Capítulo 40⚓

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Eliana pasaría el fin de semana con la Tía Esther, el tío Carlos y Tania, yo tendría que trabajar, a parte de eso los dueños del restaurante llegarían con su familia.

Estaba pasando un tiempo en la biblioteca, para ser más específica; tenía que tratar de terminar mis tareas. La otra semana iría a la casa de Ashley, a terminar la tarea grupal que nos había dejado el profesor Kirck. 

—Hola—me saluda Rita. Toca el piercing de su nariz, creo que lo hace porque está nerviosa.

—Hola, Rita—respondo cortante, la verdad creo que fue por la costumbre.

—¿Sigues molesta conmigo?—ella muestra su decepción.

—No, claro que no. Es la costumbre, ya tenías muchos años de no hablarme bien—hago una mueca de desagrado.

—Ok, ya me habías asustado—ella lleva una mano a su pecho.

—Tranquila, estámos bien—le digo. Ella se relaja.

—Ok, me alegro por ello—ella sonríe—Eres muy inocente Lud y quizás es mejor que te cuides de los chicos—ella  parece decirlo con melancolía.

Sus palabras me dejan inquieta. No entiendo que tiene que ver nuestra reconciliación con eso, aunque es raro que me lo diga después de lo de Nick o quizás lo diga porque creo que ella ya paso por la etapa de las hormonas locas.

—La otra semana terminaremos el trabajo que nos dejó el profesor Kirck—le recuerdo.

—Ok, estoy de acuerdo—ella juega con un mechón verde de su cabello, no me había fijado ahora ella tenía mechones verdes en su cabello castaño.

—Ok.

Seguí haciendo mi tarea pero Rita estaba nerviosa, jugaba con mechones castaños o verdes de su cabello o tocaba el piercing pequeño de su nariz, lo tenía del lado derecho. Creo que una parte de Rita siempre tendrá el recuerdo de lo que ella era antes de tener mucho dinero.

En mi mochila a veces cargaba una fruta o un chocolate, si mi estómago tenía comida dentro era muy pero muy feliz. Saco la manzana roja de mi mochila, me la llevo a la boca y antes de que le de un mordisco otra persona me la quita y le da un mordisco.

—¡Pero que idiota eres!—grito, gracias a los espíritus de los libros, la bibliotecaria no estaba cerca para reñirme, pero recibí algunas miradas de molestia por otros pocos alumnos.

—No eres la primera que me lo dice, ardilla—él dice y se lleva otra vez la manzana a su boca.

—¿Ardilla? No me digas así Nick—le digo molesta.

—No importa, te seguiré diciendo así—se encoge de hombros.

—Creo que iré a clases—anuncia Rita—Los veo luego—ella nos sonríe—Siempre con cuidado Lud.

—Ok, adiós Rita—le respondo.

Nick no le responde, sólo se queda disfrutando de mi manzana, aunque ya no es mía y lo peor es que mi estómago quedo con hambre, aunque ya falta poco para la hora del almuerzo. Sigo haciendo mi tarea.

—¿No te cansas de ser una obsesiva-compulsiva con las tareas y todo?—pregunta un Nick despreocupado de la vida.

—¿No te cansas de molestarme? ¿Tanta atención necesitas?—le respondo cortante.

—Yo no diría eso, para haberme besado tendrías que estar en la miseria de la atención—él dice de manera tan arrogante.

Cuando menciona nuestros besos, siento que me dan muchas ganas de vomitar, ¿En qué rayos estaba pensando? ¡Ahh sí! ¡En el jodido efecto placebo!

Desastre ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora