Fernando ha demostrado ser un gran amigo de Eric. No quería irse para tendernos una mano en caso de necesitar algo, pero lo convencimos para que fuera a descansar, ya que nosotras permaneceríamos en el hospital cuidando a Eric. Fernando dijo que estaría a nuestra disposición, que solo teníamos que llamarlo por teléfono a cualquier hora y él vendría.
Laurita y yo hemos cenado unos bocadillos que fui a buscar en la cafetería del hospital. Seguimos esperando a que Eric dé señales de vida, pero nos han dicho que es mejor que duerma para que se acelere su recuperación. Mi chica está sentada en la butaca que hay junto a la cama y yo estoy apoyada en la ventana. Su carita triste se transforma en una escalofriante seriedad.
—Ellos pagarán por esto —dice Laurita con la frialdad propia del rencor.
—¿Cómo? —Rezo para que no sea lo que imagino.
—Claudia, Adrián y Daniela. Tú cuidarás a mi hermano y yo me ocuparé de ellos. —Estaría de acuerdo con ella, pero recuerdo las palabras del doctor Johansson y no puedo alimentar ese lado suyo.
—No harás nada —digo con imposición y me lanza su mirada desafiante.
—Sí lo haré. Nadie juega con mi familia —responde con firmeza.
—No —repito.
—Sí. —¡Qué cabezona es!
—Te dije que no. Te lo prohíbo.
—Tú no puedes prohibírmelo. —Se ha enojado, pero no pienso permitir que cometa una estupidez que se le vaya de las manos como con Sandra.
—Laurita, yo sería la primera en ir a plantarles cara, pero eso no ayudará en nada. ¿No ves que es una cadena sin fin? Si hacemos algo, alguno de ellos querrá vengarse. Ya hemos tenido suficiente. Por una vez, no hagamos nada y dejémoslo estar. Eric no necesita más problemas, nos necesita a nosotras. Centrémonos en su recuperación y nada más —le aconsejo y agacha la mirada.
—En eso tienes razón, mi hermano es la prioridad, pero no me quedaré de brazos cruzados si uno de ellos vuelve a molestarlo. A la gente que hace daño hay que pararla poniéndoles un muro delante. —Lo que le ha pasado a Eric no es bueno para ella. A su manera, los dos me necesitan.
—¿Me habrías hecho lo mismo? —pregunto, aunque intuyo la respuesta.
—Claro que sí —responde Laurita sin contemplaciones mientras me mira directamente a los ojos. No puedo tener en cuenta lo que dice porque sé que está afectada.
Ligeros gruñidos y vagos movimientos de Eric atraen nuestra atención. Está despertando. Nosotras nos arrimamos a la cama.
—¡Qué dolor! —expresa Eric con dificultad y abre el ojo superviviente. Su propia voz manifiesta su abatimiento. Apenas mueve la boca para hablar.
—¡Hermano! —Laurita sujeta su mano.
—¿Quieres que llame a la enfermera? —digo con mi tono de preocupada.
—No... —Eric pestañea y se encorva por el daño al intentar moverse.
—Estate quieto —le digo—. ¿Te duele mucho? Mejor llamo a la enfermera.
—No... Da igual... —Eric nos observa—. ¿Qué... hora... es?
—Bastante tarde en la noche, pero no te preocupes. La doctora nos dijo que tienes que descansar —respondo.
—Nosotras cuidaremos de ti —añade Laurita.
—Me gustaría decir... que imaginéis... cómo quedó... el otro, pero... no le hice... ni un rasguño. Bueno, sí... Sus nudillos... se dañaron... con mi cara... —bromea y se retuerce al reír.
ESTÁS LEYENDO
La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]
RomanceTras superar mi etapa de rebeldía, mi vida de adolescente se convirtió en un sueño hecho realidad. Mis padres me permitieron vivir sola con mi novio e incluso me asignaron una paga mensual. Mis únicas obligaciones consistían en estudiar y ayudar a m...