Capítulo 39⚓

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Todo en el colegio estuvo tan normal el día de hoy, aunque los efectos de la fiesta de anoche no se hicieron esperar en los estudiantes que habían asistido. Mónica, Abby y Sofía estuvieron narrando los sucesos de la fiesta. Al parecer Kelsey y Jennifer tuvieron otra pelea por Nick, se me había olvidado mencionar que Kelsey también se vuelve una salvaje cuando se trata de él.

Pude hablar con Eliana, no le quise decir los sucesos que habían pasado ayer por la noche con mis padres, no quería preocuparla, no quería atormentarla con eso. Ella se veía muy feliz de haber pasado la noche de pijamadas con sus amigas, no quiera dañar esa felicidad.

Estaba tan frustrada, frustrada por todo lo que pasaba a mi alrededor. Por la tarde me dirigí al club de boxeo, tenía que entrenar y sino lo había la próxima semana me darían una paliza en el ring.

—Estás distraída—dice Abraham. Su cabello negro esta algo sudado por el entrenamiento.

—Quizás—respondo cortante mientras golpeo el saco de boxeo. Llevo haciendo esto hace veinte minutos. Mis trenzas se mueven levemente sobre mis hombros.

—Tal vez sea por el autor de eso—sabía que iba a decir algo así, era de esperarse. Él solo sonríe.

Abraham es hombre que no pasa de los treinta y cinco años, ha sido muy buen consejero y entrenador para mi, además es tío de Karla. De hecho hace un año que entreno en este club "clandestino" de boxeo, Karla me motivó para venir al club y poder sacar toda la frustración dentro de mí, pero en este momento quizás no este funcionando.

—Eso fue un accidente—hago una mueca y comienzo a golpear mucho más fuerte el saco.

—Nadie te hace eso—señala mi cuello—por accidente.

—Deja de decir tonterías—pongo los ojos en blanco.

—Espero que ese chico no te distraiga el día de la pelea—dice serio, como el entrenador que es. Se cruza de brazos y se resaltan mucho los tatuajes de su piel morena.

—¡No! Solo fue una estupidez y ya—de repente doy una patada al saco por la frustración.

—No hagas cosas que después te puedes arrepentir.

—Sí, lo sé. Aún soy virgen.

—Hubieras empezado por decir eso—él piensa—Ok, ya me rindo. Ya no voy a hacer tan sobreprotector.

Yo era como una hija para él, y para su esposa, ella de vez en cuando se pasaba por el club de boxeo y hablábamos de cualquier cosa, es muy buena persona. La hija de ellos era muy linda y tierna.

—No me dejaste dar una explicación—digo en mi defensa.

—Lo sé y me disculpo por ello—las facciones de su rostro se ponen como las del entrenador que es—¡Salta quince minutos la cuerda! Después al ring.

Asiento y con eso sigo con mi entrenamiento.

                          ⚓⚓⚓⚓

Llego corriendo al restaurante, Jessica tuvo que ayudar a cubrir mi turno por una hora. Había hablado con Francesco para poder llegar un poco retrasada, él acepto, pero eso no significa que no se acumule el trabajo.

—Buena tarde—entro a la oficina de Francesco. Sandy está hablando con él.

—Llegas a tiempo, Ludmila—dice Sandy mientras arregla unos papeles.

—Tenemos que hablar contigo—dice Francesco de golpe.

Mi cuerpo se congeló, estaba paralizada. Espero no me vayan a quitar el trabajo. Al parecer ellos notan mi expresión.

—Tranquila, Lud. No es para nada malo—dice Sandy. Arregla un mechón rebelde de su cabello castaño oscuro.

Doy de inmediato un suspiro de alivio, mis músculos se relajan y comienzo a respirar mucho mejor. Observo como Francesco también está atento a unos papeles, al parecer son las cuentas del Restaurante.

—Ludmila, el viernes tienes que quedarte un poco más de lo normal. Los dueños del Collectionneur vendrán, quieren ver como está el restaurante y todo eso, así que necesitamos que tú, Jessica y Leila les atiendan mientras hablamos con ellos, tú ya sabían que iban a venir, pero decidimos con Francesco, como te dije antes, que estuvieras presente al igual que Jessica y Leila—veo que Sandy ingresa unos datos en la computadora.

—Eso es todo, Ludmila. Puedes retirarte—dice Francesco, pero antes de que llegue a la puerta dice—: Ludmila, hay te cubres eso—señala a mi cuello y siento que muero se la vergüenza.

Trágame Tierra y escúpeme en Dubai. Asiento y salgo llena de vergüenza, eso es lo malo cuando te dejan marcas en el cuello ¡Todos las ven!

Por suerte encuentro a Leila y Jessica.

—Hola—las saludo muy amablemente.

—Hola—responden al unísono, sus ojos se agrandan cuando ven lo más vergonzoso que tengo en mi cuello.

—Veo que te has divertido, amiga—dice Leila insinuando algo muy pero muy malo.

—Fue un accidente—digo lo mismo que le dije a Abaham—Un perfume que recién había comprado me dio alergia y la verdad no quedo nada bien.

—¿Segura?—dice Jess levantando sus cejas.

—Sí, más que segura. Ahora serían tan amables de darme un poco de maquillaje—siseo.

—Ok, amiga. Además tengo mucho que contarte sobre la cita con Dylan—Jess se pone muy feliz.

Juntas caminamos al baño de los empleados. Me veo en el espejo y mi cara arde de la vergüenza al ver las marcas que Nick me dejó. Jess y Leila comienzan a maquillarse y a peinarse. Comienzo a hacerme un moño alto en la cabeza, así mi cabello queda perfectamente atado.

—¿Pueden regalarme maquillaje? Por favor—pregunto y ambas se ven con unas miradas de complicidad.

—¡Pero nosotras te maquillamos!—dicen las dos muy animadas al unísono.

—Ok, está bien—pongo los ojos en blanco.

Ellas se acercan a mí y comienzan a ponerme maquillaje. Leila cubre las marcas de mi cuello con mucho cuidado, pone diferentes colores en el y luego lo difumina, poco a poco veo que se van desapareciendo las marcas. El alivio recorre todo mi cuerpo.

—¿Y qué tal tu cita con Dylan?—le pregunto a Jessica que tiene una sonrisa como la del Guasón.

—Fue muy pero muy linda—su voz suena alegra—y nos dimos nuestro primer beso.

Primer beso: lo que por estúpida di sin pensarlo, todo por los jodidos efectos del Tic-toc. Me hubiese gustado que mi primer beso fuera por amor, no por efectos placebo. Mi mente es tan retorcida.

Al cabo de un rato salimos del baño y nos pusimos a hacer nuestro trabajo, veo que Dylan está dando la cuenta a unos clientes al igual que yo, así que decido ir a saludarlo.

—Hola, Dylan—le sonrío y juntos vamos a tomar un descanso, ya que hoy no hay muchos clientes.

—Hola, Lud—me sonríe—¿Cómo estás?

—Pues yo muy bien y por lo que sé tú tambien—le doy una sonrisa y alzo una ceja.

—Supongo que ya te dijo Jessica—el rubor recorre sus mejillas, pasa una mano por su cabello negro.

—Sí, me lo contó todo.

—Estoy demasiado feliz—su sonrisa no desaparece.

—Y yo estoy feliz por ustedes.

Y era cierto, ver que sean felices las personas que quiero me hacía demasiado feliz, ellos se lo merecían. Ojalá pronto llegara esa felicidad que necesito.  








Hola, aquí un capítulo más. Estoy editando los capítulos que tengo para subirlos de una. Disculpen la demora, los quiero.

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Besos derivados e integrados.

Desastre ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora