Enferma de Amor

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He roto un plato intencionadamente en la cocina. Lo he estampado contra el suelo para arrancarme la rabia del pecho. ¿Ha funcionado? No, pero he conseguido liberar tensión. Ni todos los platos junto con los vasos me bastarían para olvidar mi disgusto.

La odio, odio a esa niña por meter las narices donde no debía. Un diario es sagrado. Lo que ha hecho es como colarse en lo más recóndito de mi mente y apoderarse de mis sentimientos y recuerdos más profundos. Ahora es muy probable que sepa cosas como que mi primer beso fue con Sandra, que tuve muchas historias con chicos indeseables, que vivo atormentada por la gente a la que he maltratado como mis padres, que me besuqueé con Adrián antes de besarme con Eric, que he dejado de sentirme satisfecha con su hermano en la cama, que me dejé llevar con Angie, y, de lo peor, que siento algo por ella. Yo no quería que revelara mi alma de esa manera, ni ella ni nadie. Habría preferido que me descubriera poco a poco a la vez que se abría conmigo. Si fuera otra persona, le habría hecho cosas terribles para que no abriera la bocaza, pero, tratándose de ella, los platos son mi alternativa y rezar para que no me clave el puñal. ¡Es tan detestable!

—Ani... —Ahí viene la muy llorona a plantarse a mi lado.

Reviento otro plato a sus pies.

—¡Joder! ¿Cómo tengo que hablar contigo? ¡Te dije que no te quiero ver! ¡No me dirijas la palabra! —le grito.

—Quiero ayudar a cocinar —dice con esa cara tan infantil que tiene llena de lágrimas.

—No te necesito para nada. Tú no ayudas, eres un estorbo. Piérdete y abre la boca solo para hablar con tu hermano y para comer. ¡Vete! —Se cree que va a venir aquí con su lloriqueo a ablandarme, ¡eso se acabó!

Laura desaparece tal y como le pido. En cambio, Eric es el que arriba del trabajo. Por primera vez, no me importa que la vea sufriendo por mi culpa. Mi único miedo es que ella le cuente toda la basura y rompa mi relación, pero estoy dispuesta a correr ese riesgo.

Mi novio acude directo a la cocina y me saluda abrazándome por detrás y besándome la cabeza.

—¿Y aquí qué ha pasado? —dice al percibir los trozos del plato.

—Nada, un plato que se me acaba de caer —respondo. Tengo una carta para camuflar mi enfado—. Sigo un poco resacosa.

—Veo tu cara, sí. —Eric va a por la escoba y el recogedor para barrer—. ¿Mi hermana no te echa una mano?

—No hacía falta. Hoy estuvo limpiando, así que daba igual. —Troceo la cebolla con dureza como segundo medio de consuelo.

—Imagino que se portó bien contigo. Conociéndola... —Eric se me acerca barriendo—. ¿Qué tal anoche?

"Sí, se portó de maravilla la muy fisgona". Eso me gustaría responderle.

—Bien. Mucho bailoteo, pero no controlé mucho el tema de la bebida —digo.

—Si te soy sincero, estaba preocupado. —Eric se detiene a mi lado—. Te esperé despierto hasta que el cansancio me venció. No pensaba que fueras a llegar tan tarde. Me preocupa que esa chica te quiera arrastrar a otro tipo de vida. Yo no soy nadie para decirte lo que tienes que hacer, pero sentiría mucho que recayeras en viejos hábitos que no te aportaban valor.

—Eso no pasará, Eric, puedes estar tranquilo. No creo que me siga viendo con esa chica. Quedé por amabilidad, pero no somos muy afines como para ser amigas. —Es mejor que ni se entere de lo que pasó en realidad.

—Eso me dijo mi hermana. —¿Qué le habrá contado esa mentirosa de verdad?

—¿Sí? ¿Qué te dijo? —pregunto.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora