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Subí a mí habitación y cerré la puerta, haciendo notar muy bien que había cerrado la puerta, esperando que mi madre se de cuenta de que había llegado a mi cuarto.

Me tiré en mi cama con una inmensa molestia y miré el techo mientras intentaba pensar algo coherente, algo que me haga pensar en una forma de solucionar esta situación y todas las demás. Quería cambiarme a mi mismo, pero a la vez solo me quería esconder y recordé cuando era un niño que realmente se escondía, pero mi padre siempre solía encontrarme.
¿Cómo se pudo ir tan repentinamente?
Dejándonos así, sin noticias ni nada por el estilo, solo se llevó lo que tenía puesto, dejó toda su ropa, todo su dinero, todo.
¿Qué planes tenía?
¿Acaso tenía una amante? ¿Por qué no lo dijo? ¿Por qué no simplemente se separó de mamá y listo?
Juro que si hubiese sido eso yo me hubiese enojado, pero hubiese entendido con el tiempo, o al menos hubiese intentado, pero creo que no merecía que a mi, que soy su hijo, me dejase de esta forma, tan perdido y solo de un momento a otro.

Tomé mi celular y busque en mi galería una foto de nosotros dos juntos. Tenía una de hace dos años, más o menos, donde ambos estábamos jugando al fútbol en el patio trasero, yo tenía el cabello corto en ese entonces y el tenía sus rizos en un moño perfecto. No puedo creer lo iguales que somos físicamente ni que me haya abandonado de esa forma.
No sabría como describir lo que siento, pero es como si te hubiesen regalado todo lo que pediste para navidad solo para quitártelo después.

Entre foto y foto terminé viendo las fotos que Keila nos sacó a mí y Amber en el museo.
Nos vemos demasiado bien juntos.
Amber con su sonrisa mientras me miraba con una admiración absurda. Digo absurda porque no tengo nada admirable que recalcar y me pregunto cómo sería está foto si ella supiera porque me acerqué.
Está enojada conmigo, no me habló casi nada hoy y me evitó. Lo noté, ví como se alejaba cuando me acercaba, como se iba a un lugar diferente cuando yo aparecía.
No debí gritarle, no fue mi intención tampoco, solo no me supe controlar.
Eso no es excusa, Alex.
No quería hacerle recordar ningún trauma, mucho menos hacerla sentir mal, pero ella no ha permitido disculparme apropiadamente aún, ya que sus amigas llegaron antes de que pueda decir lo que realmente pensaba.
Marque su número y la llamé. No suelo llamar a los demás pero ella es la excepción.

—¿Si?— respondió, sonaba como si hubiese estado llorando.
¿Lo ha hecho?

—Hola, Amber, soy yo, Alex—dije algo nervioso.
¿Qué debo decirle si está llorando?

—Se quién eres, te tengo agendado— respondió ella, como si fuese obvio y luego la oí sonandose la nariz.

Oh, no, esto es malo.

—¿Estás llorando?— pregunté con impresión.
¿Es por mi? ¿Es por qué le grité?
Por favor, que me diga que no.

—Sí, acabo de terminar un libro y me he puesto muy triste—respondió de inmediato, casi como si quisiera dejarme en claro que no lloraba por mi.
Uf, fue un alivio.

—No estés mal, nena, puedes inventar un final alternativo si no te gustó ese—sugerí, sonriendo como si pudiese verla a los ojos.
Es lo que yo hubiese hecho.

Oí una risita de su parte y de pronto quise ser gracioso para escucharla siempre.

—Ese es un buen consejo— su voz se iluminó un poco.
Puedo hacerla reír también.

—Soy bueno en todo, no puedo evitarlo—bromeo.
Obviamente que más que bueno, soy malo en todo y realmente no merezco ni que ella me responda el teléfono, pero me hubiese dolido mucho si no lo hubiese hecho.
—Pero no llame por eso— me puse serio.

Estoy intentando formular bien las palabras, pues Amber siempre tuvo el poder de ponerme los nervios a flor de piel, pero debo madurar, aprender a decir lo que realmente pienso o nunca podré tener una relación normal con nadie.

Amber (|) [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora