CAPITULO XI "LA MALDICIÓN ME SIGUE"

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Habían pasado los días, Mario y Charly me trataban como si me conocieran de años, es una mierda que mejor gente extraña te trate como ser humano que en tu propia casa

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Habían pasado los días, Mario y Charly me trataban como si me conocieran de años, es una mierda que mejor gente extraña te trate como ser humano que en tu propia casa.

— ¿Cómo te sientes hermano?

— Mejor, gracias.

— Gracias a ti, había olvidado lo bueno que es comer comida de verdad.

— Sí, lo sé, sin embargo, me gustaría salir de aquí, quiero ir con ustedes.

— ¿Con nosotros?

— Sí, puedo tocar la guitarra y cantar.

— De nuevo el genio. – dijo Charly, me dio la guitarra. – A ver, queremos ver lo que sabes hacer.

— De acuerdo. – tomé la guitarra y comencé a tocar la primera canción que se me atravesó en la mente. Se quedaron impresionados, no creo que pensaran que sirvo para algo más que cocinar y hacer que me den palizas.

— Vaya, hermano, eres un crack, estás invitado, tienes talento, tienes talento. – salimos a las concurridas calles de Barcelona, cantando canción tras canción hasta que se me ocurrió que podíamos bajar al metro de Barcelona, las propinas iban mejor ahí, aunque a veces había que correr de la seguridad, lo cual se volvía divertido cuando no aguantaban corriendo ni media cuadra.

Hasta que un día, esa huida, fue la más divina de todas.

Tuvimos que separarnos en la persecución ya que había más guardias de lo acostumbrado, corrí con la guitarra en mano, saltando obstáculos y pequeños muros hasta llegar a un parque, doblé la calle sin ninguna precaución cayendo dentro de un restaurante hippie y encima de una chica que me dominó en cuestión de segundos, cerré la puerta con el pie sin quitarme de encima.

— ¿Estás cómodo?

— Te mentiría si digo que no. – tomó su sombrero negro y arriba tenía un aterrado ratón blanco agarrado de la copa hasta con la cola, sonreí.

— No lo toques y quítate. – no sé por qué, pero no quería quitarme de encima. — ¡Raúl! – elevé una ceja, en ese momento aprovechó para subir su rodilla y golpearme las zonas blandas. – Estoy harta de los mamarrachos como tú. – sonreí mientras me retorcía del dolor.

— ¿Así es cómo me agradeces el haberte salvado aquella noche? – se detuvo.

— ¿Disculpa?

— Detrás del bar, hace como un mes, eras tú, llamaste a Raúl y Raúl como ahora, no te hace caso. – tragó saliva. Me puse de pie aun inclinado, tomé mi guitarra y la miré, era morena, de estatura baja, medía como un metro sesenta a lo mucho, tenía los ojos más hermosos que he visto y el cabello lacio, castaño oscuro y largo.

— Ah, eras tú.

— Me rompieron dos costillas que tal vez estén comprometidas ahora con tu rodilla.

✟ ɢᴀɴɢꜱᴛᴀ'ꜱ ʀᴏʏᴀʟᴛʏ ✟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora