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Llegué a la casa de Amber lo más rápido posible y en seguida sentí como el peso en mis hombros de disolvió al verla ahí sentada, en el escalón de la entrada, tan tranquila e  impasible, con sus auriculares puestos, ella traía unos shorts jeans negros, una campera que no parece suya y estaba descalza, está preciosa.

Me bajé del auto y ella subió su mirada al escuchar la puerta cerrase. Cuando me vio, enseguida sonrió, después se quitó sus audífonos y me espero parada en el escalón.

Me sentía casi como alguien que regresó de una guerra difícil, caminando a paso lento, deseando el momento de alcanzar a la chica que me espera en el umbral de su casa, sabiendo que en ella y solo en ella, yo podría encontrar un lugar donde descansar.

—Hola— Amber abrió sus brazos apenas estuve cerca.

Me rodeó por los hombros y yo la abracé por la cintura, al estar parada en el escalón ella parecía más alta, así que mi cabeza quedó sobre su pecho. Ella estaba agitada, le latía muy rápido el corazón y la abrace mas fuerte, como si eso pudiese calmarnos a ambos.

—Hola, sirena—susurré levantando la cabeza para que ella me bese y lo hizo, consintiendo mis caprichos.

Sus labios se unieron a los míos por un breve momento, haciendo que note lo mucho que he extrañado este gesto en este corto periodo de tiempo, en cual, probablemente no debería haber cambiado nada... que tonto fui, no sabe todo lo que había cambiado en tal sólo cuatro días.

—Hola, marinero— Amber respondió, para después sonreír.

Dios, todo se siente mucho mejor ahora, menos pesado e incluso un poco más fácil, supongo que siempre se pudo sentir así, pero créanme que las cosas cambian cuando te acompaña alguien con una perspectiva diferente a la tuya, te hace ver cosas que quizá tú no habías notado, por ejemplo, lo capaz que eres.
Amber me acariciaba el cabello hacia atrás, mientras yo tenía los ojos cerrados, confiando plenamente en sus actos... estar con ella me relaja, lo que es peligroso y placentero a partes iguales.

—Vamos, bebé— besó mi frente y después abrió la puerta de la casa.

Entramos a la casa y Amber casi se da contra el piso, ya que se chocó con su propia valija y su guitarra.
Me saque los zapatos, pues aunque se que la señora Ann no está, me gusta respetar sus reglas y además en esta casa he aprendido lo cómodo que puede ser estar descalzo.

—¿Dónde está tu familia?— pregunté, ayudando a Amber con la guitarra.

—Ellos se quedaron, yo decidí volver antes— Amber me respondió, llevando su gran valija.

Cualquiera pensaría que se iría por un mes con el tamaño de eso.

Aún así, no tenía tiempo para pensar en la valija, ya que estamos solos en la casa y eso es una gran noticia.
Subimos a su habitación, la cual estaba totalmente ordenada, lo cual es muy poco usual.
Amber puso la valija a un costado, luego dejo la guitarra en su lugar y yo dejé mis zapatos a un lado.

Amber se dió la vuelta y después me miró con una sonrisa. Es obvio que ella me quiere decir algo y probablemente yo ya sepa lo que me va a pedir, pero aún así, me quede en silencio, esperando que ella hable.

—¿Vamos a ver el atardecer?—preguntó, como si fuera una niña de pequeña pidiéndole un dulce a su mamá y yo caigo rendido ante sus pies.

—Claro— le sonreí.

Se acercó a mi, para tomar mi mano y me sacó de la habitación. Se ve algo nerviosa, lo que me preocupa. Tal vez paso algo en sus vacaciones y por eso decidió volver antes, quizá Dylan le hizo algo... espero que no.
Amber me guió por el pasillo, hacia uno de los cuartos y cuando entramos supuse que era el de Colton, pues había fotos suyas con Amber por todas partes, parecen más mellizos con el que con Dylan.
Amber abrió la ventana, dándonos pasó a un pequeño balcón que daba al patio trasero, donde vi a Carlos jugando con un peluche.

Amber (|) [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora