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Amber estaba acostada en el pasto, tenía un libro entre sus manos y se reía de lo que sea que estuviera leyendo. Es tan tierna, es la más linda de nuestra clase.
Nara y Keila no están cerca, las ví yendo al baño juntas hace un segundo, así que me acerqué a Amber.
Venir a este campamento no se me hacía buena idea, pero ahora me está gustando más.
Me pare con mis pies a sus costados, cruzado de brazos y con una sonrisa, me gusta mirarla.

—¿Qué haces?— pregunté llamando su atención. Ella se sacó el libro de la cara, me vió y me sonrió, mostrando sus gloriosos brackets.

—¿Qué te parece que estoy haciendo?—sonrió.

—Me parece que te estás aburriendo con ese libro cuando podrías estar jugando conmigo—respondí con una sonrisa, porque ya sabía que ella no se iba a levantar.

—A mí me parece que no te divertirás tanto corriendo detrás de una pelota como te divertirás quedándote a hablar conmigo—me dijo, estirando su mano, la tomé, ella tiró de mi y yo caí al piso a su lado.
¿Por qué siempre le hago caso?

El timbre de mi departamento sonó, así que me tuve que levantar a abrir. Son las cinco de la tarde y puede que sea Amber. Ojalá sea ella, ya han pasado cuatro días, ya va siendo hora.

—Hola, hijo—me encontré con mi abuelo al abrir la puerta. 

No le he dicho nada con respecto a la llave o que llegue sin avisar, pero supongo que el solo ha deducido que quizá no vaya a estar completamente solo todo el tiempo.

—Hola, abuelo— lo saludé, abriéndole paso.
—¿Tan aburrido estás de la abuela que viene aquí todos los días?—bromeé.

El y la abuela se aman, no creo que puedan vivir el uno sin el otro, pero aún así, la abuela siempre ha sido muy independiente, le gusta salir con sus amigas, le gusta ir a natación, le gusta sentirse joven, mientras que el abuelo siempre se quedaba en su casa, no es muy sociable, con suerte tiene un amigo y solo se ven para jugar a las cartas... aspiro a ser como él cuando sea viejo.

—La verdad es que hacía mucho tiempo no tenía otra cosa que hacer ¿Sabes que me invitó a hacer hoy?— mi abuelo preguntó, esperando que yo le pregunté y lo hice, no puedo decepcionar a mi pobre ancianito.
—¡Me invitó a tejer!— exclamó, como si fuera un insulto.

A la abuela siempre le ha gustado tejer y sueña con que quizá, algún día, le hará cosas a mis hijos, pero bueno, supongo que tendré que decepcionarla en ese sentido...

—¿Y? ¿No es demasiado extremo para ti?— sonreí solo para seguirle la corriente.

—No lo sé, pero tejer sería recibirme de anciano y no quiero— mi abuela negó, sentandose en el sofá.

—¿Y qué excusa le pusiste para huir?—pregunté, aún sabiendo que no necesita una para salir.

—Le dije que venía a ayudarte porque hoy te iban a poner teléfono de línea aquí— me respondió con una sonrisa.
Ay no, no, no, no.
No tengo tiempo para esas cosas.

—¿Y eso es cierto?- pregunté con horror.

—Mira, tu abuela es bastante moderna, pero ella aún tiene algunas costumbres... antiguas— hizo un gesto con su mano.
— Y hablar por teléfono es una de ellas, además el internet viene con el teléfono— me informó con una sonrisa —No pensabas robarle internet al vecino toda la vida ¿O si?—añadió.

No es culpa mía que tenga internet público.

No tengo tiempo para eso, tengo una Amber que encontrar.
Con el permiso de mi señor abuelo me fui a mi habitación con la excusa de que estaba arreglando algo, pero la verdad es que debía pensar.

Amber (|) [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora