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Narra Alex: Era lunes, era mi cumpleaños y espero que nadie lo recuerde, pues me resulta un momento incómodo la forma en la que todos se paran frente a mi a cantarme o la forma en que mi abuela me agarra los cachetes.

Tenía que ir a la escuela y estaba esperando pacientemente a mi papá para que me llevé. El se quedó dormido, siempre lo hace, pero para suerte de todos llegamos dos minutos antes. Iba a salir del auto pero el me llamó.

—Feliz cumpleaños, pequeño, siento mucho las cosas que hago, pero quiero que sepas que te amo, eres mi hijo y espero siempre verte feliz- dijo casi emocionado. El siempre se disculpa conmigo en todos mis cumpleaños,
yo no quiero sus disculpas, no siento que tenga algo porque perdonarlo.
Tengo 12 años ahora, para el año que viene puede regalarme el puzzle que le pido para todos mis cumpleaños y el nunca me compra.

Salí corriendo al salón y me senté junto a Max, al parecer el sí recordó mi cumpleaños. Mi deseo nunca se hace realidad.

—Feliz cumpleaños— me dió una caja mediana. Desgarre el papel de regalo y liberé un juego de caja. Me gustan, me gustan mucho.

—Muchas gracias— dije feliz. Cuando la maestra entró al salón guarde el juego, luego de invitar a Max a jugar a mi casa esa tarde.

—Buenos días, niños—dijo la maestra Karina —Antes de empezar la clase de hoy quiero presentarles a su nueva compañera, su nombre es Amber y está afuera, así que quiero que la reciban con mucho cariño— dijo antes de caminar hacia la puerta.
¿Amber? No había escuchando ese nombre antes

¿Una nueva compañera? ¿Casi a fin de año? ¿Será linda? ¿Por qué se habrá mudado? ¿Será sociable?

La maestra volvió al salón junto a una niña pequeña, tal vez un poco más baja que yo, su cabello negro era lacio, pero se notaba que no se había peinado, se aferraba a su mochila y se veía asustada.

—Puedes sentarte ahí, junto a Estefany- dijo la maestra señalando a la mesa de al lado mío. Ella caminó obediente y se sentó.

—Hola— dije amablemente, como la abuela Grace me había enseñado.
Ella me miró con desconfianza pero sonrió. Tiene brackets de color rosa, creo que se le ven bonitos.

—Hola— susurró tímida.

Y aquí estoy, seis años después, frente a esa misma niña, ahora hecha mujer. Ella ya no se ve asustada, se ve triste, ya no está despeinada y no tiene brackets de color rosado, todo había cambiado, el tiempo había pasado casi sin notarlo y eso me molestaba de una forma incomprensible.
Amber me miró y luego suspiró agobiada.

—Yo siento no haberte avisado que iba a desaparecer, es que no lo iba a hacer, pero pasó algo y me tomé un tiempo para mi- dijo triste.

—¿Qué te pasó?— volví a preguntar.

Amber es un juego, algo como para divertirme un rato y de paso ayudar a mi amigo a vengarse por su rechazo. Pero temo que estoy yendo más allá, así que seré cuidadoso... intentaré serlo.

Ella se quitó los zapatos, las medias y luego se recostó sobre su espalda. Tomó una bocanada de aire, después me miró. Su cara estaba algo roja y le lloraban los ojos.

—¿Por qué lloras?—pregunté nervioso.
¿Qué se hace para consolar a alguien que llora?

—Es porque hace frío y hay viento, siempre me lloran los ojos por eso, es familiar, a mi papá le pasa lo mismo— susurró, tranquilizándome.
Su papá, lo ví alguna vez en la escuela, no recuerdo su rostro, pero sí que era muy intimidante.

—Solo falta que me digas que te quitarás la ropa y te entrarás al agua—dije en un tono burlón y ella sonrió.

—No se nadar— dijo divertida. Me sorprende como puede cambiar de humor de un segundo para otro.

—¿En serio no sabes?—pregunté divertido. Ella asintió.

Estuvimos en silencio unos minutos. El sonido de las olas servía para distraerme. Nunca me ha gustado el silencio, me parece algo horrendo.

—A mi tampoco me gusta el silencio—susurró Amber mirando a la nada.

¿Acaso volví a pensar en voz alta?
Soy realmente un fracaso.

No sé cómo hacer esto, realmente no sé me da bien eso de ser el chico perfecto, que sabe que temas hablar, o que te acaricia la mejilla porque sí. He estado en esta situación tres veces en mi vida cómo mucho y tengo más que claro que esto no es lo mío.
Para mí suerte, Amber no se ve incómoda, ni está rogando por atención o caricias. Parece que las que me dió hace un rato fueron suficientes para ella, pero aún así, para mi no son suficientes.

—¿Me acompañarías a casa?—dijo ella luego de un rato en silencio.

Tengo muchas preguntas que hacerle, pero no quiero hacerla sentir incómoda y además no es de mi incumbencia.
Para mí mala suerte hay muchas cosas que no son de mi incumbencia, pero quiero saber todo, siempre, porque lo necesito.

—Por supuesto, podemos ir a mi casa por mi auto—dije parandome. Me limpie la arena de los pantalones y extendí mi mano para ayudar a Amber, pero ya era tarde, ella estaba parada limpiando su cabello.
Se ve como si la hubiese atropellado un camión, tiene ojeras, los labios algo partidos y sus ojos están algo hinchados. Pero por algún puto motivo ella sigue estando linda.

Caminamos de vuelta a mi casa, está vez no hubo charlas de solos de guitarra, no hubo agarrón de manos, ni una palabra.
Estábamos llegando a la puerta de mi casa cuando Amber giró su cabeza para mirarme. Sus ojos atraparon los míos sin permiso...ni piedad.

—Realmente quiero besarte ahora- susurró mirando mis labios.

Qué suerte, esto se estaba haciendo aburrido. La empujé con delicadeza contra un árbol que había ahí, para mí conveniencia y luego me incliné para besarla. Esta vez, ella tampoco cerró los ojos, no se veía triste, ni molesta, ni nada, no expresaba nada y eso me preocupa. Debo tenerla enamorada, no así.
Sin embargo la seguí besando y cuando el beso se volvió más profundo ella si cerro los ojos y metió su mano dentro de mi camiseta, sus manos frías acariciaron mis abdominales y yo bajé mis manos hasta su trasero para darle un apretón. Ella mordió mi labio y abrió los ojos mientras seguía mordiendo. Sus ojos eran más oscuros y parecía enojada. Parecía una de esas sirenas malas y está a punto de llevarme al fondo del mar para matarme.

Amber (|) [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora