CAPITULO XXXVI "RECUERDOS QUE DUELEN"

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Escuché los cascabeles de camino a mi oficina y supe que alguien me seguía, pero lo ignoré, es parte de jugar con tus hijos de cuatro años

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Escuché los cascabeles de camino a mi oficina y supe que alguien me seguía, pero lo ignoré, es parte de jugar con tus hijos de cuatro años. Entré a mi oficina atendiendo una llamada con Llaó.

— Realmente esperábamos que vinieras, pero está bien, Madaby también vendrá para el año nuevo, no veo el problema.

— ¿Estás seguro?

— Sí, papá y mamá no deben tardar en llegar, nos veremos para año nuevo entonces.

— Sí, salúdame a todos.

— Sí claro, Llaó, les daré la mano a todos en tu nombre.

— No seas sarcástico que no se te escucha bien. – sonreí. – Feliz navidad.

— Feliz navidad a ustedes también, chao. – colgué la llamada y me senté en mi escritorio, firmé algunas cosas.

— ¡Feliz nochebuena papá! – mis traviesos hijos lanzaron espuma con las latas hacia arriba, apenas alcancé a proteger los documentos.

— ¿En qué quedamos sobre usar artefactos extraños en esta oficina?

— Papá, dijiste eso cuando tenía el encendedor en la mano. – dijo Oliver, ambos estaban vestidos de duendes.

— Tienes cuatro años, un niño de cuatro años no debe tener un artefacto flaméale, Oliver.

— Mis experimentos son precisos.

— Lo sé.

— Necesito fuego.

— Háblalo con Malik.

— Salió a correr y es, digamos que, urgente, es el regalo de mamá. – apuesto por los cristales de yodo. – Estoy siendo extremadamente cuidadoso, alejé a Ximena lo suficiente.

— Te creo, o tal vez quieras ir por los abuelos al aeropuerto conmigo.

— ¡Abuelos! ¡Abuelos!

— No lances eso sobre el cabello de tu abuela ¿Están listos para ésta misión?

— Señor, sí señor. – dijeron al unísono.

— Entonces, adelante, tropa. – salieron marchando de mi oficina y yo detrás de ellos, Roma estaba en el pasillo.

— ¿Pero qué sucede?

— Señora. – saludaron al estilo militar. – Iremos a una misión, volveremos a las mil cien.

— Bien. – negué con la cabeza, me acerqué a ella y le besé los labios.

— Iré por los abuelos al aeropuerto, volveremos a las. – miré mi reloj y me sorprendí. – Como a las mil cien.

— Es igual a ti.

— No lo maldigas de ese modo, te amo.

— Yo también te amo. – seguí a mi tropa de soldados hasta la camioneta.

✟ ɢᴀɴɢꜱᴛᴀ'ꜱ ʀᴏʏᴀʟᴛʏ ✟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora