Veo que llegamos a la casa-mansión de Nick. Creo que por su cara está muy irritado por estar "hablando" conmigo en todo el trayecto a su casa.
—Vamos, cariño—vuelvo a estar en los brazos de Nick. Entra a su casa y Neale está en el sofá leyendo un libro.
Yo no sabía que los chicos guapos leían. Cuando nos ve deja el libro por un lado y se acerca a nosotros.
—¿Qué le paso?—Neale intenta tocarme pero Nick se aleja.
—A esto, hermano, se la llama mi primera vez con los porros.
Comienzo a reirme ante su comentario.
—Ya veo.
—¿Y la hermana de Ludmila?—pregunta Nick.
—Se fue hace veinte minutos, Tania vino por ella. Cuido a Natalia por mucho tiempo, así que quedo muy cansada—responde Neale.
—¿Y Natalia?
—Está dormida como todo un angelito—Neale se refiere con mucho cariño a su hermana—Nick, tengo que salir. Nate está arreglando unos asuntos, así que veré que está pasando.
—Ok, hermano, ve con cuidado—masculla Nick.
Nick sube conmigo en sus brazos hacia su habitación. Entra y me deja con mucho cuidado en su cama. Pero yo, como la persona terca que soy me levanto de la cama. A duras penas me sostengo de la pared.
—¡Joder! ¡Duérmete!—Nick intenta tocarme pero no lo dejo.
—¡No me toques!—lo empujo—¡Eres un idiota!—no sé, pero tengo tantas ganas de pelear con él. Lo odio.
—Eres bipolar y lo que le sigue—me responde.
—Disculpe, señor perfección, lamento molestarlo—finjo preocupación.
—Deja de actuar como niña.
—Y tú deja de actuar como idiota—lo vuelvo a empujar, yo estaba muy molesta, aún no superaba haber perdido contra Devon.
—¡Jamás debí haber besado a una niña tan inmadura como tú!
—¿Inmadura? Mira quien lo dice—mi dedo indice da pequeños toques en su pecho—, él chico que llena el vacío de su corazón con sexo, alcohol, drogas y fiestas.
—Vaya, vaya—ríe amargamente—¿acaso no te has visto en este momento en el espejo en este momento? ¿Acaso no estás drogada y borracha?—se acerca a mí y su aliento a menta llega a mi rostro.
—¡Tú no sabes ni una mierda sobre mí!—le doy un golpe en el pecho—No sabes nada, sólo eres un estúpido que quiere jugar conmigo, que no sabe lo que quiere. ¡Te odio!
—¿Entonces por qué estoy aquí, Mila?—me agarra de los hombros—¿Y sabes que es lo peor de todo?—niego con la cabeza—Que tengo tangas ganas de hacerte mía en mi cama, en la mesa, en el baño...y no, no puedo. Eres una niña a comparación de mí, maldita sea, por eso también te odio.
—¡Te odio por decir lo que dices, idiota asalta cunas! ¡Por tu maldita culpa mi mundo está de cabeza!
—Eres una insoportable—acerca sus labios peligrosamente a los míos y de repente mi rabia baja de nivel—Dime que no sientes lo que yo cuando te beso, dime que no quieres que te bese en este instante—dice en un susurro.
—Eres un idiota—fue lo último que dije. Los labios de él están sobre los míos.
El beso es tan salvaje, lleno de lujuria y deseo. Él tiene que hacer un gran esfuerzo para quedar de mi estatura. Como casi siempre lo hace, me sube a la mesa en donde está su computadora. Él tira todo lo que está ahí.
A tientas intento quitarle la camisa, pero en el proceso toque algo que no debía y él como respuesta gime. Me quedo paralizada. Y bajo la mirada.
—Yo...yo lo siento—digo.
—No, está bien—con su mano levanta mi mentón—, pero hay que esperar, aún estás muy joven para eso.
Él cree que toque su eso porque quise, pero no es así, sólo fue un accidente. Pero a pesar de eso me limito a asentir.
Muerdo mi labio inferior.
—¡Joder! No hagas eso, que me vuelves loco y no pongas esa cara inocente.
Me baja de la mesa y nos acostamos en la cama.
—Nick—digo en un susurro.
—¿Qué pasa, cariño?—él deja pequeños besos por todo mi rostro.
—¿Ya no me vas a besar?—pregunto. El alcohol y haberme fumado los porros, fueron una mala combinación para éste tipo de situaciones.
—¿Acaso yo dije que no?—ahora él está sobre mí y una corriente eléctrica pasa por toda mi espina dorsal.
—No—respondo.
—¿Tú quieres que te bese?—asiento.
No dice nada más y vuelve a besarme. El beso es lento, dulce y tierno. Su lengua pide permiso para entrar y yo le doy el acceso total. Un calor recorre todo mi cuerpo, es algo como fuego.
Dejo que él esté en medio de mis piernas y su eso comienza a crecer, eso hace que me sienta un poco de incomodidad y a la vez fuego dentro de mi interior. Le quito la camisa y comienzo a tocar todo su torso, mis manos hacen un recorrido por sus brazos. Sus labios bajan a mi cuello y comienza a besarlo. Todo mi cuerpo, de alguna manera responde bien a su toque, a sus besos. Me quita mi chaqueta de cuero y cae en algún lugar de la habitación. Sus manos buscan el dobladillo de mi blusa para poder quitármela.
Lo hace, por tercera vez en la vida, un hombre me ve sólo con mi sostén deportivo. Eso me incomoda un poco, así que busco algo con que cubrirme.
—No, no lo hagas—súplica, cerca de mis labios.
—Yo...es que me da miedo—termino por decir.
—Shhh, no haré algo que no quieras—dice en mi oído.
Asiento, para dejar mi timidez atrás vuelvo a besarlo, lo necesitaba, necesitaba mi dosis de Tic-tacs, mi shot de tequila, mi droga.
Me sentía en las nubes, a pesar de mi nula experiencia, quería más, pero sabía que aún no era el momento indicado.
Sus manos desabrochan mis jeans y poco a poco trata de sacarlos de mis piernas. Mi cuerpo está en llamas. Algo de él hace que yo desee todavía aún más. Los jeans caen al suelo y ¡mierda! Me siento demasiado expuesta físicamente a una persona, la vergüenza y tímidez surcan mi rostro.
Se levanta de la cama y me pasa una camisa de él. Cosa que agradezco, porque no soportaría estar mucho tiempo expuesta físicamente.
—Póntela antes de que me arrepienta y termine haciendo todas las cosas que quiero hacerte—su voz ronca llega a mis oídos.
Asiento y obedezco.
—¿Puedo usar tu baño?—pregunto y él asiente, como puedo camino al baño. Entro al baño y busco si él tiene cepillos nuevos.
Encuentro uno y cepillo mis dientes, me lavo la cara para tratar de despejar mi mente.
Salga y él está acostado en su cama.
—Ven aquí—dice mientras da palmas al colchón de la cama.
Camino y con suerte llego junto a él. Me acuesto a su lado y comienza acariciar mi cabello.
—¿Estás bien?—pregunta con un tono de voz muy dulce.
—Yo...pues creo que estoy bien. Aunque un poco cansada, drogada y borracha—se me escapa una risa.
—Lo sé, no hay necesidad de que me lo digas—comienza a acariciar mi cabello. Eso hace que comience a cerrar los párpados.
—¿Alguna vez te has enamordo, Nick?—no sé porque la pregunta se me escapa de mis labios.
Antes de que responda me dejo ir por el camino de los sueños.
ESTÁS LEYENDO
Desastre Colateral
Teen FictionLudmila, ella se definía como un desastre colatetal. Sus problemas son la mayor carga sobre sus hombros. Pero ella tiene un ancla a la vida, su hermana, Eliana. Nicholas, egocéntrico y la competencia intelectual de Ludmila. Un chico que vive entre...