Bye, exámenes

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No puedo estudiar.

No puedo concentrarme.

No puedo sacarla de mi mente.

Disimulo con los codos apoyados sobre el cuaderno, pero mis ojos se extravían persiguiendo el rastro de su aroma. Ella está a mi lado tan natural y disciplinada como siempre. Nadie diría que hace menos de una hora estábamos en el sofá comportándonos como unas adolescentes pervertidas, porque sí, eso es lo que era, pura perversión. Una estúpida calentura sin significado. El problema es que sí estaba teniendo un sentido para mí. Me disponía a abrirme a ella por completo, por lo menos una vez, para erradicar todas mis dudas. "Otra lección aprendida, Ana", dicta mi consciencia. No debería tener estos sentimientos por mi cuñada, pero no sé cómo pararlos. Basta con oler una pizca de su fragancia y rememoro toda la escenita del sofá con lujo de detalles.

Laurita me mira y reubico mis ojos en el cuaderno. Así transcurre una tormentosa tarde de estudio, en un juego de miradas silenciosas y repletas de sensaciones.

***

Me quedo tumbada en la cama con Eric después de mantener relaciones un tanto insatisfactorias. Él lo ha atribuido al día sangriento que hemos tenido, pero la realidad es otra. Mi cabeza no me ha concedido ni un minuto de paz gritándome que lo que hago está mal. Pero ella no entiende que no puedo borrar a Laurita de mi imaginación.

—Mañana será otro día, no pasa nada, mi amor —me dice Eric mientras me abraza.

—Lo siento... —digo.

—Si es que me quedé corto con la paliza que le di a ese imbécil. A mi novia nadie la toca y mucho menos le pega. —Ese tema lo altera.

—Tranquilo, recibió su merecido por ambas partes. Lo que me preocupa es que te denuncie. No vuelvas a hacer una cosa como esa. ¿Qué pasó con aquello de pensar antes de actuar?

—Sabes que tú y mi hermana son mi debilidad. Cuando vienen y me dicen que están tocando y golpeando a mi novia, no me paro a pensar. En esa situación reacciono y más al tratarse de ese cabrón de Mario que llevaba tiempo deseando ponerte las manos encima. —En cierto modo, me gusta verlo así de territorial y protector conmigo.

—Eres un caballero de los que no quedan, pero, en serio, tienes que controlarte porque me destrozaría visitarte en una prisión. Por cierto, ¿quién te contó lo que estaba pasando? —Buena ocasión para salir de dudas.

—Tus compañeros Patricia y Roberto. Me habían estado buscando como locos. Justamente había ido al baño y a la biblioteca a consultar una bibliografía con unos compañeros. De haber estado donde siempre, me habrían encontrado antes y te habría defendido. —Joder, chicos, ¿por qué? Espero que no lo hicieras por venganza, Patricia, para que Mario recibiera otra paliza. Quiero pensar que fue un acto de buena fe por mi bien.

—No te preocupes, tu novia no es manca. Yo ya había puesto en su sitio a ese imbécil antes de que llegaras. De hecho, si no me hubieran aguantado... —cuento con cierto orgullo y gracia.

—La leyenda de Ana Álvarez renace, ¿no? —bromea.

—Oye, no me digas así. —Le pellizco el abdomen.

—¡Ay! ¡Ja, ja! Vale, vale. Me quedó claro que estoy con la chica más peligrosa del barrio. ¿Cuándo creamos una mafia, señora Álvarez? —Me gusta que saque su sentido del humor.

—Eres más bobo... —Lo beso.

—Sí, es verdad. Me pones bobo —dice y me acaricia—. Tuviste razón con Daniela otra vez.

—¿Por qué? —pregunto con interés.

—Ha estado rara en el trabajo. Me contó que un familiar suyo murió hace poco y que no lo llevaba muy bien. Se echaba a llorar encima de mí en cuanto teníamos un respiro. Me dio pena, pero ahora veo su cercanía con otros ojos. —Es toda una zorra. Se vale de la muerte de un familiar para acercarse a mi novio, pero está claro que chocará con la pared.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora