Eric, Laurita y yo nos sentamos a comer después del intenso día de instituto. En esta ocasión, soy yo la que se forma como vidente, es el mal de esta casa. Entre una cucharada y otra, pasan minutos en los que esparzo el arroz y lo vuelvo a juntar para ver si me habla. Mastico desganada mientras cada grano ríe y me acusa de infiel, de mentirosa, de histérica y hasta de criminal, no me deparan un futuro muy prometedor.
—Mi amor, ¿estás bien? —me pregunta Eric y no puedo negar que me habría gustado escuchar esas mismas palabras de Laurita, pero ella compite conmigo en la lectura del futuro a través de la comida.
—¿Eh? Sí... —Todas las emociones negativas que encierro en mi interior me tienen aniquilada.
—Quizás deberíamos tener una reunión familiar esta noche y hablar con calma porque parecéis otras —propone Eric.
—Esta noche no podrá ser —digo y noto que Laurita me mira, por un segundo, pero me mira.
—No te sientas presionada —dice Eric.
—No es eso, es que he quedado con Claudia después del ensayo final de la obra. Hoy dormiré en su casa —aclaro y me gano esa mirada sutil de Laurita.
—Hacía tiempo que no te quedabas con ella. Bueno, diviértete, ya hablaremos en otra ocasión. Hermanita, hoy nos toca tanda de series a solas —dice Eric animado, pero solo despierta vagas sonrisas en nosotras.
—Sí, hasta que ronquemos en el sofá. —Laurita se esfuerza para bromear. Yo pienso en ese sofá que ha sido testigo de nuestro amor...
***
Acudí al último ensayo de la obra con autorización de la profesora Bernarda para saltarme el entrenamiento de voleibol. Laurita también asistió, aunque seguí siendo un fantasma para ella: Realizar el trayecto al instituto separadas por metros de dolor, no recibir ni un mísero ánimo de su parte durante mi interpretación, nada. Pero me mantuve firme y cumplí con su deseo de no molestarla, salvo contemplarla a escondidas.
El profesor Tomás aseguró que la presentación sería prometedora, siempre y cuando Víctor y yo mostráramos un poco más de espíritu, ya que ambos no actuamos en nuestro máximo esplendor. Eso sirvió de pasto para alimentar la soberbia de Catalina, pero la ignoramos.
Tras concluir el ensayo, recojo mi mochila y me despido de todos con escaso entusiasmo. Sin embargo, quedo cara a cara con Laurita cuando bajo del escenario. Padezco un bloqueo mental de inmediato. Sus ojos me pierden.
—Adiós —digo con la voz más delicada que pueda salir de mi boca, pero no tardo en arrepentirme de haberle dirigido la palabra. Estoy tan nerviosa e insegura que agacho la mirada y tenso las tiras de la mochila. Debo irme.
—Adiós —responde con la misma suavidad y se aleja veloz.
No esperaba su despedida. ¿Qué significa? ¿Es normal que sienta un rayo de esperanza en mi pecho o ha sido una mera cortesía de su parte? Si eso fuera un perdón, correría detrás de ella y la besaría.
Entreabro la boca para llamarla, pero no me atrevo a pronunciar su nombre. No quiero ser víctima de mis propias ilusiones. Me marcho de forma definitiva.
Durante el camino de regreso, revivo ese instante inesperado. A pesar de que ambas nos hemos destrozado, mi corazón latía con fuerza cuando estaba delante de ella. Yo la sigo queriendo y eso no cambiará.
Mi cabeza me da un respiro cuando toco el timbre de la casa de Claudia. Mi amiga no tarda en recibirme. Enseguida me abraza y calienta mis heladas mejillas con dos besos.
—¡Por fin llegas! Estás congelada. Pasa, hace mucho frío —me dice con alegría.
Ella huele rico, a limpio, a gel de ducha con aroma de coco. Aún está tibia y parte de sus cabellos ondulados siguen humedecidos. Su pijama de cuadros fue un regalo de mi parte en las Navidades anteriores.
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La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]
RomanceTras superar mi etapa de rebeldía, mi vida de adolescente se convirtió en un sueño hecho realidad. Mis padres me permitieron vivir sola con mi novio e incluso me asignaron una paga mensual. Mis únicas obligaciones consistían en estudiar y ayudar a m...