Suena la alarma del inicio del viernes. Me encantaría quejarme, gritar, reventar el teléfono a porrazos, y todo porque la noche se me ha quedado corta. Habré conciliado el sueño a las tantas de la madrugada. Despierto con ira, sí, pero la experiencia de mis sentidos me serena al instante. Estoy enredada con mi osita entre las sábanas. Su cuerpo tibio, su aroma dulce. Se restriega conmigo y yo con ella. Mientras se estira, froto mis manos por todo su torso. Se ríe cuando le presiono los pechos en mi recorrido.
—¡He dormido tan bien! —exclama Laurita y se me echa encima para darme un beso cortito—. ¡Buenos días!
Adoro estos despertares, podría habituarme a ellos todos los días. Lo que detesto es que la alarma me arrebate mi comodidad en esta cama. Es una vuelta a la realidad para que deje de ahogarme en ese pozo de fantasías por el que me precipito.
—Buenos días, Laurita, aunque no tan buenos para mí. Tu incienso no funcionó y tengo un sueño que me está matando.
—¿Quién llora ahora? —se burla—. Pero, claro, querías jugar y jugar.
—La culpa es tuya —digo.
—¿Y yo qué hice? Te dije de dormir porque estaba cansada. —¿No se acuerda de lo que provocó o qué? Ah, no, que para ella soy una adicta. No empezaré un debate porque no quiero retrasarme y que Eric me vea salir de este cuarto.
—Laurita, la santa —digo con sarcasmo—. Me voy a cambiar. Gracias por dejarme dormir en tu habitación otra vez. —Le beso la mejilla.
—Siempre serás bienvenida en mi cama, lo sabes. —Me guiña el ojo y exhibe su lengua. ¿Esto es alguna clase de insinuación? Se la mordería, pero ahora no estamos jugando.
***
Eric y yo parecemos pulpos preparando el desayuno y la merienda para el instituto mientras Laurita se arregla en el baño. Él unta mantequilla en las tostadas y yo me ocupo de los vasos de leche con chocolate.
—Hoy es la gran noche —comenta Eric.
Mi cabeza divagaba en otros recuerdos. Es cierto, hoy tenemos nuestra cita. Se me hace raro, nunca imaginé vivir una situación semejante con Eric. Me pone nerviosa. Supongo que ambos nos pediremos perdón, especialmente yo por mis celos extremistas. ¡Y la carta del poeta! ¿Qué explicación le daré si se acuerda de ese detalle?
—Sí. Tendremos mucho de lo que hablar —digo con la intención de sonar neutral.
—Siempre que voy a trabajar pienso en regresar a casa, pero hoy estoy más ansioso que nunca. No me ponía así ni cuando era niño y mis padres me decían que me llevarían al parque —dice Eric entusiasmado. Me despierta una sonrisa. ¿Ya empieza a reconquistarme?
—¿Quieres un calmante para la ansiedad? —bromeo.
—¿Será un beso tuyo? —Eric me inquieta. No me esperaba este coqueteo por su parte.
—Eric... —Me deslizo los cabellos por detrás de la oreja e intento disimular mi sonrisa.
—Perdón, me he dejado llevar. No quiero cagarla antes de la cena.
—No pasa nada, Eric. Podemos tratarnos con cordialidad. —Se merece un respiro y yo también, así esta noche será menos tensa.
—En ese caso, hoy te prohibiré dormir en el sofá. Pase lo que pase, te quedarás en la habitación, aunque yo tuviera que reemplazarte en la sala. ¿Has descansado como es debido? —me pregunta y revivo gustosa la experiencia de anoche.
—De eso no tienes que preocuparte, he estado estupendamente en el sofá —miento, no tengo otro remedio.
—De ahí esas ojeras, ¿no? En serio, no permitiré que sigas con esas malas noches por gusto. —Debí maquillarme mejor.
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La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]
RomanceTras superar mi etapa de rebeldía, mi vida de adolescente se convirtió en un sueño hecho realidad. Mis padres me permitieron vivir sola con mi novio e incluso me asignaron una paga mensual. Mis únicas obligaciones consistían en estudiar y ayudar a m...