Intimidad Violada

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Laura y yo nos quedamos sin patio. En otras circunstancias habría maldecido todo, pero el motivo ha merecido la pena. Esos minutos hablando con Laura me han calado hondo. Siento que nuestra relación ha dado un gran paso, que nuestro vínculo como cuñadas se ha estrechado. Estoy contenta porque en poco tiempo hemos empezado a forjar una amistad, una amistad un tanto curiosa, pero una verdadera amistad por encima de nuestra unión familiar. Y mi gran alivio es haber podido aclarar nuestras diferencias, los absurdos malentendidos que yo misma generé y permití que ganaran fuerza.

Desde ese momento tengo la sensación de que miramos en el mismo sentido. Eso o me estoy convirtiendo en una mala influencia para ella. En las siguientes dos horas de clase he estado matando mi aburrimiento distrayéndola. Es como si me hubiera relajado haberme deshecho de la tensión que me carcomía por dentro. Laura, concentrada como la estudiante modelo que es, terminaba mirándome a ratos a causa de mi insistente e inexplicable mirada sobre ella. Nos sonreíamos y ella regresaba la vista a la pizarra.

Así fue durante esos eternos minutos de monólogo de los profesores hasta que di un paso más allá llevada por la naturalidad del momento. Dibujé una caricatura del profesor de Historia. En ella resalté sus principales rasgos: su enorme nariz y su panza rechoncha. Desconozco si Laura disfrutaba realmente con sus enseñanzas adormecedoras, pero le acerqué el papel y conseguí que lo mirara. Casi al instante, empezó a enrojecerse, era como una olla de presión que quería estallar. Se tapó la boca con una mano mientras escribía junto al dibujo. «Obelix» apuntó. Y el mismo calor que debía estar vaporizándola por dentro lo hizo en mí. Ambas estallamos en risas que intentamos disimular, pero fue inevitable que todas las miradas se centraran en nosotras, incluida la del profesor.

—¿Acaso he dicho algo que sea motivo de risas, señoritas? ¿Dónde está la gracia en que tantas personas inocentes padecieran un infierno en los campos de concentración nazis? —dijo el profesor tan serio que diría que estaba a punto de agrietarse.

Tuve que disculparme y cargar con la culpa. No iba a permitir que la buena reputación de estudiante de Laura se viera perjudicada por mi tontería, mucho menos ante el trágico tema que impartía el profesor y al que no había prestado atención. Consecuencias: realizar un trabajo sobre los campos de concentración nazis como castigo. Me lo merecía y no me arrepiento de haber hecho reír a mi cuñada.

Así volaron las dos últimas horas de clase. Mientras Laura y yo recogemos nuestras cosas para salir del instituto, me percato de que tengo un mensaje de Claudia.

¡Fea! No viniste al patio. ¿Aún respiras o tu cuñi te dio la brasa hasta dejarte K.O.? Jajajaja.

Si ella supiera...

Le respondo que estoy a punto de salir, que nos veremos en la entrada para despedirnos. Empieza a escribir, imagino que para decir que okey. Guardo mi teléfono, no quiero seguir haciendo esperar a Laura.

Las dos nos hacemos un hueco entre la corrida de pitufos. Mientras caminamos, recordamos nuestras risas a causa de la caricatura del profesor. Creía que se quejaría por haberla distraído, pero no es así, me reafirma una y otra vez que le resultó muy gracioso el dibujo.

Ando muy tranquila, ni siquiera pienso en otra cosa. Estoy centrada en Laura. Pero la armonía del presente se desvanece cuando atravesamos parte del hall. Me golpean el hombro toscamente, como si me atropellaran en plena embestida. Me desequilibro un poco, lo suficiente para tener que apoyarme en Laura. Mi cara despide una suave rabia en respuesta a la falta de modales que atribuyo a algún renacuajo.

—Quita del medio, estorbo. Te crees un florero por ser popular —me dice la persona que me pasa por el lado destilando violencia.

No es otra que Sandra y su cuarteto de matones. No hay más que ver su cara de perturbada para saber que no arrastra nada bueno consigo. Es la cabeza de la manada, una loba despiadada que se divierte con el sufrimiento de los demás. Su obsesión por el maquillaje negro la describe perfectamente. No le cabe un piercing más en la cara. Tiene media cabeza rapada y se deja caer la melena por un lado. En conjunto luce como una criminal en potencia, y eso que oculta sus tatuajes debajo de su uniforme descolocado. Sus seguidores no son muy distintos de ella.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora