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Lo dije, listo, lo solté.
¿Qué va a pasar ahora? ¿Me sacara a patadas? ¿Me empujará hasta la entrada?
Me duele el pecho, estoy hecho una bola de culpa, nervios y tristeza. No creí que me pondría triste, pero creo que lloraré e incluso pronto empezaré a temblar de la ansiedad.

—Amber—insistí ya que ella se había quedado estática en su lugar.
Por un segundo creí que ella no había entendido lo que había dicho o que quizá aún seguía procesándolo, decidiéndose si iba a matarme en un ataque de locura o si se pondría triste y vulnerable... pensé demasiadas posibilidades, pero todas desaparecieron cuando mi respuesta fue un ronquido.
¡¿Que mierda?!
—Amber- la sacudí, tratando de confirmar que no me escucho.

Ella se dió vuelta con los ojos cerrados aún.

—¿Qué sucede, bebé?—preguntó acostándose sobre mi pecho.
¿Bebé? ¿Qué? ¿Ella no escuchó? Definitivamente no cuento con la suerte para nada, una vez que decido ser sincero en mi vida, me sale mal.
Pero aún así, tengo un extraño sentimientos de alivio y creo que nunca me había sentido tan bien como cuando ella me dijo "bebé", aunque nunca me lo habían dicho antes.

—Nada—susurré acariciando su cabello, asegurándome de que estuviese cómoda.

No puedo decírselo, no quiero renunciar a esto, yo quiero hacerla feliz y sí, probablemente no lo merezca, porque soy un desastre, algo que ella no necesita, pero quiero intentar mejorar... al menos intentar.
[...]
Para cuándo volví a abrir los ojos me dolía mucho la cabeza, en realidad me dolía todo y por un segundo lo único que vi fue el techo blanco, el cual podría ser de cualquier habitación, así que estuve algo desorientado por un momento.
Me restregue los ojos mientras me ponía en situación, tratando de ubicarme, pero cuando me incorporé un poco, pero algo bloqueó mi campo de visión... Amber estaba sentada, con las rodillas en su pecho y su cabello negro cubriendo su cara, la cual ya estaba cubriendo con sus manos.

—Amber— susurré con mi voz ronca del cansancio. Mierda, sí que grité mucho anoche,me duele un montón la garganta.
Ella en seguida se puso en derecha, se quitó el pelo de la cara y después se secó las lágrimas, como si no quisiera que la vea en ese estado, pero ya la he visto así antes. No digo que sea agradable, pero de igual forma no tiene que tener vergüenza de mostrarse así conmigo.

—Lo siento, perdón— susurró, tratando de contener sus sollozos.

No entendía por qué me pedía perdón, no tenía que disculparse por sentirse mal o llorar, mucho menos conmigo.

—¿Qué pasa? ¿Tuviste una pesadilla?—pregunté sentandome y estirando mi mano para ponerla sobre su hombro, en un intento de darle apoyo.
Ella asintió y empezó a llorar de nuevo. Se ve tan pequeña, frágil y vulnerable.
—Está todo bien ahora, Amber—le tomé del brazo y tiré de este para recostarla a mi lado, ella se acomodó escondiendo su cara en mi cuello mientras delicados sollozos salían de su boca.
Me pregunto si la niña que llegó a mi escuela ya tenía estás pesadillas, si ya estaba así de atormentada cuando la conocí. Si lo estaba no se le notaba, pues ella siempre estaba alegre y animada.
Quizás era todo falso, como tú.

—Todo estará bien— le repetí y acaricié su cuerpo con una delicadeza que descubrí que tenía con ella.
El mayor problema es que con ella estoy descubriendo nuevos sentimientos, lo que me ponía los pelos de punta, pero realmente no sabría decir si era un problema o un privilegio.

—Lo siento—susurró Amber aferrándose a mi.

—No tienes porque disculparte—acaricié su cabello y luego lo besé.
No me gusta verla así, me hace sentir culpable, a pesar de que las pesadillas no tienen nada que ver conmigo, pero la imagino llorando así si se entera de porque me acerqué o si me hubiese escuchado anoche.
Estuvimos un rato abrazados en silencio, hasta que ella habló, con una voz tan ronca como la mía.

Amber (|) [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora