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No quiero salir de mi habitación hoy, no quiero salir de mi cama, no quiero ver a nadie ni que nadie me vea.

Cariño, levántate,tienes que ir a la escueladijo mamá arrodillándose junto a mi cama para acariciar mi cabello —¿Te sientes mal?preguntó inclinando su cabeza a un lado.
Debería decirle eso, seguro me dejaría aquí acostada y eso sería lo ideal, pero ella siempre sabe cuándo miento.

No voy a ir másdije dándome la vuelta para darle la espalda.
No quiero ir más, no quiero que me digan cosas sobre mi apariencia física, ni que me golpeen. No quiero ir a ningún lado desde que papá se fue. Mamá dice que el no se ha ido, pero no está aquí, no lo veo, no lo siento ni lo puedo abrazar, eso significa que se fue.

Pero, bebé, debes ir, tienes que estudiar, no te puedes rendir porque te molesten, demuéstrales que eres más fuerte que eso—acarició mi hombro por sobre el covertor.

No voy a estudiar, voy a que me traten mal y me golpeen, además tienes dinero suficiente para pagar una profesora que venga a darme clases aquídije cruzada de brazos. Solo que ella no lo puede ver. Mamá siempre se ha sorprendido de mi forma de hablar, algunos me dicen que hablo como un adulto. Desearía ser adulta, así nadie me diría que hacer.

No te puede aislar de esta forma, Amber, te cambiaremos de escuela si no te gusta esta, pero vas a ir a estudiardijo en tono autoritario.

Nadie me entiende, quisiera que ella viviera un día en mi lugar, que soportará comentarios de todo tipo sobre su cuerpo, que soporte sinchones de pelo, que soporte empujones y golpes. Parece que lo que pasó en la escuela anterior no sirvió de nada para ella.

Esa misma mañana, Leslie, la pelirroja de sexto b, me quiso golpear y esa misma mañana, experimente mi primera pelea justa. Le tumbe a un diente y le lastimé el labio a Leslie Carvajal. Y ese fue uno de mis tantos impulsos violentos.

Narra Alex: Salí de mi casa bajo lluvia, subí a mí auto con rapidez, para después arrancar con prisa.
La abuela me pregunto si podía cocinar algo especial para Amber, eso me obligó a preguntarle a Amber que le gustaba comer, a lo que ella me respondió que la tortilla de papa era de sus cosas favoritas.
No entiendo a mi abuela, estuvo todo el día preguntándome que hacer para complacer a Amber.
¿Yo que se? No es como si la conociera más que nadie en este mundo, apenas empezamos a salir y estoy seguro de que sus gustos han cambiado bastante desde la escuela.

Espero que Amber este más relajada que hoy en el instituto, pues estaba asustada de no caerle bien, de parecerle fea o de cualquier pequeño detalle. Hasta preguntó si había adornos de valor, así si se tropezaba no rompía nada valioso. Ella no debe de tener paz en esa cabeza suya con todas las cosas que piensa por segundo.

Estacioné frente a su casa, me bajé, caminé hacia la puerta y toqué, parándome paciente a esperar, aunque aún hubiese una leve llovizna.

—¡Va!— oí a Dylan.

No era lo que quería oír, pero de igual manera agradezco que me abra, pues hacía frío y no tenía muchas ganas de quedarme parado en la puerta.

El abrió la puerta, venía con Matilda a caballo, ambos se veían felices, relucientes, como si estuviesen teniendo un momento divertido.

—¿Él es el novio de, Amber?—preguntó la pequeña, mirándome como si mi persona le diera curiosidad.

—Mmm, algo así, Mati, pero es un tonto, no le hagas caso—Dylan se dió la vuelta y siguió paseando a la niña por la sala. Nunca había visto a Dylan de esa forma, no puedo creer que tenga un lado simpático con alguien.
Okey, al César lo que es del César, yo estoy aquí por Amber.

—¡Amber, te vinieron a buscar!—gritó Dylan bailando con Matilda en su espalda, mientras intentaba seguir una coreografía que estaban viendo en la tele.

—¡Va!— oí la voz angelical de Amber... ni tan angelical ya que suena molesta.
¿Qué sucede?
Ella apareció corriendo por las escaleras, sus tacones retumbaban por los escalones.
¿Tacones? ¿Sabe correr en ellos? Claro, es verdad que ella es buena en todo.
Traía un outfit diferente al que me mostró, tenía un vestido bordo abotonado, pero por debajo tenía un suéter cuello de tortuga color beige.
¿Cómo le daré besos en el cuello con eso?

Se ve hermosa y la ropa se ajusta perfectamente a su figura. Es la ropa con la que siempre quise verla, aunque Amber tiene el poder de verse bien en cualquier porquería que se ponga.
Su cabello estaba recogido en un moño, dejando ver mucho mejor sus perforaciones en la oreja.
La verdad no me sorprende, siempre supe que era hermosa y no soy el único, todo el equipo estaba patas arriba por ella o por Keila. Pero yo la ví primero...en la escuela, cuando nadie la veía.

—Hola— ella me besó la mejilla antes de salir corriendo hacia la cocina.

—¿Así se saludan los novios?—preguntó Matilda, diría que confundida y apuesto a que esperaba un beso en los labios o algo más... pasional.

¿Debería decirle todo lo que se puede hacer sin ser novios?

Amber volvió de la cocina con sus llaves en la mano y camino a Matilda.

—Hazle caso a Dylan, no duermas tarde, mañana hay escuela y tú Dylan, cuídala— dijo antes de abrazar a la niña y darle una pequeña vuelta.

—Te quiero—dijo Matilda, en un tono dulce.

—Yo te quiero más—respondió Amber, sonriéndole con cariño.

Amber estaba apurada, caminaba con agilidad y rapidez sobre sus tacones hacia mí auto.

—Amber, relájate— repetí por milésima vez, subiendo al auto junto a ella.
Arranqué el auto y empecé a manejar como a ambos nos gusta, rápido.

—Lo siento, es que tengo miedo de hacer el ridículo— dijo jugando con sus manos sobre su regazo.

—Solo relájate, nena—puse mi mano sobre su muslo desnudo. Ella dió un brinco y una risita se le escapó.

—¿Qué?–pregunto con una sonrisa, pues ya hemos hecho esto antes, no entiendo porque ella se pondría nerviosa.
¿Qué le hace gracia? ¿Le molesta que ponga la mano ahí?

—Es que me gustan mucho tus manos—puso su mano sobre la mía y jugó con mis dedos.
Si ella supiera todo lo que puedo hacer con ellos

—¿Ah sí? ¿Por qué?- pregunté subiendo un poco más mi mano.

Sus muslos estaban tibios, su piel suave y me vi tentado a darle un apretón, o algo que haga sonrosar su piel, pero también sabía que no quería ponerla aún más nerviosa.

—Tienes manos de guitarrista ¿Sabías?—preguntó abriendo un poco más sus piernas, dejando que acaricie más la cara interna de sus muslos.
¿Es un buen momento para decirle que sí se tocar la guitarra?
Yo creo que no, ya que está juguetona.

—Te sorprendería todos los acordes que puedo tocar en tu cuerpo- respondí en un intento de ser poeta,pero soy muy malo.

—Considerando cómo vas vestido, que no te has cortado el pelo, que de paso, te queda genial, tu barbita y tus manos, es mejor que te relajes o terminaremos haciendo cosas sucias en la mesa de tus abuelos- dijo cerrando las piernas apresando mi mano entre sus muslos.

No pude evitar imaginarme la imagen que ella acaba de mencionar, con ella sentada en la mesa, con sus piernas abiertas sobre mis hombros, mientras estoy de rodillas frente a ella, usando mi boca para darle placer.
Dios.
Será una noche interesante.

Amber (|) [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora