Capítulo 61⚓

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Mamá, papá y yo, cantábamos una canción, no recuerdo cual era, sólo sé que era una canción infantil. Era una niña feliz que regresaba del supermercado con un juguete de regalo. Veía el panorama de fuera en la ventanilla, todo era hermoso en la oscuridad, mamá estaba conduciendo y yo iba en el asiento del copiloto, la pequeña Eliana se había quedado en casa con la tía Esther y el tío Carlos.

Mi mamá me había dado una manzana, yo no quería una manzana, quería comer otra cosa, me puse muy enojada.

—Mamá, yo no quiero esa cosa—me cruce de brazos.

—Cariño, tienes que comerla—mi madre, Eleonor, me vuelve a dar la manzana.

—No, estoy cansada de eso—mis manos caen muy fuertemente a mis costados.

—Ludmila, no seas una niña malcriada—dice mi padre, desde el asiento de atrás.

—No, no le digas así, amor—mi madre voltea su cabeza para poder ver a mi padre.

—Es que está muy mal educada—bufa mi padre.

—Pero no la llames así—mi madre tiene un tono de voz molesto.

—¡Deja de defender a una niña malcriada!—mi padre se exalta mucho.

—¡No peleen!—mis ojos comienzan a llenarse de lagrimas—¡Ya basta!

—Cuando lleguemos a casa estarás castigada—sentencia mi padre.

—¡No!—comienzo a llorar más fuerte—¡Eres muy malo!

—Cuida tus palabras, Ludmila—vuelve a amenazar mi padre.

—No le digas eso—mi mamá le dice a mi papá.

—¡Ya no sigan peleando!—digo entre sollozos.

—Ludmila, portate bien—mi madre me dice con mucho cariño.

Pero yo ya estaba muy molesta. Cuando habíamos ido al supermercado ellos iban discutiendo sobre los gastos de la casa, ahora de regreso era por mi culpa. Pero mi estómago no quería manzana, quería una hamburguesa o un helado. Eran mis típicos berrinches.

Tiro la manzana al suelo.

—Ludmila, por favor, cariño, deja de hacer eso—mi madre recoge la manzana. 

—¡No!—sigo molesta porque ellos siempre discuten y eso me hace incluso no querer nada.

—Cuando lleguemos a casa, tú y yo, tendremos una conversación, jovencita—mi mamá me da una mirada molesta. Yo sé que ella muy pocas veces ha estado molesta conmigo y aunque lo intente, sé que no se molesta demasiado.

—¡No, no, no!—no sé porque yo sigo con mis berrinches de niña.

Había comenzado a llover, y la niebla estaba cubriendo la carretera, mamá iba muy distraída discutiendo conmigo que todo paso en un abrir y cerrar de ojos. Ya era muy tarde para frenar cuando el camión se estaba acercando más rápido a nosotros. Mamá grito que nos sujetaramos muy fuerte y entonces...

¡Boom!

Mamá se había puesto frente a mí para que yo no llevará un golpe demasiado fuerte.

Despierto y lo que veo me aterra, papá está inconciente al igual que mamá. Trato de moverla para que se despierte y nada.

—¡Mamá!—le grito para que se despierte.

Nada.

—¡Mamá, mamá, mamá!—las lagrimas comienzan a salir de mis ojos.

Nada.

Desastre ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora