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Amber me besaba de una manera que yo no sabía que existía, de una manera ruda, pero dulce a partes iguales, lo que me hacía creer que quizá he besado mal toda mi vida.
Sus manos acariciaban mi pecho por encima de la ropa, mis manos acariciaban su espalda, haciendo que ella no se pueda alejar ni lo más mínimo. Amber me abrazó fuerte mientras seguía besándome y me encontré a mi mismo encantado de que nuestros cuerpos no conozcan espacio alguno.

—Amber, vámonos, no quiero estar aquí—susurré besando su cuello

—Yo tampoco, arranca, vamos—respondió agitada.

Estaba por encender el auto cuando la puerta de copiloto se abrió y Marco entró, o eso intentó, porque paró en seco cuando vio a Amber sobre mi.
Mira, ella está conmigo y nunca estará contigo.

—Lo siento, tortolitos... necesito hablar con Alex— hablo serio. Está celoso y molesto.
Será mejor que no moleste, Amber quiere romperle el tabique y yo también.

—El no puede ahora—respondió Amber formando una línea recta con sus labios, obviamente molesta y se está por quedar sin paciencia con Marco.

—Em, estoy hablando con el—respondió Marco en un tono más molesto todavía.
Vamos Amber, has tu gracia.

—Y yo estoy hablando contigo ¿Puedes cerrar la puerta e irte? Estábamos haciendo cosas aquí—respondió Amber señalando el espacio entre nosotros dos.

Marco la miró con cara de pocos amigos y luego me miró a mi. Yo solo me encogí de hombros y sonreí, dándole a entender que yo no estaba dispuesto a hacer lo que él pedía. El suspiró y dió un portazo, al fin yéndose.

—Mejor que arranques antes de que me bajé y le rompa todos los dedos—Amber dijo y parece hablar en serio. No tiene que decirlo dos veces.
[...]
Amber y yo caímos agitados sobre el sofá, debería comprar una cama pronto, pero la verdad es que este sofá es muy cómodo, más cuando se vuelve cama.

—Alex ¿Qué estás haciendo conmigo?—preguntó quitándome la camiseta.

—Lo mismo que tú conmigo—levanté su camiseta para poder besar su vientre.
Ella misma se quitó la camiseta, luego desprendió su jean y después me dió un empujón, así que caí sobre mi espalda y ella se subió sobre mi.

—Me gusta—susurré sentandome aún con ella sobre mi. Tiré de las gomas que sujetaban su cabello y después empezamos a deshacer las trenzas juntos, su cabello se había hecho ondas y realmente creo que cualquier estilo le queda bien.
Besé sus labios, su mejilla, su mandíbula y seguí por su cuello, hasta llegar a su pecho, donde me detuve para para poder admirarla.
No podría poner en palabras lo hermosa que es, de hecho, no creo que muchas personas puedan hacerlo,  pero apuesto a que si ella pudiese ver su potencial, sí encontraría las palabras para definirse.

—¿Por qué me miras así?—preguntó Amber, cubriéndose vergonzosa.
¿Por qué?

—¿Así como?—pregunté bajando sus brazos de su pecho.
No quería que esté a la defensiva conmigo y tampoco era mi intención que ella se pusiera de esta forma, pero es que me gusta mirar.
Debí recordar que a ella no le gustaba que la miren mucho.

—Nada, cosas mías, olvídalo—volvió a besarme y quería seguirte la corriente, porque no quería ponerle incómoda, pero no podría quedarme tranquilo si se que quizá se siente mal.

—Amber ¿Te sientes incómoda?—pregunté acariciando su mejilla. Me interesa, no quiero que se sienta así conmigo, quiero que se sienta segura, como yo me siento con ella.

—No, solo no estoy acostumbrada a que me miren— respondió algo tímida.

La miré con el ceño fruncido, pues no entendía si es que ella no había dejado que otros la admiren o si simplemente el mundo está tan lleno de ciegos.
Amber sonrió, supongo que me debo ver gracioso. Me gusta verla sonreír, tal vez debería hacerlo más seguido.
Ella se tiró sobre mi y yo la besé, acariciando desde su estómago hasta su pecho y sus senos, seguro de que con tiempo, Amber agarraría la confianza suficiente como para mostrarse sin sonrojarse o ponerse vergonzosa.
Solo necesita alguien que vaya a su tiempo.

Amber (|) [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora