Capítulo 4⚓

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El Porsche deportivo de Anthony es muy lindo, ya quisiera poder tener el gusto de comprarme un auto así. En menos de veinte minutos llegue a mi trabajo. Estaba tan aliviada de llegar temprano. Antes de bajarme del carro me despido de él.

—Gracias por traerme, que amable eres—le digo abriendo la puerta del auto.

—De nada, ya sabes—dice sonriendo, mientras se arregla su cabello.

—Adiós.

—Adiós, Ludmila

Y con eso se va. El Restaurante Le Collectionneur esta frente a mi. Este restaurante queda en el centro de la ciudad. De fuera se nota lo muy elegante que es. Sólo las personas que tienen dinero de sobra se pueden permitir el lujo de comer aquí o también aquellas personas que ganan un poco más de lo necesario y ahorran lo que pueden. Y yo trabajaba aquí. Trabajo desde los once años y medio, aunque no empecé en el Collectionneur, sino en otro lugar , tuve que hablar con el gerente para que me dejara trabajar aunque tuviera tan solo once años y medio. El gerente hablo con los dueños del restaurante y les explico mi necesidad de trabajo y con gusto aceptaron, pero me advirtieron que no saliera del área de cocina para que nadie me viera y los denunciara por tener a una niña trabajando aunque después pensaron en una alternativa mejor . Además los dueños del Collectioneur no solo tenían este restaurante, tenían diez restaurantes más, un Club de Campo que está a tan solo hora y treinta minutos de la ciudad, un Bar muy elegante y una cafetería que esta cerca del vecindario donde yo vivo.

Al principio los dueños de Le Collectionneur me mandaron a la cafetería, que está del otro lado de la ciudad, cerca de donde yo vivo. Me mandaron a la Cafetería Big Bang porque sabían que algunas personas me conocen y entienden la necesidad que tengo. Recuerdo que mi primer día en la cafetería no fue tan malo. De hecho las personas que ya trabajaban en la cafetería me entendieron muy bien, y me enseñaron a como servir el café, panqueques, panecillos, helados, etc. Y poco a poco fui aprendiendo a ser muy buena mesera a pesar de que tenía doce años. El Big Bang siempre tenía clientes. Pensé que por estar cerca de mi vecindario iba a estar vacío, pero no. Recuerdo que muchas veces llegaba la señora Kelvin por su café con leche y un toque de canela, a veces pedía uno que otro postre.

Camino hacia la parte trasera del Collectionneur para entrar por la puerta de los empleados. Me voy a cambiar mi uniforme al baño de los empleados y salgo como toda una mesera. El uniforme no es tan malo, una blusa de manga larga blanca, el típico moño delante de la blusa, justo al cuello, un chaleco negro y el pantalón negro, aunque a veces era falda negra, hoy es día de pantalón así que todas las mujeres vestimos igual.
Me lavo las manos y salgo directo al área de cocina para pasar mi tarjeta de empleada y así marco la hora.

Veo que se acerca el encargado del área de cocina, Francesco .

—Buenas tardes, Ludmila—me saluda con un gesto que hace con la mano.

—Buena tarde, Francesco—le devuelvo el saludo, a él no le gustaba que lo trataran de "señor Gómez"—¿cómo estás?

—Muy bien gracias, Ludmila—él me responde, él ahora esta de turno otras veces la encargada es Sandy, una chica recién graduada de la universidad.

—Creo que Jessica aún no viene—sigue hablando él.

—¡Creo que ya viene!—digo señalando a la puerta a una Jessica muy apresurada.

—Buenas tardes a todos. Señor Gómez—nos saludas y asiente hacia nuestro encargado—Disculpe la demora, pero hay un poco de tráfico en las calles.

—Jessica, ya sabes que no me gusta que me llamen "señor Gómez" porque hace que me sienta un poco más viejo—Le corrige, Francesco.

—Lo siento, Francesco.

Desastre ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora