Capítulo 2⚓

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Despierto gracias a la alarma. Salgo de mi cama y me doy un estirón así como los gatos, me cepillo los dientes y voy por la toalla decida a darme una ducha para ir al colegio.

No tardo más de veinte minutos—a algunas personas les parece mucho tiempo—en salir de la ducha. Me pongo el típico uniforme, la falda a cuadros color rojo oscuro con negro y algunas pequeñas líneas de amarillo , la blusa blanca con el escudo del lado izquierdo del colegio Santo Domingo, la corbata negra y la chaqueta azul oscuro con el escudo al lado izquierdo. La verdad era uno de los mejores colegios y uno de los más caros, pero gracias a una beca que teníamos con mi hermana, Eliana, estamos estudiando en el colegio Santo Domingo.

Supuestamente solo gente de "prestigio" llega a estudiar en el Santo Domingo, pero yo no lo veo así tal vez porque no me importa.

La falda me llegaba un poco arriba de la rodilla; por las reglas estrictas del colegio aunque en sí la falda tendría que llegarme en medio de la rodilla. Algunas chicas las pasaban por alto, como yo, pero considero que la falda tiene un largo adecuado.

En la cocina veo que no hay mucho: huevos, pan, cereal, harina para panqueques y algunas frutas. Decido hacer huevos revueltos con un poco de jamón que hay en el refrigerador, hago el café y pan tostado con mantequilla. Cuando estaba a punto de terminar entra Eliana a la cocina, vestida con el mismo uniforme que yo; ella estaba aún en octavo grado, la verdad para tener doce años me parecía increíble que estuviera en segundo de secundaria.

—Buenos días, Ludmila—dice arreglándose la falda del uniforme.

—Buen día, Eliana. ¿Mamá y papá ya están despiertos?

—No lo sé, pero por la hora creo que ya—dice pensativa. La verdad ya deberían de estar despiertos. Ya son las 6:35 am y papá tiene que entrar a trabajar a las 7:30 am.

—Iré a ver si ya están despiertos. No creo que papá falte al trabajo y mucho menos mamá—digo. Y salgo de la cocina directamente a la habitación de mis padres.

No sé porque estar frente a la habitación me da un vuelco el corazón y las manos me empiezan a sudar y a templar.

Toco la puerta.

—Mamá, papá. Ya es hora, tienen que ir a trabajar—digo de forma tranquila aunque con un deje de temblor en la voz.

Mi papá abre la puerta de la habitación. Trago en seco.

—Ya sé, niña inútil. Deja de estar fastidiando como siempre lo haces. Espero que el desayuno ya este listo—dice mi papá moleste y viéndome con una mirada que me dan ganas de salir corriendo de allí—Tu madre ya está casi lista—agrega.

—Si, papá ya esta casi listo el desayuno—digo con un poco de miedo, sabiendo que si no estuviera listo el desayuno ya sabría las consecuencias.

—Eso espero, Ludmila porque no quisiera saber lo inútil que eres a no ser responsable con el desayuno ya listo—dice mamá. Arreglándose su cabello castaño oscuro en un moño. A diferencia de mí y de mi hermana su cabello es lacio y se le ve bien cuidado a pesar de nuestra muy mala economía—Si no está listo el desayuno, ya sabes lo que pasa. Inepta

Sale de la habitación casi aventándome al igual que papá. Siempre que pasa algo como esto; de tratarme como si fuera alguien tonto e inútil, dejo que no me afecte. Aunque a veces pienso que ya no esta funcionando.

Soy su hija, bueno aunque de Brenda no. Le decía mamá por respeto, pero en sí es mi madrastra y tía; es la hermanastra de la tía Esther, que en realidad también es hermana de mamá, mi madre biológica. Creerán que es la típica madrastra mala, que trata mal a sus hijastras, y la verdad no se equivocan. Pero hay que sacarle algo bueno a esto, pienso.

Desastre ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora