Corazones Rotos

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No es una alucinación. Eric está plantado en la puerta como una estatua fría y rocosa, pero que transmite una rabia desmesurada a través de sus ojos expandidos y de su mandíbula marcada. Tengo la sensación de que sus lágrimas son ácido puro. Lo que más me aterra es el puño con el que exprime una de mis fotos con Laurita.

Ella y yo nos quedamos petrificadas. Mi mirada se ensancha, la respiración se me corta, el corazón se me para por unos instantes y la excitación se convierte en una escalofriante sudoración. ¿Qué hace Eric aquí? ¿Por qué tenía que descubrirnos en esta situación tan comprometedora? ¡¿Por qué?! ¡Él no tenía que estar aquí! Solo unas horas y todo habría acabado...

—Eric... —murmuro temblorosa.

—Era cierto. Estefi tenía razón. Todos la tenían... —dice Eric con un claro tono de decepción.

—Eric... —repito.

—¡Cállate! —grita Eric de forma tan estruendosa y repentina que Laurita y yo nos sobresaltamos—. Zorra. ¡Sois unas zorras! Quiero que desaparezcáis. ¡Desapareced de esta puta casa y de mi vida! Tenéis una hora, ¡¿me oís?! ¡No quiero encontraros aquí cuando regrese! Y tú —señala a Laurita con odio—, maldita zorra, tú ya no eres mi responsabilidad. ¡Una hora! —Aporrea la puerta con tal violencia que la abolla y se marcha como un devastador tornado.

—¡Hermano, no! —Laurita llora desconsoladamente.

—Eric, espera, por favor —lo llamo, pero escucho el portazo de la puerta principal.

—¡Ani! —Mi Laurita...

Esto es un desastre. Tengo un nudo tan grande en la garganta que no puedo ni tragar. Padezco algunos espasmos por el nerviosismo que se ha apoderado de mí, pero no puedo flaquear, Laurita me necesita. Le quito las esposas y la abrazo con todas mis fuerzas.

—¡Ani, he perdido a mi hermano! —se lamenta. Sus temblores son más intensos que los míos.

—Lo siento mucho, Laurita. Esto es culpa mía. Debí ser más firme. —No sé ni qué decirle para consolarla, sigo impactada. Esto no tiene arreglo—. Cálmate. Hablaremos con él cuando vuelva, quizás necesite tomar un poco de aire.

—¡No, Ani! No nos va a perdonar. Nunca se había puesto así conmigo —dice entre sollozos—. Yo no quería hacerle daño ni perderlo. ¡No quería eso!

—Ninguna lo queríamos, Laurita. —Joder, no puedo contener las lágrimas—. Cálmate, mi amor. Yo hablaré con él cuando vuelva, le explicaré todo y cargaré con la culpa, pero vuestra relación de hermanos no se acabará.

—¡No, Ani! Eso no es justo y no pasará. ¡He visto el rencor en sus ojos! Nada lo hará cambiar de idea. ¡Vámonos, Ani! ¡Por favor! No puedo confrontarlo ni causarle más daño con mi presencia. Ani... No pue... No puedo... respirar... —Laurita está realmente afectada. Su respiración se entrecorta.

—Tranquila, mi amor. —La sujeto por las mejillas. Mis manos se empapan como toda su carita—. Tranquila.

—No pue... Ani... —Pobrecita, se ahoga. Esto la supera.

—Respira, Laurita. Vamos, mírame. Tienes que calmarte —le digo con firmeza. No importa que yo también esté quebrada, la mantendré a flote—. Sigue mi respiración. Cálmate.

—A-Ani...

—Estoy contigo, mi amor. Cálmate. —Hiperventila demasiado—. Mírame, mírame. Imítame. Respira hondo.

—Ani, no... No puedo... —¿Por qué se tienen que cumplir todos los miedos de Laurita? ¿Por qué tiene que pasar por todo este sufrimiento? Lo único que ha hecho es enamorarse.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora