Devon nos ve a todos, no sé si hay tregua, sino la hay, probablemente en unos días estaremos tres metros bajo tierra.
—Bueno, no olvido lo que me hacen, y aunque no lo crean, le tengo mucho respeto a Abraham, pero es muy difícil dar tregua, cuando ustedes hicieron trampa, y se relacionaron con las bandas de otros lugares—dice Devon, haciendo ademanes con las manos—, pero quizás sí, les doy tregua, pero es la última vez que perdono algo así. La tregua la daré con ciertas condiciones—sabía que el idiota de Devon nos iba a jugar sucio—Ludmila ya no competirá nunca en las carreras de autos, al menos no en esta ciudad. Otra condición es que los tres chicos, que les ganaron a los míos van a volver a enfrentarse, no quiero quedar mal ante las personas.
Todos escuchamos atentamente lo que él nos dice. No me gusta saber que ya no podré competir en las carreras, era una ganancia extra de dinero para mí, ahora tendré que pelear el doble o si es posible el triple, para poder juntar el suficiente dinero.
—La última condición es que una de sus chicas salga conmigo o me de la mejor noches de sus vidas—dice él, sus ojos me ven—, y pienso que Ludmila, a pesar de tener diecisiete años está muy dotada, tiene un buen cuerpo, la chica es muy lista y además ella me debe una.
Mi cuerpo se queda congelado, no puedo, no quiero tener algo con él, sólo pensar en eso me aterra. El miedo y los nervios se apoderan de mi cuerpo.
—¡No!—dice Tania—, yo iré contigo a una cita o lo que quieras tú.
Piensa, Ludmila, ¿Qué es lo que haría feliz a Devon que no sea sexo contigo?
Tengo que pensar en menos de cinco minutos algo que prefiera él, obviamente que no sea yo.
—Tú lo que quieres es limpiar tu nombre—comienzo a hablar—, que te parece si volvemos a hacer una carrera, pero te dejo ganar y te doy parte de mis ganancias cada vez que yo gane una pelea, pero por tres meses.
—Todos, todos te daremos parte de nuestras ganancias, más diez mil euros que tenemos que cobrar y nos dos mil dolares—ofrece Karla. Todos la miramos con la boca abierta.
—Me parece, Karlita. A parte de sexy, eres muy inteligente—dice él—. Tengo unos asuntos que resolver, así que en mi cuenta bancaria pueden depositar el dinero—camina alrededor de nosotros—. Como dije, estaré ocupado fuera de la ciudad, vendré en dos meses, que no se les olvide pagarme al menos cincuenta por ciento de sus ganancias, sino cumplen se termina la tregua.
Termina por explicar. La ventaja que tenemos de todo esto es la tregua, la última vez que fueron las peleas todo terminó mal, y nos ganamos algunos enemigos peligrosos, que por supuesto, no se quedaran con los brazos cruzados, así que nos conviene tener a Devon de nuestro lado, es la ley del más vivo.
—Ok, aceptamos tus condiciones—dice Dylan.
Todos nos dirigimos a la puerta cuando Devon habla:
—Tengan cuidado, porque el día de las peleas nadie quedó feliz. Algunos de la Mafia nos odian, así que han que ser precavidos.
Sus palabras me dejan sorprendida. Nunca pensé que quisieran nuestras cabezas en bandeja de plata. Sin duda, hay que tener mucho cuidado.
⚓⚓⚓⚓
Mi hermana y yo pasamos el resto de la noche, juntas. Mis padres han salido a embriagarse, así que vendrían muy tarde.
Eli y yo pasamos charlando y viendo una película, no nos gusta el romance, así que Resident Evil era nuestra mejor opción.
—¿Qué pasó con Nick?—pregunta ella de la nada.
—Nada, por el momento.
—No me mientas, Rita me dijo que lo que paso en su fiesta.
¿Rita se fijo cuando él y yo nos encerramos en el estudio de su padre? ¡Joder! Lo que me faltaba.
—Bueno, sólo nos besamos y ya—bajo la mirada de la vergüenza. No se me olvida la que sentí cuando sus manos tocaron una parte de mi cuerpo que nunca nadie había tocado.
—Nunca pensé que Nicholas Delacroix te tuviera entre sus manos—ella sonríe.
—¡Cállate, Eliana!—le arrojo una almohada a la cara y ambas reímos.
—¡Me las vas a pagar!—dice ella y me arroja una almohada. Ambas reímos como locas.
Pasamos quince minutos jugando, hasta que la Tía Esther y el Tío Carlos, llegan a visitarnos.
—Hola, mis niñas—ella nos da un sonoro beso a ambas.
—Hola, tía Esther—dice Eliana, muy feliz de verla.
—¿Y a mí no me vas a saludar, Eli?—pregunta el tío Carlos.
—Por supuesto que sí—Eli le da un abrazo.
—¿Y tus padres?—me pregunta la tía Esther.
Quisiera poder decirle la verdad, pero que tus propios padres te tengan amenazada, no es lo mejor en estos casos.
—Están trabajando —le doy una sonrisa reconfortante.
El resto de la noche pasamos hablando, por lo que dijeron la tía Esther y el tío Carlos se irán de la ciudad, pasar unas relajantes vacaciones, lejos de aquí. Mis tíos siempre nos traen pastel, y hoy no fue la excepción, el pastel de chocolate y frutas, fue lo mejor.
Los voy a extrañar, aunque sea por dos semanas, me harán mucha falta.
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Desastre Colateral
Novela JuvenilLudmila, ella se definía como un desastre colatetal. Sus problemas son la mayor carga sobre sus hombros. Pero ella tiene un ancla a la vida, su hermana, Eliana. Nicholas, egocéntrico y la competencia intelectual de Ludmila. Un chico que vive entre...