Cuando me avisaron que tenían a Ares en el hospital de Santiago fui de inmediato, mis amigas me siguieron el paso ¿En qué momento regresó de Rusia? ¿Qué había pasado? El aliento frío me había provocado un dolor en mi costado, pero aún así, llegué a urgencias en donde sus padres estaban, su madre, llorando desconsolada mientras su tío Gideon mantenía su frente pegada a la pared. Corrí la cortina que estaba a su espalda y había un par de enfermeras ahí, las manos me temblaron cuando vi a Ares ahí, pálido.
— ¿Qué? – me acerqué. – Amor. – lo moví. – Amor, ¿Por qué no me dijiste que habías llegado de Rusia? Hubiera ido por ti al aeropuerto. – lo sacudí. – Ares, Ares despierta, vamos a casa.
— Jacquie. – su hermano me sostuvo de los brazos, estaba más entrado en el llanto que yo. – Se ha ido.
— ¡No! ¡No! – me retorcí entre su agarre. — ¡Ares! ¡Ares! ¡Vamos a casa! ¡Llévame a casa! ¡Llévame a casa! ¡Prometo que no volveré a decir que el color de tu auto es espantoso! ¡Solo levántate y vamos a casa! ¡Por favor! – me zafé del agarre de León y le tomé el rostro con ternura, apoyé mi frente en la suya. – Vamos a casa, por favor. – le besé la mejilla. – Vamos a casa, vamos a casa, vamos a casa, solo llévame a casa. – me subí a la camilla y lo abracé. – Vamos, tenemos que, que, que ir de picnic, como cuando éramos niños, tienes que pedirme que me case contigo, tienes que hacerme enojar por tu amistad con los del sur, tienes que, que, ir a la universidad, tienes que verme graduar, tenemos que acabar con todo esto y volver a México, a casa, solo dejemos todo esto y vamos a Sinaloa, está bien, viviremos ahí, podemos ir a Tequila de vez en cuando, podemos vivir en Sinaloa, viviremos donde tu quieras. – le besé la frente, varias veces. – Por favor, no me abandones así. – lloré con tanta fuerza que más de una vez estuve a punto de desmayarme, me dolía el pecho, pero no podía parar de llorar. — ¿Tienes frío? ¿Por qué estás tan frío? – le froté la mano. – Vamos, cariño. – le soplé aliento caliente en sus manos. – Vamos, vamos. – le besé las manos y las froté. – Ares, corazón mío, despierta, anda. – lo cubrí con la sábana. – Mi vida, por favor. – chillé. – Me voy a morir sin ti, no te vayas. – lo sacudí. – Ares, Dios, por favor, por favor te lo suplico, no me dejes.
— Jacquie.
— No, León, va a despertar, solo tiene frío, solo, solo tiene frío.
— ¡Ya, carajo! ¡Ya! ¡Se fue! ¡Él ya no está aquí! – lo aventé con fuerza y me alejé de él, mi papá y mi mamá se acercaban cuando me caí de rodillas y seguí llorando.
— Jacqueline.
— ¡Mi bebé! ¡Mataron a mi bebé! – lamentaba su madre.
— Jacqueline, respira, Jacquie. – mi papá me palmeó el rostro. – Jacquie, respira, respira, hija. – papá me sacudió y simplemente no podía tragar aire. — ¡Jacqueline! ¡Respira, carajo! – después de unos segundos pude volver a respirar y grité tan fuerte que segura estoy que me escucharon en todo el hospital. – Tranquila, mi amor.
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✟ ɢᴀɴɢꜱᴛᴀ'ꜱ ʀᴏʏᴀʟᴛʏ ✟
Novela JuvenilHace cerca de veinte años la historia de los Palacios parece no haber terminado del todo bien, en realidad, nada bien. Eiden Palacios había logrado darle un golpe mortal a Albert Briar, pero el precio que había pagado por ello, era demasiado alto, t...