus cejas una vez y sonrió, girando su mirada al ver que no era nadie importante, implorando porque se fueran de allí. Pero al parecer estaban decididos a quedarse, más ahora que el bajista y la mujer los habían saludado e integrado a su conversación. Suspiró, dejando escapar el humo de su boca para tomar de su vaso acto seguido.
Miró su reloj de muñeca, ya eran las once con diez. Devolvió su vista hasta al frente, percatándose de que a quien en realidad esperaba había llegado con un traje color negro a delgadas rayas plateadas, camisa y corbata. Sonrió como un tonto cuando desde la distancia el castaño lo saludó.
Mas Brian no había llegado solo, lo acompañaban Freddie y Mary. El trío saludó.
—Hace tiempo que no los veía, chicos. Oh, pero a ti no te había visto antes —dijo Austin a la acompañante de John, quien la presentó.
—Ella es Verónica. Mi novia.
Se escucharon ruidos de sorpresa en el grupo.
El guitarrista fue posando sus ojos en cada uno de los que estaban allí, reparando netamente en Frederick y en las pequeñas cosas que hacía para desviar la atención de su rostro por si alguien, como era el caso de Brian, acababa por mirarlo con detención.
El persa intercambió una mirada con el de cabello ondulado por un lapso que, si bien fue corto, dejó todas las cartas volteadas sobre la mesa, a plena vista del más alto. De todas formas sonrió, felicitando a su compañero, pensando que dejaría de ser el blanco de May de esta forma.
—Qué buena noticia —la mayoría concordó con la novia del de pelo negro—. Al parecer, Deacy les está haciendo el peso a los demás.
Una carcajada grupal sucedió.
—Voy a buscar algo para tomar. ¿Nadie quiere algo de la barra? —Varios se apuntaron—. Fred, ¿me acompañas?
—Ni modo que me traigas algo que no quiero, Brian —esbozó una sonrisa—. Volvemos enseguida.
En el camino más de alguna persona los saludaron, pero no se detuvieron a hablar. El ir hacia allá a pedir las bebidas ya les consumiría tiempo, tiempo que no podían darse el lujo de gastar mucho: pronto iban a ser las doce.
Los atendieron de inmediato. Freddie fue quien pidió.
La dupla tuvo que esperar casi diez minutos.
—Tienes una buena memoria.
—En verdad pedí cualquier mierda porque me acordaba de la mitad del pedido. Si no les agrada lo que pedimos entonces que vengan a cambiarlo —soltó una risita el cantante, mirando su en rededor.
—Sí... —guardó silencio por unos segundos, jugando a sacar y meter uno de los anillos que tenía en sus dedos, oyendo la música que tenían puesta y el ambiente ajetreado lleno de murmullos en el proceso—. ¿Estás bien, Fred?
—Estaba mejor cuando llegué —enredó y desenredó su cabello en su dedo índice—. Pero ya qué, los demás días he estado pensando sobre David, sobre él, sobre Mary, debo darme un respiro, por hoy lo dejaré pasar. Hoy es año nuevo, carajo, ¡y estoy en una fiesta! Mi depresión homosexual se queda en 1975, he dicho —le causó risas a Brian—. Al parecer concuerdas conmigo, Roger mas menos te tiraba el humo en la cara y tú lo ignorabas.
—Pues sí. No me voy a molestar por algo tan pequeño...
—Pero solo por hoy —dijeron al mismo tiempo, carcajeando.
Fijaron su atención en la mesa de la barra cuando una bandeja de tragos fue puesta a su alcance, agradecieron y se la llevaron de inmediato, pasando con sumo cuidado por la gente que ya poco a poco iba abandonando el lugar interior y saliendo a las terrazas para presenciar los próximos fuegos artificiales que iluminarían el cielo nocturno de aquél día.
Cuando la bandeja fue posicionada al centro de la mesita, todos sacaron el vaso que les correspondía, a excepción del baterista. Este no encontró ninguno de su parecer.
—Creo que lo iré a cambiar —anunció.
—Espera un rato, todos están saliendo y se te hará más difícil entrar. Además, ya va a ser media noche —le dijo Deacon.
—Agh —se quejó—, es que sin algo para tomar no es brindis de año nuevo —aplastó su cigarrillo en el suelo y agarró el trago que supuestamente le pertenecía—. Juro que demoraré poco —se fue.
—Va a volver después de las doce —opinó Paul.
—Síp —corroboró quien participó de la corta conversación con Taylor.
—Podríamos ir más al frente, quizás haya una mejor vista.
La propuesta de Paul agradó al resto, siguieron ese plan.
En cuanto al que recientemente había emprendido marcha efectivamente la entrada al lugar se le dificultó, sin embargo, logró abrirse paso entre todos los invitados hasta la barra. Estaba bastante tranquilo esperando a que el barista preparase su Bloody Mary, por alguna razón recibir el año nuevo con un trago en la mano siempre le daba buena suerte. Era algo así como una tradición infaltable para él.
Golpeó con los dedos la larga mesa de mármol negro para matar el tiempo, debido a la agilidad del barista, tal vez incluso tendría tiempo para tomarse la copa allí. Pero este no era el caso: cuando tuvo el trago entre sus manos, comenzaron a decir la cuenta regresiva en voz alta. Fue cuando gritaron número uno que Roger recién salió, apresurado en llegar a la mesa donde estaban sus amigos. Pero su sorpresa se basó en descubrir que el lugar estaba vacío.
Maldijo entre un resoplo y tomó un sorbo del vaso. Admiró cómo el cielo estaba pintado con colores brillantes que antes de enseñarse hacían un ruido en un abrir y cerrar de ojos. Metió su mano libre en el bolsillo de sus vaqueros y comenzó a atravesar a las personas que veían el espectáculo, y se deseaban un feliz año nuevo, besándose y abrazándose.
Lo agarraron del brazo, lo detuvieron. Se dio media vuelta.
— ¿Buscas a alguien? —La voz de Brian hizo una sonrisa en su rostro, acompañada de esos ojos amorosos, iluminados por las luces que repentinamente aparecían en el cielo.
—Casi me haces verter la bebida —el brazo del mayor le rodeó las caderas, agarrándolo de ahí, acercándolo hasta tenerlo apegado a él.
— ¿Lo hice? —May aguardó a por respuesta con expresión de duda, borrándola de inmediato y cambiando el tema—. ¿Algún propósito de año nuevo que quieras compartir con el grupo, Rog?
—Si lo digo no se cumplirán, idiota —sonrió y se dio la vuelta para mirarlo—. Puedo oler que apestas a bosque de pinos, así que quizás estamos muy cerca.
—Quizás lo suficiente como para notar lo precioso que te ves hoy.
— ¿Eso quiere decir que de lejos no me veo bien?
—Solo acepta el cumplido, ¿quieres? —sonriendo, arrugó su nariz.
—Tonto —murmuró, carcajeando en volumen bajo—. De todas formas –pronunció, tomando otro sorbo del trago—, deberíamos seguir moviéndonos. No le he dicho feliz año a los chicos y no estoy dispuesto a tener un mal año a causa de eso —comenzó a emprender marcha, pero su compañero lo detuvo nuevamente.
—Bueno, si es por eso —comenzó por decir—, tampoco me lo has dicho a mí.
El menor observó el entorno circundante y confirmó que la mayor parte todavía estaba enfocada en ver los fuegos artificiales. Sin embargo, sabía que si tomaba alguna medida de cuestionable compromiso a los ojos de la multitud, tenía que hacer algo corto, y estaba seguro de que esto lo dejaría con un punzante anhelo de continuar.
—No aquí, Bri...
—Diremos que tomamos demás.
Se arriesgaron: Roger agarró al chico más alto de la solapa del traje y luego lo besó. Se detuvo casi de inmediato, volviendo a unir sus labios en besos cortos por estimulación externa.
Terminaron.
—Feliz año nuevo, amor —susurró cerca de sus labios, risueño, negando que se mostrara su deseo de besarlo nuevamente.
May sonrió ladino.
—Y a ti —lo miró a los ojos, y una vez más se convirtió en una víctima del celeste en sus ojos que lo capturó hace unos años, y aún lo capturaba. Besó su mejilla, soltándolo de mala gana cuando vio que ya era suficiente. Sostuvo su mano y enredó sus dedos con los del otro—. Ven, te llevaré a donde están los demás.
— ¡Se besaron! —Exclamó una voz que parecía ser la del bajista, haciendo separar de inmediato a Brian y al rubio, quien apresurado en hacer callar el escándalo que estaba formando poco a poco su amigo por la leve ebriedad que tenía, cubrió su boca con su mano.
—Shh, shh —dijo Taylor notando que algunas personas voltearon a ver.
—Feliz año nuevo —se le logró entender a John.
—A ti también —se rió Roger, sacando su mano de donde estaba su boca—. Ven, vamos con los demás, ¿quieres?
—No.
— ¿Tan temprano y ya está ebrio? —Preguntó May, tomando la mano libre de su pareja—. Será mejor que Verónica venga a por él.
—No te escaparás de devolverte al grupito, Brian —rodó sus ojos—. Así que empieza a moverte, que tengo unos cuantos «felices años nuevos» que desear.
  Al llegar allá, los deseos de felicidad y prosperidad para ese año no faltaron, cada uno lo hizo a su ritmo y gusto, repitiéndole la misma frase con ciertas variaciones a cada conocido suyo.
  Frederick hizo lo mismo, volviendo con Mary al acabar, quedándose solo a los pocos segundos por decisión de la mujer, que avisó que iría a buscar algo para comer.
  Pensaba que ya no le faltaba nadie por saludar, pero ahí estaba: el asistente recibía un abrazo de parte de Deacon, cortándolo apenas se dio cuenta de que lo observaban.
  Desvió sus ojos hasta su vaso, contorneando la boca del objeto, todo por evitar algún tipo de interacción en cualquier plano con Prenter porque tenía claro que quedaba un tema por resolver con él, lo cual provocaba que la incomodidad se diera si en algún momento se llegaban a topar.
  Paró en seco al sentir una ligera presión en su antebrazo, escuchando la voz de a quien tanto evitaba consiguiente.
  —Freddie, feliz año nuevo.
  Esperó antes de responder.
  —Igualmente —sonrió, dejándolo de hacer casi de inmediato, volviendo a lo suyo.
Por unos momentos se escucharon los fuegos artificiales reventar en el cielo y también conversaciones varias entre la multitud que los rodeaba.
—Quería pedirte disculpas —articuló el asistente—. Y sí, merecías escucharlas hace meses, pero después de lo que hice pensé que ni siquiera querías verme, mucho menos hablarme...
—En parte tienes razón, al principio no quería —rió—. Pero tienes que entenderme, corazón, era de mi vida privada de la que estabas hablando.
—Todo esto es por el beso, ¿no?
—No es solo por lo del beso. Es que —resopló, corta y pesadamente, bajando su vista— tú tenías más que claro lo que me estaba pasando, lo supiste ese día en que fuimos a ese... bar. Y me– lo usaste. Yo pensé que éramos amigos.
—Lo somos, Freddie. Y te juro que nada de eso lo hice con alguna mala intención. Lamento si se vio como que sí lo fue, pero en ese momento, bueno —notó que comenzó a intentar justificarse—, todo se me revolvió, ¿está bien? No puedes decirme que alguna vez no te ha sucedido.
Lo miró a los ojos, ladeando su cabeza y tomando de su vaso, haciendo que al final, el de cabello corto se resignara.
  Éste último se cruzó de brazos, apoyándose en sus caderas.
  —Te creo, Paul. Y sí, acepto tus disculpas. Pero yo siento que —el pianista volteó totalmente hasta a él— necesitamos empezar de nuevo. ¿Qué dices, tesoro?
  —Como tú digas —sonrió, proponiendo un apretón de manos que fue recibido de buena forma—. ¿Te gustaría ir a tomar algo? —Mencionó cuando vio que a su amigo no le quedaba bebida en su vaso.
  —Obvio.
  Antes de ponerse en marcha, más personas del grupo se les sumaron, yendo todos avanzando entre la multitud para llegar hasta la barra libre y a las mesas llenas de picadillos de gran variedad.
  Antes de notarlo, el grupo se dispersó, y sus integrantes no habían reparado ni un solo segundo en ver qué hora marcaba ya el reloj; eran las tres de la mañana y para ese entonces los músicos habían bebido tanto que la cuenta que llevaban de cuántas copas se tomaron, la perdieron.
  En cuanto a las dos chicas, ellas se llegaron a entender bastante bien, bailando un rato, disfrutando de la música y después conversando sentadas en el bar, comiendo del picoteo y tomando algún trago, despreocupándose a ratos del paradero de su pareja, sabiendo que estaban dando vueltas en algún lado, pero no que lo hacían lo suficientemente borrachos como para tropezarse con sus propios pies de vez en cuando.
Ellos merodeaban por la terraza, riéndose de estupideces y chistes malos que para su percepción en esos momentos, eran graciosos. A la que se reían, se sentaron en el banco de la glorieta que señalaba a Londres nocturno, lleno de luces amarillentas, algunas rojas y otras blancas, que alumbraban la ciudad que no dormía aún por ser una noche muy especial.
—En cuanto a Brian y a Roger, ellos deben estar haciéndolo en el baño. Te apuesto diez libras. Estudios demuestran que el 99% de las parejas que van a fiestas que tienen alcohol terminan en el baño haciéndolo —dijo el bajista entre risas causadas por la actitud que tomaba cuando se emborrachaba; ciertamente su lado inteligente y matemático afloraba. No se le entendía muy bien—. Qué mal que soy parte de ese 1% que no terminó en el baño —parecía decirlo decepcionado de sí. Apoyó su cabeza en el hombro de Mercury.
—A veces es así, pero ya llegará tu momento, querido, ya llegará.
—Pero yo quiero hacerlo ahora.
—De verdad la amas, ¿cierto?
—Más que a mí mismo —confirmó—. Pero no sé, ¿y si se aburre de mí porque se lo pido? Ah, todo es tan complicado con ese tema —se quejó, haciéndolo de manera poco entendible—. Todo esto es una injusticia. ¿Por que la vida será tan injusta?
—Tsk, y que lo digas —murmuró, mirando el poco de champaña que quedaba en su copa, acabándoselo—. Pero es peor que no te correspondan a que tener que esperar a por tener sexo.
— ¡Pero tú tienes a Mary y ella te corresponde!
—Era un e-jem-plo, idiota —por sílaba, dio un golpecito en la cabeza de John.
—Ya estoy muy ebrio para distinguir todo eso de sarcasmo, o ejemplos, o incluso lo que dices en serio... ¿No puedes ser directo por una vez, Freddie?
—No te entiendo.
—Ya sabes, decirme las cosas de forma directa así te entiendo —cerró sus ojos, sonriendo de manera tiernamente estúpida, como amenazando el quedarse dormido en cualquier momento.
—Tan solo te digo que debes- tendrás, espera, digo, debes esperar... ¿entiendes ahora, Deacy? —Modulaba apenas.
— ¡Ah, esperar! ¿Pero qué hago cuando el momento llegue? Obvio me pondré–
—Sí, sí sé cómo te pondrás, oye... Tan sólo pregúntale qué le gusta y ahí —juntó su dedo índice con el pulgar— te irás por un tubo.
— ¡Eso es! —se levantó de manera rápida, tal como si tuviera un asunto importante que resolver.
— ¿Dónde vas?
—A decirle que quiero tener sexo con ella.
— ¡No, cariño, no! —Jaló del brazo que tenía al alcance, devolviéndolo a su asiento de un tirón—. Te dije que tienes que asperar.
— ¿Asperar? —Se quejó como un niño pequeño—. Odio aquí. Quiero irme a casa a dormir.
—Ciertamente deberíamos, tesoro —se echó en la banca, mirando las pocas estrellas que estaban salpicando su luz en el cielo. Deacon imitó estas acciones.
—Ay, te quiero mucho.
—Ya estamos muy borrachos, querido. En esta etapa amamos a todo lo que se mueve.
—No, pero de verdad —agarró el brazo de Mercury, frotando su rostro contra éste, sonriendo por lo suave que era la tela del traje de su amigo—, ¡te quiero mucho!
—Deacy, sabes que yo igual pero en realidad...
El nombrado se sentó de forma correcta en la banca, mirando extrañado a Frederick, hablándole para hacerle saber que quería que siguiera con lo que decía, temiendo un poco de lo que el mayor estaba por revelar.
Acercándose, se miraron por unos segundos, donde fijaron su vista únicamente en los ojos contrarios, viendo cómo brillaban.
— ¿En realidad...?
—En realidad siento que voy a vomitar —afirmó este punto de vista, dándose la vuelta hacia el macetero con una planta que, al igual que las demás, estaba cortada de una forma decorativa que combinaba con el ambiente que ese lugar transmitía y vomitando en su suelo. John comenzó a reír, atrayendo la atención de otros que pasaban, dos de ellos eran Mary y Veronica.
La primera, un poco avergonzada, nombró a su novio en voz alta, agarrándole el cabello y ayudándolo en lo que pudo, en cuanto a la otra, ella solo aguantó una risa, mirando a John.
—Creo que se excedieron un poco con los tragos —dijo la pareja del bajista.

[...]

AHHHH

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