Una Verdad

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¿Qué más podría decirme Laurita? Me tiene más que conquistada.

—¿Cuántas formas tienes de enamorarme? —pregunto retóricamente—. Dime, mi amor. ¿De qué se trata?

—Una verdad. —Laurita aparta su cabeza de la mía y mantiene la mirada sumisa—. Pero tengo miedo de que estropee tu día.

Ella quiere confesar algo de su vida, estoy segura. Si ha elegido este momento para hacerlo, yo estaré a su lado igualmente.

—No tengas miedo. Estoy contigo, Laurita, y lo seguiré estando. —Acaricio su mejilla y tomo su mano para que sienta mi apoyo.

—Ani, yo solo he creído en una cosa en toda mi vida y es en el amor verdadero. Es un amor único, sincero, que te llena para toda la eternidad —dice Laurita mientras mira al horizonte como si rememorara su pasado—. Desde que era una niña, tenía bien claro que ese era el amor que buscaba. La sorpresa fue que ese amor me encontró donde y cuando menos lo esperaba...

Aunque me gustaría pensar que soy yo, sé que no es así.

—Su nombre era Aiko —continúa Laurita. Esa fue la chica, su primer amor...—. Nos conocimos por casualidad en un salón de juegos en Japón. Bastó un cruce entre nuestras miradas para entendernos. La conexión. El cosquilleo en el estómago. Un nerviosismo sin sentido. Una confianza inexplicable. A los cinco minutos de presentarnos, ya nos cogíamos de la mano, reíamos como amigas de toda la vida y nos acariciábamos...

Laurita sufre recordándola. Sus lágrimas no cesan. Esa chica ha dejado una huella enorme en su vida.

—Puedes contarme todo, Laurita. Estoy aquí para ti. —Deslizo sus cabellos por detrás de su oreja para transmitirle mi calidez.

—Ella era un año mayor que yo, pero físicamente éramos muy parecidas —continúa Laurita—. Tanto por dentro como por fuera, éramos almas gemelas. Convencí a mis padres para que me dejaran ir a la casa de Aiko sin mi hermano. En aquel momento, mis padres estaban encantados con ella y me acompañaron hasta la misma puerta. Ese día tuve mi primer beso y confirmé mis sentimientos. Me había enamorado... Tres días después, mis padres me dejaron quedarme a dormir con Aiko y descubrí lo que era hacer el amor... Ani, no quiero hacerte daño. —Me mira con su carita entristecida.

—Mi amor, no pasa nada. Es el pasado, puedo entenderlo —digo para calmarla. Laurita debía ser una niña como yo cuando viví mis experiencias con Sandra, con la gran diferencia de que ella sí tuvo una vivencia amorosa sana. En el fondo, me inquieta porque tengo la sensación de que no ha superado esa relación ni lo más mínimo. ¿Y si solo soy una sustituta temporal? Tengo miedo, pero debo ser fuerte por las dos.

—Mis vacaciones terminaron y fue duro —continúa Laurita y regresa la vista al horizonte—. Mis padres y mi hermano no sabían que Aiko y yo éramos novias. Los padres de ella tampoco, pero se alegraban de que tuviera una amiga como yo. Fue triste regresar a la realidad. Sola, rodeada de gente superficial, sin mi hermano y lejos de mi amor verdadero. Aiko y yo hablábamos todos los días y eso era un consuelo, pero necesitábamos sentirnos. Los besos. Las caricias. Echábamos de menos nuestra compañía y faltaba una eternidad para las siguientes vacaciones...

—¿Y qué pasó? ¿Rompisteis por la distancia? —pregunto. Pobrecita, a lo mejor se quedó ilusionada.

—No, Ani. Aiko me demostró que me amaba de verdad. Ella convenció a sus padres para que gestionaran su traslado al Reino Unido como alumna de intercambio. ¡Me hizo tan feliz! —Ahora entiendo mejor por qué Laurita la quería tanto. Esa chica luchó por ella—. Yo cumplí mi parte convenciendo a mis padres para que la dejaran quedarse con nosotros. Los siguientes meses fueron una maravilla, como vivir en un sueño del que nunca quisieras despertar. Aiko y yo estábamos hechas la una para la otra. Verdaderas almas gemelas. Los mismos gustos, los mismos deseos, los mismos pensamientos. No existían secretos entre nosotras. Aprendí tantas cosas de ella. Mi complemento ideal...

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora